Contáctame

¿Cómo se formó y conformó la Biblia?

El catolicismo es una religión basada en dos fuentes: La palabra hablada; también llamada como la palabra no-escrita o la Sagrada Tradición y la palabra escrita; también llamada Sagradas Escrituras o la Biblia.

A través de la Biblia podemos apreciar que Dios no quiso permanecer oculto a los hombres sino que por el contrario, se dio a conocer de diferentes maneras:

  • A través de la perfección y belleza de la naturaleza.
  • A través de nuestras propias experiencias.
  • A través de personas escogidas por Él, conocidas como los profetas.
  • A través de Jesús de Nazaret.

Estas dos últimas son la palabra de Dios, que ciertamente parece haber preferido el lenguaje, como forma favorita de comunicación con el hombre; escrita por hombres elegidos, que usaron su propia voz, su propio idioma, y su propia forma de expresarse, para divulgar la palabra de Dios en la tierra.

“En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo,..” Hebreos 1:1-2

La Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II sobre la Revelación Divina, nos dice que:

“En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería” (DV 11).

Es claro que la Biblia no nos cayó del cielo, ni fue escrita y empastada en el cielo para ser entregada por un ángel a un desprevenido pastor o al gobierno de la que fuere la nación más poderosa de su época para avalar su origen. Con la guía de Dios, fue escrita del puño de seres humanos muy especiales, tan humanos como usted y como yo.

Esta constitución del Vaticano II agrega en referencia a esos libros sagrados:

“Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra” (DV 11).

Hago énfasis en la frase “…sin error… para salvación nuestra”. Podemos encontrar errores (a los ojos del conocimiento del siglo XXI) de naturaleza geográfica, histórica, temporal o científica, pero no hay error en lo que respecta a la salvación de nuestra alma, por eso san Pablo afirma:

“Toda Escritura ha sido inspirada por Dios, y es útil para enseñar, para persuadir, para corregir, para educar en la rectitud, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer el bien” 2 Timoteo 3,16-17.

La palabra biblia no aparece en la Biblia, pero se refieren a ella como Palabra de Dios o EscrituraBiblia es el plural de la palabra griega “biblion” que significa rollo para escribir o libro, así que su significado es el de los libros; del griego pasó al latín, ya no como plural sino como singular femenino, para denotar a la Biblia como el libro por excelencia.

Pero la Biblia es más que una colección ordinaria de libros, es un maravilloso cofre de tesoros sagrados que ha crecido con el paso del tiempo hasta llegar a tener la estatura actual.

Cuando decimos con certeza que la Biblia es la Palabra de Dios, no estamos limitando el sentido de “palabra” a una unidad fonética, que tiene una entrada en un diccionario, ¡No! Esta palabra aunque es naturalmente humana también lo es divina, y siendo divina también lo es humana.

Muchos libros han sido escritos para nuestra ilustración, pero la Biblia fue escrita para nuestra inspiración.

Origen del Antiguo Testamento

Es imposible decir cómo o cuándo y bajo cuales circunstancias tuvo origen la Biblia; pero para entender mejor su historia, tenemos que hacer un recorrido muy largo a través del tiempo y viajar al año 1800 a.C. En esta fecha se inició una tradición oral en el pueblo hebreo sobre la vida de Abraham y de como Dios se le reveló para dar comienzo a una historia de repercusiones incalculables.

En esa época los hebreos eran un conjunto de tribus nómadas que no tenían un sistema de escritura propia, todo era transmitido de padres a hijos a través de la palabra hablada.

Ya para ese entonces se pasaban de generación en generación las historias de Adán y Eva, Caín y Abel, la Torre de Babel y el Arca de Noé, entre otras; junto a estas historias se pasó la de Abraham a su siguiente generación a través de su hijo Isaac, él la pasó a la siguiente generación por medio de su hijo Jacob[1], para finalmente pasarlas a la siguiente generación en cabeza de sus doce hijos varones, conocidos como las doce tribus de Israel.

Varias de estas tribus se establecieron en Egipto con sus familias (José, Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser) y se multiplicaron por varios cientos de años hasta llegar a ser esclavizados por sus anfitriones los egipcios.

Habrían de pasar entre 400 y 650 años para que hiciera su aparición Moisés a quien Dios le asigna la misión de liberar y conducir al pueblo hebreo (una población estimada entre los 2’500.000 y 5’000.000) hasta la tierra prometida.

Moisés fue una persona instruida por haber sido criado y educado en la corte del faraón egipcio, obedeciendo varias órdenes de Dios, escribió[2] los cinco primeros libros de la Biblia conocidos como el Pentateuco: el Génesis, el Éxodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio.

¿Cómo sabemos que sí fue Moisés el autor de estos libros?

Porque el mismo Jesús ratifica su autoría: Jesús les contestó: […] ¿no han leído ustedes en el libro de Moisés el pasaje de la zarza que ardía?” Marcos 12:24-26.

Con el registro escrito de esa revelación divina, era natural que se fueran adicionando otros eventos históricos y divinos. Josué, inmediato sucesor de Moisés, también escribió en el libro de la ley de Dios:

“Aquel mismo día Josué renovó el pacto con el pueblo de Israel. Allí mismo, en Siquén, les dio preceptos y normas, y los registró en el libro de la ley de Dios” Josué 24:25-26.

Esto se convirtió en la práctica de otros hombres escogidos por Dios que escribieron la historia de ese pueblo y las profecías que se les habían revelado:

“A continuación, Samuel le explicó al pueblo las leyes del reino y las escribió en un libro que depositó ante el Señor. Luego mandó que todos regresaran a sus casas.” 1 Samuel 10:25

También lo podemos apreciar en:

“Esta palabra del Señor vino a Jeremías en el año cuarto del rey Joacim hijo de Josías: «Toma un rollo y escribe en él todas las palabras que desde los tiempos de Josías, desde que comencé a hablarte hasta ahora, te he dicho acerca de Israel, de Judá y de las otras naciones…” Jeremías 36:1-2.

Origen del Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento también llegó a formarse gradualmente, con menos autores involucrados y en un período de tiempo menor que el del Antiguo Testamento. Entre el año 50 y 100 d.C. aproximadamente.

Los libros eran en su mayor parte cartas escritas por hombres inspirados y dirigidas a diferentes iglesias y audiencias. Desde un principio fueron considerados como escritos inspirados por el Espíritu Santo, fueron recibidos con mucho respeto y leídos en las asambleas públicas:

 “Les encargo delante del Señor que lean esta carta a todos los hermanos.” 1 Tesalonicenses 5:27.

Pronto empezó el intercambio de cartas existentes entre las diversas iglesias que iban naciendo, beneficiándose de esta forma con un intercambio de instrucciones apostólicas:

“Una vez que se les haya leído a ustedes esta carta, que se lea también en la iglesia de Laodicea, y ustedes lean la carta dirigida a esa iglesia.” Colosenses 4:16

Lo siguiente fue la incorporación de los eventos centrales de la vida de Jesús de Nazaret y de sus enseñanzas.

Al principio el relato oral por muchos de los testigos oculares de su vida y obra, era suficiente para esa Iglesia primitiva. Al pasar los años y como se fuera extendiendo la Iglesia a otras regiones más distantes las unas de las otras, estos relatos orales comenzaron a ser insuficientes.

Se empezaron a necesitar unas narraciones escritas de gran autoridad, llevando a los cuatro evangelistas a escribir sus testimonios de la vida de Jesús. Así lo dejan saber los evangelistas Lucas y Juan:

“Muchos han intentado hacer un relato de las cosas que se han cumplido entre nosotros, tal y como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos presenciales y servidores de la palabra. Por lo tanto, yo también, excelentísimo Teófilo, habiendo investigado todo esto con esmero desde su origen, he decidido escribírtelo ordenadamente, para que llegues a tener plena seguridad de lo que te enseñaron.” Lucas 1:1-4

“Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida.” Juan 20:30-31.

Ya con esto escrito, resultaba natural la incorporación del libro de Hechos de los apóstoles, que narraba la historia de la formación de esa Iglesia primitiva, por último el gran final a manera de clímax, el libro del Apocalipsis que nos habla de ese cielo y esa tierra nueva que heredaremos al final de los tiempos.

Agrupación de la Biblia

Podemos encontrar varias clases de Biblias que son diferentes entre sí por dos razones fundamentales, por el número de libros que contiene y por las diferentes versiones o traducciones de ellas.

En referencia al número de los libros que ella contiene podemos hablar en términos muy generales de tres clases de Biblias, las católicas y ortodoxas, las protestantes y las hebreas.

Católicas y ortodoxas: Dividida en dos secciones mayores llamadas Antiguo y Nuevo Testamento, en este contexto, el significado de testamento es el de pacto, es decir que la estructura de la Biblia refleja los dos pactos importantes que hizo Dios con su pueblo[3].

El Antiguo Testamento tiene el siguiente contenido[4]:

  • Cinco libros de la Ley o el Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
  • Diez y seis libros de Historia: Josué, Jueces, Rut, Primero de Samuel, Segundo de Samuel, Primero de Reyes, Segundo de Reyes, Primero de Crónicas o Paralipómenos, Segundo de Crónicas o Paralipómenos, Esdras, Nehemías, Tobías, Judit, Ester, Primero de Macabeos y Segundo de Macabeos.
  • Siete libros Sapienciales o de Poesía: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares o de Salomón, Libro de la Sabiduría y Eclesiástico.
  • Diez y ocho libros de Profetas:
  1. Profetas Mayores: conocidos así no por su importancia sino por la extensión de sus escritos; Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Baruc, Ezequiel y Daniel.
  2. Profetas Menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.

El Nuevo Testamento tiene el siguiente contenido:

  • Cuatro Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas (conocidos como sinópticos) y Juan.
  • Hechos de los Apóstoles, que es una continuación del evangelio de Lucas.
  • Nueve Cartas de san Pablo: Romanos, Primera de Corintios, Segunda de Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, Primera de Tesalonicenses, Segunda de Tesalonicenses.
  • Cinco Epístolas Pastorales: Primera de Timoteo, Segunda de Timoteo, Tito, Filemón y Hebreos.
  • Siete Epístolas Católicas: Santiago, Primera de Pedro, Segunda de Pedro, Primera de Juan, Segunda de Juan, Tercera de Juan y Judas.
  • El Apocalipsis.

Protestante

También está dividida en Antiguo y Nuevo Testamento o Pacto; el Antiguo Pacto tiene el siguiente contenido que lo describiré en términos de sus diferencias con respecto a la católica.

  • Cinco libros de la Ley o el Pentateuco; los mismos de la católica.
  • Doce libros de Historia; no contiene Tobías, Judith, finales del capítulo diez ni los capítulos once al dieciséis del libro de Ester, ni contienen los libros Primero y Segundo de Macabeos.
  • Cinco libros Sapienciales o de Poesía; no contiene el Libro de la Sabiduría ni Eclesiástico.
  • Diez y siete libros de Profetas:
  1. Profetas Mayores; no contiene capítulos trece ni catorce del libro de Daniel ni el libro de Baruc.
  2. Profetas Menores; contiene los mismos de la católica.

El Nuevo Pacto es igual al de la Biblia católica.

Hebrea

No contiene el Nuevo Pacto y el Antiguo Pacto está dividido de manera diferente.

  • Cinco libros de la Ley o el Pentateuco; los mismos de la católica.
  • Diez libros de Profetas:
  1. Profetas anteriores: Josué, Jueces, Primero de Samuel, Segundo de Samuel, Primero de Reyes y Segundo de Reyes.
  2. Profetas posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y el Libro de los Doce. Este libro de los doce es la agrupación de los profetas menores de la Biblia católica en un solo libro[5].
  • Trece libros de Escritos: Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares o de Salomón, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías, Primera de Crónicas y Segunda de Crónicas.

En resumen, con respecto al Antiguo Testamento podemos decir que las tres Biblias contienen los mismos libros, excepto que la católica contiene los llamados Deuterocanónicos que se explicaran más adelante en este mismo capítulo.

Con respecto al Nuevo Testamento las católicas y las protestantes contienen los mismos libros, aunque difieren en la traducción de ciertos pasajes.

Materiales empleados

Los hebreos emplearon muchos materiales para consignar la Palabra de Dios que se fue revelando a lo largo de los años, entre estos materiales encontramos los siguientes:

  • Piedra: “Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios.” Éxodo 31:18.
  • Arcilla: “Y Tu, hijo del hombre, tómate un adobe, y ponlo delante de ti, y diseña sobre él la ciudad de Jerusalén” Ezequiel 4:1.
  • Madera y cera: “Hijo de hombre, toma una vara y escribe sobre ella: ‘Para Judá y sus aliados los israelitas.’ Luego toma otra vara y escribe: ‘Para José, vara de Efraín, y todos sus aliados los israelitas.’” Ezequiel 37:16.
  • Metal: “Haz una placa de oro puro, y graba en ella, a manera de sello: Consagrado al Señor.” Éxodo 28:36.
  • Papiro“¿Puede crecer el papiro donde no hay pantano? ¿Pueden crecer los juncos donde no hay agua?” Job 8:11.
  • Cuero y pergamino (vitela): Cuando vengas, trae la capa que dejé en Troas, en casa de Carpo; trae también los libros, especialmente los pergaminos.” 2 Timoteo 4:13.

Idiomas empleados

Con respecto a los idiomas empleados para escribir la Biblia, podemos afirmar que fueron tres: el hebreo, el arameo y el griego.

Hebreo: La gran mayoría de los libros que conforman el Antiguo Testamento fueron escritos en este idioma, este lenguaje resulta bastante extraño a nosotros los occidentales, ya que no posee vocales y se escribe de derecha a izquierda, es muy semejante al árabe, el acadio y el sirio.

Arameo: Este es un idioma similar al hebreo (la apariencia de su escritura es muy similar). Poco tiempo después de la conquista de Nabucodonosor II rey de los babilonios sobre los hebreos en el año 586 a.C. y su correspondiente exilio, se convirtió en el idioma oficial de la Palestina de aquel entonces. Los Levitas[6] debían de traducir al pueblo las escrituras escritas en hebreo tal como lo podemos apreciar en el libro de Nehemías 8:7-8:

“Los levitas Jesúa, Baní, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maseías, Quelitá, Azarías, Jozabed, Janán y Pelaías les explicaban la ley al pueblo, que no se movía de su sitio. Ellos leían con claridad el libro de la ley de Dios y lo interpretaban de modo que se comprendiera su lectura.”

En este idioma encontramos algunas palabras en el libro del Génesis, un versículo en el libro de Jeremías, casi seis capítulos del libro de Daniel y varios capítulos del libro de Esdras.

Los hallazgos de los Rollos del Mar Muerto han corroborado la mezcla del hebreo con el arameo en los libros de Daniel y Esdras.

El Nuevo Testamento preservó algunas expresiones en este idioma, tales como: “talita cumi” (niña levántate) en Marcos 5:41, “efata” (sé abierto) en Marcos 7:34 y “Eloi, Eloi, lama sabactani” (Dios mío, Dios mío, porque me has abandonado) en Marcos 15:34 y Mateo 27:46. Igualmente, vemos en varios pasajes como Jesús se refiere a su padre como “Abba”, palabra en arameo para referirse al Padre de una forma cariñosa.

Griego: A pesar de que Jesús hablaba en arameo, los libros del Nuevo Testamento fueron escritos en este idioma.

Algunos eruditos han expresado ciertas dudas a este respecto, ya que afirman que el evangelio de Mateo fue escrito en arameo originalmente, sin embargo no se ha podido encontrar mucha evidencia que confirme esta proposición.

Los autores de este Testamento tenían claro que se debía proclamar el evangelio a todas las naciones, por lo que emplearon el griego que era el idioma universal de la época, este idioma era un griego “de la calle” conocido como helenista o koine (común), que difiere enormemente del griego moderno.

Igualmente fueron escritos en este idioma los libros de Tobit, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, 1ª y 2ª de Macabeos, y algunas adiciones al libro de Daniel (3. 24-90) y los capítulos 13 y 14 completosy otras adiciones al libro de Esther, todos estos pertenecientes al Antiguo Testamento.

Las traducciones

Los idiomas no son inmunes a los tiempos, algunos evolucionan, otros se vuelven más populares y otros desaparecen. Aunque los libros de la Biblia fueron escritos en las lenguas más usadas en su momento, los éxodos, las migraciones y las invasiones introdujeron nuevas lenguas al pueblo judío, debilitando su idioma materno; así que las traducciones se han hecho necesarias para preservar la Palabra con el pasar de los tiempos y en la medida en que ha llegado a los diferentes rincones de la tierra donde se hablan otros idiomas.

Se le preguntó alguna vez al mexicano Alfredo Tepox Varela, consultor y traductor[7] de las Sociedades Bíblicas Unidas: “Si es verdad que la Biblia es la Palabra de Dios, ¿cuál de todas estas versiones es esa Palabra?”. Su respuesta fue: “Todas en conjunto, y ninguna de ellas en particular. Cada versión aporta algo, pero ninguna es perfecta, e inmune a la crítica o no está sujeta a ser mejorada.”.

A nadie le resulta sorprendente el hecho que las palabras tienen varios significados en un momento dado, o nos transmiten una idea diferente según el contexto en que se use.

El diccionario de la Real Academia Española nos dice acerca de la Rosa de Jericó:

“Planta herbácea anual, de la familia de las Crucíferas, con tallo delgado de uno a dos decímetros de altura y muy ramoso, hojas pecioladas, estrechas y blanquecinas, y flores pequeñas y blancas, en espigas terminales. Vive en los desiertos de Siria, y al secarse las ramas y hojas se contraen formando una pelota apretada, que se deshace y extiende cuando se pone en agua, y vuelve a cerrarse si se saca de ella.”

Y el poeta Abel nos dice acerca de la misma Rosa de Jericó:

“Me viene a la mente la Rosa de Jericó, ese fascinante vegetal, capaz de morir y mil veces resucitar, incansable errante de los desiertos de Arabia, el viento juega con ella, la balancea, la mece, la eleva, la hace rodar, la transporta, y como un vagabundo viaja sola, sin equipaje, y allá donde encuentra la paz del camino hace un alto, con ansia, esperará una gota de lluvia, un aire fresco, que le haga abrir sus brazos, esas hojas resecas, marchitas y arrugadas, que se abrazan a sí mismas como un asustado erizo, ante un rocío, sus ramas se entreabren y esperan el llanto de las nubes, y como magia deslumbrante exhiben su espléndido verdor, de nuevo la vida recupera y nos muestra una paradoja de la propia vida: “Para vivir, hay que rodar y sentirse morir”.”

Una misma palabra trae a nuestro pensamiento dos sentimientos muy distintos construyendo ideas muy diferentes de un mismo objeto.

Cuando vemos las palabras a través del tiempo, el problema del significado se torna mucho más complicado, palabras que hoy tienen un significado, al cabo de los años pueden adquirir uno diferente. La palabra sofisticar hasta hace cien años significaba falsificar o corromper algo, a finales del siglo XX la real academia aceptó un nuevo significado más cercano al del inglés, que es el de complejo o complicado. La palabra vicio que antiguamente significaba rico, fértil o vigoroso, hoy tiene uno distinto.

Sin entrar en demasiado detalle voy a referirme a las traducciones antiguas más importantes por su trascendencia en el desarrollo de la Biblia hasta nuestros días.

Griegas: Como vimos el Antiguo Testamento fue escrito en su gran mayoría en hebreo, el idioma oficial del pueblo judío en las épocas bíblicas.

Dado su exagerado celo porque sus hijos no se emparentaran con pueblos diferentes, por muchos siglos no se vio la necesidad de traducirlo ya que su audiencia era básicamente judía.

Poco después de la dispersión causada con la terminación de setenta años de cautiverio judío por parte del rey Nabucodonosor II en el año 586 a.C., el hebreo perdió fuerza entre sus hablantes originales, tomaría varios siglos una traducción de sus libros sagrados a otro idioma, más exactamente hasta el año 280 a.C. cuando el faraón Tolomeo II[8] ordenó a su bibliotecario Demetrio de Falero la traducción del Pentateuco al griego. El faraón quería anexarla a su ya gigante biblioteca de Alejandría y atender las necesidades de una muy numerosa población judía[9] que no hablaban el hebreo sino el griego.

Demetrio de Falero encargó esta labor a Aristeas, judío alejandrino, que se desplazó hasta Jerusalén para escoger setenta y dos ancianos que hicieran la traducción en Alejandría, este número es el resultado de seis por cada uno de las doce tribus de Israel.

Después de setenta y dos días de arduo trabajo terminaron el encargo y lo leyeron a los judíos congregados en la ciudad, quienes lo aprobaron como exacto. Esta traducción es conocida como “Según los setenta”, “LXX” o “Septuaginta”.

¿Cuándo y bajo qué circunstancias se lleva a cabo el resto de los libros del Antiguo Testamento?, no se sabe con exactitud, en varios de los rollos del mar muerto se han encontrado fragmentos de esta traducción y han sido fechados entre el siglo III y I antes de Cristo.

Siríacas: Tres traducciones a este idioma tuvieron cierta trascendencia en las regiones donde fueron usadas: El Diatessaron, La Antigua Siríaca y la Peshita.

El Diatessaron fue una traducción al sirio realizada por Taciano[10], nativo de Mesopotamia, quien vivió muchos años en Roma y que al final de su vida se convirtió en discípulo de Justino Mártir[11].

El sirio era muy popular en Siria y Mesopotamia, usado por los nativos de esta región y por los judíos que no conocían el griego.

La Antigua Siríaca se remonta al siglo IV d.C. y la Peshita es la versión estándar que ha estado en uso desde el siglo V d.C.

Cópticas: El cóptico es la última evolución del idioma egipcio antiguo que usa el alfabeto griego y seis caracteres adicionales tomados del alfabeto demótico egipcio.

De gran importancia la versión Sahídica cuyos orígenes se remontan al siglo III d.C. y la Bohárica del siglo IV d.C.

Latín: Con la persecución de la Iglesia primitiva, el cristianismo se fue expandiendo hacia el norte de África, Asia y el sur de Europa, ocupando regiones donde solo se hablaba latín.

Se han encontrado varios papiros de las Sagradas Escrituras en latín que se remontan al año 160 d.C., pero fue hasta el año 382 d.C. cuando el Obispo Damasus de Roma se propuso compilar las ya por entonces diferentes traducciones del latín que había hasta ese momento en una versión oficial. El encargo correspondió a Eusebius Hieronimus conocido como Jerónimo, experto en gramática latina y griega, y en los clásicos latinos.

Después de muchos años presentó una traducción oficial de ambos testamentos en este idioma, se le conoce hasta nuestros días como la Vulgata Latina o simplemente la Vulgata.

En el siglo XIII d.C. el teólogo francés Stephen Langton le introdujo la moderna división de capítulos y versículos que usamos hasta nuestros días.

Esta traducción de San Jerónimo fue la más usada en Europa durante más de mil años, y es de esta traducción que se empezaron a hacer traducciones a otras lenguas, incluyendo el español.

En el oriente Las Escrituras circularon en cóptico, griego, sirio, armenio y georgiano principalmente, mientras que en occidente se mantuvieron en su mayoría en latín, hasta casi mediados del siglo XV donde se hacen traducciones especialmente al alemán, inglés, francés, italiano y español.

En la actualidad existen disponibles múltiples traducciones que se derivan principalmente de la Septuaginta o de la Vulgata Latina. A manera de ilustración y mencionando algunas de las más populares en español, están:

Católicas y ortodoxas: la Biblia de Jerusalén, la Biblia Latinoamericana, Sagrada Biblia Guadalupana, la Biblia Nacar-Colunga, la Biblia Platense de Monseñor Juan Straubinger, Dios Habla Hoy Con Deuterocanónicos, Santa Biblia Versión Popular, Biblia del Peregrino o la Biblia Cantera-Iglesias. Estas versiones vienen con el sello Imprimátur (este sello indica que la obra ha sido aprobada para su impresión por el obispo de la diócesis u otra autoridad eclesiástica católica).

Protestante: La Reina Valera, la Nueva Versión Internacional, Traducción del Nuevo Mundo, la Biblia de las Américas, la Biblia Hispanoamericana o Nueva Biblia al Día.

Hebrea: También conocidas como Tana”j, tenemos: Biblia Hebraica de Rudolf Kittel, Biblia Hebraica Stuttgartensia o la Biblia Hebrea.

Formas de traducir

Existen muchas maneras de traducir la Biblia y cada versión ha optado por su propio camino. No se puede encasillar a cada versión dentro de un solo tipo, pero si se puede decir que cada versión tiene una mayor tendencia hacia una de las varias formas de traducir.

En general podemos distinguir claramente tres formas diferentes de hacer estas traducciones:

Formal o Literal: En esta forma de traducción se sacrifica la claridad por someterse a las estructuras gramaticales del griego y del hebreo.

Libre: En esta forma de traducción muchas veces se sacrifica la fidelidad de lo que dice el texto original, documentando lo que el traductor interpreta de lo que quiso decir el autor original.

Equivalencia dinámica: En esta forma de traducción, se toma las formas del idioma original para traducirlas en formas equivalentes al idioma en el que se está haciendo la traducción. Aquí se mantiene la precisión histórica de lo que se está traduciendo, pero se adapta el idioma, la gramática y el estilo.

En las tres maneras de traducción hay diferentes escalas, además que algunas de ellas combinan estos tres elementos, de acuerdo con las necesidades y con el género literario que están traduciendo.

Los papiros

La gran cantidad de papiros que se han encontrado hasta la fecha, han ayudado a los críticos literarios a convalidar la preservación de las Sagradas Escrituras a lo largo de los siglos.

De los más de cincuenta mil papiros[12] (algunos cálculos muy conservadores hablan de veinte mil) fechados desde el siglo VIII a.C. hasta el siglo XV d.C. (después del siglo XV d.C. encontramos versiones impresas), se destacan tres por su estado de preservación y antigüedad.

El Manuscrito o Códice Sinaítico: Encontrado en 1844 en el monasterio de Santa Catalina[13] al pie del monte Sinaí[14] por Constantin Von Tischendorf. Este es un manuscrito en griego que data del 350 d.C. y contiene gran parte del Antiguo Testamento (copia de la Septuaginta) y casi la totalidad del Nuevo Testamento. Actualmente en posesión de La Biblioteca Británica en Londres después de haberlo comprado al gobierno ruso en 100.000 libras esterlinas. Puede verse en línea en www.codexsinaiticus.org.

El Manuscrito o Códice Vaticano: Actualmente en poder de la Biblioteca Vaticana. Ya estaba registrado en 1475, cuando se realizó el primer gran inventario de obras. Este es un manuscrito en griego del siglo IV, que contiene casi la totalidad del Antiguo Testamento (copia de la Septuaginta) y casi la totalidad del Nuevo Testamento.

El Manuscrito o Códice Alejandrino: Entregado al Rey Carlos I de Inglaterra en 1627 por el patriarca de Constantinopla, se encuentra actualmente en la Biblioteca Británica en Londres. Es el más completo entre estos tres famosos manuscritos. Contiene una copia de la Septuaginta en griego y la totalidad del Nuevo Testamento. Data del siglo V de nuestra era.

No menos importantes que estos tres, vale la pena mencionar otros que si bien es cierto no están tan completos como los anteriores, sirven para que el lector pueda imaginar la cantidad de fuentes que tenemos hoy para comparar el texto de un papiro contra otro[15].

Los Papiros Bodmer: Más de una docena de papiros encontrados en la antigua ciudad de Tebas, en el alto (sur) Egipto, escritos en griego y cóptico. Hallados en 1952 y adquiridos por Martin Bodmer quien los exhibe actualmente en la Biblioteca Bodmeriana en Suiza[16]. Son de especial interés los escritos en griego del Antiguo y Nuevo Testamento que datan aproximadamente del año 175 de nuestra era. Incluyen completos los evangelios de Juan y Lucas, y la primera y segunda carta de Pedro. Este evangelio de Juan, es el más antiguo hasta ahora encontrado; estos evangelios coinciden casi en su totalidad con el Códice Vaticano.

Los Papiros de Fayum: Esta región de Egipto está situada a 113 km del El Cairo, allí fueron encontrados en 1896 por los arqueólogos B. P. Grenfell y A. S. Hunt, más de 280 cajas de papiros que datan aproximadamente desde el año 150 hasta el 300 de nuestra era.

Los Papiros de Qumrán: Esta región situada a orillas del Mar Muerto fue escenario del descubrimiento de más de mil manuscritos que datan del 150 a.C. hasta el 70 d.C. Escritos en hebreo y arameo[17]. Estos manuscritos, que causaron tanta especulación que harían tambalear el cristianismo, son en realidad una prueba palpable que las escrituras del Antiguo Testamento se han transmitido con fidelidad extraordinaria a lo largo de los siglos.

Los Papiros Oxyrhynchus: Miles de papiros descubiertos en 1896 en lo que hoy corresponde a la región egipcia de el-Bahnasa. Datan del siglo I hasta el VI de nuestra era, escritos en su mayoría en latín, griego y árabe, muchos de ellos pertenecen actualmente al Museo Ashmolean de la Universidad de Oxford.

Los Papiros Chester Beatty: Once manuscritos escritos en griego de los cuales ocho corresponden a escritos del Antiguo Testamento y los otros tres al Nuevo Testamento, datan del siglo III de nuestra era; actualmente unos se exhiben en la Biblioteca y Galería Chester Beatty de Arte Oriental en Dublín y el resto en la Biblioteca de la Universidad de Michigan.

Contrario a lo que muchas personas piensan que la Iglesia católica ha manipulado la Biblia agregando o quitando textos a su antojo, la inmensa mayoría de los más de cincuenta mil manuscritos hallados hasta nuestros días, no pertenecen ni han sido hallados por la Iglesia católica. La inmensa mayoría han sido encontrados por particulares o expediciones financiadas por universidades o museos alrededor del mundo.

Estos papiros son vendidos a coleccionistas privados, bibliotecas o museos dejándolos al alcance de cientos de especialistas literarios que no tienen ninguna vinculación con la Iglesia católica.

Estas manos ajenas a la Iglesia son las que han restaurado estos manuscritos para fecharlos, analizar su autoría y darle peso como fuente al cotejarlos contra otros de su misma clase. Así se enriquece el cúmulo de pruebas que ayudan a determinar la proximidad o lejanía de las actuales Biblias, de esos libros escritos por sus autores originales.

Algunas personas piensan erróneamente que tal cantidad de manuscritos podría ser fuente de confusión. Podríamos preguntarnos, ¿de qué sirve que se hayan encontrado tal cantidad de manuscritos?

Para responder a esta pregunta debemos hacer la siguiente suposición: Imaginemos por un momento que no contamos con ninguna edición moderna del texto de la Biblia. ¿Qué fuentes usaríamos para producir nuevamente una Biblia?

Manuscritos: La primera y más importante fuente de información serían los manuscritos en su idioma original: griego para el Nuevo Testamento, hebreo y arameo para el Antiguo Testamento, pero no todos los manuscritos tienen el mismo peso ya que a unos los podemos considerar buenos, otros como mejores y solo unos cuantos como los mejores.

Sí hacemos un estudio detallado con todos esos papiros escritos en un mismo idioma, y nos muestra que sus textos coinciden en la mayoría, evidentemente ellos se derivarían de un antepasado común, que son llamados “texto tipo”. Estos textos tipos han surgido en momentos diferentes y bajo condiciones variables. Con algunas limitaciones podemos rastrear su lugar de origen a alguna de estas tres fuentes: Alejandría (Egipto) conocidos como Alejandrinos, Antioquía de Siria, conocidos como Siríacos o Bizantinos y Europa Occidental conocidos como Occidentales.

Puesto que estos grupos representan la mayoría de las variantes textuales, es seguro concluir que siempre que varios textos importantes concuerdan en una lectura dada, esto equivale a una certeza textual.

Versiones: Como expliqué anteriormente las diferentes líneas de traducción han ocurrido en diferentes tiempos y se han basado en algún tipo de texto griego, hebreo o arameo. Encontrar de donde proviene una determinada versión nos provee una línea independiente de testigos.

Escritores cristianos primitivos: Los cristianos primitivos de finales del siglo I hasta finales del II de nuestra era, escribieron extensamente acerca de su religión y muy frecuentemente incluían citas textuales de las Sagradas Escrituras.

Estos padres de la Iglesia que escribieron cientos y cientos de volúmenes, poseían copias de las escrituras que naturalmente son más antiguas que nuestros manuscritos actuales. La manera en que sus muchas citas se leen, ciertamente nos dice mucho respecto de la Biblia antigua en la iglesia primitiva, de hecho, como el profesor Bruce Metzger[18] ha dicho:

“Esas citas son tan extensas que si todas las otras fuentes de nuestro conocimiento del texto del Nuevo Testamento fueran destruidas, ellas solas serían suficientes para la reconstrucción de prácticamente todo el Nuevo Testamento”.

Los Cánones

Ya se ha explicado cómo y bajo qué condiciones el texto de la Biblia ha llegado a nosotros, y cómo podemos estar seguros que tenemos las palabras exactas de su texto.

Desde la época de Abraham hasta un siglo después de la venida de Jesús se han escrito muchos libros religiosos. ¿Cuáles de estos libros legítimamente pertenecen a la Biblia y cuales deben estar excluidos de ella? ¿Sobre qué base algunos escritos son aceptados como Escritura y otros son rechazados?

La respuesta la podemos encontrar en el estudio de lo que se conoce como el canon de las Escrituras.

La palabra canon viene de la palabra griega kanon que significa caña. Puesto que antiguamente usaban la caña para medir, la palabra kanon llegó a significar una norma o regla. También se usaba para referirse a una lista o índice, y cuando se aplica a la Biblia se refiere a la lista de libros que son aceptados como Santa Escritura. Cuando se habla de los escritos canónicos se está hablando de aquellos libros que poseen autoridad divina y que comprenden la Biblia.

La canonicidad de un libro y la autoridad del mismo son diferentes; la canonicidad de un libro depende de su autoridad. En la primera carta a los Corintios, san Pablo escribe en el capítulo 14:38:

 “Si alguien se cree profeta, o cree estar inspirado por el Espíritu, reconocerá que esto que les estoy escribiendo es un mandato del Señor.”.

Esta carta tuvo autoridad desde el momento en que él la escribió, sin embargo solo fue considerada canónica hasta cuando fue incluida en una lista de libros aceptados muchos años después. Un libro tiene primero autoridad divina por su inspiración y después obtiene canonicidad debido a su aceptación general por el público cristiano como un producto divino.

Ningún concilio eclesiástico puede por decreto propio, hacer que los libros de la Biblia sean autoritativos, los libros de la Biblia poseen su propia autoridad y la tuvieron mucho antes que se hubiera realizado ningún concilio de la Iglesia.

Con respecto al canon, nuestro catecismo dice en su artículo 120:

“La Tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia que escritos constituyen la lista de los Libros Santos (cf. DV 8,3). Esta lista integral es llamada «canon» de las Escrituras. Comprende para el Antiguo Testamento 46 escritos (45 si se cuentan Jeremías y Lamentaciones como uno solo), y 27 para el Nuevo (cf. Decretum Damasi: DS 179; Concilio de Florencia, año 1442: ibíd., 1334-1336; Concilio de Trento: ibíd., 1501-1504):

Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, los dos libros de Samuel, los dos libros de los Reyes, los dos libros de las Crónicas, Esdras y Nehemías, Tobías, Judit, Ester, los dos libros de los Macabeos, Job, los Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, la Sabiduría, el Eclesiástico, Isaías, Jeremías, las Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás Miqueas, Nahúm , Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías para el Antiguo Testamento; los Evangelios de Mateo, de Marcos, de Lucas y de Juan, los Hechos de los Apóstoles, las cartas de Pablo a los Romanos, la primera y segunda a los Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, la primera y la segunda a los Tesalonicenses, la primera y la segunda a Timoteo, a Tito, a Filemón, la carta a los Hebreos, la carta de Santiago, la primera y la segunda de Pedro, las tres cartas de Juan, la carta de Judas y el Apocalipsis para el Nuevo Testamento.”

El canon del Antiguo Testamento

Existe mucha evidencia en el Nuevo Testamento que indica que para la época de Jesús, este canon ya estaba establecido. El mismo Jesús y sus apóstoles se refieren a las Escrituras de su momento —nuestro Antiguo Testamento actual—, como un libro cierto y reconocido. Ellos se refieren a ella como “la Escritura” (Juan 7:38, Hechos 8:32 y Romanos 4:3), “las Escrituras” (Mateo 21:42, Juan 5:39, Hechos 17:11), “las Sagradas Escrituras” (Romanos 1:2, 2 de Timoteo 3:15), etc. Otras veces ellos decían “está escrito” (Lucas 4:8, Juan 6:45, Mateo 21:13), o cuando Jesús es tentado por el diablo en el desierto se lleva a cabo un duelo de citas Bíblicas. Estamos seguros que Jesús conoció escrito nuestro actual Antiguo Testamento.

En este mismo capítulo se explicó cómo la Biblia Hebrea está dividida en tres secciones: la Ley, los Profetas y los Escritos (contiene los Salmos). Jesús corrobora la extensión del Antiguo Testamento cuando cita sus tres partes en el siguiente pasaje:

 “Luego les dijo: —Lo que me ha pasado es aquello que les anuncié cuando estaba todavía con ustedes: que había de cumplirse todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos.” Lucas 24:44.

Jesús confirma el contenido cuando en el siguiente pasaje menciona al primer y último mártir mencionado en la Biblia Hebrea:

“Pues a la gente de hoy Dios le va a pedir cuentas de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde que se hizo el mundo, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías,…” Lucas 11:50-51.

Abel fue el primer mártir del Antiguo Testamento (Génesis 4) y Zacarías fue el último (2 Crónicas 24), es como si Jesús hubiera dicho “de Génesis a Crónicas”. Hay que tener en cuenta que Crónicas es el último libro en el orden de la Biblia Hebrea.

El historiador Josefo Flavio escribió en su libro Contra Apión:

“Hemos dado pruebas prácticas de nuestra reverencia para nuestras propias Escrituras. Porque, aunque han pasado tan largas épocas, nadie se ha atrevido a añadir o a quitar, o a alterar una sílaba; y todo judío tiene desde el día de su nacimiento este instinto de considerar las Escrituras como decretos de Dios, sostenerse en ellas, y si es necesario, morir gozosamente por ellas”

El canon del Nuevo Testamento

A mediados del siglo II, Justino Mártir escribió en su libro “Primera Apología” en el capítulo La Asamblea Dominical lo siguiente:

“El día que se llama del sol se celebra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los campos; y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, las ‘Memorias de los Apóstoles’ o los escritos de los profetas.”

Esto da una indicación que varios años después del fallecimiento de los apóstoles, ya era costumbre entre las iglesias la lectura de los libros del Nuevo Testamento. En su momento no se conocían con este nombre pero estaban considerados al mismo nivel que los libros del Antiguo Testamento.

Igualmente los mismos apóstoles hacen referencia a las cartas de san Pablo:

“Tengan en cuenta que la paciencia con que nuestro Señor nos trata es para nuestra salvación. Acerca de esto también les ha escrito a ustedes nuestro querido hermano Pablo, según la sabiduría que Dios le ha dado. En cada una de sus cartas él les ha hablado de esto, aunque hay en ellas puntos difíciles de entender que los ignorantes y los débiles en la fe tuercen, como tuercen las demás Escrituras, para su propia condenación.” 2 de Pedro 3:15-16.

Las iglesias líderes como Antioquía, Tesalónica, Alejandría, Corinto y Roma, fueron coleccionando con paciencia y dificultad las copias que se fueron produciendo de estos escritos apostólicos; comenzaron a mantener una lista de estos y de algunos otros no apostólicos.

Ya para la segunda mitad del siglo II hacen su aparición estas listas. Una de ellas es la Muratori, que a pesar de tener algunas diferencias con otras listas, es un gran testigo de lo que ya en esa época se consideraba canónico. Incluye algunas objeciones con respecto a algunos libros, diciendo: “alguna de nuestra gente, no quiere que sean leídos en las iglesias”.

En el siglo III el gran teólogo y Padre de la Iglesia griega, Orígenes[19], respalda en su inmensa mayoría esta misma lista.

Sería Eusebio de Cesarea, un gran historiador cristiano, quien sobre la base de los escritos de Orígenes llegó a la siguiente clasificación incluida en su gran obra “La Historia de la Iglesia” escrito alrededor del año 326:

  • Los reconocidos Universalmente: Los Cuatro evangelios, Hechos de los Apóstoles, 14 cartas de san Pablo, 1 Juan, 1 Pedro y el Apocalipsis.
  • Los libros en disputa, pero reconocidos por la mayoría: Santiago, Carta de Judas, 2 Carta de Pedro, y 2 y 3 Cartas de Juan.
  • Los rechazados: El pastor de Hermas, Epístola de Bernabé y Enseñanzas de los apóstoles o la Didaché.

En el 367 d.C. Atanasio de Alejandría publicó una lista de veintisiete libros del Nuevo Testamento, estos fueron aceptados en su tiempo y hasta hoy son reconocidos. El debate sobre esta lista seguiría por algún tiempo pero el consenso ya era muy grande.

No olvidemos que la Iglesia fue instruida para no creer en todo lo que se hablara de Dios y previniera sobre falsos profetas:

“Queridos hermanos, no crean ustedes a todos los que dicen estar inspirados por Dios, sino pónganlos a prueba, a ver si el espíritu que hay en ellos es de Dios o no. Porque el mundo está lleno de falsos profetas.” 1 de Juan 4:1.

Cuando el sínodo de Hipona en el año 393 d.C., y el sínodo de Cartago en el año 397 y 419 d.C.,redactaron la lista de los libros que habrían de usarse en las iglesias, lo que hicieron fue ratificar esa lista. Nótese la cantidad de años que duraron discerniendo el asunto.

¿Qué criterios se siguieron para su determinación?

Podemos decir que básicamente fueron cuatro:

  • El origen apostólico: Es decir, que un libro tuviera como autor seguro a un apóstol o alguno de sus discípulos.
  • Que fueran usados en la liturgia por las Iglesias importantes: Es decir que gozara de un reconocimiento y aprobación de ellas.
  • La coherencia: Que la enseñanza del libro fuera coherente con el Antiguo Testamento.
  • La ortodoxia: Que sus enseñanzas estuvieran en total alineamiento con las enseñanzas dadas en vida por los apóstoles.

Los Deuterocanónicos

La traducción del Antiguo Testamento que se hizo en el año 280 a.C. del idioma original al griego, conocida como la Septuaginta, incluyó unos libros que eran más recientes. Estos libros no estaban en los antiguos cánones, pero eran generalmente reconocidos como sagrados por los judíos; se trata de siete libros llamados Deuterocanónicos.

El canon de los Setenta (Septuagésima) contiene los textos originales de algunos de los Deuterocanónicos (Sabiduría y 2 Macabeos) y la base canónica de otros, ya sea en parte (Ester, Daniel y Sirac) o completa (Tobit, Judit, Baruc y 1 Macabeos).

El canon de alejandrino o de los Setenta, incluía los siete libros Deuterocanónicos y era el más usado por los judíos en la era apostólica, este canon es el utilizado por Jesús y los escritores del Nuevo Testamento. Trescientas de las trescientas cincuenta referencias al Antiguo Testamento que se hacen en el Nuevo Testamento son tomadas de la versión Alejandrina, por eso no hay duda que la Iglesia apostólica del primer siglo aceptó los libros Deuterocanónicos como parte de su canon.

Al final del primer siglo de la era cristiana, una escuela judía hizo un nuevo canon hebreo en la ciudad Palestina de Janina. Ellos querían cerrar el período de revelación siglos antes de la venida de Jesús, buscando así distanciarse del cristianismo, por eso cerraron el canon con los profetas Esdras (458 a.C.), Nehemías (445 a.C.), y Malaquías (433 a.C.), con este temprano cierre dejaron fuera del canon los últimos siete libros reconocidos por el canon de alejandrino.

Hoy poseemos evidencia histórica que el canon de los judíos alejandrinos comprendía los libros Deuterocanónicos, también existen pruebas que entre los judíos palestinos pudieron haber circulado los libros Deuterocanónicos pues entre los papiros de Qumrán (también conocidos como los rollos del mar muerto) han sido encontrados algunos fragmentos de tres libros Deuterocanónicos: del Eclesiástico (gruta 2), de Tobías (gruta 4) y de Baruc (gruta 7).

En los concilios ecuménicos de Florencia en 1442 y de Trento en 1546 se vuelven a ratificar como canónicos los siete libros que habían estado en discusión. En el siglo XVI Martin Lutero removió estos libros de la Biblia y de esta manera instituyó un nuevo canon (el canon protestante) como parte de su reforma. Así que no fue que estos concilios hubieran agregado libros a la Biblia, la realidad es que fueron removidos por Lutero.

Los términos Protocanónicos y Deuterocanónicos fueron utilizados por primera vez en el año 1566 por Sixto de Siena, teólogo católico de origen judío. Sixto consideró al canon Palestinense como la primera norma o canon (Protocanónicos) y a los textos propios del llamado canon Alejandrino de la Biblia Griega como la segunda norma o canon (Deuterocanónicos).

 

 


[1] Dios le cambiaría el nombre por el de Israel. Ver Génesis 35:9-11

[2] “El Señor le dijo a Moisés: Pon estas palabras por escrito, pues en ellas se basa el pacto que ahora hago contigo y con Israel” Éxodo 34:27. Ver también Éxodo 17:14, Éxodo 24:4, Números 33:2, Deuteronomio 31:9, Deuteronomio 31:22.

[3] El primer pacto de Dios con su pueblo lo encontramos descrito en el libro del Éxodo desde el capítulo 19 hasta el 24, donde encontramos su sello con sangre en el versículo 8. El segundo pacto de Jesús con nosotros lo encontramos en las narraciones de la ultima cena por ejemplo en Lucas 22:20.

[4] Las Biblias ortodoxas cópticas incluyen el Libro de Enoc.

[5] Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías.

[6] Los levitas es el pueblo descendiente de Leví; uno de los doce hijos varones de Jacob y únicos autorizados a cuidar y servir en el tabernáculo y más tarde en el templo.

[7] El doctor Alfredo Tepox hizo parte del equipo que tradujo la Biblia Dios Habla Hoy y la reciente Reina Valera Contemporánea.

[8] Gobernante Egipcio entre 285 y 246 a.C.

[9] Conocidos como Judíos Helenísticos.

[10] Escritor cristiano del siglo II, conocido por ser el autor del Discurso contra los griegos, documento base de la apología cristiana.

[11] Santo de la Iglesia del segundo siglo y considerado uno de los primeros apologistas cristianos.

[12] Vale la pena contrastar este impresionante número de manuscritos antiguos de las Escrituras frente a, por ejemplo, las 457 copias antiguas encontradas de la famosa Ilíada de Homero. Obra escrita en el siglo VIII a.C. y que llegó a ser la obra más nombrada en la Grecia Antigua. (Nuevo Testamento: Su transmisión, corrupción & restauración, Bruce Metzger)

[13] En este monasterio conservan viva, lo que por tradición se ha creído que es la zarza que se incendió y no se consumió, cuando el Señor se presentó por primera vez a Moisés.

[14] La tradición nos dice que en este monte Moisés recibió la Ley.

[15] Esta es la forma que la crítica textual pueda determinar la proximidad de un determinado texto a su original.

[16] El Vaticano adquirió en marzo de 2007 el pairo catalogado como XIV-XV (P75), el cual contiene el fragmento escrito más antiguo del Evangelio de Lucas, el Padre Nuestro más antiguo conocido, y uno de los fragmentos escritos más antiguos del Evangelio de Juan.

[17] Pueden verse en línea en el sitio de internet http://dss.collections.imj.org.il/

[18] Miembro de la Sociedad Bíblica Americana y profesor por muchos años del seminario teológico de Princeton. Nació en 1914 en la ciudad de Pensilvania y falleció en 2007.

[19] Nació en Alejandría en 185 y falleció en Tiro, actual Líbano, en 254.

 

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