Conclusión
El libro de los Hechos de los Apóstoles, escrito por Lucas —el mismo autor del evangelio que lleva su nombre—, narra la fundación de la Iglesia Católica y la expansión del cristianismo por el Imperio romano. Después que los apóstoles recibieron al Espíritu Santo en aquel día de Pentecostés, organizaron en diversas casas la celebración diaria del memorial de la última cena del Señor: «Todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón» (Hechos 2,46). Claramente el término «última» antecediendo a la palabra «cena» nos ha de transportar a un evento definitivo y melancólico, como de triste despedida. Y en el caso de la del Señor, fue el principio del fin, ya que con ella se da comienzo a los eventos que desencadenaron en su muerte. ¿Por qué no se reúnen a conmemorar ésa última cena vestidos de luto, tristes, con llantos y lamentos? ¿Cómo así que se reunían a ¡celebrar! y con ¡alegría!? Sino hubiera habido resurrección, ciertamente no habría nada que festejar con gran júbilo. Jesús había profetizado que eso era lo que llegaría a ocurrir «Están confundidos porque les he dicho: ‘Dentro de poco tiempo ya no me verán y dentro de otro poco me volverán a ver’. Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría» (Juan 16,19-20).
Muchos católicos tienen a la resurrección del Señor como uno de esos actos de fe, en el que se cree más por costumbre que por convencimiento. En el fondo del corazón piensan que, ¿cómo se puede probar que Jesucristo resucitó de entre los muertos, si eso pasó hace tanto tiempo? Además, también piensan que ¿cómo se podría probar si finalmente los apóstoles no iban a escribir en los evangelios algo que «no les convenia»? En otras palabras, ellos nos contarían lo que necesitábamos creer, y como con dicho pensamiento se cuestiona la honestidad de ellos, entonces cierran ojos y oídos, y prefieren evitar las preguntas. Pero ahora con las evidencias que he aportado en este capítulo, estoy seguro de que ya no será más el caso. Como lo expresé en varias de las evidencias, la Biblia no es la única fuente que corrobora que Cristo fue crucificado, muerto y sepultado, y que después del tercer día muchos testigos reportaron haberlo visto vivo, y hasta donde sabemos, varios de ellos interactuaron con Él. Los evangelios, ciertamente, nos aportan una gran cantidad de detalles que ayudan a probar la honestidad, espontaneidad y hasta ingenuidad de sus autores, como ninguna otra fuente conocida, pero repito no es la única. Así que ahora nuestra fe en la resurrección del Señor no es un salto al vacío, sino que, por el contrario, podemos caminar por el terreno firme de la prueba con sólidas evidencias.
¿Por qué Pablo llegó a decir que, si Jesucristo no resucitó vana es nuestra fe? En otras palabras, lo que nos está diciendo el apóstol, es que, sin la resurrección de Cristo, no existiría el cristianismo, ni probablemente usted hubiera escuchado palabra alguna de los apóstoles, ni existiría la Iglesia, ni ninguna esperanza de vida después de la muerte. Seguiríamos en esa angustiosa espera del que nos pueda redimir de nuestros pecados para gozar, en la eternidad, de las bondades y bellezas de vivir en la casa del Padre. ¿Por qué es la resurrección del Señor un evento tan decisivo?
Abraham fue el primer hombre en la historia al que Dios se le reveló. Él había sido educado en la creencia de múltiples dioses representados en objetos creados por el hombre o elementos de la naturaleza. Sin embargo, cuando Dios le habló, Abraham lo escuchó y el Señor le hizo una promesa:
Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar. Con tus descendientes voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo. (Génesis 12,1-3)
Esta fue la promesa hecha a una nación que luego se conocería como Israel. A pesar de que la bendición llegaría a «todas» las familias del mundo, los descendientes de Abraham se destacarían ya que serían una «gran» nación. Lo único que pidió a cambio fue fidelidad. Cuando los israelitas de cada generación escuchaban el recuento de la promesa que Dios les había hecho, en especial aquello de que serían una gran nación, en la mente de ellos venía la imagen de la que fuere la potencia militar y económica del momento: tal vez eran los egipcios o los babilonios o los griegos o los sirios. Dios siempre se mantenía firme en cumplir su parte de la promesa, pero no así el pueblo y por eso continuaban añorando el día en que serían una gran nación.
Entonces empezaron a aparecer en la historia una serie de profetas que anunciaban la llegada de un «hombre» que le devolvería la dignidad al pueblo de Israel, que le llevaría la buena noticia a los pobres, que le anunciaría la liberación de los presos, que le restauraría la vista a los ciegos y le daría la libertad a los oprimidos. Este no iba a ser cualquier hombre, iba a ser Dios, que se haría carne como nosotros y que lo llamaríamos Emmanuel (El Mesías).
Cómo se explicó en el segundo capítulo, hubo cientos de señales (profecías) dadas por los profetas que ayudarían a identificar al tan anhelado Mesías, y también demostré que todas esas predicciones se cumplieron en Jesús. A primera vista se podría pensar que eso sería suficiente para que el pueblo lo identificara y lo reconociera y por consiguiente estallara de júbilo al saber que Dios estaba entre ellos. Pero la ceguera fue tal que no lo reconocieron y le tocó al mismo Jesús decirles que Él era al que ellos esperaban. Y ¿cómo tomó el estamento más culto y educado en la ley, los que sabían de memoria los escritos de los profetas —que eran los que hablaban de las señales—, la auto proclamación de ser El Mesías? Lo tomaron como a un loco, como a un impostor, como a un blasfemo.
Los judíos pensaban que ese Mesías habría de ser al menos, una réplica del rey David, nombre que en hebreo significa «El amado» o «El elegido de Dios». Había nacido en Belén —en la misma ciudad donde nació Jesús— en el 1040 a.C. y muerto en Jerusalén en 966 a.C., hijo de Jesé y Nitzevet, y como el menor de siete hermanos, estaba destinado a ejercer el menos glamoroso de los oficios: pastor de ovejas. Sin embargo, entró en la Historia como «un Rey justo, valiente, apasionado, guerrero, músico, poeta, rubio, de hermosos ojos, prudente, de muy bella presencia… aunque no exento de pecado», según coinciden los libros sagrados de las tres religiones monoteístas. Gran guerrero y conquistador, se hizo de los territorios de Soba, Aram (la actual Siria), Edom y Moab (la actual Jordania), así como las tierras de los filisteos y otros territorios. Aunque la fama que lo persiguió, incluso hasta nuestros días, no fue la de conquistador sino la de haber matado al gigante Goliat de una sola pedrada. Concluyó la tarea que había comenzado su antecesor Saul, de unificar en un solo territorio a las doce tribus de Israel (Jacob), aunque bajo el gobierno de su nieto Roboam, volverían a separarse. Una hoja de vida similar a esta era la que esperaba la sociedad culta de Israel que tuviera el Mesías.
Así que un pobre carpintero, sin dinero en los bolsillos ni soldados a su disposición, no podía ser ni tan siquiera confundido con el esperado Mesías. Sin embargo, los múltiples y grandiosos milagros que hacía Jesús les causaban una enorme confusión e intriga a los miembros del sanedrín. Lo vieron restaurarle la vista al ciego, el habla al mudo, el oído al sordo, el caminar al paralitico, la vida al muerto. Definitivamente no era un hombre común, ya que esas sanaciones cruzaban de lejos el umbral de lo humano, de lo natural. Pero si los milagros los intrigaba, lo que decía, los encolerizaba.
La relación de Jesús con la más alta esfera religiosa de todo Israel se movía entre esas dos bandas: la intriga y la cólera. Por momentos se ignoraban mutuamente, pero cuando los encuentros se hacían inevitables —ya que el Maestro visitaba el Templo cada vez que estaba en Jerusalén y ahí se encontraba con ellos—, Jesús no ahorraba palabras para reprocharles el asesinato del espíritu de la ley dada por Dios a través de los profetas y como la habían convertido en una pesada carga que ni ellos mismos estaban dispuestos a llevar. Los llamaba hipócritas, malvados, infieles. insensatos, raza de víboras, guías ciegos y hasta llegó a compararlos con los sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero podridos por dentro.
Un buen día, los fariseos y los maestros de la ley decidieron retar a Jesús y le pidieron un milagro «más» para demostrar que era cierto que Él era el Mesías, y les dijo:
Esta gente malvada e infiel pide una señal milagrosa; pero no va a dársele más señal que la del profeta Jonás. Pues así como Jonás estuvo tres días y tres noches dentro del gran pez, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches dentro de la tierra. (Mateo 12,39-40)
El Maestro mismo dijo que la única prueba que les iba a dar era su resurrección, no sus milagros. Así que, si Él resucitaba, significaba que Él no estaba loco ni mintiendo, significaba que Él era Dios encarnado, significaba que todo lo que decía era la más pura de todas las verdades, significaba que no citaría continuamente las Escrituras si estas no fueran las palabras que Dios Padre había infundido en los profetas, significaba que la Ley volvía a nacer con un nuevo espíritu, significaba que la espera de aquel que nos redimiría de nuestros pecados había terminado, significaba que nacería la esperanza de la vida eterna junto al Padre, significaba que la iglesia que estaba profetizada como puente entre la Tierra y el cielo era ya una realidad, significaba que podíamos tener por seguro todo lo que prometió y contar con ello, y significaba también que podíamos llamar a Jesús nuestro hermano, a María nuestra Madre y Dios nuestro Padre. Es por esta razón que Pablo dijo que de nada valía nuestra fe si Cristo no hubiera resucitado, pero ¡resucitó!
Durante los más de dos mil años que han transcurrido desde la resurrección de Cristo se han tejido toda clase de teorías que han buscado desvirtuar este evento, haciéndolo parecer como una historia producto del deseo de unos discípulos que buscaban darle vida, a como fuera lugar, a una nueva religión a partir del judaísmo. Pero quienes así lo afirman, lo hacen desconociendo todo el cúmulo de evidencias que existen de fuentes cristianas y no cristianas.
La puerta de la tumba de Jesús contó con el privilegio de haber sido estampada con la cara del anillo de la máxima autoridad romana para prevenir que nadie, sin la debida autorización, entrara a su interior. Adicional a esto una guardia del ejercito mejor preparado para la guerra y con las más estrictas reglas de conducta, estuvo vigilando día y noche el único acceso al sepulcro, y tres días después tuvieron que ir a donde los altos sacerdotes para que los ayudaran con una coartada que los librara del castigo si su jefe se enteraba que habían dejado escapar al cadáver de su tumba.
Ciertamente no podemos decir que la desaparición del cuerpo de una persona de su lugar de descanso solo se explica con la resurrección. ¡De ninguna manera!, esta razón no debe ni tan siquiera considerarse, a menos que estuviera profetizado que así ocurriría y a menos que el difunto hubiera proclamado ser Dios y que decía tener el poder y la autoridad para vencer la muerte y levantarse por sus propios medios de la tumba. Así que, a la hora de investigar la desaparición del cuerpo de Jesús, esa sí es una alternativa a ser considerada. Presenté trece evidencias contundentes que son congruentes y consistentes con el cumulo de hechos que la literatura histórica, la lógica y la Biblia nos presenta. En el capítulo dos demostré la autoría de la Biblia por parte del Espíritu Santo, así que este libro tan especial no puede ser descartado a la hora de sumar hechos que nos ayuden a resolver el misterio de la desaparición del cadáver del Maestro. Aporté evidencias de historiadores como Josefo Flavio, Cornelio Tácito y Cayo Plinio Cecilio Segundo, cuya obra literaria nos ha sobrevivido hasta hoy para poderla consultar y leer en ella lo que ellos atestiguaron respecto a la resurrección del Señor en su total contexto. Ellos no ofrecen el lujo de detalles que brindan los testigos cristianos, pero si aportan lo fundamental y el corazón del asunto: que Cristo fue crucificado por orden de Poncio Pilato, que fue sepultado a las afueras de la ciudad de Jerusalén cerca de donde había sido el lugar de su muerte y que días después mucha gente lo vio vivo.
Igualmente, en el capítulo anterior demostré que todas las profecías que a lo largo de los siglos los profetas habían dicho y que nos ayudarían a identificar al Mesías, se cumplieron en Jesús. Y también demostré cómo matemáticamente es imposible que esas profecías se hubieran cumplido en Jesús y que Él no fuera el Mesías. Analicé los hechos considerando todos los escenarios posibles, desde que las mujeres se hubieran equivocado de tumba y entraran a una que estaba vacía, hasta el del robo del cadáver y pasando por el escenario de que Jesús no hubiera muerto aquel viernes. Presenté lo que algunos grupos y personas anticristianas expresan como explicación a la tumba vacía y al confrontarlas con el pleno de la evidencia, se desvirtúan completamente. En cada una de esas hipótesis había uno o más hechos que no «cuadraban». ¿Qué no murió? ¿Dónde está su cadáver? ¿Qué lo que la gente vio fue a un doble de Jesús? ¿Dónde está su cadáver? ¿Por qué los guardias tuvieron que pedir una coartada? Entonces alguien tuvo que haber robado el cadáver. ¿Quién? Presenté un caso para los dos únicos bandos que podrían haberlo hecho, y en ningún caso se ajusta completamente a la evidencia. Contra toda razón y lógica, solo queda la resurrección como la única explicación que satisface plenamente la prueba recolectada.
Jesús tuvo la mayor de todas las osadías que la historia haya registrado: dijo que Él era Dios. No dijo que era el rey David, o Isaías, o Moisés, o Abraham…dijo que era Dios. Como era de esperarse la gente lo tomó como a un loco. Pero después de haberlo hacer tantos milagros le pidieron una prueba contundente, que no dejara duda alguna que Él sí era quien decía ser. Y Él les dijo que la resurrección era la prueba. Jesús probó ser Dios. Demostró ser el Mesías que los profetas habían anunciado. La voz de Dios que se expresó través de estos hombres tan especiales quedó registrada en las Sagradas Escrituras, como también su propia voz a través de su hijo Jesucristo.
¿Podemos confiar en esa comunicación? ¡No hay duda de ello!
[1] Randall James Hamilton Zwinge (Toronto; 7 de agosto de 1928), más conocido como James Randi, es un ilusionista, escritor y escéptico canadiense; figura conocida de los medios en los Estados Unidos por exponer fraudes relacionados con la parapsicología, la homeopatía y otras pseudociencias. Randi se desempeñó como ilusionista durante casi 50 años, por lo que posee gran habilidad para detectar los engaños de personas que alegan tener poderes sobrenaturales.
[2] https://web.randi.org/
[3] https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_prizes_for_evidence_of_the_paranormal
[4] Éxodo 7-12
[5]Walter Brown Gibson (12 de septiembre de 1897 – 6 de diciembre de 1985) fue un autor estadounidense y mago profesional, mejor conocido por su trabajo en el personaje de pulp fiction The Shadow. Gibson, bajo el seudónimo de Maxwell Grant, escribió más de 300 historias de The Shadow.
[6] https://www.rijksmuseum.nl/en/search?q=SK-A-2664
[7] Juan 18,32-38
[8] Juan 18,36
[9] Juan 18,37
[10] Lucas 4,3-12
[11] Lucas 6,9
[12] Lucas 10,26-28
[13] Mateo 22,36-37
[14] Mateo 21,13
[15] Mateo 21,42
[16] Juan 5,39-40
[17] Juan 7,15
[18] Juan 7,37-38
[19] Mateo 5,17-18
[20] La ley prohibía al sumo sacerdote rasgar su vestidura sobre asuntos personales (Levítico 10,6, 21,10); pero cuando actuaba como juez, la costumbre le exigía expresar su horror ante cualquier blasfemia pronunciada en su presencia.
[21] Deuteronomio 21,22-23
[22] Juan 19,38-42
[23] 1 Corintios 15,5
[24] Juan 20,14
[25] Lucas 24,16
[26] Juan 21,5-7
[27] Daniel 12,2-3
[28] Pablo explica en Primera de Corintios en su capítulo quince que en la resurrección nuestros cuerpos serán imperecederos (1 Corintios 15,42), gloriosos (1 Corintios 15,43), fuertes y poderosos (1 Corintios 15,43), perfectos (1 Corintios 15,44).
[29] La Shemá era para los judíos de aquella época como lo es para nosotros hoy el Padre Nuestro. La Shemá comprende los textos bíblicos de Deuteronomio 6,4-9; Deuteronomio 11,13-21 y Números 15,37-41.
[30] La creencia era que sí Sara, la esposa de Abraham, fue capaz de mentirle a Dios, le mentiría a cualquiera, desde entonces la mujer perdió toda credibilidad. Ver Génesis 18,1-15.
[31] Lucas 8,1-2
[32] Juan 1,20
[33] Clive Staples Lewis (Belfast, Irlanda del Norte, 29 de noviembre de 1898-Oxford, Inglaterra, 22 de noviembre de 1963), popularmente conocido como C. S. Lewis, fue un medievalista, apologista cristiano, crítico literario, novelista, académico, locutor de radio y ensayista británico, reconocido por sus novelas de ficción, especialmente por las Cartas del diablo a su sobrino, Las crónicas de Narnia y la Trilogía cósmica, y también por sus ensayos apologéticos (mayormente en forma de libro) como Mero Cristianismo, Milagros y El problema del dolor, entre otros.
[34] «El que se porta honradamente en lo poco, también se porta honradamente en lo mucho; y el que no tiene honradez en lo poco, tampoco la tiene en lo mucho» Lucas 16,10
[35] «Las autoridades judías le contestaron: —Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se ha hecho pasar por Hijo de Dios.» Juan 19,7
[36] Marcos 15,39
[37] Marcos 15,44-45
[38] Santa de la iglesia Católica y madre del emperador Constantino quien en el año 313 autorizó la práctica del cristianismo.
[39] Viuda de Ahmet Ertegun, empresario y productor musical turco afincado en Estados Unidos. Conocido por ser cofundador y presidente de la compañía discográfica Atlantic Records desde la que impulsó la carrera musical de artistas como Ray Charles, Led Zeppelin, Phil Collins y Crosby, Stills, Nash & Young.
[40] Mateo 27,60
[41] Marcos 16,4
[42] Hechos 12,1-5
[43] Polibio (Megalópolis, Grecia, 200 a.C.-118 a.C.) fue un historiador griego. Es considerado uno de los historiadores más importantes, debido a que es el primero que escribe una historia universal. Su propósito central fue explicar cómo pudo imponerse la hegemonía romana en la cuenca del Mediterráneo, mostrando cómo se encadenan los sucesos políticos y militares acontecidos en todos los rincones de este ámbito geográfico.
[44] 27,66
[45] Daniel 6,17
[46] Juan 19,7
[47] Juan 19,8
[48] Hechos 14,11
[49] Mateo 27,19
[50] Juan 19,9
[51] Lucas 23,5-7
[52] Juan 18,36
[53] Mateo 27,45, Lucas 23,44 y Marcos 15,33
[54] «Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio» Lucas 23,44-45
[55] Sexto Julio Africano (c. 160-c. 240) fue un historiador y apologista helenista de influencia cristiano-africana. Se le considera el padre de la cronología cristiana.
[56] Quinto Septimio Florente Tertuliano (c. 160-c. 220) fue un padre de la Iglesia y un prolífico escritor durante la segunda parte del siglo ii y primera parte del siglo iii.
[57] Mateo 27,51, Lucas 23,45 y Marcos 15,38
[58] Thallus fue un historiador temprano que escribió en griego koiné. Él escribió una historia de tres volúmenes del mundo mediterráneo desde antes de la guerra de Troya a la 167ª Olimpiada, c. 109-112 a. C.
[59] Mateo 27,63-64
[60] 1 Corintios 15,1-11
[61] Después de la resurrección de Jesús, la gente no lo reconoce a simple vista, como vemos que le pasó a María Magdalena, a los discípulos que iban de camino a Emaús, y así en las demás apariciones.
[62] La Comunidad Ahmadía del Islam fue fundada por Mirza Ghulam Ahmad (1835-1908, en Qadian) el 23 de marzo de 1889 en la India. Los musulmanes ahmadíes forman un movimiento reformador dentro del Islam, reflexionando sobre la esencia de esta religión. Ellos se separan claramente de los grupos militantes y fundamentalistas, destacando los elementos pacíficos y tolerantes del credo islámico. No obstante, la gran mayoría de los musulmanes extremistas consideran que el movimiento ahmadí es «apóstata» y «hereje» y que no forma parte del Islam.
[63] La Catalepsia es el estado en el que el cuerpo permanece paralizado. La catalepsia se observa en pacientes con cuadros graves y agudos de histeria, esquizofrenia y diversas psicosis. También se percibe a la catalepsia como un estado biológico en el cual la persona yace inmóvil, en aparente muerte y sin signos vitales, cuando en realidad se encuentra viva en un estado que podría ser consciente o inconsciente, lo que puede a su vez variar en intensidad: en ciertos casos el individuo se encuentra en un vago estado de conciencia, mientras que en otros pueden ver y oír a la perfección todo lo que sucede a su alrededor. Puede ser producida por el mal de Parkinson, epilepsia, por efectos de la cocaína, esquizofrenia, entre otros.
[64] En algunas traducciones bíblicas utilizan fantasma o espíritu. Fantasma siempre hace referencia a un demonio, no así la palabra espíritu. Es común encontrar expresiones como el «Espíritu del Señor» que es una referencia a Dios al igual que «Espíritu Santo», pero también está la expresión «espíritu inmundo» en referencia también a un demonio.
[65] Lucas 24,36-39
[66] Lucas 23,55
[67] Mateo 27,61
[68] Juan 20,19
[69] Hechos 1,9-11
[70] «Actio de sepulchro violato (acción del sepulcro violado). El pretor concede esta acción contra el que dolosamente haya violado, habite o edifique algo ajeno al sepulcro. La pena es quanti ob eam rem aequum videbitur (cuanto por esa cosa parezca bueno y equitativo), si reclama el titular; pero si éste no desea reclamar o no hay titular alguno, el pretor concede la acción con carácter popular en forma subsidiaria, por cien mil sestercios en caso de violación y por doscientos mil sestercios en caso de habitación o sobre edificación» Derecho Romano, Gumesindo Padilla Sahagún.
[71] Juan 20,13
[72] Mateo 27,64
[73] Mateo 28,13
[74] Mateo 28,12
[75] Hechos de los Apóstoles 2,14-41
[76] Zacarias 13,7
[77] Lucas 22,14
[78] Juan 20,19
[79] Mateo 26,70
[80] El instrumento utilizado para la flagelación fue el flagrum taxillatum, que se componía de un mango corto de madera, al que estaban fijos tres correas de cuero de unos cincuenta centímetros, en cuyas puntas tenían dos bolas de plomo alargadas, unidas por una estrechez entre ellas; otras veces eran los talli o astrágalos de carnero. El más usado era el de bolas de plomo. El número de latigazos, según la ley hebrea, era de 40, pero ellos por escrúpulos de sobrepasarse, daban siempre 39. Pero Jesús fue flagelado por los romanos, en dependencia militar romana, por tanto, more romano, es decir, según la costumbre romana, cuya ley no limitaba el número. Sólo estaban obligados a dejar a Jesús con vida, por dos razones: una, para poder mostrarle al público para que éste se compadeciera (era la intención de Pilato), y la otra, para que, en caso de condena a muerte, llegara vivo al lugar de suplicio y crucificarlo vivo: era le ley.
[81] Mateo 28,11-15
[82] Hechos 1,12-14 y 2,1-4
[83] Juan 20,9
[84] Lucas 24,32
[85] Juan 11,23-24
[86] Juan 6,26
[87] Lucas 6,19
[88] Mateo 21,10-11
[89] Juan 15,16
[90] La mayoría de las traducciones, desafortunadamente, nos hacen pensar a Jesús envuelto como a las momias egipcias y nublan la verdadera razón por la que el discípulo amado creyó. En el año 2010 la Conferencia Episcopal Española presentó una nueva traducción al español de la Biblia, la cual se utiliza como texto de la Sagrada Escritura que se proclama en la liturgia. Ha mejorado el relato de las telas halladas en el sepulcro con una mejor traducción de los textos griegos.
[91] Juan 20,8
[92] Nikolái Ivánovich Bujarin (Moscú, 9 de octubre de 1888, 15 de marzo de 1938) fue un político, economista y filósofo marxista revolucionario ruso. Destacado miembro de la dirección bolchevique formó parte del politburó hasta 1929, editó Pravda y fue durante la década de 1920 el teórico oficial del comunismo soviético. Dirigió la Comintern entre 1926 y 1929. Entre 1925 y 1928, fue el principal dirigente soviético junto con Stalin, el más destacado defensor de la evolución hacia la modernización económica y el socialismo y, en 1928-1929, el miembro más sobresaliente de la llamada «Oposición de derecha»
[93] Conocido como el Mayor, hermano del Apóstol Juan, hijos de Zebedeo y Salomé. Algunas Biblias lo traducen como Jacobo.