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¿Podemos creer en la reencarnación?

A fínales de los años 80s salió a la venta un libro titulado Muchas vidas, muchos maestros[1] del psiquiatra estadounidense Brian Weiss, ocupando por varios meses la lista de los libros más vendidos en diferentes países del mundo.

El doctor Weiss narra su experiencia médica tratando a una paciente llamada Catherine quien sufría de ansiedades, depresiones, fobias y ataques de pánico al parecer sin razón alguna. Bajo el estado de hipnosis la paciente empezó a describir escenas muy realistas, tan remotas como el Egipto de 1863 a.C., y en las que ella aparecía haciendo las veces de una joven egipcia de 18 años con una pequeña hija, que aseguraba ser su actual sobrina. De pronto, ella se encuentra luchando contra una gran masa de agua salada que no logra vencer y muere ahogada. El doctor Weiss observa a su paciente revolcarse en el sofá y después de un momento, relajarse hasta despertar de su transe.

A las pocas semanas la paciente le informa a su psiquiatra que por haber revivido esa experiencia, su eterno miedo a ahogarse había desaparecido. Durante tres meses continuaron las terapias con hipnosis, en las que se revivía un patrón común: ella describía algún lugar remoto en el que encarnaba a una persona diferente, hombre o mujer, rica o pobre, joven o vieja, y en la que moría de una forma generalmente trágica, fácilmente asociable a uno de sus actuales padecimientos, fobias o angustias. En más de una ocasión, Catherine cambiaba significativamente de voz y hablaba en nombre de otros seres autodenominados maestros, supuestamente almas más evolucionadas, que le hablaban de cómo acercarse a Dios, de cómo buscarlo y cómo alcanzar el conocimiento que les permitía ayudar a otras almas a evolucionar.

A través de sus terapias con hipnotismo, el doctor Weiss dice haber sanado no sólo males mentales, sino físicos, como el de uno de sus pacientes al que curó de un terrible dolor de espalda cuando el paciente bajo hipnosis, revivió su muerte durante una batalla en la época medieval al ser atravesado por una lanza que entró por la espalda, justo en el lugar que sufría el dolor. El revivir esa experiencia le ayudó a entender que la causa de su dolor no era física, por lo que desapareció con el tiempo.

El doctor Weiss, director emérito del departamento de psiquiatría del centro médico Mount Sinai en la ciudad de Miami, es actualmente uno de los grandes defensores de la reencarnación, que gracias a sus libros, conferencias y apariciones en importantes programas de televisión, ha cautivado a una gran masa de personas prestas a creer en toda clase de teorías espirituales y del más allá.

La ciencia y la reencarnación

A los cuestionamientos más simples de esta teoría se han dado respuestas que requieren la aceptación de teorías más complejas y hasta truculentas, difíciles de sustentar y aceptar desde un punto de vista religioso, filosófico y científico.

Claramente la población de humanos ha aumentado dramáticamente en los últimos 10,000 años. Pasamos de unos millones a más de siete mil millones. ¿De dónde salen esas “nuevas” almas necesarias para cubrir el crecimiento de la población? La respuesta que dan los expertos en la reencarnación es que vienen de otros mundos.

¿Cómo explicar la gran cantidad de personas que bajo hipnosis dicen haber sido Napoleón, Cleopatra, Beethoven o cualquier otro personaje famoso en una vida anterior? La respuesta que ellos dan es que en un cuerpo pueden habitar muchas almas al mismo tiempo.

¿Cuándo dejamos de reencarnar? Ellos responden que el alma reconoce cuando ha alcanzado un estado de perfección y no reencarna más, ahí puede decidir quedarse en la tierra ayudando a otras almas o buscar a Dios.

¿Por qué algunas personas han manifestado haber sido animales en vidas anteriores? Responden que los animales tienen alma.

Los creyentes en esta teoría, heredada de culturas orientales que buscaban una respuesta al dolor y al sufrimiento[2], basan su creencia en los estudios realizados por varios psicólogos y siquiatras modernos que han estudiado muchos casos de personas que describen lugares reales con gran detalle en los que nunca han estado, o que hablan en idiomas que jamás han estudiado, o demuestran gran noción en una determinada área de conocimiento que nunca han aprendido como la aviación o la mecánica.

El bioquímico y profesor de psiquiatría Ian Stevenson[3], dedicó gran parte de su vida al estudio científico de la reencarnación; durante más de 40 años Stevenson estudió más de 3,000 casos de niños que parecían recordar experiencias de otras vidas, documentando lo que decían y cotejando datos con las vidas de las personas que decían haber sido. El doctor Stevenson pudo corroborar algunos de estos casos. Encontró lugares en los que los niños nunca habían estado a partir de las descripciones dadas por ellos. En otros casos y con ayuda de traductores pudo comprobar que algunos niños hablaban realmente en otros idiomas.

Cabe entonces hacernos las preguntas: ¿Cómo puede un niño hablar un idioma que no ha aprendido? ¿Cómo se puede describir un lugar en el que jamás se ha estado? ¿Cómo puede un niño describir las partes de un avión como lo haría un mecánico de aviación? ¿Están estos niños recordando “otras vidas”, o están recordando las vidas de otros? ¿Es la reencarnación la única respuesta a estas preguntas?

Hoy sabemos que el área del cerebro encargada del sentido de la audición está completamente formada y funcionando al tercer mes de gestación, y a partir del sexto se termina el desarrollo completo de la audición desde un punto de vista funcional. A partir de ese momento y por el resto de su vida, el ser humano empieza a registrar ondas de sonido en su cerebro.

Los conocimientos se adquieren por medio de los procesos cognitivos, que comienzan con un estímulo del medio ambiente a través de cualquiera de nuestros cinco sentidos. Un estímulo es la energía que produce una excitación en un órgano sensorial. Nuestro cerebro es bombardeado por cientos de estímulos por minuto, aun dentro del vientre materno.

Muchos experimentos han demostrado que los bebés al nacer y durante varios años después, reconocen obras musicales que escucharon cuando estaban en el vientre, al igual que la voz de sus padres y demás personas que hablaban frecuentemente a la madre durante el período de gestación del bebé.

Lo que pasa después del estímulo, es un complejo proceso de percibir, entender, memorizar, recordar y pensar. Así que no es lo mismo un proceso sensorial que un proceso perceptual (lo que pasa después del estímulo). Nuestro cerebro desecha más del 99% de los estímulos sensoriales que le llegan, es decir que poco menos del 1% prosigue el proceso perceptual que implica entender, analizar y memorizar para recordar.

La publicidad subliminal utiliza esta característica de nuestro cerebro para presentarnos material audiovisual que no somos capaces de percibir de manera consiente pero que el cerebro sí las percibe, obligando incluso a algunos países a emitir leyes que la prohíben.

Es decir que el niño desde el vientre materno comienza a registrar sonidos y más adelante imágenes, que a pesar de que no los entienda si están pasando por su cerebro. Años después, el niño puede bajo hipnosis o sin ella, describir con gran detalle esa imagen que vio cuando tenía apenas semanas de nacido, o repetir esos sonidos que escuchó desde el vientre materno, o repetir frases en otro idioma, o hablar de la mecánica de un avión.

En los casos en el que los pacientes hablan en otros idiomas, no es que ellos sostengan una conversación en otro lenguaje, sino que como grabadoras “reproducen” conversaciones en otro idioma que han podido haber escuchado anteriormente, incluso cuando se encontraban en el vientre materno.

Usted puede estar sosteniendo una agradable conversación en un restaurante con un grupo de amigos, y a pocas mesas de distancia una pareja de rusos sostienen un diálogo. Usted no le está prestando ninguna atención, ni tampoco entiende lo que ellos están hablando, pero aunque no lo quiera, esas ondas de sonido están entrando por sus oídos y llegan hasta su cerebro. Bajo un estado hipnótico usted podría repetir esa conversación.

Stephen Wiltshire es un artista inglés nacido en 1974 y diagnosticado con autismo. Los medios lo han bautizado la “cámara humana” ya que le basta observar una panorámica por unos segundos, para dibujarla con un nivel de detalle sorprendente. La BBC lo incluyó en su programa The Foolish Wise Ones[4] (los sabios tontos) y hace su demostración volando en helicóptero durante veinte minutos sobre la ciudad de Roma. Era la primera vez que visitaba esa ciudad; en los siguientes cinco días pintó a lápiz sobre un lienzo de diez metros y de memoria, la ciudad con una precisión extraordinaria, incluyendo el número exacto de ventanas de los edificios, las calles y avenidas, las columnas del Panteón y de la plaza de San Pedro, los cientos de arcos del coliseo romano, los parques y sus árboles, etc.

El déjà vu se refiere a una sensación distintiva de que uno ha estado en un lugar o ha realizado algo antes, mientras está ocupado en algo que ocurre en el presente. Los proponentes de la reencarnación atribuyen esto a una vida anterior, sin embargo, los investigadores dan explicaciones o alternativas.

En nuestro subconsciente, a menudo relacionamos un suceso presente con uno pasado que la mente consciente no recuerda. Dado que los dos sucesos son similares, a menudo los fusionamos en nuestra mente, con lo cual creamos la impresión de que hemos experimentado esto antes. Otros investigadores han demostrado que los datos que ingresan al ojo a veces se demoran un microsegundo en su camino hacia el cerebro. Esto nos lleva a pensar que se han visto los datos con anterioridad.

Lo que enseña el magisterio de la Iglesia

Desafortunadamente día a día son más los católicos que se adhieren a esta creencia, con fuertes arraigos culturales como lo demuestran las encuestas. Según la encuestadora Gallup, 33% de los argentinos católicos creen en ella, en Europa el 40% y en Brasil el 70%. En promedio el 34% de los católicos creen en la reencarnación.

El domingo de resurrección o de pascua es la fiesta más importante de todo el calendario litúrgico para todos los cristianos, ya que es en la resurrección del Señor donde toda la religión cristiana adquiere sentido, ya que como lo dijera San Pablo en su primera carta a los Corintios “y si Cristo no resucitó, el mensaje que predicamos no vale para nada, ni tampoco vale para nada la fe que ustedes tienen.” 15:14, y esta resurrección nos da la esperanza del cumplimiento de la promesa de Jesús de resucitarnos en el último día.

“No se admiren de esto, porque va a llegar la hora en que todos los muertos oirán su voz y saldrán de las tumbas. Los que hicieron el bien, resucitarán para tener vida; pero los que hicieron el mal, resucitarán para ser condenados.” Juan 5:28-29.

Esta promesa había sido profetizada por el Profeta Daniel:

“Muchos de los que duermen en la tumba, despertarán: unos para vivir eternamente, y otros para la vergüenza y el horror eternos.” 12:2

Tanto el credo niceno como el credo de los apóstoles[5] incluyen una referencia a la resurrección de los muertos por ser uno de los pilares del cristianismo: “Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro” y “la resurrección de la carne y la vida eterna” respectivamente. La reencarnación, por su misma naturaleza de un alma en muchos cuerpos, se contrapone totalmente a toda la doctrina cristiana de la resurrección de la carne expresada por Jesús, los profetas y los apóstoles.

Ya desde el Antiguo Testamento, el pueblo judío manifestó su rechazo a esta doctrina muy expandida inicialmente en oriente y más tarde en Grecia y Roma, a pesar de no conocer para ese momento la promesa de la resurrección de la carne. Podemos leer en los salmos:

 “Señor, escucha mi oración, ¡presta oído a mis lamentos!, ¡no te quedes callado ante mis lágrimas! Yo soy para ti un extranjero, un ave de paso, como mis antepasados. Deja ya de mirarme, dame un momento de respiro, antes que me vaya y deje de existir.” Salmo 39:13-14.

“Pero Dios tenía compasión, perdonaba su maldad y no los destruía; muchas veces hizo a un lado el enojo y no se dejó llevar por la furia. Dios se acordó de que eran simples hombres; de que eran como el viento, que se va y no vuelve.” Salmo 78:38-39

Job, quien culpaba a Dios por su sufrimiento, y en medio de su dolor, le dice a Dios:

“Ya que mi vida es corta, ¡déjame en paz! Déjame tener un poco de alegría antes de irme al viaje sin regreso, al país de la oscuridad y las tinieblas, al país de las sombras y la confusión, donde la luz misma es igual a las tinieblas.” Job 10:20-22.

El rey David también nos deja saber que él no creía en la reencarnación, a pesar de haber estado en contacto con tribus de otras religiones que si la creían. En más de una ocasión nos deja saber su posición a este respecto:

“David respondió: —Cuando el niño vivía, yo ayunaba y lloraba pensando que quizá el Señor tendría compasión de mí y lo dejaría vivir. Pero ahora que ha muerto, ¿qué objeto tiene que yo ayune, si no puedo hacer que vuelva a la vida? ¡Yo iré a reunirme con él, pero él no volverá a reunirse conmigo!” 2 Samuel 12:22-23

Más adelante, en un libro más moderno del Antiguo Testamento como es el de la Sabiduría, nos enseña:

“En cambio el hombre, en su maldad, puede quitar la vida, es cierto, pero no puede devolverla ni hacer regresar el alma que ha sido arrebatada por la muerte.” Sabiduría 16:14

Cuando el pueblo judío se encontraba bajo la esclavitud por parte del pueblo babilónico entre el 587 a 538 a.C., un ángel se apareció al profeta Daniel y le reveló cómo sería el final de los tiempos, registrándose por primera vez en el Antiguo Testamento la promesa de la resurrección de la carne:

“Muchos de los que duermen en la tumba, despertarán: unos para vivir eternamente, y otros para la vergüenza y el horror eternos.” Daniel 12:2

Tres siglos después, en el libro de los Macabeos (Antiguo Testamento) encontramos por escrito nuevamente el regalo de la resurrección de la carne:

“Pero él, exhalando el último suspiro, dijo: —Tú, criminal, nos quitas la vida presente. Pero el Rey del mundo nos resucitará a una vida eterna a nosotros que morimos por sus leyes.” 2 Macabeos 7:9

En el Nuevo Testamento encontramos de boca de Jesús la negación de esta doctrina, al contarnos la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro (Lucas 16:19-31). Contó Jesús cómo al morir Lazaron fue llevado inmediatamente al cielo y cuando murió Epulón fue llevado al infierno.

Para los creyentes en la reencarnación, el caso de este rico sería el perfecto ejemplo de cuándo un alma necesita reencarnarse. Para sus creyentes, él necesitaría volver a la tierra para rectificar, en otro cuerpo, sus errores cuando fue un hombre rico y carente de toda misericordia. De hecho, él desde el infierno clama por que lo dejen volver a la tierra, pero le contestan que no es posible, porque entre este mundo y el otro hay un abismo que nadie puede atravesar.

Cuando Jesús moría en la cruz, cuenta el Evangelio de Lucas que uno de los ladrones (Dimas[6]) crucificado a su lado le pidió: “Jesús, acuérdate de mí cuando vayas a tu reino”. Si Jesús hubiera admitido la posibilidad de la reencarnación, tendría que haberle dicho: Ten paciencia, tus crímenes son muchos; debes pasar por varias reencarnaciones hasta purificarte completamente. Pero su respuesta fue: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23:39-43).

Y explicando a los corintios lo que sucede el día de nuestra muerte, san Pablo les dice:

“Lo mismo pasa con la resurrección de los muertos. Lo que se entierra es corruptible; lo que resucita es incorruptible. Lo que se entierra es despreciable; lo que resucita es glorioso. Lo que se entierra es débil; lo que resucita es fuerte. Lo que se entierra es un cuerpo material; lo que resucita es un cuerpo espiritual. Si hay cuerpo material, también hay cuerpo espiritual.” 1 Corintios 15:42-44

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 1013:

“La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin “el único curso de nuestra vida terrena”, ya no volveremos a otras vidas terrenas. “Está establecido que los hombres mueran una sola vez” (Hebreos 9, 27). No hay “reencarnación” después de la muerte.”.

Igualmente el Catecismo nos enseña que resucitaremos, al igual que lo hizo nuestro Señor Jesucristo, en el último día:

“Por la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado reuniéndolo con nuestra alma. Así como Cristo ha resucitado y vive para siempre, todos nosotros resucitaremos en el último día.” Núm. 1016.

Así que en el último día, cada cuerpo resucitado será unido con su alma y todos experimentaremos la identidad, la integridad y la inmortalidad. La resurrección del cuerpo niega cualquier idea de reencarnación porque la resurrección de Cristo no lo trajo de vuelta a una vida terrena como la que Él tenía antes de su crucifixión. La resurrección del cuerpo es el cumplimiento de las promesas de Dios en el Antiguo y el Nuevo Testamento. La resurrección del cuerpo del Señor es la primicia de la resurrección.

“Así como por causa de un hombre vino la muerte, también por causa de un hombre viene la resurrección de los muertos. Y así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos tendrán vida. Pero cada uno en el orden que le corresponda: Cristo en primer lugar; después, cuando Cristo vuelva, los que son suyos.” 1 Corintios 15:21–23.

En su “carta apostólica Tertio Millennio Adveniente” del 10 de noviembre de 1995, el papa Juan Pablo II trató este tema y dijo:

“Alguien ha pensado en ciertos ciclos cósmicos arcanos, en los que la historia del universo, y en particular del hombre, se repetiría constantemente. El hombre surge de la tierra y a la tierra retorna (cf. Génesis 3, 19): este es el dato de evidencia inmediata. Pero en el hombre hay una irrenunciable aspiración a vivir para siempre. ¿Cómo pensar en su supervivencia más allá de la muerte? Algunos han imaginado varias formas de reencarnación: según cómo se haya vivido en el curso de la existencia precedente, se llegaría a experimentar una nueva existencia más noble o más humilde, hasta alcanzar la plena purificación. Esta creencia, muy arraigada en algunas religiones orientales, manifiesta entre otras cosas que el hombre no quiere resignarse a una muerte irrevocable. Está convencido de su propia naturaleza esencialmente espiritual e inmortal. La revelación cristiana excluye la reencarnación, y habla de un cumplimiento que el hombre está llamado a realizar en el curso de una única existencia sobre la tierra.”

 

 


[1] En algunos países se conoció cómo Muchas vidas, muchos sabios.

[2] La explicación al sufrimiento humano es que cada reencarnación está diseñada para resarcir un defecto presente en una vida anterior. Por ejemplo, si en una vida fui un rico tirano con los pobres, en otra vida seré un pobre que vivirá en carne propio lo nocivo del alma tirana que fue en una vida anterior.

[3] Nació en Canadá en 1918. Trabajó por 50 años en el departamento de psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia. Falleció en el 2007. Su obra más extensa fue el libro Casos de reencarnación tipo, en cuatro volúmenes.

[4] http://www.youtube.com/watch?v=a8YXZTlwTAU

[5] En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos una detallada y profunda explicación sobre la resurrección de la carne en los numerales 988 al 1014.

[6] La fiesta de San Dimas se celebra el 25 de marzo.

 

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