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Orlando Hernandez
jesus

APÉNDICE A – ¿Cómo es físicamente Dios?

Yuri Gagarin fue el primer ser humano en viajar al espacio exterior. Lo hizo el 12 de abril de 1961 a bordo de la nave rusa Vostok 1. Tiempo después, el entonces secretario general del Partido Comunista, Nikita Jrushchov[7], dijo lo siguiente en un discurso dirigido al pleno del comité: «Gagarin voló al espacio, pero no vio ningún dios allí». Yo también, en una etapa temprana de mi vida, compartí esa ilusión de poder ver a Dios de alguna forma, ya fuera con un súper-telescopio o gracias a que algún afortunado astronauta se lo encontrara en algún lugar por allá afuera y nos contara de su anatomía. Sin embargo, el comentario de Nikita, líder de una potencia mundial, buscaba ofrecer una prueba concluyente de que Dios no existía.

La mitología griega[8] es tal vez la mitología antigua que nos resulta más familiar: Zeus, Crono, Poseidón, Urano, Hades, Eros, etc., eran los dioses que lo gobernaban todo. Tras la batalla con los Titanes, Zeus se repartió el mundo con sus hermanos mayores, Poseidón y Hades, echándoselo a suertes. Él consiguió el cielo y el aire; Poseidón, las aguas y Hades, el mundo de los muertos. Para los griegos de esa época, sus dioses no solo tenían nombres, sino que poseían forma humana y actuaban como tal. Se casaban entre ellos y daban a luz a otros dioses que desempeñaban diferentes roles en la vida de los humanos. Curiosamente, poseían las mismas debilidades de los hombres: se encolerizaban, hacían pataletas, se enamoraban de quien no debían, se traicionaban y sufrían las demás pasiones propias de la vida humana.

Así que no es extraño que un cristiano se pregunte por la forma física de Dios. Como lo dije anteriormente, yo lo hacía muy frecuentemente antes que mi concepto del Padre madurara. Sabemos de Dios lo que Él nos ha revelado, y en cuanto a su naturaleza, nos ha dicho que es espíritu (Juan 4,24); que no es un ser natural, sino sobrenatural. Es por ello que la tradición católica se ha negado a referirse a Dios como un ser, como un ente supremo que está por encima de todas las cosas, porque Él simplemente es. En el latín de Santo Tomás de Aquino, se lo define como ipsum esse subsistens: Dios tiene su ser por sí mismo en virtud de la perfección de su esencia, a diferencia del resto de las criaturas, que reciben su ser (existencia) de otro. Dios es el mismo ser, el ser absoluto, el ser que subsiste por sí mismo. Según la gramática hebrea, «Yo Soy el que Soy» significa ‘yo soy aquel que estaba, que está y que estará’. Significa, entonces, «el que existe por sí mismo»; es decir, que no fue creado, como se explicó anteriormente.

En su primer capítulo, el libro del Génesis nos dice: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza […]» (Génesis 1,26). ¿Cabe entonces decir que, si somos su imagen, Él también posee piernas, brazos, ojos, etc.? La respuesta es no. Fuimos hechos a su imagen, pues nos infundió un alma a imagen de Él. Esto nos lo revela el Génesis (2,7): «Entonces Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente». Podemos crear porque Él es creador, podemos amar porque Él es amor, podemos perdonar porque Él es perdón, podemos ser fieles porque Él es fidelidad, podemos ser pacientes porque Él es paciencia, etc. Todas estas son manifestaciones de nuestra alma como imagen de Dios, y nos hacen diferentes del resto de su Creación. Dios nos pone aparte del mundo animal y nos capacita para ejercer el dominio sobre todas las demás criaturas y tener comunión con Él. Se trata de una «semejanza» mental, moral y social.

Mental, porque fuimos creados racionales y con voluntad propia; es decir, podemos razonar y elegir. Esto es reflejo de la inteligencia y la libertad de Dios. Cada vez que alguien hace algo bueno, compone una obra, escribe un poema, descubre una medicina, resuelve un problema de matemáticas, esa persona vive la imagen de Dios en ella.

Moral, porque fuimos creados en justicia y perfecta inocencia, reflejo de la santidad de Dios. Al terminar cada día de la Creación, Él veía todo y lo llamaba «muy bueno». Cada vez que alguien hace buen uso de un recurso, escribe una ley justa, denuncia la injusticia, se aleja del mal, se siente culpable de algo que hizo mal, está manifestando la imagen de Dios en él.

Social, porque fuimos creados para la convivencia, reflejo de la trinidad de Dios y su amor. La primera relación que tuvo el hombre fue con Dios, quien luego le dio a la mujer por compañera, porque «no es bueno que el hombre esté solo […]» (Génesis 2,18). Cada vez que alguien da un abrazo, ayuda a alguien, se casa, hace una oración, alimenta al prójimo, está proclamando la imagen de Dios en él.

Ahora, no olvidemos que Dios es Uno y Trino, es decir, tres personas distintas en un solo Dios verdadero: Padre, Hijo y Espíritu Santo. En el pasaje de la visita de Dios a Abraham, vemos a los tres en forma humana:

El Señor se le apareció a Abraham junto al encinar de Mamré, cuando Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda, a la hora más calurosa del día. Abraham alzó la vista, y vio a tres hombres de pie cerca de él. (Génesis 18,1-2)

En esta ocasión, solo Abraham y su esposa Sara tuvieron la oportunidad de verlos en dicha forma. Pero miles de personas vieron al Hijo cuando se encarnó en el hijo de José y María y habitó entre nosotros por cerca de treinta y tres años:

Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad. (Juan 1,14)

En otras oportunidades, el Espíritu Santo se hizo visible en forma de paloma (Mateo 3,16), y también en lenguas de fuego (Hechos de los Apóstoles 2,3). Pero esto no quiere decir que ellos tengan esas «formas». Dios Trino ha escogido estas representaciones terrenas para interactuar con nosotros, sirviendo un propósito específico y, en todo caso, actuando para nuestra conveniencia y como expresión de su amor por nosotros.

hijo prodigo

APÉNDICE A – ¿Cómo son el carácter y el intelecto de Dios?

El evangelista Juan dice en su primera carta: «El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor» (1 Juan 4,8). Nótese que no dice que tiene mucho amor, o que es su máxima expresión, o que es el más grande amor que jamás haya existido; dice que ¡es amor! Por favor, deténgase unos instantes y digiera esto que nos dicen las Escrituras: Él es el amor mismo. También sabemos que Dios es infinito, es decir, que es ilimitado. Todo lo creado es finito, tiene límites, por más grande que pueda ser. Hay una cantidad determinada de agua de los mares, la energía del átomo tiene cierta magnitud, el calor del sol solo puede alcanzar una temperatura dada. Pero Dios no tiene límites de ninguna clase. Que Dios sea infinitamente perfecto significa que no hay nada bueno, deseable o valioso que no lo tenga Dios; además, Él lo posee en grado absolutamente ilimitado. Las perfecciones de Dios son Dios mismo o, como se diría en teología, son de su misma sustancia. Esto significa que, para ser exactos, no deberíamos decir «Dios es bueno», sino «Dios es Bondad»; tampoco «Dios es sabio», sino «Dios es Sabiduría», etc.

Pero Dios también es otras cosas: es omnisciente (Salmo 139,1-16), —todo lo sabe—; es benevolente (1 Juan 4,8) —desea solo el bien—; es omnipotente (Job 40,1) —todo lo puede—; es omnipresente (Salmo 139,7-10) —está presente en todas partes al mismo tiempo—; es inmutable (Salmo 101,28; Apocalipsis 1,8)  —no está regido por el tiempo, por lo que no experimenta ningún tipo de cambio—; es uno y único (Deuteronomio 32,39; Isaías 45,5).

La Biblia entera nos habla de todos estos atributos de Dios, poniendo de manifiesto un Padre amoroso que nos ama infinitamente, que nos conoce como ninguno, que está siempre y en todo lugar con nosotros y que, sin importar lo que hagamos, nos ama igual. Barry Adams[9] publicó una página en Internet[10] llamada Father’s Love Letter en enero de 1999. Allí, después de escoger diferentes pasajes de las Sagradas Escrituras, compuso una carta del Padre a nosotros sus hijos:

Mi hijo, puede que tú no me conozcas, pero Yo conozco todo sobre ti (Salmos 139,1). Yo sé cuándo te sientas y cuando te levantas (Salmos 139,2). Todos tus caminos me son conocidos (Salmos 139,3). Aun todos los pelos de tu cabeza están contados (Mateo 10,29-31). Porque tú has sido hecho a mi imagen (Génesis 1,27). En mí tú vives, te mueves y eres (Hechos 17,28). Porque tú eres mi descendencia (Hechos 17,28). Te conocí aun antes de que fueras concebido (Jeremías 1,4-5). Yo te escogí cuando planeé la Creación (Efesios 1,11-12). Tú no fuiste un error, porque todos tus días están escritos en mi libro (Salmos 139,15-16). Yo he determinado el tiempo exacto de tu nacimiento y dónde vivirías (Hechos 17,26). Tú has sido creado de forma maravillosa (Salmos 139,14). Yo te formé en el vientre de tu madre (Salmos 139,13). Yo te saqué del vientre de tu madre el día en que naciste (Salmos 71,6). Yo he sido mal representado por aquellos que no me conocen (Juan 8,41-44). Yo no estoy enojado y distante, soy la manifestación perfecta del amor (1 Juan 4,16). Y es mi deseo gastar mi amor en ti simplemente porque tú eres mi hijo y Yo, tu padre (1 Juan 3,1). Te ofrezco mucho más que lo que tu padre terrenal podría darte (Mateo 7,11). Porque Yo soy el Padre Perfecto (Mateo 5,48). Cada dádiva que tú recibes viene de mis manos (Santiago 1,17). Porque Yo soy tu proveedor, quien suple tus necesidades (Mateo 6,31-33). El plan que tengo para tu futuro está siempre lleno de esperanza (Jeremías 29,11). Porque Yo te amo con amor eterno (Jeremías 31,3). Mis pensamientos sobre ti son incontables como la arena en la orilla del mar (Salmos 139,17-18). Me regocijo sobre ti con cánticos (Sofonías 3,17). Yo nunca pararé de hacerte bien (Jeremías 32,40). Porque tú eres mi tesoro más precioso (Éxodo 19,5). Yo deseo afirmarte dándote todo mi corazón y toda mi alma (Jeremías 32,41). Yo quiero mostrarte cosas grandes y maravillosas (Jeremías 33,3) Si me buscas con todo tu corazón, me encontrarás (Deuteronomio 4,29). Deléitate en Mí y te concederé las peticiones de tu corazón (Salmos 37,4). Porque Yo soy el que produce tus deseos (Filipenses 2,13). Yo puedo hacer por ti mucho más de lo que tú podrías imaginar (Efesios 3,20). Porque Yo soy tu mayor alentador (2 Tesalonicenses 2,16-17). Yo también soy el Padre que te consuela durante todos tus problemas (2 Corintios 1,3-4). Cuando tu corazón está quebrantado, Yo estoy cerca de ti (Salmos 34,18). Así como el pastor carga a un cordero, Yo te cargo a ti cerca de mi corazón (Isaías 40,11). Un día, Yo te enjugaré cada lágrima de tus ojos y quitaré todo el dolor que hayas sufrido en esta tierra (Apocalipsis 21,3-4). Yo soy tu Padre, y te he amado como a mi hijo, Jesús (Juan 17,23). Porque en Jesús, mi amor hacía ti ha sido revelado (Juan 17,26). Él es la representación exacta de lo que Yo soy (Hebreos 1,3). Él ha venido a demostrar que Yo estoy contigo, no contra ti (Romanos 8,31). Y también a decirte que Yo no estaré contando tus pecados (2 Corintios 5,18-19). Porque Jesús se murió para que tú y Yo pudiéramos ser reconciliados (2 Corintios 5,18-19). Su muerte ha sido la última expresión de mi amor hacía ti (1 Juan 4,10). Por mi amor hacia ti haré cualquier cosa que gane tu amor (Romanos 8,31-32). Si tú recibes el regalo de mi Hijo Jesús, tú me recibes a Mí (1 Juan 2,23). Y ninguna cosa te podrá a ti separar otra vez de mi amor (Romanos 8,38-39). Vuelve a casa y participa de la mayor fiesta celestial que nunca has visto (Lucas 15,7). Yo siempre he sido Padre, y por siempre seré Padre (Efesios 3,14-15). La pregunta es ¿quieres tú ser mi hijo? (Juan 1,12-13). Yo estoy esperando por ti (Lucas 15,11-32).[11]

Habiendo enumerado algunos de los atributos del carácter de Dios, nos resulta más fácil entender esa hermosa frase de Jesús narrada por el evangelista Mateo (7,11): «Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre, que está en el cielo, dará cosas buenas a quienes se las pidan!».

creacion

APÉNDICE A – ¿Cuáles son las obras y el legado de Dios?

Entendiendo al Creador como el que es capaz de sacar algo de la nada (que es realmente la definición de crear, que no es sinónima de hacerproducirtransformarconvertir, etc.), las obras de Dios son todo el mundo visible e invisible, es decir, toda la Creación, incluyéndolo a usted.

Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento declara lo que sus manos han hecho. Un día le cuenta a otro este mensaje, y cada noche a la siguiente. No se escucha lenguaje ni palabras, ni se emite una voz que podamos oír. Sin embargo, su voz atraviesa el mundo entero, sus palabras llegan al último rincón de la tierra. Dios le ha dado al sol el cielo como hogar. Y como cuando sale un novio de la alcoba nupcial, o como cuando un atleta se dispone a recorrer su camino, así sale feliz el sol para hacer su recorrido. Comienza su carrera en un punto del cielo y hace todo su recorrido hasta llegar al final; nada en la tierra puede escapar de su calor. (Salmo 19,1-6)

Yo no sé si le ha pasado que, por un motivo u otro, ha sido invitado a la casa de una persona que no conoce, que nunca ha visto, y, cuando usted llega y la recorre, puede determinar muchos rasgos de su anfitrión observando el estilo de decoración y otras características del lugar. Si la casa está sucia y desordenada, o si, por el contrario, está limpia y todo está en su lugar, qué cuadros adornan las paredes, qué música está sonando en la radio, qué programa está viendo en la televisión, qué libros hay en la biblioteca, si los hay, etc. Sin temor a equivocarse, usted siente que puede determinar en cierto grado la personalidad del propietario. Igual nos pasa con nuestro Creador, ya que en realidad somos invitados de honor en esta casa llamada Tierra. ¿Qué podemos decir de Él observando nuestro alrededor? Definitivamente, que es muy generoso, todo lo hizo en abundancia: los mares, las estrellas, la nieve, los peces, los árboles, los insectos, las aves, los colores, los olores, los sabores, etc. Todo es abundante, incluso los diamantes que, por ser tan costosos, se presume que existen en un número limitado, pero lo cierto es que llevamos cientos de años haciendo huecos profundos y los seguimos encontrando. Podemos decir que es sumamente creativo: basta ver toda la variedad de la naturaleza: hormigas, estrellas, elefantes, pulpos, cometas, ballenas, nieve, águilas, cataratas, cuevas, libélulas, océanos, lombrices, tigres, frutas, rosas, esmeraldas, volcanes, cotorras, vegetales, estalactitas, árboles, glaciares, mariposas, ríos, lluvias, perros, el hombre, etc. Toda esta variedad de formas; destrezas; tamaños; maneras de moverse, de alimentarse, de reproducirse, de adaptarse y de hacerse notar, de contribuir, de destruir, de iluminar, de absorber, de expulsar; en fin, su creatividad supera cualquier lista que desee hacerse. También podemos decir que es sumamente paciente: basta mencionar el caso de una estrella que toma millones de años en formarse para que, cuando dirijamos nuestra mirada al firmamento, lo veamos elegantemente adornado con esos puntos de luz y digamos: «¡qué cielo tan estrellado!». Le encanta la variedad. Pensó que el pescado nos habría de servir como fuente de alimentación, pero no nos lo dio de una sola clase —que igual nos alimentaría—, sino que nos dio millones de variedades. Pensó que los árboles serían los encargados de reciclar el aire y aportarnos la madera; pero no hizo una sola clase, sino millones de diferentes variedades. Lo mismo hizo con las manzanas, pues hay cientos de clases diferentes. ¡Y qué decir del hombre!: a pesar de que todos tenemos ojos, nariz, boca, orejas, pelo, color de piel y forma de la cara, no vemos dos rostros iguales.

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APÉNDICE A – Quién no es Dios

Dios no es uno más de esos dioses que la imaginación de los antiguos escritores concibió y que se encuentran en lo que se conoce como «mitología», dioses que poseían los mismos defectos y cualidades que nosotros los humanos. Ellos sentían celos, rabia, envidia, rencor, mentían y también eran capaces de ser amorosos, generosos, compasivos. Podían estar de buen o mal humor según las circunstancias particulares del momento. Algunas veces se aburrían de sus rutinas y se daban una vuelta por la Tierra, y en varias oportunidades fueron seducidos por la belleza de las mujeres y tuvieron relaciones con varias de ellas, con lo que traicionaron a sus esposas «celestiales».

Dios no es ese guerrero violento que quiere imponer su verdad a punta de guerras y destrucción, como el dios que algunos grupos invocan pretendiendo que la violencia es lo que Él les ordena.

Dios no es ese dios policía que se esconde detrás de cada uno de nosotros para sorprendernos haciendo cosas consideradas malas, desde el punto de vista de nuestra educación o cultura, y castigarnos o corregirnos inmediatamente como lo harían nuestros padres terrenales.

Dios no es esa energía que encontramos manifiesta de diversas maneras en la naturaleza, que nos brinda el alimento corporal y espiritual.

Dios no es ese titiritero que se entretiene jugando con nosotros, haciéndonos hacer cosas, enviándonos castigos en forma de enfermedades, fracasos, ruinas, etc. por lo que hemos hecho mal, o premiándonos con buena salud, dinero, fama y poder por habernos portado bien.

Dios no es un narcisista que requiere que lo estemos adorando permanentemente para que esté contento, como si condicionara su amor hacia nosotros según sea nuestro nivel de adoración.

Dios no es el dios de los «huecos». Ese dios al que el hombre le atribuía algún fenómeno de la naturaleza que era incapaz de entender o de comprender, como la lluvia, el fuego, los eclipses, etc. En la medida en que comprendimos esos vacíos o «huecos», ese dios fue perdiendo «poder» hasta que desapareció casi que por completo.

Dios no es tampoco una combinación de un poco de cada uno de los referidos anteriormente, una combinación que vamos dibujando en nuestra mente y corazón dependiendo de las experiencias que le vayan dando forma a nuestra vida. Desafortunadamente, según sea el grado de inmadurez de nuestro conocimiento de Dios, cada una de esas ideas equivocadas de Él nos lleva por el camino errado, nos desvía del que nos ha de conducir a ese Padre amoroso del que nos habló Jesús en su hermosa parábola del hijo pródigo:

Jesús contó esto también: «Un hombre tenía dos hijos, y el más joven le dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me toca”. Entonces el padre repartió los bienes entre ellos. Pocos días después el hijo menor vendió su parte de la propiedad, y con ese dinero se fue lejos, a otro país, donde todo lo derrochó llevando una vida desenfrenada. Pero cuando ya se lo había gastado todo, hubo una gran escasez de comida en aquel país, y él comenzó a pasar hambre. Fue a pedir trabajo a un hombre del lugar, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y tenía ganas de llenarse con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin se puso a pensar: “¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Regresaré a casa de mi padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores”. Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre.

Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: “Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo”. Pero el padre ordenó a sus criados: “Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete! Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado”. Comenzaron la fiesta.

Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. El criado le dijo: “Es que su hermano ha vuelto; y su padre ha mandado matar el becerro más gordo, porque lo recobró sano y salvo”. Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciera. Le dijo a su padre: “Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para tener una comida con mis amigos. En cambio, ahora llega este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro más gordo”.

El padre le contestó: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero había que celebrar esto con un banquete y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado”». (Lucas 15,11-32)

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APÉNDICE A – Conclusión

¿Piensa que no respondí claramente quién es Dios? Lo cierto es que todas nuestras palabras y conceptos se quedan cortos al explicar quién es realmente. Él es esencialmente misterio, palabra que procede del griego muein y que significa ‘cerrar la boca’. San Agustín dijo: «Si lo entiendes, ese no es Dios»[12]. A nosotros nos resulta fácil entender las cosas que nos rodean, lo que existe en el mundo, lo que podemos ubicar en un espacio y en un tiempo. Si Juan está allá, no puedes estar acá en el mismo instante. Él es Carlos, por lo tanto, no es Roberto. Una mesa no es una silla. Esa es una montaña y ese es un pájaro. Desde niños vamos aprendiendo a conocer todo por comparación y contraste. Buscamos las cosas que nos resultan iguales y las llamamos por el mismo nombre. También aprendemos lo que hace a una cosa diferente de otra para aprender una palabra y adicionarla a la inmensa lista de cosas que conocemos. Pero con Dios no podemos hacer lo mismo. No podemos decir que ahí hay una mesa, allá hay una pared, allá está Carlos, acá estoy yo y allá está Dios. Incluso Santo Tomás de Aquino se rehusó a «clasificar» a Dios en un género; el animal, vegetal, mineral y el género de Dios, por ejemplo. No existe este género. Ni siquiera Él comparte la naturaleza de los ángeles. Ellos tienen su propio género y es diferente al nuestro.

Dios no es un «algo» más entre todas las cosas del mundo o del universo, ni siquiera es el «algo» más grande que existe. No podemos decir que este edificio es más grande que aquel otro; y que aquel otro es todavía más grande que el anterior; y que, a su vez, la Tierra es más grande que todos los edificios; pero que la galaxia es más grande que la Tierra; y que el universo es más grande que la galaxia, y que entonces Dios es más grande que el universo. Dios ni siquiera es lo más grande que existe en el universo. Dios simplemente es.

Como Dios es infinito y perfecto, ningún ser creado puede comprender plenamente su naturaleza. Él es muy diferente a todo lo que existe o ha existido. Es incomprensible, inaccesible a nuestras mentes imperfectas y limitadas. Así dice san Pablo acerca de Dios:

Al Único Soberano, Rey de Reyes y Señor de los Señores, al único inmortal, que vive en una Luz inaccesible y que ningún hombre ha visto ni puede ver, a Él sea el honor y el poder por siempre jamás. (1 Timoteo 6,15-16)

¿Comprende y entiende usted plenamente a su pareja? Si no ha logrado entenderlo o entenderla plenamente a ella, que es otra persona de carne y hueso, teniendo en cuenta que ambos usan el poder del cerebro para actuar, que comparten un código de comunicación, que han compartido gran parte de sus vidas, ¿qué diremos de Dios? El hecho de que no comprendamos ni entendamos plenamente a nuestra pareja no quiere decir que no la amemos con todo nuestro ser, con toda nuestra voluntad y con todo el corazón, que gocemos de su compañía tanto como para decidir hacer una vida en unión para el resto de nuestros días. Con Dios nos debe pasar lo mismo. La diferencia es que no hay que conquistarlo, sino que debemos dejarnos conquistar, ya que Él, al igual que el padre amoroso de la parábola narrada por san Lucas, sale siempre a nuestro encuentro, a abrazarnos y a hacernos una fiesta cuando caminamos hacia Él.

 

[1] Gian Franco Corsi Zeffirelli fue un director de cine italiano que produjo una gran cantidad de aclamadas películas, óperas y obras de teatro.

[2] Octavia Spencer (Montgomery, Alabama, 25 de mayo de 1970) es una actriz, directora, productora y guionista estadounidense de cine y televisión. Ha sido ganadora de un premio Óscar, un Globo de Oro, un bafta y tres Premios del Sindicato de Actores.

[3] En hebreo, Ehyeh Asher Ehyeh.

[4] En el cristianismo, dios, en minúscula, es un sinónimo de ‘ídolo’. En este párrafo he resaltado la inicial (mayúscula o minúscula) con negrilla para hacer énfasis en la diferencia entre el Dios cristiano y dios (ídolo).

[5] Antes de Santo Tomás de Aquino, Aristóteles, en el siglo iv a. C., fue uno de los primeros filósofos que habló de una causa primaria.

[6] En su libro Summa contra Gentiles, Santo Tomás de Aquino escribió: «Dado que los principios de ciertas ciencias, tales como la lógica, la geometría y la aritmética se derivan únicamente de los principios formales de las cosas, de los cuales depende la esencia de las cosas, entonces Dios no puede realizar acciones que sean contrarias a estos principios. Por ejemplo, a partir de una especie no se puede predecir el genus, es imposible que líneas [radios] trazadas desde el centro de una circunferencia no sean iguales, como tampoco es posible que en un triángulo la suma de sus tres ángulos internos no sea igual a dos ángulos rectos”.

[7] Dirigente de la Unión Soviética durante una parte de la Guerra Fría. Desempeñó las funciones de primer secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética entre 1953 y 1964.

[8] La mitología griega es el conjunto de mitos y leyendas de la cultura de la Antigua Grecia que tratan de sus dioses y héroes, la naturaleza del mundo, los orígenes y el significado de sus propios cultos y prácticas rituales. El término Antigua Grecia se refiere al período de la historia que abarca desde la Edad Oscura de Grecia (entre 1200 a. C. y la época de la invasión dórica) hasta el año 146 a. C. (época de la conquista romana tras la batalla de Corinto).

[9] Cofundador de Father Heart Communications y pastor asociado del Westview Christian Fellowship.

[10] www.FathersLoveLetter.com

[11] Father’s Love Letter, con permiso de Father Heart Communications © 1999 www.FathersLoveLetter.com

[12] Si comprehendis, non es Deus.

numeros

APÉNDICE B – Algo de matemáticas

He considerado importante hacer una introducción general a la notación (forma de escribir los números), poner en contexto los que considero que son números grandes y hacer una brevísima introducción al fascinante mundo de las probabilidades. En el desarrollo de la primera pregunta, me veo en la necesidad de hablar de cifras muy grandes. Sé que a algunas personas no les resulta fácil comprender qué tan grande es un número grande, ni qué tan pequeño es un número pequeño. Aclarar esto es la razón de este apéndice.

Números grandes

Primero, debemos hablar de la notación científica o exponencial, que es una manera de escribir cifras grandes de un modo abreviado. Por ejemplo, podemos escribir el número cien millones de la manera convencional, es decir, 100 000 000, o, en notación científica, 1×108, que se lee «uno por diez a la ocho». También podemos decir que 100 000 000 es igual a 10×107 o a 100×106, o 1000×105, y así sucesivamente[1]. Entonces, podemos deducir que la cifra mx10e, donde m es denominada mantisa[2] y ees denominado orden de magnitud, equivale a escribir el número seguido de e ceros a su derecha.

Esta notación también se usa para escribir cifras pequeñas. Una millonésima de una unidad equivale a dividir la unidad en un millón de partes, o sea, equivale a 0,000001 —o lo que en notación científica sería 1×10-6—. En este caso, el valor e indica el número de ceros a la izquierda de la mantisa.

Veamos algunos ejemplos:

500 = 5×102

5 000 000 = 5×106

92 000 000 000 000 000 000 000 000 = 9,2×1025

0,001 = 1×10-3

Ahora que hemos explicado la forma de escribir cifras extremadamente grandes o pequeñas, veamos los casos de algunos números que serían muy tediosos de escribir, leer o decir si no contáramos con esta notación.

Existe un acuerdo generalizado de la comunidad científica sobre la edad aproximada del universo: 15 000 millones de años, o 1,5×1010 años. Si 1 año tiene 365 días, 1 día tiene 24 horas, 1 hora tiene 60 minutos y 1 minuto tiene 60 segundos, ¿cuántos segundos de edad tiene nuestro universo? 15 000 000 000 x 365 x 24 x 60 x 60, que equivale a 4,7×1018 segundos. Como estoy seguro de que usted se imaginó que la edad del universo en segundos sería una cifra extremadamente grande, y lo es, podemos decir que una cifra con 18 ceros a la derecha es un número sumamente grande.

Si yo preguntara por una estimado del total de átomos que existen en el universo, ¿qué cifra se imaginaría? Seguramente no sería fácil dar un número determinado. Pero estoy seguro de que pensaría que tiene que ser el número más grande que se pueda imaginar. Según la revista digital Universe Today[3], hay aproximadamente 1×1086 átomos en todo el universo[4]. Es claro entonces que una cifra con 86 ceros a la derecha definitivamente representa una cantidad extremadamente grande.

probabilidades

APÉNDICE B – Introducción a las probabilidades

Entremos ahora brevemente al mundo de las probabilidades. Hay básicamente dos clases: simples y compuestas. Ejemplos de probabilidades simples: la probabilidad de ganarse la lotería, la probabilidad de sacar cara al lanzar una moneda al aire, la probabilidad de extraer un chocolate rojo de una bolsa de m&m’s. Ejemplos de probabilidades compuestas: la probabilidad de sacar cara dos veces seguidas al lanzar una moneda, la probabilidad de sacar cuatro cartas al azar de una baraja inglesa y que resulten ser los cuatro ases.

Existen varias formas de expresar el grado de certeza que tenemos de que un determinado evento suceda, es decir, la probabilidad de que ocurra. Una de las más comunes es expresar ese grado de certeza en términos de un porcentaje entre cero y cien, como cuando se dice que hay 80 % de probabilidad de que llueva mañana. Una segunda forma es expresar el número de posibilidades que hay en contra, como cuando se dicen que la probabilidad de ganar una determinada lotería es de 1 entre 200 000 000 y la probabilidad de ganar otra es de 1 entre 100.

Si una probabilidad se acerca al 0 %, quiere decir que el evento es muy improbable. Por otra parte, una que se acerque al 100 %, quiere decir que es un evento que seguramente ocurrirá. Un ejemplo: en la lotería Lotto de la Florida hay que acertar seis números de cincuenta y tres. La probabilidad de ganarse el premio mayor es entonces de 1 entre 22 957 480, lo que es igual a 4,35×10-6 % (0,00000435 %). Claramente, es una posibilidad muy baja, por eso es muy difícil ganársela. Otro ejemplo: los meteorólogos nos hablan diariamente de la probabilidad de que llueva el día siguiente. Nos dicen que habrá un 80 % de posibilidad de lluvia, lo que significa básicamente que debemos salir de la casa con paraguas porque es casi seguro que va a llover. Pero si dicen que habrá un 5 % de posibilidad de lluvia, eso significa que el día será seco.

Matemáticamente, una probabilidad simple está definida por la siguiente fórmula: número de casos favorables dividido entre número de casos posibles. ¿Cuál es la probabilidad de que al sacar una carta al azar de una baraja inglesa resulte ser el diez de corazones? La baraja inglesa tiene cincuenta y dos cartas. Está compuesta por cuatro palos: corazón, diamante, trébol y picas. Cada palo tiene trece cartas (desde el as hasta el diez, más la j, la q y finalmente la k). Como la baraja tiene solamente un diez de corazones, la probabilidad de encontrarlo al azar es de 1 entre 52 (1/52 = 0,02). Uno, porque solo es favorable un caso: el diez de diamantes; y cincuenta y dos, porque es el total de cartas que hay en la baraja. Ahora, ¿cuál es la probabilidad de que al sacar una carta al azar resulte ser un as de cualquier palo? En este caso, la probabilidad sería de 4 entre 52 (4/52 = 0,08). Cuatro, porque hay cuatro ases y cualquiera de ellos es favorable; y nuevamente cincuenta y dos porque es el total de cartas de la baraja. Otras formas de expresar esta probabilidad son diciendo «4 de 52» o «4:52». Si divido en 4 a ambos lados (para simplificar la fórmula), queda 1 entre 13, o 1:13, o 7,69 %.

La probabilidad compuesta está definida por la multiplicación de las probabilidades de los eventos individuales. ¿Cuál es la probabilidad de que saque al azar cuatro cartas de una baraja inglesa y resulten ser los cuatro ases? Al comenzar el ejercicio tengo todas las 52 cartas, así que la probabilidad de que la primera carta que saque sea un as es de 1 en 52 o 1,92 %. Como ya saqué una carta, la probabilidad para el segundo as es de 1 en 51 o 1,96 %; la del tercer as es 1 en 50, o 2 %, y la del cuarto es de 1 en 49, o 2,04 %. Así que la probabilidad de que al sacar al azar cuatro cartas de una baraja inglesa resulten ser los cuatro ases es de 0,0192 x 0,0196 x 0,02 x 0,0204 = 0,000000153 = 0,0000153 %, o 1,53×10-5 %, 0 1 en 6 535 948. ¿Qué significa este número? Que es muy difícil sacar los cuatro ases seguidos al azar. Tenemos 6 535 948 oportunidades de fallar y solo una de acertar. ¿Cree usted muy factible sacar los cuatro ases al primer intento? ¿Cierto que no? ¿Y qué tal al segundo? ¿O al tercero? Las cartas no tienen memoria, así que con cada nuevo intento de sacar los cuatro ases existe la misma probabilidad, sin importar que usted lleve diez millones de intentos y no lo haya logrado. Incluso si usted invita a 6 535 948 personas, le da a cada una baraja y les pide que, al sonar la campana, todas saquen cuatro cartas al azar, es posible que nadie saque los cuatro ases. Todas esas personas tienen la misma baja probabilidad de que eso suceda.

Siendo claro que es bastante improbable sacar al primer intento los cuatro ases seguidos, ya que tiene en su contra 6,5×106 casos, ¿qué decir de un evento que tiene 1×10368 casos en contra y solo 1 a favor? Si se produce el evento esperado al primer intento, teniendo 1×10368 casos en su contra, ¿sería muy pretensioso llamar a esto un milagro?, ¿no sería esta una definición matemática y probabilística de lo que es un milagro?

 

 


[1] Realmente estas cifras no serían correctas, ya que el propósito de esta notación es escribir los números de la manera más abreviada posible. Sin embargo, he usado estas cifras para ayudar a comprender la metodología de la notación.

[2] La mantisa debe ser cualquier número mayor o igual a uno y menor que diez.

[3] Ver www.universetoday.com

[4] Según la misma revista, el total de galaxias que existe en el universo observable es aproximadamente 3×1011. Cada una tiene un promedio de 4×1011 estrellas. Podemos decir entonces que hay aproximadamente un total de 1,2×1023 estrellas. En promedio, una estrella pesa 1×1035 gramos, así que todas ellas pesan 1×1058 gramos (1×1052 toneladas). Un gramo de masa de hidrógeno tiene 1×1024átomos. Multiplicando estas dos últimas cifras, obtenemos el total de átomos en el universo: 1×1086. Como puede darse cuenta, en este cálculo no se incluyen otros cuerpos celestes, tales como planetas, lunas, cometas, etc., ya que, si se hiciese, la cifra resultante cambiaría muy poco. Esto se debe a que la masa de todos ellos resulta despreciable frente a la de una estrella. Por ejemplo, en nuestro sistema solar, el sol representa el 99,98 % del total de la masa del sistema solar. El restante, 0,02 %, es el total de las masas juntas de todos los planetas, sus respectivas lunas, meteoritos, cometas, etc.

 

big bang

APÉNDICE C – La Gran Historia

Algunas universidades están incluyendo en sus currículos una asignatura emergente llamada La Gran Historia. Esta historia pretende comprender de manera unificada las historias del universo, la Tierra, la vida y la humanidad, comenzando desde la Gran Explosión (Big Bang) hasta llegar al mundo actual. La Gran Historia forma parte de un campo interdisciplinario que nació de un proyecto iniciado por Bill Gates[1] y David Christian[2]. El proyecto ha ido creciendo en relevancia e importancia en el mundo académico por la gran cantidad de disciplinas que reúne, los temas que abarca y las preguntas que pretende resolver.

Encuentro muy oportuna esta asignatura porque el lector debe conocer a muy grandes rasgos esta historia. En el desarrollo de la primera pregunta, hago bastantes referencias a puntos importantes de todo este proceso.

El proceso histórico de formación de todas las cosas, que en este libro se explica, es una visión completamente naturalista que tiene, como es de esperarse, grandes vacíos y suposiciones. La secuencia de eventos coincide con la versión bíblica y por eso la quiero presentar, aclarando que todo lo que científicamente sabemos del origen de nuestro universo es lo que ocurrió una fracción de tiempo después de la Gran Explosión. Después de la explosión ya se pueden aplicar todas las leyes de la física y química. Pero antes de ella no hay lógica ni física ni química que pueda ser aplicada a aquello que dio origen al estallido. Dicho de otra manera, antes de la Gran Explosión, la ciencia solo ofrece teorías naturalistas que no pueden ser demostradas, ya que ningún conocimiento puede ser aplicado a esa «singularidad» que dio origen a todo.

Esta Gran Historia puede resumirse de la siguiente manera: hace 13 700 millones de años no existía ni el tiempo ni el espacio, solo una pequeñísima «bola» de energía, tal vez un poco más grande que un punto[3]. Los científicos se refieren a esa «bola» como una «singularidad». Este supuesto, que es con el que empiezan todas las teorías naturalistas, tiene muchos problemas que atentan contra la lógica y las leyes de la física. Primero, contra la lógica, ya que hablan de un punto de energía del «tamaño» de un pequeñísimo átomo. Pero no podemos hablar de «tamaño» cuando no existía el espacio: hablar del tamaño de un objeto, por más infinitesimal que sea, solo tiene sentido si existe el espacio para contener a ese objeto. Segundo, no pueden explicar su origen; por eso lo han llamado «singularidad». Toda la materia en forma de energía que habría de formar todo lo que existe en el universo estaría contenida en esa «singularidad». Permítame reiterar lo que acabo de decir: la materia necesaria para «producir» todos los cuerpos celestes que usted ha visto en las fotografías o películas, toda esa inmensidad de estrellas, cometas, lunas, meteoritos, etc. y todo lo que hay en nuestro planeta, habría estado ahí en esa «bola» de energía.

Según la historia, esa «singularidad» comenzó a expandirse a una velocidad absolutamente increíble. Durante el primer segundo, la energía misma se hizo añicos en distintas fuerzas y aparecieron el electromagnetismo y la gravedad. Luego, la energía hizo algo que parece mágico: comenzó a «congelarse» para formar materia: quarks que formaron protones, y leptones que formaron electrones. Solo en un segundo de vida que tenía nuestro universo, ya existían las dos fuerzas que gobiernan la materia, así como sus primeros ladrillos.

Tuvieron que pasar 380 000 años para que el enfriamiento del universo diera a luz los primeros átomos de hidrógeno y helio que se aglomeraron en gigantescas «nubes» sin ninguna estructura. En ese momento, la fuerza de gravedad empezó a hacer su trabajo de unir estos átomos de hidrógeno y helio que eran cercanos entre sí. Donde había más cantidad de ellos, mayor era la fuerza de gravedad, de modo que se unían más partículas que antes estaban muy lejos como para sentir la atracción. Con el correr del tiempo, esas aglomeraciones se hicieron cada vez más y más grandes hasta que crearon una enorme presión sobre la masa del centro. Así se empezaron a fusionar y liberaron una gran cantidad de energía en forma de calor. Después de transcurridos poco más de 200 millones de años, aparecieron entonces las primeras estrellas del universo. Pero ellas no viven para siempre: tienen vidas de millones de años, pero no son inmortales. Cuando una estrella agota todo su combustible, muere. Dependiendo de su tamaño, varias cosas pueden pasar. Las grandes (más de mil veces la masa de nuestro sol) colapsan y su explosión genera una temperatura tan alta que termina fusionando sus átomos entre sí. Así se forman todos esos elementos que encontramos en la tabla periódica (carbono, oxigeno, oro[4], hierro, mercurio, uranio, cobre, plata, etc.). Las estrellas pequeñas, como nuestro astro solar, se convierten en globos de masa helados, poco interesantes, y quedan condenadas al aburrimiento eterno, ya que nada especial pasa con ellas.

A medida que las estrellas iban muriendo, el universo se volvía más complejo químicamente. Podría haberse hecho una tabla periódica con varias docenas de elementos en ese momento, cuando el universo tenía poco más de 1000 millones de años. Este proceso siguió sucediendo hasta que hace unos 5000 millones de años se formó nuestro sistema solar con los residuos de otras estrellas que colapsaron. Por eso la Tierra es mucho más compleja que una estrella y su existencia se explica con toda una tabla periódica química.

Mil millones de años después aparecieron los primeros organismos unicelulares, con lo que inició la vida en la Tierra. Estos fueron los únicos seres vivos por cerca de 4000 millones de años. Después de ellos, aparecieron los organismos multicelulares y nuestro planeta empezó a ser colonizado por una increíble cantidad de especies que establecieron su morada en el agua, el aire y la tierra. La inmensa cantidad de ellas se extinguió con el paso del tiempo, pero en la actualidad sobreviven suficientes como para deleitarnos con la riqueza y variedad de lo que la vida produce. Entre todas las especies que han habitado la Tierra, el hombre (más importante y especial de todas) apareció hace 200 000 años.

¿Fue toda esta secuencia de hechos dirigida por un «ser» superior o simplemente fue el curso fortuito de las cosas? Con respecto a esta pregunta, se genera la división entre las comunidades científicas. Algunos sostienen que no, y le asignan a la materia la increíble propiedad de autogenerar la compleja y precisa información necesaria para que, en complicidad total con las propiedades físicas y químicas, se organice y cree todo lo que existe. Muy por el contrario, las comunidades religiosas, e incluso algunas comunidades científicas, sostienen que un «ser» superior inteligente (un verdadero Creador) fue quien le infundió la información necesaria a la materia para que se organizara de la manera en que lo ha hecho y se creara todo lo que existe.

[1] William Henry Gates iii, conocido como Bill Gates, es un empresario, ingeniero informático y filántropo estadounidense, cofundador de la empresa de software Microsoft.

[2] David Christian, historiador y profesor de historia rusa de la Universidad de Oxford.

[3] ¿Difícil de comprender esto? Ciertamente lo es, pero el genio de Albert Einstein fue capaz de comprenderlo tan bien que lo expresó en su sencilla fórmula de «energía es igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado».

[4] Esa cadena de oro que posiblemente lleva colgada de su cuello proviene de una estrella que explotó. Parte de su material se volvió a juntar por la acción de la gravedad y formó otros cuerpos celestes como nuestro planeta.

creacion

APÉNDICE D – KITZMILLER CONTRA EL DISTRITO ESCOLAR DE DOVER

En el 2002, los profesores de biología William Buckingham y Alan Bonsell pasaron a formar parte del consejo de educación del distrito de Dover262, Pensilvania. Durante los siguientes dos años, ellos se opusieron a que a los estudiantes de noveno grado se les enseñara la teoría de Darwin como única forma de explicar el origen de la vida, sin darles la oportunidad de conocer otras teorías. Los debates continuaron por bastante tiempo, hasta que un trabajo de arte de un estudiante de bachillerato desató la furia del consejo. El alumno pintó un cuadro de cinco metros y medio de largo que mostraba la transición, en varias etapas, de un simio a un hombre. La obra terminó incinerada y la pequeña comunidad de Dover se dividió entre los que estuvieron de acuerdo con la quema y los que no.

En la sesión del 7 de junio del 2004, el consejo cuestionó enfáticamente el uso del libro guía Biology, de Kenneth Miller, en noveno grado. El cuestionamiento se fundaba en que el libro da como hecho probado la teoría de Darwin. En el consejo se propuso que el libro fuese reemplazado por De pandas y personas263, escrito por Percival Davis y Dean Kenyon. Este libro incluía la teoría del diseño inteligente como alternativa a la de Darwin.

El consejo continuó con sus reuniones regulares y debatió la propuesta presentada por los profesores Buckingham y Bonsell. Finalmente, en la reunión del 18 de octubre del 2004, y con una votación de 6 a 3, se decidió incluir el siguiente texto en el pénsum de noveno grado:

 

Las normas de la Academia de Pensilvania exigen que los estudiantes aprendan acerca de la teoría de la evolución de Darwin y que eventualmente se les pregunte sobre ella en los exámenes programados para aprobar el grado.

La teoría de Darwin es una teoría que sigue en prueba, debido a nuevos descubrimientos que difieren de su punto de vista. La teoría no es un hecho. Existen unos vacíos que la evidencia no ha podido llenar. Una teoría es definida como una explicación comprobada que unifica una amplia gama de observaciones.

El diseño inteligente es una explicación del origen de la vida que difiere de la propuesta por Darwin. El libro de referencia, De pandas y personas, está disponible para los estudiantes que quieran explorar esta teoría como un esfuerzo por comprender lo que el diseño inteligente implica.

Como es aplicable para cualquier teoría, se les pide a los estudiantes una mente abierta. El colegio deja la discusión sobre el origen de la vida al estudiante y a su respectiva familia. Como Distrito Escolar sujeto a las normas de la Academia, la clase se focaliza en preparar a los estudiante para que alcancen un nivel de conocimiento en los temas indicados por la academia escolar de Pensilvania.

 

Los tres miembros que votaron en contra renunciaron a modo de protesta y el resto de sus colegas se reusó a leer esta adenda del pénsum a los estudiantes —citaban el código 235.10(2) del estado de Pensilvania, que ordena que un educador no «[…] desvíe con intención y conocimiento de causa ninguno de los temas del pénsum escolar»—.

La junta escolar aceptó que efectivamente existían unos grandes vacíos en la teoría de la evolución de Darwin, y que por eso se trataba de una teoría y no de un «hecho». Estaba más cerca de ser una corazonada que una «hipótesis científica». Pero, igualmente, se oponían a darle un respaldo «científico» a una visión «religiosa» sobre el origen de la vida264. Los miembros que respaldaron la inclusión del texto argumentaron que lo único que se pretendía era informarle al estudiante que existía una explicación alternativa a la propuesta por Darwin sobre el origen de la vida.

La Unión de Libertades Civiles de América (ACLU, por sus siglas en inglés), en alianza con la organización Americanos Unidos por la Separación entre Estado e Iglesia (AU, por sus siglas en inglés), demandaron al Distrito Escolar de Dover el 14 de diciembre del 2004, en representación de once padres de familia, incluyendo a Tammy Kitzmiller265. El abogado Eric Rothschild, de la firma de abogados Pepper Hamilton LLP y miembro del Centro Nacional para la Educación Científica (NCSE, por sus siglas en inglés), se ofreció como representante del demandante, con el apoyo de todo el NCSE. El caso acaparó inmediatamente la atención del país, ya que lo que estaba en juego era el futuro educativo de las ciencias en los colegios de los Estados Unidos. Los principales diarios y revistas dedicaron numerosas portadas con titulares como Darwin vs. Dios, Evolución al banquillo, La guerra contra la evolución, etc.

La defensa corrió por cuenta del Centro de Leyes Thomas More (uno de los fundadores de este centro fue quien le presentó el libro De Pandas y Personas al profesor Buckingham). El apoyo académico de la defensa fue el Instituto Discovery266 (varios de sus miembros sirvieron como testigos en el juicio, que duró seis semanas). Los abogados del centro no buscaron demostrar que una teoría era mejor que la otra, sino que la formación académica de los estudiantes se vería beneficiada en la medida que fueran consientes de los fallos existentes en la teoría de Darwin y de que existían otras hipótesis que también explicaban el origen de las especies (desde otro punto de vista científico).

La idea básica del diseño inteligente (que emergió en la década de los ochenta con el controversial libro El juicio contra Darwin, de Phillip Johnson) es que una «causa» o «agente» inteligente ha guiado el proceso de la formación de especies, ya que los elementos de este proceso son tan complejos que no pueden ser explicados por las simples mutaciones aleatorias de las células en sus respectivos organismos. Dichos elementos complejos requieren la organización precisa de todas las partes al mismo tiempo para funcionar como organismo y no pueden emerger lentamente con el paso del tiempo, como lo sugiere la teoría de Darwin. A manera de ilustración: una trampa de ratón requiere que todos sus componentes sean organizados al mismo tiempo para poder cumplir con su propósito — cazar ratones—. Esos componentes no pueden ser el resultado de lentos y graduales cambios que comenzaron con un algo, que no era una trampa de ratón, que llegó a convertirse en el mecanismo actual que atrapa ratones. Un «agente» inteligente tuvo que pensar y disponer sus partes para que, una vez ensambladas, cumplieran con el propósito que tenía en mente al momento de idearla. Por eso se habla de un «diseño».

Cuando comenzó el juicio sin jurados, precedido por el juez John E. Jones III, el 26 de septiembre del 2005, la nación se encontraba muy atenta a lo que pudiera pasar en la corte federal del Estado de Pensilvania. La polémica incluso involucró al entonces presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, quien ofreció su respaldo a la teoría del diseño inteligente y mostró su acuerdo con la idea de que ambas teorías se enseñaran en los colegios. Ya que no había jurados, sus sillas fueron ocupadas por periodistas, escritores, científicos y académicos de todo el mundo, incluido el tataranieto del mismo Darwin, el escritor Matthew Chapman.

Durante las tres primeras semanas, los demandantes presentaron como testigos a una gran cantidad de biólogos, científicos y autores que argumentaban cómo para ellos la teoría de la evolución de Darwin, si bien era una hipótesis, explicaba plenamente la formación de la vida en el planeta a lo largo de su historia y era corroborada por los descubrimientos científicos divulgados hasta el momento. Un testigo que acaparó buena parte del tiempo fue Kenneth Miller, autor del texto de biología usado por los estudiantes del colegio en Dover. Miller dedicó primero su testimonio a aclarar qué era y qué no era ciencia. Según él, el diseño inteligente no lo era, por cuanto que no era demostrable.

El testigo más importante de la defensa era el profesor de Bioquímica de la Universidad de Lehigh en Pensilvania, Michael Behe267. En sus libros, Behe habla de algunas partes de ciertos organismos tan complejas como el «flagelo»268 de la bacteria (que se asemeja increíblemente al mecanismo del motor fuera de borda de un bote). El flagelo es capaz de rotar en ambos sentidos a cien mil revoluciones por minuto y está compuesto por más de veintiséis  partes que incluyen engranajes, piñones, diferencial, ejes, etc. Behe sostiene que un mecanismo como este no puede ser explicado como el resultado de la evolución gradual y sucesiva que propone Darwin, ya que, para que funcione como mecanismo de propulsión, todas sus partes tienen que ser operativas al mismo tiempo. Behe denominó a este hecho «complejidad irreductible». Una mano, por ejemplo, por más complejo que sea su funcionamiento, puede operar con tres, cuatro o cinco dedos. Es decir que es posible explicar el número actual de dedos como el resultado de una evolución gradual. Pero no se puede explicar de igual modo el sistema de coagulación de la sangre, que requiere que los diecisiete componentes que intervienen en ella estén presentes y sincronizados al mismo tiempo.

El 20 de diciembre del 2005, el juez John E. Jones III emitió su veredicto. En este afirmaba que el diseño inteligente no era ciencia, sino un seudónimo de la versión bíblica de la Creación y que el tema había querido ser introducido en el programa académico por el Distrito Escolar de Dover por razones religiosas. Por esas razones, consideraba inconstitucional la enseñanza de dicha teoría en las clases de ciencias en los colegios públicos del distrito. En su fallo de ciento treinta y nueve páginas, reconoce que la teoría de la evolución de Darwin no es perfecta y que es incapaz de explicar una gran cantidad de hechos científicos. Pero afirma que esa no es una razón para proporcionar a los estudiantes información sobre otras teorías que tampoco han sido probadas. Dicho fallo significó para el juez Jones III la entrada a la lista de las cien personas más influyentes en los Estados Unidos de la revista Time del 2005.

universo

ARGUMENTO: NO EXISTE DISEÑO SIN DISEÑADOR

¡Qué tontos son aquellos que no toman en cuenta a Dios! Son tan tontos que no ven todo lo que Dios ha hecho, ni lo reconocen como el Dios creador. En cambio, reconocieron como dioses al fuego, al viento y a la suave brisa; a los mares, a los ríos y a las estrellas del cielo. Tan bellas les parecieron esas cosas que las consideraron dioses. Debieron haber sabido que más bello y hermoso es nuestro Dios, quien hizo todo lo que ellos adoran. ¡Dios es el creador de todo lo que es bello y hermoso! Si la energía y el poder de todo eso les causó tanta admiración, debieron darse cuenta que mucho más poderoso es el Dios de Israel quien los creó. Cuando vemos la grandeza y la belleza de todo lo creado, tenemos que reconocer el poder de nuestro Creador.

 Sabiduría 13,1-5

 

Durante siglos, la humanidad dio por cierto que el mundo era plano, a pesar de la enorme evidencia que mostraba lo contrario. Aristóteles (siglo iv a.C.) fue una de las primeras personas en hablar de la Tierra como una esfera y se atrevió incluso a calcular su circunferencia. Un par de siglos más tarde, el matemático griego Eratóstenes ofreció un mejor cálculo y habló por primera vez de la inclinación del planeta. Para el siglo xiii, el libro de astronomía más influyente, De sphaera mundi, del irlandés Johannes de Sacrobosco, libro de lectura obligada para los estudiantes de todas las universidades occidentales de la época, describía al mundo como una esfera. Sin embargo, no faltaron los «ateos» de la redondez de la Tierra que se negaban a aceptar todas las evidencias que la astronomía, la matemática y la geografía aportaban. Sus ojos veían un planeta plano y les parecía absurda cualquier sugerencia diferente.

La prueba reina de la redondez del planeta no llegaría sino hasta el siglo xx cuando, el 24 de octubre de 1946, un misil intercontinental alemán tomó la primera fotografía de la Tierra desde el espacio, comprobando sin lugar a duda lo que por tantos siglos la ciencia había demostrado: que efectivamente es redonda.

A pesar de toda esta evidencia, puede parecer sorprendente que en el presente existan personas que siguen negando la redondez de nuestro planeta. Samuel Shenton es una de ellas. Oriundo del Reino Unido y miembro de la Real Sociedad Astronómica[1] y de la Real Sociedad Geográfica[2], Shenton fundó en 1956 la Flat Earth Society[3] y fue su presidente y principal orador hasta su fallecimiento en 1971. Hizo cientos de apariciones en televisión, universidades y diferentes congresos científicos defendiendo su teoría y tratando de rebatir todas las pruebas contrarias —incluyendo las fotográficas, que explicaba como simples aberraciones ópticas producto de la curvatura de las lentes, en el mejor de los casos, o como manipulaciones, en el peor de ellos—. La Sociedad cuenta en la actualidad con miles de afiliados, incluyendo profesores universitarios y académicos de diversas áreas[4].

Así como hay personas que se niegan a reconocer la redondez de la Tierra a pesar de la evidencia existente, hay otras que niegan la existencia de Dios o de un creador, a pesar de la evidencia que disponemos. Gracias al enorme desarrollo científico de los últimos años, es más incuestionable que el mundo es la obra del Creador. La famosa frase de Albert Einstein, «el hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir», así lo afirma. A pesar de que Einstein no era creyente, sí quiso referirse a un «creador» como el artífice de todo. Esta idea contradice la afirmación de los ateos de que la simple fuerza de la aleatoriedad de la naturaleza es la causa de todo lo que existe.

Quiero hacer una aclaración con respecto a los ateos. Al igual que hay jugadores profesionales de fútbol que dedican toda su vida a ese deporte y buscan vivir de él, existen también los que una que otra tarde juega un rato en el jardín de sus casas con sus hijos y por eso se creen expertos del balón. Del mismo modo, hay ateos de muchas clases. Los hay intelectuales, que escudriñan información que pueda «demostrar» su creencia y gustan del debate y la argumentación. Los hay activistas, que buscan convencer a la mayor cantidad de personas posibles para que piensen como ellos. Los hay antiteístas, que, aunque creen que «algo» y no «alguien» creó las cosas de nuestro universo, ven la religión como sinónimo de ignorancia y consideran a cualquier persona o institución asociada a aquella como retrógrada y hasta perjudicial para la sociedad. Finalmente, están los no teístas, quienes simplemente no tienen ningún interés en aprender sobre estos temas, más por apatía y por sentimientos antirreligiosos que por convicción; no saben y no les interesa saber. A lo largo del libro, cuando me refiera a los ateos, me estaré refiriendo a todo este grupo de personas. El factor común entre ellas es la creencia en que no hay demostración de la existencia de Dios.

El común de los ateos, que es el que seguramente usted conoce, le va a decir «demuéstreme que Dios existe» o, mejor aún, «demuéstreme científicamente que Dios existe», ya que el calificativo «científicamente» garantiza cualquier demostración como verdadera. Aunque usted también le podría decir «demuéstreme que Dios no existe», estarían jugando el juego de los tontos que se creen astutos, pero ambos seguirían en la ignorancia. ¿Qué respuesta espera una persona que pregunta por la demostración científica de la existencia de Dios? Antes de contestar, permítame extenderme un poco en aquello de la «demostración científica».

Creo que el común de las personas no tiene problema alguno en aceptar la afirmación de que está probado científicamente que la aspirina es una medicina para aliviar el dolor de cabeza. ¿Cómo se llegó a esta afirmación? Básicamente, a través de ejercicios estadísticos. Se hace una serie de pruebas relacionadas con lo que se quiere demostrar y se observan los resultados. Estos resultados se tabulan para sacar conclusiones. En el caso de la aspirina, se selecciona una cantidad significativa de personas con diferentes características (de diferentes edades, sexos, razas, etc.). Cuando manifiestan tener dolor de cabeza, se les suministra la medicina —y en algunos casos un placebo[5]—, y se anota en un cuadro el número de personas que sintió mejoría, el número de las que no y el número de las que sintió que el dolor empeoraba. Imaginemos que el 70 % de las personas que tomó el medicamento mejoró, el 20 % no sintió ningún alivio y el 10 % restante empeoró; y de los que tomaron el placebo solo el 15 % mejoró mientras que el 65 % no sintió mejoría y el resto desmejoró. ¿Qué conclusión podemos sacar? ¿Sirvió la medicina? De este tipo de investigaciones viene la creencia popular de que está probado científicamente que la aspirina alivia el dolor de cabeza. Aunque, en el sentido estricto de la palabra, lo que podemos afirmar partiendo de la investigación es que existe una alta probabilidad de que la aspirina alivie el dolor. No puedo negar que el calificativo «científicamente» le da mayor estatus a la frase. Cuando usted escuche que está demostrado científicamente que el cigarrillo produce cáncer, ya sabe que lo que hay detrás de esta aseveración es un estudio estadístico y probabilístico (científico), en el que toda la evidencia recopilada así lo sugiere.

Volviendo al tema que nos ocupa, cuando una persona pregunta por la demostración de la existencia de un ser que no podemos ver, como Cleopatra o Dios, está preguntando por evidencia que sugiera que el ser existe o existió. Eso es precisamente lo que voy a aportar en este capítulo: evidencia científica de la existencia de Dios. Recurriré para ello a la astronomía, la física y la microbiología. He pedido mucho al Espíritu Santo que me dé el discernimiento de escoger la forma más sencilla de explicar los argumentos que trato en el desarrollo de esta pregunta. Aun así, es posible que usted se sienta perdido en algunos de ellos y se vea tentado a abandonar el libro, pero lo exhorto a que no lo haga. Continúe pacientemente la lectura, porque, aunque es probable que no haya entendido claramente los detalles de algunos temas, estoy seguro que va a captar la idea general y le producirá una enorme alegría saber que hay forma de demostrar aquello que siempre ha intuido como cierto: que Dios existe por lo menos en su rol de Creador. Si aun después de continuar con la lectura siente que no está entendiendo nada, pase a la siguiente evidencia, hasta que llegue a la conclusión de la pregunta.

En el resto del libro dejo a un lado la ciencia y acudo a la Biblia, aunque desde un punto de vista un poco diferente al que usted puede estar acostumbrado. Por esta razón, se sentirá mucho más cómodo continuando con la lectura, si los temas científicos no son de su pleno interés.

 

Argumento: No existe diseño sin diseñador

Si vamos caminando por la playa de una isla desierta y de pronto encontramos una especie de recipiente transparente, aparentemente de vidrio, de forma cilíndrica, con cuello alargado y estrecho, lo identificamos como una botella creada por el hombre, y no como un producto de la acción del mar sobre una pieza de silicio. ¿Por qué pensamos que es una creación humana y no el resultado de la acción del mar? Porque nuestra experiencia nos indica que solo el hombre, y no el ir y venir de las olas, tiene la capacidad de producir ese objeto claramente diseñado para un propósito. La intervención de una inteligencia es evidente, a pesar de tratarse de un objeto tan simple y sencillo.

Transportémonos un par de siglos al futuro. Alguien se encuentra caminando por un espeso bosque de lo que en la actualidad es el pueblo de Keystone, condado de Pennington, en el estado norteamericano de Dakota del Sur; más exactamente, se encuentra caminando en lo que hoy conocemos como el monumento nacional Monte Rushmore. De repente, nuestro caminante se encuentra ante la montaña de granito que tiene esculpidos los rostros perfectamente identificables de cuatro personas y los asocia inmediatamente con expresidentes de los Estados Unidos. Él no va a pensar que esas formas aparecieron ahí a causa de la erosión. ¿Por qué? Porque este caminante sabe por su experiencia que la erosión, si bien es cierto que tiene la capacidad de cambiar notablemente la geografía, no podría haber esculpido esos rostros con la perfección que sus ojos están viendo. Sabe que solamente las manos de un escultor que diseñó su obra son capaces de lograr dicha perfección. ¿Cuál sería la probabilidad de que la erosión, al cabo de millones de años, lograra esas formas? ¿Sería matemáticamente cero? Ciertamente que no. Podría ser una probabilidad de uno entre millones de millones de millones de millones de millones de millones de millones, pero ciertamente no sería cero. Aun así, ¿el hecho de que exista una ínfima probabilidad, que no es cero, es suficiente para quitarle a usted la plena seguridad de que esos rostros son producto de una inteligencia y no del fortuito azar del clima y del tiempo actuando sobre esa montaña? Estoy seguro que no, porque la evidencia de un diseño es tan obvia, tan inconfundible, tan clara que no nos permite aceptar ninguna otra explicación.

Cuando los pilotos peruanos avistaron por primera vez las famosas líneas de Nazca[6] a mediados del siglo xx, inmediatamente pensaron que una antigua civilización las había realizado. ¿Cómo? ¿Quién? ¿Cuándo? No tenían esas respuestas, pero jamás pensaron que hubiera sido producto de la fuerza de la naturaleza actuando sobre la tierra. ¿Por qué pensaron que la autora de dicha obra tuvo que haber sido una antigua civilización? Porque su experiencia les indicaba que la única fuerza capaz de realizarla era la del hombre, con su inteligencia y creatividad. Nadie estaría dispuesto a pensar en que el tiempo y el clima fueran los responsables de esas figuras, así como nuestro caminante no pensaría eso del Monte Rushmore. Nuevamente, el diseño de estas líneas es tan obvio, indiscutible e inconfundible que la única explicación que usted consideraría posible es que fueran el producto de una inteligencia.

William Paley[7] es el autor de Teología Natural, obra publicada en 1802; allí expone la famosa «analogía del relojero». Dice Paley en su obra que, si encontramos un reloj abandonado, la compleja configuración de sus partes nos llevaría a concluir que todas las piezas han sido diseñadas para un mismo propósito y dispuestas para un uso concreto. El diseñador en este caso habría sido un relojero. Análogamente, para Paley, la complejidad de un órgano como el ojo humano se equipara con la del reloj, lo cual evidencia un diseño y, por lo tanto, un diseñador. Los conocimientos en las áreas de la astronomía y la biología disponibles cuando Paley escribió su libro son insignificantes si los comparamos con los actuales —muy seguramente, un alumno de primaria posee ahora más conocimientos sobre estos temas que los grandes genios de esa época—. Aun así, en su momento fueron muy concluyentes como para ofrecer una argumentación científica, alejada de la fe, sobre la existencia de Dios y autor de toda la creación, a pesar de que el «como» y el «cuándo» hubieran seguido siendo un completo misterio.

Si existe un reloj, ha de existir un relojero. Si existe un edificio, ha de existir un arquitecto. Si existe una escultura, ha de existir un escultor. Si existe un diseño, ha de existir un diseñador.

La naturaleza —que incluye la vida, el universo, la materia, etc.— obedece a un diseño; por lo tanto, ha de existir un diseñador. En mi caso, ese diseñador se llama Dios. Usted le puede dar otro nombre por ahora, si tiene problemas asociando a este Dios con el cristianismo o con cualquier religión establecida. Lo importante es reconocer una «inteligencia» superior que ha diseñado las leyes de la naturaleza y las ha dotado de la «información» necesaria para dar vida y forma a todo lo que conocemos; y reconocer que dicha creación, que nos incluye a usted y a mí, tiene un propósito, como todo lo que ha sido diseñado.

 

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