Escribió en el año 56 de nuestra era, el filósofo, político, orador y escritor Lucio Anneo Séneca en su tragedia Medea: cui prodest scelus, is fecit (Aquel a quien aprovecha el crimen es quien lo ha cometido). Evidentemente el gran peso de la sospecha recae sobre los amigos de Jesús como los autores del supuesto robo del cadáver, pero ¿lo hicieron? Con todas las evidencias reales que tenemos más todas las circunstanciales que podemos agregar, ¿podemos, sin violar la lógica y la razón, señalarlos a ellos como los autores del posible hurto del cuerpo de Jesús? Tenemos dos bandos: los que condenaron a muerte a Jesús —el sanedrín— que tenían dinero, poder y un pacto tácito de colaboración con la gobernación romana, y los discípulos, que carecían de todo poder e influencia con sus superiores, tanto en lo político como en lo religioso. Con la muerte de Jesús, el sanedrín pensó que había acabado con la raíz del problema que representó las enseñanzas del que decía ser el Mesías, pero sabían que quedaban unas semillas que había que extinguir antes de que empezaran a germinar. ¿Tenían como deshacerse de los apóstoles? La respuesta es no. Recordemos que el único delito por el que condenaron a muerte a Jesús fue el de haberse auto proclamado ser Dios. Ninguno de los discípulos reclamó una identidad diferente. ¿Qué era lo que el sanedrín necesitaba para deshacerse de los ellos? ¿Con que delito podrían acusarlos para que Pilato ordenara sus ejecuciones? Si el sanedrín tuviera pruebas de que los apóstoles rompieron el sello de la tumba y la profanaron, el delito no era religioso, era judicial y correspondía al gobernador imponer la correspondiente sanción. Como expliqué anteriormente el delito de profanación de tumbas era severamente castigado en lo económico, y romper el sello del gobernador sin su autorización conllevaba al máximo castigo, así que lo único que el sanedrín hubiera tenido que hacer, era presentar las pruebas de que los apóstoles cometieron el delito contra el Cesar, y Pilato se hubiera encargado del resto. ¿Y porque esto no ocurrió? Porque sencillamente no tenían esas pruebas, y por ello tuvieron que sobornar a los guardias con una gran cantidad de dinero más la promesa de que no tendrían que vérselas con el gobernador romano.