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Lo que quiso saber de nuestra iglesia católica y no se atrevió a preguntar

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inquisición

¿Qué fue la Santa Inquisición?

Siempre que alguien quiere atacar a la Iglesia católica, comienza a recitar su lista de quejas con dos palabras: la inquisición. Hecho histórico que ocurrió y que no se puede negar, pero que pocos se han tomado la molestia de investigar más a fondo. Si usted le solicita a esta persona que le explique a que se refiere cuando cita este evento, seguramente le contestará que fue ese episodio de la historia de la Iglesia en la cual se sentenció a la hoguera a las personas que reusaban arrepentirse de sus pecados o acatar las normas de la Iglesia. O algo parecido.

¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Quién acusaba? ¿Quién juzgaba? ¿Quién condenaba? ¿A cuántos? ¿Cómo empezó? ¿Cómo terminó?

Preguntas que no tendrán respuesta, porque todos esos detalles parecen totalmente irrelevantes ante el hecho que la Iglesia haya quemado o torturado a las personas que rehusaban arrepentirse de sus pecados o acatar sus normas.

Para los no católicos la Inquisición es un escándalo, para los católicos una vergüenza y para todos: una confusión.



Ciertamente, explicar un acontecimiento histórico que duró más de 600 años en la Europa medieval y renacentista, durante un período de inmensos cambios políticos, económicos, culturales, científicos y religiosos, no resulta fácil. Pero resumirlo en una sola frase, demuestra un desconocimiento total de lo que fue y no fue la Inquisición y por ende, un gravísimo error contra la historia.

En vísperas del gran jubileo[1] del año 2000, el papa Juan Pablo II constituyó la Comisión histórico-teológica para la preparación del gran jubileo, la cual promovió el Congreso Internacional de Estudio sobre la Inquisición. Con la participación de más de treinta historiadores y teólogos se buscó el esclarecimiento de la verdad sobre este histórico hecho, que la Iglesia ha cargado sobre sus hombros con un alto costo de su imagen.

En el discurso de clausura del congreso pronunciado el 31 de octubre de 1998, su santidad dijo:

“Amables señoras y señores, el problema de la Inquisición pertenece a un período difícil de la historia de la Iglesia, al que ya he invitado a los cristianos a volver con corazón sincero. …. Ciertamente, el Magisterio de la Iglesia no puede proponerse realizar un acto de naturaleza ética, como es la petición de perdón, sin antes informarse exactamente sobre la situación de ese tiempo. Pero tampoco puede apoyarse en las imágenes del pasado transmitidas por la opinión pública, ya que a menudo tienen una sobrecarga de emotividad pasional que impide un diagnóstico sereno y objetivo. Si no tuviera en cuenta esto, el Magisterio faltaría a su deber fundamental de respetar la verdad. Por eso, el primer paso consiste en interrogar a los historiadores, a los que no se les pide un juicio de naturaleza ética, que sobrepasaría el ámbito de sus competencias, sino que contribuyan a la reconstrucción lo más precisa posible de los acontecimientos, de las costumbres y de la mentalidad de entonces, a la luz del marco histórico de la época.

 Sólo cuando la ciencia histórica haya podido reconstruir la verdad de los hechos, los teólogos y el mismo Magisterio de la Iglesia estarán en condiciones de dar un juicio objetivamente fundado.”

Al igual que las sociedades buscan siempre actualizar sus criterios y juicios al desarrollo de los tiempos, y encuentran incorrecto juzgar los tiempos modernos con valores antiguos, lo contrario es igualmente inaceptable: juzgar el pasado con los valores actuales.

Creo que hoy poca gente atinaría a identificar a Abraham Lincoln, como al autor de la siguiente frase “No estoy ni he estado nunca a favor de la igualdad social y política de blancos y negros, ni de otorgar el voto a los negros, ni permitirles ocupar cargos públicos o casarse con blancos.”. Resulta difícil hoy en día imaginar a una figura que paso a la historia por ser el gran defensor de los derechos civiles, pronunciar estas palabras con tan alto tinte racista, pero el “espíritu del tiempo”, es decir el clima intelectual y cultural de esa época, lo permitía y lo favorecía. Aunque hoy ciertamente nos resulte ofensiva la frase.

Origen

“Inquisición” significa investigación. Pero ha sido tan extendida la crítica a la Inquisición, que en el léxico común se ha tomado esta palabra como sinónimo de intolerancia, fanatismo, crueldad, averiguación injusta, etc.

Imitando al antiguo pueblo de Israel, la sociedad del siglo XII retomó una de las prácticas consagradas en el Antiguo Testamento:

“«Si en alguna de las poblaciones que el Señor su Dios les da se descubre que algún hombre o mujer hace lo que al Señor le desagrada, y falta a su alianza adorando a otros dioses y arrodillándose ante ellos, ya sea ante el sol, la luna o las estrellas, que es algo que el Señor no ha mandado, y si llegan a saberlo, investiguen bien el asunto; y si resulta verdad que un acto tan repugnante se ha cometido en Israel, llevarán ante el tribunal de la ciudad a quien haya cometido esta mala acción y lo condenarán a morir apedreado.» La sentencia de muerte se dictará sólo cuando haya declaración de dos o tres testigos, pues por la declaración de un solo testigo nadie podrá ser condenado a muerte. Los testigos serán los primeros en arrojarle piedras al condenado, y después lo hará todo el pueblo. Así acabarán con el mal que haya en medio de ustedes.” Deuteronomio 17:2-7

A finales del siglo XII aparecieron en el sur de Francia y norte de Italia dos herejías: la albigense y la valdense.

Los albigenses o cátaros, proponían que el bien era sinónimo del mundo espiritual e invisible, en cambio el mal –criatura de Dios, representado por satanás– era quien había creado el mundo material y visible. Creían que Jesucristo había sido un ángel creado, cuya misión consistió en salvar los espíritus puros encerrados o encarcelados en los cuerpos materiales. Al considerar la materia un producto del mal, el cuerpo de Cristo no era real sino aparente, como aparente habría sido su vida y pasión. También rechazaron la existencia del infierno bajo el argumento de que todos los espíritus, al final de los tiempos, gozarían irremediablemente de la vida eterna.

Los valdenses rechazaron la misa, las ofrendas, las oraciones por los difuntos y el purgatorio. Para ellos toda mentira, constituía pecado grave. Reclamaron el derecho de las mujeres y de los laicos a predicar sin licencia. En aquella época éste era un derecho exclusivo de los sacerdotes o quien la Iglesia autorizara.

La libertad de conciencia, es decir la libertad que tiene el individuo de decidir en qué cree y en que no cree, no existía en esa época, así que la gente tenía que creer y no creer en lo que el rey o el emperador creyera y no creyera.

La herejía era causa de división y la división ponía en riesgo la unidad del imperio, por lo que la herejía era un delito comparable al de quien atentaba contra la vida del rey y ambos recibían el mismo castigo. Tristemente en aquella época la tortura era aceptable para lograr la declaración de los acusados.

Tampoco existía en esa época la división entre Iglesia y Estado que conocemos hoy en día. Ambos poderes se fundían en uno solo, en cabeza del rey o emperador de turno.

Buscando congraciarse con el entonces papa Honorio III, en 1220 el emperador alemán Federico II Hohenstaufen, que reinaba además en el sur de Italia y Sicilia, sintiéndose incapaz de discernir entre lo que era herético y lo que no, solicitó al papa la conformación de un ente investigador que ayudara a erradicar una serie de herejías, entre ellas la albigense y la valdense, que se estaban propagando por toda Europa atacando los pilares de la moral cristiana y la organización social.

El romano pontífice autorizó el ente investigador y exigió que el primer tribunal constituido en Sicilia estuviera formado por teólogos de las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos) para evitar que se desvirtuara su misión, como de hecho intentó Federico II, al utilizar el tribunal eclesiástico contra sus enemigos, conformándose de esta manera el primer tribunal de la inquisición.

Que no fue la inquisición

Muchos mitos y leyendas se han desprendido de este convulsionado período de la historia, que personas con pensamiento ligero han transmitido por generaciones y que se hace imposible borrar de la mente del público.

¿Hubo en realidad torturas y ejecuciones apoyadas por la Iglesia durante este período? Indudablemente que sí, pero no en la forma y número que muchos piensan.

La inquisición fue una realidad histórica demasiado compleja, y explicarla en su totalidad escapa el alcance y propósito de este escrito, así que haré énfasis en lo que no fue.

Lo primero que es necesario aclarar es que no hubo una inquisición y lo segundo es que no fue creada por la Iglesia. Los reyes y emperadores de diferentes partes de Europa y durante diferentes períodos de tiempo, crearon los comités inquisidores.

Algunos duraron mucho tiempo como la portuguesa que se extendió hasta 1821, otros poco, y algunos nunca llegaron a condenar a nadie, mientras que otros adquirieron gran fama de sanguinarias como la de España.

Tampoco fue una organización encargada de torturar o de quemar a las personas que pensaran diferente a lo que la Iglesia pensaba. La Inquisición Española, que fue la más destacada, luego de la expulsión de los musulmanes (moriscos) entre 1609 y 1613, jugó un papel fundamental en la conversión de los judíos de la península. Ciertamente hubo personajes que se extralimitaron y se excedieron, como el fraile Tomás de Torquemada[2] o el dominico Fray Alonso de Ojeda.

No todos los que pasaron por el tribunal, terminaron torturados o encarcelados. Varios santos pasaron por estos tribunales por traer nuevas ideas: San Ignacio de Loyola, fundador de la orden de los Jesuitas o Santa Teresa de Jesús por su libro “Moradas del Castillo Interior” o San Juan de la Cruz.

La caza de brujas

En la Europa medieval, la brujería fue catalogada como un delito por las leyes civiles. El francés Jean Bodin[3] fue el autor de la obra Démonomanie des sorciers publicada en 1580 cuando ejercía como miembro del Parlamento de París (tribunal superior de justicia). En ella describe una lista de quince crímenes[4] en que incurría la persona que ejerciera la brujería. Esta obra pretendía dar el marco jurídico de dicha práctica y corregir los desmanes aplicados por la justicia francesa, cuando en 1577, quemaron cuatrocientos supuestos brujos y brujas en la ciudad de Languedoc.

Los jueces civiles Nicolas Remy, quien ordenó la quema de novecientas personas acusadas de practicar la brujería en Lorena, entre 1576 y 1591, Henri Boguet conocido como el “gran juez de la ciudad de Saint Claude” y Pierre de Lancre quien mandó quemar ochenta brujas en el país vasco francés de Labourd en 1609, se destacaron como grandes cazadores de brujas. Sus libros tuvieron gran influencia entre los principales gobiernos europeos contribuyendo a agravar esta cacería. Nicolas Remy fue el autor del libro Daemonolatreiae libri tres (Demonolatría) constituyéndose en el más importante manual de los cazadores de brujas en gran parte de Europa.

Los padres de la Reforma Protestante: Martin Lutero, Ulrico Zuinglio y Juan Calvino que estaban convencidos de la posibilidad del pacto con el diablo, apoyaron la persecución judicial de magos y brujas que se fue sembrando en cada región donde se iba implantando el protestantismo. Incluso cruzó el océano y se implantó también en los Estados Unidos.

“Quienquiera que ahora a sabiendas y de buena gana contienda que es injusto que los herejes y blasfemos sean llevados a la muerte, incurre en la misma culpa. Esto no es impuesto por autoridad humana; es Dios que habla y prescribe una regla perpetua para su Iglesia.” Juan Calvino[5]

Esta cacería de brujas que según algunos historiadores dejó más muertes que los de la Inquisición, no tuvo nada que ver con la Inquisición, sin embargo en la mente de muchas personas este hecho histórico se mezcla con el de la Inquisición, por su coincidencia en fechas, lugares y métodos de castigo.

En épocas recientes, el estudio de la inquisición ha tomado vigencia y se han logrado realizar bastantes estudios de tipo político, religioso, social y estadístico por historiadores que se auto denominan no cristianos[6]. En este sentido, los datos estadísticos más completos de la actividad de los tribunales inquisidores, son los realizados por el historiador danés Gustav Henningsen y el español Jaime Contreras, basándose en las relaciones de causa (documentos que se le exigían llevar a dichos tribunales con el reporte detallado de todas sus actividades) que se enviaban al Consejo de la Suprema. Henningsen escribió el libro “The Database of the Spanish Inquisition” (La Base de Datos de la Inquisición Española), donde presenta los resultados del estudio de los 1,531 relaciones de causa entre los años 1540 y 1700. En total se describen 44,674 casos de un estimado de 87,000 que han debido existir. El total de casos que terminaron con la ejecución del acusado fue de 826, menos del 2 por ciento[7].

La Iglesia pide perdón

En el primer domingo de cuaresma del año 2000, el 12 de marzo, se llevó a cabo una Eucaristía que se conocería como la misa de la Jornada del Perdón, celebrada por el papa Juan Pablo II.

En uno de los apartes de su homilía podemos leer:

“Este primer domingo de Cuaresma me ha parecido la ocasión propicia para que la Iglesia, reunida espiritualmente en torno al Sucesor de Pedro, implore el perdón divino por las culpas de todos los creyentes. ¡Perdonemos y pidamos perdón!

Esta exhortación ha suscitado en la comunidad eclesial una profunda y provechosa reflexión, que ha llevado a la publicación, en días pasados, de un documento de la Comisión teológica internacional, titulado: “Memoria y reconciliación: la Iglesia y las culpas del pasado”[8]. Doy las gracias a todos los que han contribuido a la elaboración de este texto. Es muy útil para una comprensión y aplicación correctas de la auténtica petición de perdón, fundada en la responsabilidad objetiva que une a los cristianos, en cuanto miembros del Cuerpo místico, y que impulsa a los fieles de hoy a reconocer, además de sus culpas propias, las de los cristianos de ayer, a la luz de un cuidadoso discernimiento histórico y teológico.

¡Perdonemos y pidamos perdón! A la vez que alabamos a Dios, que, en su amor misericordioso, ha suscitado en la Iglesia una cosecha maravillosa de santidad, de celo misionero y de entrega total a Cristo y al prójimo, no podemos menos de reconocer las infidelidades al Evangelio que han cometido algunos de nuestros hermanos, especialmente durante el segundo milenio. Pidamos perdón por las divisiones que han surgido entre los cristianos, por el uso de la violencia que algunos de ellos hicieron al servicio de la verdad, y por las actitudes de desconfianza y hostilidad adoptadas a veces con respecto a los seguidores de otras religiones.
Confesemos, con mayor razón, nuestras responsabilidades de cristianos por los males actuales. Frente al ateísmo, a la indiferencia religiosa, al secularismo, al relativismo ético, a las violaciones del derecho a la vida, al desinterés por la pobreza de numerosos países, no podemos menos que preguntarnos cuáles son nuestras responsabilidades.

Por la parte que cada uno de nosotros, con sus comportamientos, ha tenido en estos males, contribuyendo a desfigurar el rostro de la Iglesia, pidamos humildemente perdón.”

¿Qué se busca con esta crítica?

Con este tema, los críticos de la Iglesia católica pretenden demostrar que nuestra Iglesia no es la verdadera Iglesia de Cristo, al patrocinar semejantes desmanes y crueldades, contrarias al evangelio de amor de Jesucristo.

¿Estamos los católicos, incluyendo a las jerarquías, libres de pecado?

De ninguna manera. De hecho nos confesamos pecadores.

¿Puede una persona católica, incluyendo a sus jerarquías, emitir un juicio erróneo?

Claro que sí.

¿Y qué pasa entonces, con el dogma de la infalibilidad pontificia?

La infalibilidad pontificia es un dogma de la Iglesia promulgado por el papa Pio IX el 18 de julio de 1870, según la cual el papa esta preservado de cometer un error cuando él define a la Iglesia una doctrina en materia de fe o de costumbre. Diferente a la infalibilidad del papa, es decir que el papa sí puede cometer errores cuando da su opinión particular sobre algún asunto, pero cuando se trata de promulgar un dogma de Fe, no. Desde 1870 solo se ha proclamado un dogma: el de la Asunción de la Virgen María.

¿Puede suceder que algunos católicos, incluyendo a sus jerarquías, pequen por exceso de celo y no mantener un equilibrio adecuado?

Claro que sí.

Ahora bien, ¿significan estos reconocimientos que la Iglesia católica no es la verdadera Iglesia de Cristo?

¿Acaso Jesús dijo en algún momento que los miembros de su Iglesia no pecarían?

¡Todo lo contrario! Si San Pedro, el primer papa, al ser nombrado como tal, Jesús tuvo que decirle: “Apártate de Mí, Satanás […] porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres” (Mateo 16:23)

Así que lo primero que tenemos que tener claro cuando se nos presente el tema de la Inquisición, es que ningún relato de pecado, abuso, juicios equivocados o supuesta crueldad por parte de los católicos, puede dejar sin lugar la institución divina de la Iglesia católica como la única y verdadera Iglesia de Cristo.

En la Iglesia fundada por Jesucristo hay pecadores y santos; miembros malintencionados y bien intencionados; personas malas y buenas; porque la Iglesia está hecha del mismo barro de los hombres. Siempre afloraran las acciones de unos y de otros. Pero tenemos la promesa del Señor que Él estará con su Iglesia hasta el fin de los siglos a pesar de los pecados de sus miembros.

 

 


[1] El jubileo católico también llamado año santo, se celebra de manera ordinaria cada 25 años y conmemora un año sabático con indulgencias y gracias especiales para sus fieles. Su origen proviene del antiguo testamento: Levítico 25:10-13 e Isaías 61:1-2.

[2] Fraile dominico castellano, confesor de la reina Isabel la Católica y primer inquisidor General de Castilla y Aragón. Nació en Torquemada en 1420 y falleció en Ávila en 1498.

[3] Nació en la ciudad de Angers en 1529.

[4] Renegar de Dios; maldecir de Él y blasfemar; hacer homenaje al demonio, adorándole y sacrificando en su honor; dedicarle los hijos; matarlos antes de que reciban el bautismo; consagrarlos a satanás en el vientre de sus madres; hacer propaganda de la secta; jurar en nombre del diablo en signo de honor; cometer incesto; matar a sus semejantes y a los niños pequeños para hacer cocimiento; comer carne humana y beber sangre, desenterrando a los muertos; matar, por medio de venenos y sortilegios; matar ganado; causar la esterilidad en los campos y el hambre en los países; tener cópula carnal con el demonio.

[5] Historia de la Religión Cristiana, Schaff. Vol. VIII, p. 791

[6] La base de datos de la fundación Dialnet, de la Universidad de la Rioja en España, revela que antes de los 1978, solo se habían publicado 8 libros sobre la inquisición española, pero luego hubo una explosión de publicaciones: entre 1978 y 1982; 22, entre 1983 y 1987; 29, entre 1988 y 1992; 51, entre 1993 y 1997; 41, entre 1998 y 2002; 63 y entre 2003 y 2007; 27.

[7] The Database of the Spanish Inquisition, Henningsen, p. 58-84.

[8]http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/cti_documents/rc_con_cfaith_doc_20000307_memory-reconc-itc_sp.html

 

biblia

¿Cómo se formó y conformó la Biblia?

El catolicismo es una religión basada en dos fuentes: La palabra hablada; también llamada como la palabra no-escrita o la Sagrada Tradición y la palabra escrita; también llamada Sagradas Escrituras o la Biblia.

A través de la Biblia podemos apreciar que Dios no quiso permanecer oculto a los hombres sino que por el contrario, se dio a conocer de diferentes maneras:

  • A través de la perfección y belleza de la naturaleza.
  • A través de nuestras propias experiencias.
  • A través de personas escogidas por Él, conocidas como los profetas.
  • A través de Jesús de Nazaret.

Estas dos últimas son la palabra de Dios, que ciertamente parece haber preferido el lenguaje, como forma favorita de comunicación con el hombre; escrita por hombres elegidos, que usaron su propia voz, su propio idioma, y su propia forma de expresarse, para divulgar la palabra de Dios en la tierra.

“En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo,..” Hebreos 1:1-2

La Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II sobre la Revelación Divina, nos dice que:

“En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería” (DV 11).

Es claro que la Biblia no nos cayó del cielo, ni fue escrita y empastada en el cielo para ser entregada por un ángel a un desprevenido pastor o al gobierno de la que fuere la nación más poderosa de su época para avalar su origen. Con la guía de Dios, fue escrita del puño de seres humanos muy especiales, tan humanos como usted y como yo.

Esta constitución del Vaticano II agrega en referencia a esos libros sagrados:

“Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra” (DV 11).

Hago énfasis en la frase “…sin error… para salvación nuestra”. Podemos encontrar errores (a los ojos del conocimiento del siglo XXI) de naturaleza geográfica, histórica, temporal o científica, pero no hay error en lo que respecta a la salvación de nuestra alma, por eso san Pablo afirma:

“Toda Escritura ha sido inspirada por Dios, y es útil para enseñar, para persuadir, para corregir, para educar en la rectitud, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer el bien” 2 Timoteo 3,16-17.

La palabra biblia no aparece en la Biblia, pero se refieren a ella como Palabra de Dios o EscrituraBiblia es el plural de la palabra griega “biblion” que significa rollo para escribir o libro, así que su significado es el de los libros; del griego pasó al latín, ya no como plural sino como singular femenino, para denotar a la Biblia como el libro por excelencia.

Pero la Biblia es más que una colección ordinaria de libros, es un maravilloso cofre de tesoros sagrados que ha crecido con el paso del tiempo hasta llegar a tener la estatura actual.

Cuando decimos con certeza que la Biblia es la Palabra de Dios, no estamos limitando el sentido de “palabra” a una unidad fonética, que tiene una entrada en un diccionario, ¡No! Esta palabra aunque es naturalmente humana también lo es divina, y siendo divina también lo es humana.

Muchos libros han sido escritos para nuestra ilustración, pero la Biblia fue escrita para nuestra inspiración.

Origen del Antiguo Testamento

Es imposible decir cómo o cuándo y bajo cuales circunstancias tuvo origen la Biblia; pero para entender mejor su historia, tenemos que hacer un recorrido muy largo a través del tiempo y viajar al año 1800 a.C. En esta fecha se inició una tradición oral en el pueblo hebreo sobre la vida de Abraham y de como Dios se le reveló para dar comienzo a una historia de repercusiones incalculables.

En esa época los hebreos eran un conjunto de tribus nómadas que no tenían un sistema de escritura propia, todo era transmitido de padres a hijos a través de la palabra hablada.

Ya para ese entonces se pasaban de generación en generación las historias de Adán y Eva, Caín y Abel, la Torre de Babel y el Arca de Noé, entre otras; junto a estas historias se pasó la de Abraham a su siguiente generación a través de su hijo Isaac, él la pasó a la siguiente generación por medio de su hijo Jacob[1], para finalmente pasarlas a la siguiente generación en cabeza de sus doce hijos varones, conocidos como las doce tribus de Israel.

Varias de estas tribus se establecieron en Egipto con sus familias (José, Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser) y se multiplicaron por varios cientos de años hasta llegar a ser esclavizados por sus anfitriones los egipcios.

Habrían de pasar entre 400 y 650 años para que hiciera su aparición Moisés a quien Dios le asigna la misión de liberar y conducir al pueblo hebreo (una población estimada entre los 2’500.000 y 5’000.000) hasta la tierra prometida.

Moisés fue una persona instruida por haber sido criado y educado en la corte del faraón egipcio, obedeciendo varias órdenes de Dios, escribió[2] los cinco primeros libros de la Biblia conocidos como el Pentateuco: el Génesis, el Éxodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio.

¿Cómo sabemos que sí fue Moisés el autor de estos libros?

Porque el mismo Jesús ratifica su autoría: Jesús les contestó: […] ¿no han leído ustedes en el libro de Moisés el pasaje de la zarza que ardía?” Marcos 12:24-26.

Con el registro escrito de esa revelación divina, era natural que se fueran adicionando otros eventos históricos y divinos. Josué, inmediato sucesor de Moisés, también escribió en el libro de la ley de Dios:

“Aquel mismo día Josué renovó el pacto con el pueblo de Israel. Allí mismo, en Siquén, les dio preceptos y normas, y los registró en el libro de la ley de Dios” Josué 24:25-26.

Esto se convirtió en la práctica de otros hombres escogidos por Dios que escribieron la historia de ese pueblo y las profecías que se les habían revelado:

“A continuación, Samuel le explicó al pueblo las leyes del reino y las escribió en un libro que depositó ante el Señor. Luego mandó que todos regresaran a sus casas.” 1 Samuel 10:25

También lo podemos apreciar en:

“Esta palabra del Señor vino a Jeremías en el año cuarto del rey Joacim hijo de Josías: «Toma un rollo y escribe en él todas las palabras que desde los tiempos de Josías, desde que comencé a hablarte hasta ahora, te he dicho acerca de Israel, de Judá y de las otras naciones…” Jeremías 36:1-2.

Origen del Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento también llegó a formarse gradualmente, con menos autores involucrados y en un período de tiempo menor que el del Antiguo Testamento. Entre el año 50 y 100 d.C. aproximadamente.

Los libros eran en su mayor parte cartas escritas por hombres inspirados y dirigidas a diferentes iglesias y audiencias. Desde un principio fueron considerados como escritos inspirados por el Espíritu Santo, fueron recibidos con mucho respeto y leídos en las asambleas públicas:

 “Les encargo delante del Señor que lean esta carta a todos los hermanos.” 1 Tesalonicenses 5:27.

Pronto empezó el intercambio de cartas existentes entre las diversas iglesias que iban naciendo, beneficiándose de esta forma con un intercambio de instrucciones apostólicas:

“Una vez que se les haya leído a ustedes esta carta, que se lea también en la iglesia de Laodicea, y ustedes lean la carta dirigida a esa iglesia.” Colosenses 4:16

Lo siguiente fue la incorporación de los eventos centrales de la vida de Jesús de Nazaret y de sus enseñanzas.

Al principio el relato oral por muchos de los testigos oculares de su vida y obra, era suficiente para esa Iglesia primitiva. Al pasar los años y como se fuera extendiendo la Iglesia a otras regiones más distantes las unas de las otras, estos relatos orales comenzaron a ser insuficientes.

Se empezaron a necesitar unas narraciones escritas de gran autoridad, llevando a los cuatro evangelistas a escribir sus testimonios de la vida de Jesús. Así lo dejan saber los evangelistas Lucas y Juan:

“Muchos han intentado hacer un relato de las cosas que se han cumplido entre nosotros, tal y como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos presenciales y servidores de la palabra. Por lo tanto, yo también, excelentísimo Teófilo, habiendo investigado todo esto con esmero desde su origen, he decidido escribírtelo ordenadamente, para que llegues a tener plena seguridad de lo que te enseñaron.” Lucas 1:1-4

“Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida.” Juan 20:30-31.

Ya con esto escrito, resultaba natural la incorporación del libro de Hechos de los apóstoles, que narraba la historia de la formación de esa Iglesia primitiva, por último el gran final a manera de clímax, el libro del Apocalipsis que nos habla de ese cielo y esa tierra nueva que heredaremos al final de los tiempos.

Agrupación de la Biblia

Podemos encontrar varias clases de Biblias que son diferentes entre sí por dos razones fundamentales, por el número de libros que contiene y por las diferentes versiones o traducciones de ellas.

En referencia al número de los libros que ella contiene podemos hablar en términos muy generales de tres clases de Biblias, las católicas y ortodoxas, las protestantes y las hebreas.

Católicas y ortodoxas: Dividida en dos secciones mayores llamadas Antiguo y Nuevo Testamento, en este contexto, el significado de testamento es el de pacto, es decir que la estructura de la Biblia refleja los dos pactos importantes que hizo Dios con su pueblo[3].

El Antiguo Testamento tiene el siguiente contenido[4]:

  • Cinco libros de la Ley o el Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
  • Diez y seis libros de Historia: Josué, Jueces, Rut, Primero de Samuel, Segundo de Samuel, Primero de Reyes, Segundo de Reyes, Primero de Crónicas o Paralipómenos, Segundo de Crónicas o Paralipómenos, Esdras, Nehemías, Tobías, Judit, Ester, Primero de Macabeos y Segundo de Macabeos.
  • Siete libros Sapienciales o de Poesía: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares o de Salomón, Libro de la Sabiduría y Eclesiástico.
  • Diez y ocho libros de Profetas:
  1. Profetas Mayores: conocidos así no por su importancia sino por la extensión de sus escritos; Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Baruc, Ezequiel y Daniel.
  2. Profetas Menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.

El Nuevo Testamento tiene el siguiente contenido:

  • Cuatro Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas (conocidos como sinópticos) y Juan.
  • Hechos de los Apóstoles, que es una continuación del evangelio de Lucas.
  • Nueve Cartas de san Pablo: Romanos, Primera de Corintios, Segunda de Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, Primera de Tesalonicenses, Segunda de Tesalonicenses.
  • Cinco Epístolas Pastorales: Primera de Timoteo, Segunda de Timoteo, Tito, Filemón y Hebreos.
  • Siete Epístolas Católicas: Santiago, Primera de Pedro, Segunda de Pedro, Primera de Juan, Segunda de Juan, Tercera de Juan y Judas.
  • El Apocalipsis.

Protestante

También está dividida en Antiguo y Nuevo Testamento o Pacto; el Antiguo Pacto tiene el siguiente contenido que lo describiré en términos de sus diferencias con respecto a la católica.

  • Cinco libros de la Ley o el Pentateuco; los mismos de la católica.
  • Doce libros de Historia; no contiene Tobías, Judith, finales del capítulo diez ni los capítulos once al dieciséis del libro de Ester, ni contienen los libros Primero y Segundo de Macabeos.
  • Cinco libros Sapienciales o de Poesía; no contiene el Libro de la Sabiduría ni Eclesiástico.
  • Diez y siete libros de Profetas:
  1. Profetas Mayores; no contiene capítulos trece ni catorce del libro de Daniel ni el libro de Baruc.
  2. Profetas Menores; contiene los mismos de la católica.

El Nuevo Pacto es igual al de la Biblia católica.

Hebrea

No contiene el Nuevo Pacto y el Antiguo Pacto está dividido de manera diferente.

  • Cinco libros de la Ley o el Pentateuco; los mismos de la católica.
  • Diez libros de Profetas:
  1. Profetas anteriores: Josué, Jueces, Primero de Samuel, Segundo de Samuel, Primero de Reyes y Segundo de Reyes.
  2. Profetas posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y el Libro de los Doce. Este libro de los doce es la agrupación de los profetas menores de la Biblia católica en un solo libro[5].
  • Trece libros de Escritos: Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares o de Salomón, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías, Primera de Crónicas y Segunda de Crónicas.

En resumen, con respecto al Antiguo Testamento podemos decir que las tres Biblias contienen los mismos libros, excepto que la católica contiene los llamados Deuterocanónicos que se explicaran más adelante en este mismo capítulo.

Con respecto al Nuevo Testamento las católicas y las protestantes contienen los mismos libros, aunque difieren en la traducción de ciertos pasajes.

Materiales empleados

Los hebreos emplearon muchos materiales para consignar la Palabra de Dios que se fue revelando a lo largo de los años, entre estos materiales encontramos los siguientes:

  • Piedra: “Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios.” Éxodo 31:18.
  • Arcilla: “Y Tu, hijo del hombre, tómate un adobe, y ponlo delante de ti, y diseña sobre él la ciudad de Jerusalén” Ezequiel 4:1.
  • Madera y cera: “Hijo de hombre, toma una vara y escribe sobre ella: ‘Para Judá y sus aliados los israelitas.’ Luego toma otra vara y escribe: ‘Para José, vara de Efraín, y todos sus aliados los israelitas.’” Ezequiel 37:16.
  • Metal: “Haz una placa de oro puro, y graba en ella, a manera de sello: Consagrado al Señor.” Éxodo 28:36.
  • Papiro“¿Puede crecer el papiro donde no hay pantano? ¿Pueden crecer los juncos donde no hay agua?” Job 8:11.
  • Cuero y pergamino (vitela): Cuando vengas, trae la capa que dejé en Troas, en casa de Carpo; trae también los libros, especialmente los pergaminos.” 2 Timoteo 4:13.

Idiomas empleados

Con respecto a los idiomas empleados para escribir la Biblia, podemos afirmar que fueron tres: el hebreo, el arameo y el griego.

Hebreo: La gran mayoría de los libros que conforman el Antiguo Testamento fueron escritos en este idioma, este lenguaje resulta bastante extraño a nosotros los occidentales, ya que no posee vocales y se escribe de derecha a izquierda, es muy semejante al árabe, el acadio y el sirio.

Arameo: Este es un idioma similar al hebreo (la apariencia de su escritura es muy similar). Poco tiempo después de la conquista de Nabucodonosor II rey de los babilonios sobre los hebreos en el año 586 a.C. y su correspondiente exilio, se convirtió en el idioma oficial de la Palestina de aquel entonces. Los Levitas[6] debían de traducir al pueblo las escrituras escritas en hebreo tal como lo podemos apreciar en el libro de Nehemías 8:7-8:

“Los levitas Jesúa, Baní, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maseías, Quelitá, Azarías, Jozabed, Janán y Pelaías les explicaban la ley al pueblo, que no se movía de su sitio. Ellos leían con claridad el libro de la ley de Dios y lo interpretaban de modo que se comprendiera su lectura.”

En este idioma encontramos algunas palabras en el libro del Génesis, un versículo en el libro de Jeremías, casi seis capítulos del libro de Daniel y varios capítulos del libro de Esdras.

Los hallazgos de los Rollos del Mar Muerto han corroborado la mezcla del hebreo con el arameo en los libros de Daniel y Esdras.

El Nuevo Testamento preservó algunas expresiones en este idioma, tales como: “talita cumi” (niña levántate) en Marcos 5:41, “efata” (sé abierto) en Marcos 7:34 y “Eloi, Eloi, lama sabactani” (Dios mío, Dios mío, porque me has abandonado) en Marcos 15:34 y Mateo 27:46. Igualmente, vemos en varios pasajes como Jesús se refiere a su padre como “Abba”, palabra en arameo para referirse al Padre de una forma cariñosa.

Griego: A pesar de que Jesús hablaba en arameo, los libros del Nuevo Testamento fueron escritos en este idioma.

Algunos eruditos han expresado ciertas dudas a este respecto, ya que afirman que el evangelio de Mateo fue escrito en arameo originalmente, sin embargo no se ha podido encontrar mucha evidencia que confirme esta proposición.

Los autores de este Testamento tenían claro que se debía proclamar el evangelio a todas las naciones, por lo que emplearon el griego que era el idioma universal de la época, este idioma era un griego “de la calle” conocido como helenista o koine (común), que difiere enormemente del griego moderno.

Igualmente fueron escritos en este idioma los libros de Tobit, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, 1ª y 2ª de Macabeos, y algunas adiciones al libro de Daniel (3. 24-90) y los capítulos 13 y 14 completosy otras adiciones al libro de Esther, todos estos pertenecientes al Antiguo Testamento.

Las traducciones

Los idiomas no son inmunes a los tiempos, algunos evolucionan, otros se vuelven más populares y otros desaparecen. Aunque los libros de la Biblia fueron escritos en las lenguas más usadas en su momento, los éxodos, las migraciones y las invasiones introdujeron nuevas lenguas al pueblo judío, debilitando su idioma materno; así que las traducciones se han hecho necesarias para preservar la Palabra con el pasar de los tiempos y en la medida en que ha llegado a los diferentes rincones de la tierra donde se hablan otros idiomas.

Se le preguntó alguna vez al mexicano Alfredo Tepox Varela, consultor y traductor[7] de las Sociedades Bíblicas Unidas: “Si es verdad que la Biblia es la Palabra de Dios, ¿cuál de todas estas versiones es esa Palabra?”. Su respuesta fue: “Todas en conjunto, y ninguna de ellas en particular. Cada versión aporta algo, pero ninguna es perfecta, e inmune a la crítica o no está sujeta a ser mejorada.”.

A nadie le resulta sorprendente el hecho que las palabras tienen varios significados en un momento dado, o nos transmiten una idea diferente según el contexto en que se use.

El diccionario de la Real Academia Española nos dice acerca de la Rosa de Jericó:

“Planta herbácea anual, de la familia de las Crucíferas, con tallo delgado de uno a dos decímetros de altura y muy ramoso, hojas pecioladas, estrechas y blanquecinas, y flores pequeñas y blancas, en espigas terminales. Vive en los desiertos de Siria, y al secarse las ramas y hojas se contraen formando una pelota apretada, que se deshace y extiende cuando se pone en agua, y vuelve a cerrarse si se saca de ella.”

Y el poeta Abel nos dice acerca de la misma Rosa de Jericó:

“Me viene a la mente la Rosa de Jericó, ese fascinante vegetal, capaz de morir y mil veces resucitar, incansable errante de los desiertos de Arabia, el viento juega con ella, la balancea, la mece, la eleva, la hace rodar, la transporta, y como un vagabundo viaja sola, sin equipaje, y allá donde encuentra la paz del camino hace un alto, con ansia, esperará una gota de lluvia, un aire fresco, que le haga abrir sus brazos, esas hojas resecas, marchitas y arrugadas, que se abrazan a sí mismas como un asustado erizo, ante un rocío, sus ramas se entreabren y esperan el llanto de las nubes, y como magia deslumbrante exhiben su espléndido verdor, de nuevo la vida recupera y nos muestra una paradoja de la propia vida: “Para vivir, hay que rodar y sentirse morir”.”

Una misma palabra trae a nuestro pensamiento dos sentimientos muy distintos construyendo ideas muy diferentes de un mismo objeto.

Cuando vemos las palabras a través del tiempo, el problema del significado se torna mucho más complicado, palabras que hoy tienen un significado, al cabo de los años pueden adquirir uno diferente. La palabra sofisticar hasta hace cien años significaba falsificar o corromper algo, a finales del siglo XX la real academia aceptó un nuevo significado más cercano al del inglés, que es el de complejo o complicado. La palabra vicio que antiguamente significaba rico, fértil o vigoroso, hoy tiene uno distinto.

Sin entrar en demasiado detalle voy a referirme a las traducciones antiguas más importantes por su trascendencia en el desarrollo de la Biblia hasta nuestros días.

Griegas: Como vimos el Antiguo Testamento fue escrito en su gran mayoría en hebreo, el idioma oficial del pueblo judío en las épocas bíblicas.

Dado su exagerado celo porque sus hijos no se emparentaran con pueblos diferentes, por muchos siglos no se vio la necesidad de traducirlo ya que su audiencia era básicamente judía.

Poco después de la dispersión causada con la terminación de setenta años de cautiverio judío por parte del rey Nabucodonosor II en el año 586 a.C., el hebreo perdió fuerza entre sus hablantes originales, tomaría varios siglos una traducción de sus libros sagrados a otro idioma, más exactamente hasta el año 280 a.C. cuando el faraón Tolomeo II[8] ordenó a su bibliotecario Demetrio de Falero la traducción del Pentateuco al griego. El faraón quería anexarla a su ya gigante biblioteca de Alejandría y atender las necesidades de una muy numerosa población judía[9] que no hablaban el hebreo sino el griego.

Demetrio de Falero encargó esta labor a Aristeas, judío alejandrino, que se desplazó hasta Jerusalén para escoger setenta y dos ancianos que hicieran la traducción en Alejandría, este número es el resultado de seis por cada uno de las doce tribus de Israel.

Después de setenta y dos días de arduo trabajo terminaron el encargo y lo leyeron a los judíos congregados en la ciudad, quienes lo aprobaron como exacto. Esta traducción es conocida como “Según los setenta”, “LXX” o “Septuaginta”.

¿Cuándo y bajo qué circunstancias se lleva a cabo el resto de los libros del Antiguo Testamento?, no se sabe con exactitud, en varios de los rollos del mar muerto se han encontrado fragmentos de esta traducción y han sido fechados entre el siglo III y I antes de Cristo.

Siríacas: Tres traducciones a este idioma tuvieron cierta trascendencia en las regiones donde fueron usadas: El Diatessaron, La Antigua Siríaca y la Peshita.

El Diatessaron fue una traducción al sirio realizada por Taciano[10], nativo de Mesopotamia, quien vivió muchos años en Roma y que al final de su vida se convirtió en discípulo de Justino Mártir[11].

El sirio era muy popular en Siria y Mesopotamia, usado por los nativos de esta región y por los judíos que no conocían el griego.

La Antigua Siríaca se remonta al siglo IV d.C. y la Peshita es la versión estándar que ha estado en uso desde el siglo V d.C.

Cópticas: El cóptico es la última evolución del idioma egipcio antiguo que usa el alfabeto griego y seis caracteres adicionales tomados del alfabeto demótico egipcio.

De gran importancia la versión Sahídica cuyos orígenes se remontan al siglo III d.C. y la Bohárica del siglo IV d.C.

Latín: Con la persecución de la Iglesia primitiva, el cristianismo se fue expandiendo hacia el norte de África, Asia y el sur de Europa, ocupando regiones donde solo se hablaba latín.

Se han encontrado varios papiros de las Sagradas Escrituras en latín que se remontan al año 160 d.C., pero fue hasta el año 382 d.C. cuando el Obispo Damasus de Roma se propuso compilar las ya por entonces diferentes traducciones del latín que había hasta ese momento en una versión oficial. El encargo correspondió a Eusebius Hieronimus conocido como Jerónimo, experto en gramática latina y griega, y en los clásicos latinos.

Después de muchos años presentó una traducción oficial de ambos testamentos en este idioma, se le conoce hasta nuestros días como la Vulgata Latina o simplemente la Vulgata.

En el siglo XIII d.C. el teólogo francés Stephen Langton le introdujo la moderna división de capítulos y versículos que usamos hasta nuestros días.

Esta traducción de San Jerónimo fue la más usada en Europa durante más de mil años, y es de esta traducción que se empezaron a hacer traducciones a otras lenguas, incluyendo el español.

En el oriente Las Escrituras circularon en cóptico, griego, sirio, armenio y georgiano principalmente, mientras que en occidente se mantuvieron en su mayoría en latín, hasta casi mediados del siglo XV donde se hacen traducciones especialmente al alemán, inglés, francés, italiano y español.

En la actualidad existen disponibles múltiples traducciones que se derivan principalmente de la Septuaginta o de la Vulgata Latina. A manera de ilustración y mencionando algunas de las más populares en español, están:

Católicas y ortodoxas: la Biblia de Jerusalén, la Biblia Latinoamericana, Sagrada Biblia Guadalupana, la Biblia Nacar-Colunga, la Biblia Platense de Monseñor Juan Straubinger, Dios Habla Hoy Con Deuterocanónicos, Santa Biblia Versión Popular, Biblia del Peregrino o la Biblia Cantera-Iglesias. Estas versiones vienen con el sello Imprimátur (este sello indica que la obra ha sido aprobada para su impresión por el obispo de la diócesis u otra autoridad eclesiástica católica).

Protestante: La Reina Valera, la Nueva Versión Internacional, Traducción del Nuevo Mundo, la Biblia de las Américas, la Biblia Hispanoamericana o Nueva Biblia al Día.

Hebrea: También conocidas como Tana”j, tenemos: Biblia Hebraica de Rudolf Kittel, Biblia Hebraica Stuttgartensia o la Biblia Hebrea.

Formas de traducir

Existen muchas maneras de traducir la Biblia y cada versión ha optado por su propio camino. No se puede encasillar a cada versión dentro de un solo tipo, pero si se puede decir que cada versión tiene una mayor tendencia hacia una de las varias formas de traducir.

En general podemos distinguir claramente tres formas diferentes de hacer estas traducciones:

Formal o Literal: En esta forma de traducción se sacrifica la claridad por someterse a las estructuras gramaticales del griego y del hebreo.

Libre: En esta forma de traducción muchas veces se sacrifica la fidelidad de lo que dice el texto original, documentando lo que el traductor interpreta de lo que quiso decir el autor original.

Equivalencia dinámica: En esta forma de traducción, se toma las formas del idioma original para traducirlas en formas equivalentes al idioma en el que se está haciendo la traducción. Aquí se mantiene la precisión histórica de lo que se está traduciendo, pero se adapta el idioma, la gramática y el estilo.

En las tres maneras de traducción hay diferentes escalas, además que algunas de ellas combinan estos tres elementos, de acuerdo con las necesidades y con el género literario que están traduciendo.

Los papiros

La gran cantidad de papiros que se han encontrado hasta la fecha, han ayudado a los críticos literarios a convalidar la preservación de las Sagradas Escrituras a lo largo de los siglos.

De los más de cincuenta mil papiros[12] (algunos cálculos muy conservadores hablan de veinte mil) fechados desde el siglo VIII a.C. hasta el siglo XV d.C. (después del siglo XV d.C. encontramos versiones impresas), se destacan tres por su estado de preservación y antigüedad.

El Manuscrito o Códice Sinaítico: Encontrado en 1844 en el monasterio de Santa Catalina[13] al pie del monte Sinaí[14] por Constantin Von Tischendorf. Este es un manuscrito en griego que data del 350 d.C. y contiene gran parte del Antiguo Testamento (copia de la Septuaginta) y casi la totalidad del Nuevo Testamento. Actualmente en posesión de La Biblioteca Británica en Londres después de haberlo comprado al gobierno ruso en 100.000 libras esterlinas. Puede verse en línea en www.codexsinaiticus.org.

El Manuscrito o Códice Vaticano: Actualmente en poder de la Biblioteca Vaticana. Ya estaba registrado en 1475, cuando se realizó el primer gran inventario de obras. Este es un manuscrito en griego del siglo IV, que contiene casi la totalidad del Antiguo Testamento (copia de la Septuaginta) y casi la totalidad del Nuevo Testamento.

El Manuscrito o Códice Alejandrino: Entregado al Rey Carlos I de Inglaterra en 1627 por el patriarca de Constantinopla, se encuentra actualmente en la Biblioteca Británica en Londres. Es el más completo entre estos tres famosos manuscritos. Contiene una copia de la Septuaginta en griego y la totalidad del Nuevo Testamento. Data del siglo V de nuestra era.

No menos importantes que estos tres, vale la pena mencionar otros que si bien es cierto no están tan completos como los anteriores, sirven para que el lector pueda imaginar la cantidad de fuentes que tenemos hoy para comparar el texto de un papiro contra otro[15].

Los Papiros Bodmer: Más de una docena de papiros encontrados en la antigua ciudad de Tebas, en el alto (sur) Egipto, escritos en griego y cóptico. Hallados en 1952 y adquiridos por Martin Bodmer quien los exhibe actualmente en la Biblioteca Bodmeriana en Suiza[16]. Son de especial interés los escritos en griego del Antiguo y Nuevo Testamento que datan aproximadamente del año 175 de nuestra era. Incluyen completos los evangelios de Juan y Lucas, y la primera y segunda carta de Pedro. Este evangelio de Juan, es el más antiguo hasta ahora encontrado; estos evangelios coinciden casi en su totalidad con el Códice Vaticano.

Los Papiros de Fayum: Esta región de Egipto está situada a 113 km del El Cairo, allí fueron encontrados en 1896 por los arqueólogos B. P. Grenfell y A. S. Hunt, más de 280 cajas de papiros que datan aproximadamente desde el año 150 hasta el 300 de nuestra era.

Los Papiros de Qumrán: Esta región situada a orillas del Mar Muerto fue escenario del descubrimiento de más de mil manuscritos que datan del 150 a.C. hasta el 70 d.C. Escritos en hebreo y arameo[17]. Estos manuscritos, que causaron tanta especulación que harían tambalear el cristianismo, son en realidad una prueba palpable que las escrituras del Antiguo Testamento se han transmitido con fidelidad extraordinaria a lo largo de los siglos.

Los Papiros Oxyrhynchus: Miles de papiros descubiertos en 1896 en lo que hoy corresponde a la región egipcia de el-Bahnasa. Datan del siglo I hasta el VI de nuestra era, escritos en su mayoría en latín, griego y árabe, muchos de ellos pertenecen actualmente al Museo Ashmolean de la Universidad de Oxford.

Los Papiros Chester Beatty: Once manuscritos escritos en griego de los cuales ocho corresponden a escritos del Antiguo Testamento y los otros tres al Nuevo Testamento, datan del siglo III de nuestra era; actualmente unos se exhiben en la Biblioteca y Galería Chester Beatty de Arte Oriental en Dublín y el resto en la Biblioteca de la Universidad de Michigan.

Contrario a lo que muchas personas piensan que la Iglesia católica ha manipulado la Biblia agregando o quitando textos a su antojo, la inmensa mayoría de los más de cincuenta mil manuscritos hallados hasta nuestros días, no pertenecen ni han sido hallados por la Iglesia católica. La inmensa mayoría han sido encontrados por particulares o expediciones financiadas por universidades o museos alrededor del mundo.

Estos papiros son vendidos a coleccionistas privados, bibliotecas o museos dejándolos al alcance de cientos de especialistas literarios que no tienen ninguna vinculación con la Iglesia católica.

Estas manos ajenas a la Iglesia son las que han restaurado estos manuscritos para fecharlos, analizar su autoría y darle peso como fuente al cotejarlos contra otros de su misma clase. Así se enriquece el cúmulo de pruebas que ayudan a determinar la proximidad o lejanía de las actuales Biblias, de esos libros escritos por sus autores originales.

Algunas personas piensan erróneamente que tal cantidad de manuscritos podría ser fuente de confusión. Podríamos preguntarnos, ¿de qué sirve que se hayan encontrado tal cantidad de manuscritos?

Para responder a esta pregunta debemos hacer la siguiente suposición: Imaginemos por un momento que no contamos con ninguna edición moderna del texto de la Biblia. ¿Qué fuentes usaríamos para producir nuevamente una Biblia?

Manuscritos: La primera y más importante fuente de información serían los manuscritos en su idioma original: griego para el Nuevo Testamento, hebreo y arameo para el Antiguo Testamento, pero no todos los manuscritos tienen el mismo peso ya que a unos los podemos considerar buenos, otros como mejores y solo unos cuantos como los mejores.

Sí hacemos un estudio detallado con todos esos papiros escritos en un mismo idioma, y nos muestra que sus textos coinciden en la mayoría, evidentemente ellos se derivarían de un antepasado común, que son llamados “texto tipo”. Estos textos tipos han surgido en momentos diferentes y bajo condiciones variables. Con algunas limitaciones podemos rastrear su lugar de origen a alguna de estas tres fuentes: Alejandría (Egipto) conocidos como Alejandrinos, Antioquía de Siria, conocidos como Siríacos o Bizantinos y Europa Occidental conocidos como Occidentales.

Puesto que estos grupos representan la mayoría de las variantes textuales, es seguro concluir que siempre que varios textos importantes concuerdan en una lectura dada, esto equivale a una certeza textual.

Versiones: Como expliqué anteriormente las diferentes líneas de traducción han ocurrido en diferentes tiempos y se han basado en algún tipo de texto griego, hebreo o arameo. Encontrar de donde proviene una determinada versión nos provee una línea independiente de testigos.

Escritores cristianos primitivos: Los cristianos primitivos de finales del siglo I hasta finales del II de nuestra era, escribieron extensamente acerca de su religión y muy frecuentemente incluían citas textuales de las Sagradas Escrituras.

Estos padres de la Iglesia que escribieron cientos y cientos de volúmenes, poseían copias de las escrituras que naturalmente son más antiguas que nuestros manuscritos actuales. La manera en que sus muchas citas se leen, ciertamente nos dice mucho respecto de la Biblia antigua en la iglesia primitiva, de hecho, como el profesor Bruce Metzger[18] ha dicho:

“Esas citas son tan extensas que si todas las otras fuentes de nuestro conocimiento del texto del Nuevo Testamento fueran destruidas, ellas solas serían suficientes para la reconstrucción de prácticamente todo el Nuevo Testamento”.

Los Cánones

Ya se ha explicado cómo y bajo qué condiciones el texto de la Biblia ha llegado a nosotros, y cómo podemos estar seguros que tenemos las palabras exactas de su texto.

Desde la época de Abraham hasta un siglo después de la venida de Jesús se han escrito muchos libros religiosos. ¿Cuáles de estos libros legítimamente pertenecen a la Biblia y cuales deben estar excluidos de ella? ¿Sobre qué base algunos escritos son aceptados como Escritura y otros son rechazados?

La respuesta la podemos encontrar en el estudio de lo que se conoce como el canon de las Escrituras.

La palabra canon viene de la palabra griega kanon que significa caña. Puesto que antiguamente usaban la caña para medir, la palabra kanon llegó a significar una norma o regla. También se usaba para referirse a una lista o índice, y cuando se aplica a la Biblia se refiere a la lista de libros que son aceptados como Santa Escritura. Cuando se habla de los escritos canónicos se está hablando de aquellos libros que poseen autoridad divina y que comprenden la Biblia.

La canonicidad de un libro y la autoridad del mismo son diferentes; la canonicidad de un libro depende de su autoridad. En la primera carta a los Corintios, san Pablo escribe en el capítulo 14:38:

 “Si alguien se cree profeta, o cree estar inspirado por el Espíritu, reconocerá que esto que les estoy escribiendo es un mandato del Señor.”.

Esta carta tuvo autoridad desde el momento en que él la escribió, sin embargo solo fue considerada canónica hasta cuando fue incluida en una lista de libros aceptados muchos años después. Un libro tiene primero autoridad divina por su inspiración y después obtiene canonicidad debido a su aceptación general por el público cristiano como un producto divino.

Ningún concilio eclesiástico puede por decreto propio, hacer que los libros de la Biblia sean autoritativos, los libros de la Biblia poseen su propia autoridad y la tuvieron mucho antes que se hubiera realizado ningún concilio de la Iglesia.

Con respecto al canon, nuestro catecismo dice en su artículo 120:

“La Tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia que escritos constituyen la lista de los Libros Santos (cf. DV 8,3). Esta lista integral es llamada «canon» de las Escrituras. Comprende para el Antiguo Testamento 46 escritos (45 si se cuentan Jeremías y Lamentaciones como uno solo), y 27 para el Nuevo (cf. Decretum Damasi: DS 179; Concilio de Florencia, año 1442: ibíd., 1334-1336; Concilio de Trento: ibíd., 1501-1504):

Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, los dos libros de Samuel, los dos libros de los Reyes, los dos libros de las Crónicas, Esdras y Nehemías, Tobías, Judit, Ester, los dos libros de los Macabeos, Job, los Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, la Sabiduría, el Eclesiástico, Isaías, Jeremías, las Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás Miqueas, Nahúm , Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías para el Antiguo Testamento; los Evangelios de Mateo, de Marcos, de Lucas y de Juan, los Hechos de los Apóstoles, las cartas de Pablo a los Romanos, la primera y segunda a los Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, la primera y la segunda a los Tesalonicenses, la primera y la segunda a Timoteo, a Tito, a Filemón, la carta a los Hebreos, la carta de Santiago, la primera y la segunda de Pedro, las tres cartas de Juan, la carta de Judas y el Apocalipsis para el Nuevo Testamento.”

El canon del Antiguo Testamento

Existe mucha evidencia en el Nuevo Testamento que indica que para la época de Jesús, este canon ya estaba establecido. El mismo Jesús y sus apóstoles se refieren a las Escrituras de su momento —nuestro Antiguo Testamento actual—, como un libro cierto y reconocido. Ellos se refieren a ella como “la Escritura” (Juan 7:38, Hechos 8:32 y Romanos 4:3), “las Escrituras” (Mateo 21:42, Juan 5:39, Hechos 17:11), “las Sagradas Escrituras” (Romanos 1:2, 2 de Timoteo 3:15), etc. Otras veces ellos decían “está escrito” (Lucas 4:8, Juan 6:45, Mateo 21:13), o cuando Jesús es tentado por el diablo en el desierto se lleva a cabo un duelo de citas Bíblicas. Estamos seguros que Jesús conoció escrito nuestro actual Antiguo Testamento.

En este mismo capítulo se explicó cómo la Biblia Hebrea está dividida en tres secciones: la Ley, los Profetas y los Escritos (contiene los Salmos). Jesús corrobora la extensión del Antiguo Testamento cuando cita sus tres partes en el siguiente pasaje:

 “Luego les dijo: —Lo que me ha pasado es aquello que les anuncié cuando estaba todavía con ustedes: que había de cumplirse todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos.” Lucas 24:44.

Jesús confirma el contenido cuando en el siguiente pasaje menciona al primer y último mártir mencionado en la Biblia Hebrea:

“Pues a la gente de hoy Dios le va a pedir cuentas de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde que se hizo el mundo, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías,…” Lucas 11:50-51.

Abel fue el primer mártir del Antiguo Testamento (Génesis 4) y Zacarías fue el último (2 Crónicas 24), es como si Jesús hubiera dicho “de Génesis a Crónicas”. Hay que tener en cuenta que Crónicas es el último libro en el orden de la Biblia Hebrea.

El historiador Josefo Flavio escribió en su libro Contra Apión:

“Hemos dado pruebas prácticas de nuestra reverencia para nuestras propias Escrituras. Porque, aunque han pasado tan largas épocas, nadie se ha atrevido a añadir o a quitar, o a alterar una sílaba; y todo judío tiene desde el día de su nacimiento este instinto de considerar las Escrituras como decretos de Dios, sostenerse en ellas, y si es necesario, morir gozosamente por ellas”

El canon del Nuevo Testamento

A mediados del siglo II, Justino Mártir escribió en su libro “Primera Apología” en el capítulo La Asamblea Dominical lo siguiente:

“El día que se llama del sol se celebra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los campos; y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, las ‘Memorias de los Apóstoles’ o los escritos de los profetas.”

Esto da una indicación que varios años después del fallecimiento de los apóstoles, ya era costumbre entre las iglesias la lectura de los libros del Nuevo Testamento. En su momento no se conocían con este nombre pero estaban considerados al mismo nivel que los libros del Antiguo Testamento.

Igualmente los mismos apóstoles hacen referencia a las cartas de san Pablo:

“Tengan en cuenta que la paciencia con que nuestro Señor nos trata es para nuestra salvación. Acerca de esto también les ha escrito a ustedes nuestro querido hermano Pablo, según la sabiduría que Dios le ha dado. En cada una de sus cartas él les ha hablado de esto, aunque hay en ellas puntos difíciles de entender que los ignorantes y los débiles en la fe tuercen, como tuercen las demás Escrituras, para su propia condenación.” 2 de Pedro 3:15-16.

Las iglesias líderes como Antioquía, Tesalónica, Alejandría, Corinto y Roma, fueron coleccionando con paciencia y dificultad las copias que se fueron produciendo de estos escritos apostólicos; comenzaron a mantener una lista de estos y de algunos otros no apostólicos.

Ya para la segunda mitad del siglo II hacen su aparición estas listas. Una de ellas es la Muratori, que a pesar de tener algunas diferencias con otras listas, es un gran testigo de lo que ya en esa época se consideraba canónico. Incluye algunas objeciones con respecto a algunos libros, diciendo: “alguna de nuestra gente, no quiere que sean leídos en las iglesias”.

En el siglo III el gran teólogo y Padre de la Iglesia griega, Orígenes[19], respalda en su inmensa mayoría esta misma lista.

Sería Eusebio de Cesarea, un gran historiador cristiano, quien sobre la base de los escritos de Orígenes llegó a la siguiente clasificación incluida en su gran obra “La Historia de la Iglesia” escrito alrededor del año 326:

  • Los reconocidos Universalmente: Los Cuatro evangelios, Hechos de los Apóstoles, 14 cartas de san Pablo, 1 Juan, 1 Pedro y el Apocalipsis.
  • Los libros en disputa, pero reconocidos por la mayoría: Santiago, Carta de Judas, 2 Carta de Pedro, y 2 y 3 Cartas de Juan.
  • Los rechazados: El pastor de Hermas, Epístola de Bernabé y Enseñanzas de los apóstoles o la Didaché.

En el 367 d.C. Atanasio de Alejandría publicó una lista de veintisiete libros del Nuevo Testamento, estos fueron aceptados en su tiempo y hasta hoy son reconocidos. El debate sobre esta lista seguiría por algún tiempo pero el consenso ya era muy grande.

No olvidemos que la Iglesia fue instruida para no creer en todo lo que se hablara de Dios y previniera sobre falsos profetas:

“Queridos hermanos, no crean ustedes a todos los que dicen estar inspirados por Dios, sino pónganlos a prueba, a ver si el espíritu que hay en ellos es de Dios o no. Porque el mundo está lleno de falsos profetas.” 1 de Juan 4:1.

Cuando el sínodo de Hipona en el año 393 d.C., y el sínodo de Cartago en el año 397 y 419 d.C.,redactaron la lista de los libros que habrían de usarse en las iglesias, lo que hicieron fue ratificar esa lista. Nótese la cantidad de años que duraron discerniendo el asunto.

¿Qué criterios se siguieron para su determinación?

Podemos decir que básicamente fueron cuatro:

  • El origen apostólico: Es decir, que un libro tuviera como autor seguro a un apóstol o alguno de sus discípulos.
  • Que fueran usados en la liturgia por las Iglesias importantes: Es decir que gozara de un reconocimiento y aprobación de ellas.
  • La coherencia: Que la enseñanza del libro fuera coherente con el Antiguo Testamento.
  • La ortodoxia: Que sus enseñanzas estuvieran en total alineamiento con las enseñanzas dadas en vida por los apóstoles.

Los Deuterocanónicos

La traducción del Antiguo Testamento que se hizo en el año 280 a.C. del idioma original al griego, conocida como la Septuaginta, incluyó unos libros que eran más recientes. Estos libros no estaban en los antiguos cánones, pero eran generalmente reconocidos como sagrados por los judíos; se trata de siete libros llamados Deuterocanónicos.

El canon de los Setenta (Septuagésima) contiene los textos originales de algunos de los Deuterocanónicos (Sabiduría y 2 Macabeos) y la base canónica de otros, ya sea en parte (Ester, Daniel y Sirac) o completa (Tobit, Judit, Baruc y 1 Macabeos).

El canon de alejandrino o de los Setenta, incluía los siete libros Deuterocanónicos y era el más usado por los judíos en la era apostólica, este canon es el utilizado por Jesús y los escritores del Nuevo Testamento. Trescientas de las trescientas cincuenta referencias al Antiguo Testamento que se hacen en el Nuevo Testamento son tomadas de la versión Alejandrina, por eso no hay duda que la Iglesia apostólica del primer siglo aceptó los libros Deuterocanónicos como parte de su canon.

Al final del primer siglo de la era cristiana, una escuela judía hizo un nuevo canon hebreo en la ciudad Palestina de Janina. Ellos querían cerrar el período de revelación siglos antes de la venida de Jesús, buscando así distanciarse del cristianismo, por eso cerraron el canon con los profetas Esdras (458 a.C.), Nehemías (445 a.C.), y Malaquías (433 a.C.), con este temprano cierre dejaron fuera del canon los últimos siete libros reconocidos por el canon de alejandrino.

Hoy poseemos evidencia histórica que el canon de los judíos alejandrinos comprendía los libros Deuterocanónicos, también existen pruebas que entre los judíos palestinos pudieron haber circulado los libros Deuterocanónicos pues entre los papiros de Qumrán (también conocidos como los rollos del mar muerto) han sido encontrados algunos fragmentos de tres libros Deuterocanónicos: del Eclesiástico (gruta 2), de Tobías (gruta 4) y de Baruc (gruta 7).

En los concilios ecuménicos de Florencia en 1442 y de Trento en 1546 se vuelven a ratificar como canónicos los siete libros que habían estado en discusión. En el siglo XVI Martin Lutero removió estos libros de la Biblia y de esta manera instituyó un nuevo canon (el canon protestante) como parte de su reforma. Así que no fue que estos concilios hubieran agregado libros a la Biblia, la realidad es que fueron removidos por Lutero.

Los términos Protocanónicos y Deuterocanónicos fueron utilizados por primera vez en el año 1566 por Sixto de Siena, teólogo católico de origen judío. Sixto consideró al canon Palestinense como la primera norma o canon (Protocanónicos) y a los textos propios del llamado canon Alejandrino de la Biblia Griega como la segunda norma o canon (Deuterocanónicos).

 

 


[1] Dios le cambiaría el nombre por el de Israel. Ver Génesis 35:9-11

[2] “El Señor le dijo a Moisés: Pon estas palabras por escrito, pues en ellas se basa el pacto que ahora hago contigo y con Israel” Éxodo 34:27. Ver también Éxodo 17:14, Éxodo 24:4, Números 33:2, Deuteronomio 31:9, Deuteronomio 31:22.

[3] El primer pacto de Dios con su pueblo lo encontramos descrito en el libro del Éxodo desde el capítulo 19 hasta el 24, donde encontramos su sello con sangre en el versículo 8. El segundo pacto de Jesús con nosotros lo encontramos en las narraciones de la ultima cena por ejemplo en Lucas 22:20.

[4] Las Biblias ortodoxas cópticas incluyen el Libro de Enoc.

[5] Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías.

[6] Los levitas es el pueblo descendiente de Leví; uno de los doce hijos varones de Jacob y únicos autorizados a cuidar y servir en el tabernáculo y más tarde en el templo.

[7] El doctor Alfredo Tepox hizo parte del equipo que tradujo la Biblia Dios Habla Hoy y la reciente Reina Valera Contemporánea.

[8] Gobernante Egipcio entre 285 y 246 a.C.

[9] Conocidos como Judíos Helenísticos.

[10] Escritor cristiano del siglo II, conocido por ser el autor del Discurso contra los griegos, documento base de la apología cristiana.

[11] Santo de la Iglesia del segundo siglo y considerado uno de los primeros apologistas cristianos.

[12] Vale la pena contrastar este impresionante número de manuscritos antiguos de las Escrituras frente a, por ejemplo, las 457 copias antiguas encontradas de la famosa Ilíada de Homero. Obra escrita en el siglo VIII a.C. y que llegó a ser la obra más nombrada en la Grecia Antigua. (Nuevo Testamento: Su transmisión, corrupción & restauración, Bruce Metzger)

[13] En este monasterio conservan viva, lo que por tradición se ha creído que es la zarza que se incendió y no se consumió, cuando el Señor se presentó por primera vez a Moisés.

[14] La tradición nos dice que en este monte Moisés recibió la Ley.

[15] Esta es la forma que la crítica textual pueda determinar la proximidad de un determinado texto a su original.

[16] El Vaticano adquirió en marzo de 2007 el pairo catalogado como XIV-XV (P75), el cual contiene el fragmento escrito más antiguo del Evangelio de Lucas, el Padre Nuestro más antiguo conocido, y uno de los fragmentos escritos más antiguos del Evangelio de Juan.

[17] Pueden verse en línea en el sitio de internet http://dss.collections.imj.org.il/

[18] Miembro de la Sociedad Bíblica Americana y profesor por muchos años del seminario teológico de Princeton. Nació en 1914 en la ciudad de Pensilvania y falleció en 2007.

[19] Nació en Alejandría en 185 y falleció en Tiro, actual Líbano, en 254.

 

resurrección

¿Podemos probar la resurrección de Jesús?

Podría decir que para la mayoría de los creyentes, esta es una pregunta que tal vez nunca se la hubieran formulado a sí mismos, ya que les basta saber que los evangelios nos cuentan que el Señor resucitó al tercer día de entre los muertos, que se apareció a los apóstoles al menos en una ocasión y se presentó ante un grupo de más de quinientas personas como nos lo relata san Pablo en su primera carta a los Corintios en el capítulo quince.

El diccionario de la Real Academia Española incluye entre sus definiciones de la palabra probar la siguiente:

“Justificar, manifestar y hacer patente la certeza de un hecho o la verdad de algo con razones, instrumentos o testigos.”

San Pablo nos dice:

“Y si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes.” 1 Corintios 15:14

Estas palabras nos hacen ver la importancia fundamental que representó este hecho para los primeros predicadores de la Iglesia primitiva.

La resurrección de Jesús constituyó el cimiento sobre el que se fundó la cristiandad, y que sucedió “… según las escrituras” como nos lo dice san Pablo en su Primera Carta a los Corintios en el capítulo quince.

Mucha gente piensa hoy en día, que la resurrección de Jesús fue una invención de los apóstoles para poder convertir a los judíos y no dejar que la naciente religión desapareciera con la muerte de su Maestro, de hecho, un evangelio nos cuenta el origen que dio base a esta versión que ha llegado hasta nuestros días:

“Mientras las mujeres iban de camino, algunos de los guardias entraron en la ciudad e informaron a los jefes de los sacerdotes de todo lo que había sucedido. Después de reunirse estos jefes con los ancianos y de trazar un plan, les dieron a los soldados una fuerte suma de dinero y les encargaron: «Digan que los discípulos de Jesús vinieron por la noche y que, mientras ustedes dormían, se robaron el cuerpo. Y si el gobernador llega a enterarse de esto, nosotros responderemos por ustedes y les evitaremos cualquier problema.» Así que los soldados tomaron el dinero e hicieron como se les había instruido. Esta es la versión de los sucesos que hasta el día de hoy ha circulado entre los judíos.” (Mat. 28, 11-14)

Pero veamos una serie de argumentos que nos ayudarán a confirmar nuestra creencia en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, tal y como nos lo cuentan las Sagradas Escrituras y que, por supuesto, trasciende más allá del simple acto de fe que nos enseñaron en nuestros primeros años de catequesis.

La tumba vacía

Los cuatro evangelistas nos cuentan que el sepulcro donde fue puesto el cadáver de Jesús estaba vacío al tercer día.

¿Qué pasó con el cuerpo de Jesús?

Tendríamos básicamente tres posibilidades: Los enemigos de Jesús se lo robaron y lo escondieron, los amigos de Jesús se lo robaron y lo escondieron o que Jesús resucitó.

Que los enemigos de Jesús se hubieran robado su cuerpo no tendría mucho sentido, porque precisamente la ausencia de su cuerpo era una gran evidencia de la resurrección que proclamaban sus discípulos, con las primeras conversiones en masa como la descrita en el capítulo dos del libro de los Hechos de los Apóstoles, los que tuvieran su cuerpo lo habrían exhibido para así acabar con ese nuevo movimiento que tanto les molestaba.

Que los amigos de Jesús se lo hubieran robado tampoco tendría mucho sentido. Los evangelistas nos cuentan como los discípulos huyeron del lado de Jesús cuando él fue apresado y crucificado por temor a correr la misma suerte; los evangelistas también nos cuentan que los apóstoles se encerraron y permanecieron escondidos por miedo a los judíos que los buscaban para matarlos. ¿Así que de donde habrían sacado la valentía para robar su cuerpo y salir a predicar su evangelio?

¿Cómo hubieran evitado que a donde quiera que lo hubieran sepultado, no se les hubiera convertido en el mayor centro de peregrinación y veneración de su época?

¿Qué hizo que este grupo de temerosos y asustados apóstoles, escondidos y tristes, pasaran a predicar con valor y alegría las enseñanzas de su maestro?

No cabe explicación diferente a la de haberlo visto vivo nuevamente, el haber visto personalmente a Jesús con las heridas de sus manos, de sus pies y de su costado todavía frescas, los convenció sin lugar a dudas que en verdad Jesús sí era el Mesías. El Emanuel. El Dios con nosotros.

Los evangelistas

¿Qué tan ajustada a la verdad es la narración que nos hacen los evangelistas de la resurrección de Jesús?

Veamos la narración que nos hace Lucas:

“Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea, fueron y vieron el sepulcro, y se fijaron en cómo habían puesto el cuerpo. Cuando volvieron a casa, prepararon perfumes y ungüentos. Las mujeres descansaron el sábado, conforme al mandamiento, pero el primer día de la semana regresaron al sepulcro muy temprano, llevando los perfumes que habían preparado. Al llegar, se encontraron con que la piedra que tapaba el sepulcro no estaba en su lugar; y entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían que pensar de esto, cuando de pronto vieron a dos hombres de pie junto a ellas, vestidos con ropas brillantes. Llenas de miedo, se inclinaron hasta el suelo; pero aquellos hombres les dijeron:

— ¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo? No está aquí, sino que ha resucitado. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea: que el Hijo del hombre tenía que ser entregado en manos de pecadores, que lo crucificarían y que al tercer día resucitaría.

Entonces ellas se acordaron de las palabras de Jesús, y al regresar del sepulcro contaron todo esto a los once apóstoles y a todos los demás. Las que llevaron la noticia a los apóstoles fueron María Magdalena, Juana, María madre de Santiago, y las otras mujeres. Pero a los apóstoles les pareció una locura lo que ellas decían, y no querían creerles.

Sin embargo, Pedro se fue corriendo al sepulcro; y cuando miró dentro, no vio más que las sábanas. Entonces volvió a casa, admirado de lo que había sucedido.” 23:56 y 24:1-12

Pensemos por un momento que fuera cierto que Jesús no resucitó, que por razones de supervivencia del legado del Maestro se hacía necesario inventar la historia de su resurrección, y así dar cumplimiento a lo que se había profetizado cientos de años atrás.

De ser cierta esta posibilidad, yo podría decir que además de mentirosos los apóstoles fueron torpes; para poder justificar esta afirmación, explicaré el rol de la mujer en la sociedad judía de la época y algunos detalles relevantes de dos personajes que conocieron a Jesús: Nicodemo y José de Arimatea.

El rol de la mujer

La mujer judía en tiempos de Jesús era considerada inferior al hombre por tener menos ventajas que él. Existía en aquel entonces una expresión que se repetía frecuentemente, y que decía: “mujeres, esclavos y niños”.

Como el esclavo y el niño menor de 13 años, la mujer se debía por completo a su dueño y señor: al padre si era soltera; al marido si era casada; al cuñado si era viuda sin hijos (Deuteronomio 25:5-10).

La mujer no recibía instrucción religiosa porque se suponía que era incapaz de comprenderla; las escuelas eran solamente para varones.

Las mujeres no podían ser testigos en un tribunal dado que su testimonio carecía de valor por su inclinación a la mentira[1].

¿Por qué poner en boca de un grupo de mujeres, la primicia de un evento tan importante como la resurrección del Señor?

¿Cómo consignar en los evangelios el anuncio de la buena nueva por parte de quienes ofrecían la menor credibilidad posible?

¿Cómo incluir entre el grupo de estas mujeres a María Magdalena que gozaba de muy mala reputación por los “demonios” que poseía y que Jesús había expulsado (Lucas 8:2)?

Es claro que los evangelistas se ajustaron a la verdad de los hechos, les era más conveniente omitir a las mujeres de la historia que divulgarlo. La noticia en boca de ellas restaba credibilidad cómo lo expresaron los dos caminantes de Emaús, que tuvieron que verificarlo con sus propios ojos ya que a ellas no les creyeron:

“Aunque algunas de las mujeres que están con nosotros nos han asustado, pues fueron de madrugada al sepulcro, y como no encontraron el cuerpo, volvieron a casa. Y cuentan que unos ángeles se les han aparecido y les han dicho que Jesús vive. Algunos de nuestros compañeros fueron después al sepulcro y lo encontraron tal como las mujeres habían dicho, pero a Jesús no lo vieron.” Lucas 24:22-23.

Nicodemo y José Arimatea

Nicodemo fue un fariseo adinerado, miembro del sanedrín que a tan solo seis meses después de haberse iniciado el ministerio de Jesús, reconoce que es un “Maestro que ha venido de Dios”.

Impresionado por sus milagros, lo visita de noche y le confiesa que cree en Él.

Gobernante de los judíos y maestro de Israel, posee un gran conocimiento de las escrituras, también evidencia un gran discernimiento pues reconoce que Jesús es un maestro enviado por Dios.

Le interesan los asuntos espirituales y hace gala de una humildad poco común, pues no es fácil que un miembro del más alto tribunal judío admita que el hijo de un carpintero sea un hombre enviado por Dios.

El interés que manifiesta Nicodemo en Jesús no pasa con el tiempo, Dos años y medio después, durante la fiesta de Las Tiendas, asiste a una sesión del sanedrín pues en aquel entonces todavía es “uno de ellos”.

Los miembros de ese sanedrín despachan oficiales para detener a Jesús y regresan con el siguiente informe: “Jamás ha hablado otro hombre así”. Los fariseos comienzan a menospreciarlos: “— ¿Así que también ustedes se han dejado engañar? —Replicaron los fariseos—. ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes o de los fariseos? ¡No! Pero esta gente, que no sabe nada de la ley, está bajo maldición.”.

Nicodemo tomó la palabra y dijo: “Nuestra ley no juzga a un hombre a menos que primero haya oído de parte de él y llegado a saber lo que hace, ¿verdad?”.

Con esto se convierte en el centro de las críticas de los demás fariseos: “Tú no eres también de Galilea, ¿verdad? Escudriña, y ve que de Galilea no ha de ser levantado ningún profeta” (Juan 7:1, 10, 32, 45-52).

Seis meses más tarde en la Pascua de ese año, Nicodemo contempló cuando bajaron el cuerpo de Jesús de la cruz junto a José de Arimatea, otro miembro ilustre del sanedrín y discípulo oculto de Jesús (Juan 19:38).

José de Arimatea estuvo en desacuerdo con su ejecución (Lucas 23:50) y preparó el cuerpo para el entierro. Para tal fin lleva “un rollo de mirra y áloes” que pesa 100 libras romanas (33 kilogramos), lo que representaba un considerable desembolso de dinero. Hombre de valor ya que no teme que lo relacionen con “ese impostor”, como llamaban a Jesús los demás fariseos.

San Agustín nos revela que el cadáver de Nicodemo fue encontrado junto al del mártir San Esteban en el año 415 d.C., lo que hace suponer que fue venerado por las primeras comunidades cristianas.

Volviendo a la hipótesis que lo narrado por los evangelistas no hubiera sido cierto, preguntémonos: ¿No hubiera sido más contundente la noticia de la resurrección, si en vez de haberla puesto en boca de María Magdalena (Juan 20:11-18) lo hubieran puesto en boca de Nicodemo y/o de José de Arimatea? ¿Qué judío hubiera puesto en duda la palabra de alguno de estos importantes hombres?

Es claro que a pesar de su “inconveniencia” narraron la historia tal y como sucedió, no la modificaron. No la adaptaron según sus propios intereses.

Las resurrecciones en la Biblia

Otra razón para confirmar que los apóstoles transmitieron este magno acontecimiento exactamente como lo vivieron, es un hecho curioso que paso a explicar.

De acuerdo con las Escrituras, durante el apostolado de Jesús los apóstoles presenciaron tres episodios de resurrección de algún muerto: La hija de Jairo (Marcos 5:21-42), el hijo de la viuda de Naín (Lucas 7:11-17) y finalmente la de su amigo Lázaro de Betania (Juan 11:1-43).

En todos estos casos, los que están alrededor del recién resucitado lo reconocen inmediatamente. El hecho de haber muerto y vuelto a la vida no hace mella en su apariencia física, permanecen iguales. Lázaro que permaneció muerto por varios días, resucitó sin cambiar su apariencia, todos lo reconocieron, era el mismo Lázaro que ellos conocían.

Inclusive en las resurrecciones practicadas por Pedro (Hechos 9:36-42) y por Pablo (Hechos 20:7-12) ocurre lo mismo, la apariencia del resucitado no se altera.

Para los discípulos, la resurrección, además de ser un hecho apoteósico no tenía efecto alguno sobre la presencia física, al menos en lo que sus ojos podían ver, la persona resucitada volvía tal y como era antes de acaecerle la muerte.

Sin embargo cuando ellos narran la resurrección de Jesús, algo curioso ha pasado con Él, no lo reconocen a primera vista. Lo confunden con otra persona. Les pasó a los dos discípulos del camino a Emaús (Lucas 24:13-35), le pasó a María Magdalena (Juan 20:11-18), y les pasó a varios de sus discípulos en el lago de Tiberíades (Juan 21:1-14).

De haber inventado esta historia, los discípulos la hubieran inventado en los términos en que ellos la comprendían, seguros que no podía ser de otra manera. No habría habido necesidad de agregar la idea extraña de no poderlo reconocer, para ellos el resucitado simplemente volvía a la vida y todo seguía como estaba antes. Y así no lo hicieron, ellos la narraron tal y como la vivieron, así en su momento no la hubieran entendido a plenitud.

Mártires

Otro hecho contundente que nos ayuda a confirmar la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, es que para los discípulos este hecho constituyó la base de su predicación (1 Corintios 15:14) y dieron su vida defendiendo esta verdad.

Aunque la Biblia solo nos narra la muerte de dos de los discípulos, la de Judas el traidor que se ahorcó (Mateo 27:5) y la de Santiago[2] que muere decapitado por orden del rey Herodes (Hechos 12:2), la tradición nos ha dejado saber que todos los demás pasaron por el martirio.

Juan sobrevivió a una olla con aceite hirviendo y murió pacíficamente en la isla de Éfeso.

El martirio del apóstol Pedro fue profetizado por el mismo Jesús y el evangelista Juan lo consigna con su estilo alegórico al decir: “… Jesús estaba dando a entender de qué manera Pedro iba a morir y a glorificar con su muerte a Dios…” Juan 21:18-19. Pedro muere en Roma crucificado en una cruz invertida por orden del prefecto Agripa, funcionario del emperador Nerón.

Andrés el hermano de Pedro fue crucificado en una cruz en forma de X por orden del gobernador Aegeas en Patrae de Acaya, Grecia.

Mateo el evangelista murió martirizado al finalizar su sermón en la ciudad de Nadaver, Etiopía, por orden del rey Hitarco en el año 60.

Santiago el Menor, hijo de Alfeo, muere apedreado en Jerusalén después de haber sido arrojado al suelo desde el pináculo del templo por orden del sumo sacerdote Ananías miembro del sanedrín en el año 62.

Simón el Cananeo y Judas Tadeo, fueron martirizados en la ciudad de Suamir, Persia. Simón fue aserrado por la mitad y a Judas le aplastaron la cabeza con una maza.

Felipe fue crucificado en Escytia, Grecia.

Bartolomé fue martirizado en la ciudad de Albana en Armenia. Fue primero crucificado y antes de morir, lo descolgaron de la cruz, lo desollaron vivo y finalmente lo decapitaron.

Resulta extremadamente difícil creer que todos y cada uno de ellos hubieran dado sus vidas por defender una mentira, de no haber sido porque ellos vieron a su maestro resucitado.

 

 


[1] Esta tesis nació cuando Sara, la esposa de Abraham, le mintió al mismo Dios. Ver Génesis 18:15.

[2] Conocido como el Mayor, hermano del Apóstol Juan, hijos de Zebedeo. Algunas Biblias lo traducen como Jacobo.

 

misa

¿Por qué en otras iglesias católicas, la misa es diferente?

Les ha pasado a muchas personas, que al encontrarse un domingo en una ciudad diferente a la de su residencia, indagan por una iglesia católica para asistir a la misa. Cuando llegan, notan que todo es diferente a lo que están acostumbrados a ver en su parroquia local. Con mucha desconfianza entran pensando que se trata de una iglesia de otra religión. Sus sospechas parecen confirmarse cuando el sacerdote procede de una manera totalmente desconocida para ellos, y en especial, cuando no reconocen todas las cosas que dice el sacerdote ni la forma en que lo dice. Sin embargo, notan un altar, un cristo, un sagrario e inclusive una bandera del Vaticano dentro de la iglesia.

Esta es una Iglesia católica, apostólica, romana de un rito diferente al del rito romano ordinario, que es el más popular en occidente y al que muy seguramente es al que usted está acostumbrado.

Un Rito representa una tradición eclesiástica que indica cómo se deben celebrar los sacramentos[1]. Cada sacramento tiene una esencia única de origen divino que debe ser cumplida para que surta su propósito. Las Sagradas Escrituras y la Sagrada Tradición nos indican lo esencial de cada sacramento.

Cuando los apóstoles llevaron el Evangelio a las diferentes comunidades, los símbolos empleados en la ejecución de esos sacramentos, tuvieron una fuerte influencia cultural. Fue inevitable que las costumbres y tradiciones propias de cada región, no impregnaran las recién nacidas celebraciones sacramentales.

Así que el misterio sacramental que se celebra es uno solo, pero puede variar la forma en que se hace. “Por tanto, la celebración de la liturgia debe corresponder al genio y a la cultura de los diferentes pueblos[2].

La Iglesia católica tiene dos raíces: la occidental o romana, y la oriental. Dentro de esta segunda, cuatro han sido las sedes patriarcales que han marcado su historia: Jerusalén, Alejandría (Egipto), Antioquía de Siria y Constantinopla. De estas cinco regiones (cuatro orientales y una occidental) se derivan los más de 21 ritos litúrgicos presentes hoy en día en la Iglesia católica.

Cada Rito determina una gran cantidad de detalles, muchos de los cuales no nos resultan fácilmente perceptibles. Entre los muchos detalles que se pueden mencionar están: todas las normas que regulan la vida de sus consagrados, sus cuadros jerárquicos, su relación con el obispo de Roma, forma y lenguaje empleado en la celebración de los distintos sacramentos, la arquitectura y decoración de los templos, la música y los cantos que se emplean en las celebraciones de los distintos sacramentos, entre otros.

En cuanto a los templos, cada Rito define entre otras: la posición, forma y delimitación del presbiterio[3]; la ubicación del bautisterio, del coro y del ambón[4]; la ubicación, forma y material del altar[5]; ubicación de la sede[6] y la credenza[7]. Los colores, las imágenes y esculturas que adornan su interior y exterior.

También estos Ritos distinguen las vestimentas litúrgicas por sus colores, la secuencia con que se visten y las oraciones que se dicen por cada prenda que se colocan. La preparación del altar y las oraciones que se dicen durante el proceso. Los objetos que están en el altar. La posición del celebrante durante la celebración, sus movimientos, la colocación y posición de las manos y la altura en que las mantienen con respecto a su cuerpo. Hacia donde dirige la mirada. Los silencios. La forma en que manipula los objetos sobre el altar (antes y después de la consagración). Las inclinaciones y sus ángulos. El sentido en que se hacen los giros. La interacción con los demás ministros del altar y con la feligresía. Que cosas se besan del altar y la manera de hacerlo. La manipulación y orientación del misal. Que cosas toca y cómo las toca. Que oraciones se dicen, en que idioma se dicen y el orden en que se dicen. Todo ello tiene una razón de ser y posee un significado preciso.

Todos estos pequeños detalles son de suma importancia, como los resaltó el papa Pablo VI en una alocución realizada el 30 de mayo de 1967:

“Os podrá parecer quizá que la Liturgia está hecha de cosas pequeñas: actitud del cuerpo, genuflexiones, inclinaciones de cabeza, movimiento del incensario, del misal, de las vinajeras. Es entonces cuando hay que recordar las palabras de Cristo en el Evangelio: El que es fiel en lo poco, lo será en lo mucho (Lucas 16:16). Por otra parte, nada es pequeño en la Santa Liturgia, cuando se piensa en la grandeza de Aquel a quien se dirige”

Ritos latinos

Por ser sus fieles practicantes de mayoría occidental, algunas veces el conjunto de estos Ritos es llamado Iglesias Católicas Occidentales.

Cerca del 98% de los católicos del mundo entero pertenecen a estos Ritos. El más popular de ellos es el denominado romano ordinario (96% de esta porción), que fue el resultado de los cambios derivados por el Concilio Vaticano II. El rito romano extraordinario, que es la celebración de la misa tridentina[8], es la celebración de la liturgia como estaba antes de las reformas implantadas por este concilio y que todavía se celebra en muchos lugares del mundo.

Menos populares, pero que también pertenecen a este Rito se encuentran: el Rito Ambrosiano o milanés que presenta pequeñas diferencias con respecto al romano extraordinario, y que con el paso del tiempo se limitó a la ciudad de Milán, Italia y algunas zonas aledañas. El Rito Hispánico o Mozárabe cuya liturgia fue revisada después de los cambios introducidos por el Concilio Vaticano II, con bastantes similitudes a la del Rito romano ordinario, se celebra principalmente en la ciudad de Toledo, España y en otras provincias de la península ibérica.

En mayor extensión y variedad, se encuentran dentro de esta liturgia, las liturgias que las diversas órdenes religiosas desarrollaron y conservaron desde sus orígenes. Dentro de los más importantes cabe mencionar: El Bracarense —similar al romano extraordinario que se celebra principalmente en la ciudad portuguesa de Braga—, El Dominicano, El Carmelita y El Cartujo.

A manera de ejemplo de cómo cada uno de estos ritos tienen sus propias normativas, el Rito de los Cartujos no permite que sus monjes ejerzan su ministerio sacerdotal por fuera del monasterio donde viven, ya que ellos deben su vida entera a la contemplación.

Ritos orientales

Derivados de los cuatro grandes centros litúrgicos de la Iglesia primitiva (Jerusalén, Alejandría, Antioquía de Siria y Constantinopla), se les conocen como las Iglesias Católicas Orientales, sujetas todas ellas a la autoridad del Sumo Pontífice de Roma.

La división entre las Iglesias de oriente y occidente dio lugar a la existencia de comunidades de Ritos orientales que se mantuvieron o entraron en plena comunión con la Iglesia de Roma, conservando su liturgia, aunque en algunos casos se han latinizado en algún grado. Algunas nunca han estado en cisma[9] con la Iglesia de Roma y otras han surgido de divisiones de las Iglesias ortodoxas o de las antiguas Iglesias nacionales de oriente.

La rama de Constantinopla o Bizantina, es la que más fieles posee y la que más Ritos desarrolló: el Ucraniano, el Melquita, el Rumano, el Eslovaco, el Ruteno, el Húngaro, el Albanés, el Ítalo-Albanés, el Griego, el Krizevci, el Búlgaro y el Macedonio.

La sección Sirio-oriental desarrolló el Siro-malabar y el Caldeo.

La rama de Antioquía desarrolló el Siro-malankara —que entró en comunión con Roma en 1930—, el Maronita y el Sirio o Sirio-antioqueño. Las iglesias de esta rama ordenan como sacerdotes a hombres casados[10]. Sin embargo la posición de obispo está reservada exclusivamente a sacerdotes célibes.

La rama Alejandrina desarrolló el Copto y el Etíope.

Otra distinción importante de las Iglesias Orientales es que algunas de ellas pueden ser agrupadas en lo que se denomina Iglesias Sui Iuris, comúnmente escrito Sui Juris. Esta expresión latina significa “de Propio Derecho”, es decir que cuenta con la autonomía jurídica para manejar sus propios asuntos. Actualmente existen seis Iglesias (Ritos) que están dentro de este grupo: el Copto, el Sirio, el Melquita, el Maronita, el Caldeo y el Armenio.

Estas Iglesias Orientales católicas sui iuris, tienen un Patriarca que es elegido canónicamente por el Sínodo Patriarcal. El nuevo patriarca debe realizar una profesión de fe y una promesa de fidelidad y requerir la comunión eclesial del papa, sin la cual, ejerce válidamente su oficio pero no puede convocar al Sínodo ni ordenar obispos.

 

 


[1] Si desea conocer más profundamente la normatividad de la Iglesia alrededor del ejercicio de la Sagrada Liturgia, puede consultar la “Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia” del 4 de diciembre de 1963.

[2] Catecismo de la Iglesia Católica #1204.

[3] Parte elevada dentro del templo donde se desarrolla toda la liturgia y está reservado solo para el sacerdote y sus ministros. Generalmente esta elevado con tres gradas.

[4] Pódium desde donde se lee el evangelio.

[5] Generalmente de piedra y antiguamente tenía un pequeño cuadro llamado Ara que contenía la reliquia de algún santo, en recordación a los primeros cristianos que celebraban la eucaristía sobre los restos de algún mártir.

[6] Lugar donde se sienta el sacerdote durante la celebración de la liturgia.

[7] Lugar donde se colocan todas las cosas que requiere el sacerdote para la celebración de la liturgia.

[8] También se le conoce como misa en latín o misa de San Pio V o misa preconciliar.

[9] Palabra que significa división, discordia o desavenencia entre los individuos de una misma comunidad.

[10] En la exhortación apostólica postsinodal “Amoris Laetitia” del Papa Francisco promulgada el 19 de marzo del 2016, en su numeral 202, su santidad resalta la importancia de incorporar a la pastoral familiar las experiencias que estos sacerdotes casados pueden brindar, como luz para los actuales matrimonios y los por contraerse.

 

estatuas

¿Por qué hay estatuas dentro de nuestras iglesias?

Para ayudar a desarrollar este tema, es necesario tener claro el significado de cinco palabras: adoración, veneración, idolatría, imagen e ídolo.

Adoración es la acción exclusiva para Dios, por medio de la cual reconocemos su potestad única creadora y como el único digno del honor supremo. La adoración es un acto de la mente y la voluntad que se expresa en oraciones, posturas, actos de reverencia, sacrificios y con la entrega de la vida entera.

Veneración es la acción por la cual expresamos respeto en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o a algo por lo que representa o recuerda.

Idolatría es la adoración a otro dios que no sea Dios.

Imagen es cualquier tipo de figura o representación de alguien o algo.

Ídolo es un ser o una cosa considerada como dios, que se cree que tiene vida y poder (Isaías 44:9-10) y que se pone en el lugar de Dios. Puede estar representado en una imagen o no.

“Los ídolos de los paganos son oro y plata, objetos que el hombre fabrica con sus manos: tienen boca, pero no pueden hablar; tienen ojos, pero no pueden ver; tienen orejas, pero no pueden oír; tienen narices, pero no pueden oler; tienen manos, pero no pueden tocar; tienen pies, pero no pueden andar;¡ni un solo sonido sale de su garganta! Iguales a esos ídolos son quienes los fabrican y quienes en ellos creen.” Salmo 115:4-8

Para los protestantes, nosotros los católicos somos considerados idólatras por el hecho de tener dentro de nuestras iglesias estatuas de Cristo, de santos, de la Virgen María, o por los vitrales con imágenes de personajes bíblicos que adornan algunas de nuestras iglesias. Su principal argumento es que Dios las prohibió:

“No te hagas ningún ídolo ni figura de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en el mar debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni les rindas culto” Éxodo 20:4-5.

Igualmente, los protestantes rechazan el uso del crucifijo que muchos católicos acostumbran llevar colgados en el cuello, o las estampitas de la Virgen María o de los santos, que algunos cargan en sus billeteras junto a las fotos de sus seres queridos.

Lo que enseña el Magisterio de la Iglesia

En la tercera tentación de Jesús en el desierto, satanás le pide que lo adore a cambio de entregarle todos los países del mundo, Jesús cita Deuteronomio 6:13 “Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, sólo a él darás culto” (Mateo 4:8-10). Ésta ha sido la enseñanza de la Iglesia desde su origen.

El primer propósito del hombre ha de ser el de acoger a Dios con toda su voluntad y adorarlo. Es decir que la Iglesia nos enseña que solo a Dios debemos adorar. Con esta acción, reconocemos que Él es Dios, que Él es nuestro Creador y nuestro Salvador.

Muchos años antes de Jesús, en tiempo de Moisés, Dios comenzó a formar a su pueblo elegido: el pueblo de Israel. Era gente muy primitiva que Dios había sacado del politeísmo para llevarla al monoteísmo. Todos esos pueblos antiguos tenían infinidad de dioses que adoraban y representaban a través de imágenes. La gente de aquel tiempo pensaba que esas imágenes tenían un poder mágico o una fuerza milagrosa. Cuando Dios prohibió hacer imágenes de nada que este en el cielo ni en la tierra, hacía referencia a estas imágenes que ellos adoraban. Él hacía referencia, por ejemplo, a ese becerro de oro que hizo el pueblo de Israel mientras Moisés estaba en el monte Sinaí, al que proclamaron como dios y le construyeron un altar para ofrecerle holocaustos y sacrificios (Éxodo 32).

Dios no prohíbe el hacer imágenes, sino en querer hacer de esa imagen un dios. De hecho, Dios mismo ordenó que se bordaran ángeles en las cortinas de la tienda del encuentro (Éxodo 26:1) o que el arca de la alianza debiera llevar en la tapa la figura de dos ángeles con las alas extendidas (Éxodo 25:10-21), o le ordenó a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la colgara en el asta de una bandera (Números 21:8-9).

El templo de Jerusalén tenía en su interior esculturas y muchos adornos religiosos[1].

Así que cuando un protestante dice que nosotros adoramos a la Santísima Virgen o a los santos, está confundiendo el significado de las palabras veneración y adoración. Nosotros adoramos a Dios y veneramos a la Santísima Virgen o a los santos.

¿Es idolatría tener una foto de la novia, o de la mamá, o un cuadro pintado del bisabuelo? Es lo mismo que hacemos los católicos: las estatuas y las imágenes nos recuerdan a Jesucristo, a la Santísima Virgen María y a los santos.

Las imágenes las usamos como un recuerdo de aquéllos que no podemos ver. Y ese recuerdo puede alentarnos a orar, a entregarnos más y mejor a Dios.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice al respecto:

“El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento que proscribe los ídolos. En efecto, “el honor dado a una imagen se remonta al modelo original”[2], “el que venera una imagen, venera al que en ella está representado”[3]. El honor tributado a las imágenes sagradas es una “veneración respetuosa”, no una adoración, que sólo corresponde a Dios:

«El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella es imagen»[4]” Numeral 2132.

De las muchas reformas emanadas por el Concilio Vaticano II, estuvo el de la reforma a la sagrada liturgia, contenida en la “Constitución Sacrosanctum Concilium Sobre La Sagrada Liturgia”. En su séptimo capítulo titulado “El Arte y los Objetos Sagrados”, podemos leer:

“Manténgase firmemente la práctica de exponer imágenes sagradas a la veneración de los fieles; con todo, que sean pocas en número y guarden entre ellas el debido orden, a fin de que no causen extrañeza al pueblo cristiano ni favorezcan una devoción menos ortodoxa.” Numeral 125.

El evangelio de los pobres

Debido al alto nivel de analfabetismo que existió en la época medieval, el uso de los vitrales e imágenes de santos en las iglesias, ayudaban a que la gente recordara y mantuviera fresca en su memoria, los eventos más importantes narrados en las Escrituras. Los analfabetos podían mirar las escenas de los vitrales en las ventanas de las iglesias y comprendían la historia sagrada. De modo que las estatuas y las imágenes no solamente estaban ahí por belleza y reverencia sino también porque eran muy funcionales.

San Juan Damasceno[5], presbítero y doctor de la Iglesia, decía: “Lo que es un libro para los que saben leer, eso son las imágenes para los analfabetos. Lo que la palabra obra por el oído, lo obra la imagen por la vista. Las santas imágenes son un memorial de las obras divinas”.

Martín Lutero, el fundador del protestantismo y de las iglesias evangélicas nunca rechazó las imágenes, todo lo contrario, él dijo que las imágenes eran “el Evangelio de los pobres”.

En casi todas partes del mundo se construyeron iglesias que fueron bellamente adornadas con estatuas y vitrales. Ejemplo de ello es la hermosa capilla de Sainte Chapelle en pleno corazón de París que fue construida durante el reinado de san Luis IX de Francia en 1248. La característica más importante de esta capilla son sus 600 metros cuadrados de vitrales. Formando 16 secciones, cada una de ellas relata en pequeñas imágenes los libros del Génesis, Éxodo, Números, Josué, Jueces, Isaías, Daniel, Ezequiel, Jeremías y Tobías, Judit y Job, Ester, Reyes, la Pasión de Cristo, el Apocalipsis, la vida de Juan el Bautista y la historia de las reliquias de la pasión que alguna vez habitaron en esa capilla. Quien entrara a este lugar, solo le bastaba recorrer con su mirada sus bellos cristales, para darle un completo repaso de principio a fin, a lo que narran las Sagradas Escrituras.

Idolatría y superstición

Como ocurre en muchos campos de la vida del ser humano, no falta quien se exceda en la norma e incurra en actos que resultan inapropiados por ignorar los límites y resulte en un caso de idolatría.

Conozco personas que tratan las estatuas de los santos, de la Virgen María y los crucifijos con tal reverencia, que sobrepasando el debido respeto, demuestran una creencia mágica y poderosa sobre el objeto mismo.

He entrado a casas en la que se tiene la Biblia sobre un altar con velas y flores, a manera de “protección” de la casa. La Biblia no necesita de velas ni flores, sino de un corazón dispuesto a meditarla y a ponerla en práctica en su vida diaria.

Cuando mi sobrina hizo su primera comunión, le dimos de regalo un rosario muy lindo que había sido santificado por un sacerdote. Delante de varios invitados a la ceremonia, abrió el presente y lo exhibió muy emocionada. Unos le sugirieron que lo podía usar como collar, otros que lo envolviera en su muñeca, otros que lo colgara en su mesa de noche al lado de la cama. Yo le dije: “nada de eso, es para que lo reces”.

Muchas personas cuelgan un rosario en el espejo interior de sus vehículos a manera de amuleto para que los “proteja”. Hay personas que entran a una capilla y le rezan toda una novena a algún santo de su preferencia y no le rezan ni un Padre Nuestro al Santísimo que está expuesto. Los hay también que les cuelgan hierbas a las estatuas de los santos, o que les encienden velas de determinados colores, o que los ponen de cabeza a manera de “castigo” hasta que se les conceda el milagro por el que tanto piden[6]. Estos y otros ejemplos, son casos de idolatría y superstición.

La idolatría es un pecado grave, pues implica negar el carácter único de Dios, para atribuírselo a personas o cosas creadas por el hombre. Es comparar a la creatura con el Creador, comparación inaceptable bajo cualquier concepto.

La superstición también constituye un pecado grave, ya que desvía el verdadero sentimiento religioso de un determinado rito u oración, al atribuirle eficacia a la sola acción material y excluyendo la participación debida de un corazón abierto y orante. Quien porta un escapulario y piensa que por el solo hecho de llevarlo consigo será suficiente para su salvación, está actuando de manera supersticiosa.

Es muy común escuchar a personas decir que practican ciertos “rituales” para atraer la “buena suerte” o alejar la “mala suerte”. La suerte entendida como una energía o fuerza que puede ser atraída o alejada, constituye una superstición, ya que desconoce la Providencia Divina e ignora el precioso regalo del libre albedrío que siempre traerá consecuencias a nuestras vidas.

La astrología, el espiritismo o la adivinación son disciplinas supersticiosas que fueron expresamente prohibidos por Dios “No recurran a espíritus y adivinos. No se hagan impuros por consultarlos. Yo soy el Señor su Dios” Levítico 19:31, ya que desconocen a Dios como única fuente de vida y de conocimiento de nuestro futuro.

 

 


[1] Salmo 74:4-5, 1 Reyes 6:23-28

[2] San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto, 18, 45

[3] Concilio de Nicea II: DS 601; Concilio de Trento: DS 1821-1825; Concilio Vaticano II: “Constitución Sacrosanvtum 125”; “Constitución Lumen Gentium 67”.

[4] Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 81, a. 3, ad 3.

[5] Nació en Damasco, Siria en el 675 d.C. y falleció en Jerusalén en el 749 d.C.

[6] Un ejemplo de esta costumbre que se practica en algunos países es la de San Antonio, que es puesto de cabeza hasta que le consiga novio a una mujer.

 

Angeles

¿Quiénes son los ángeles y los santos para la Iglesia?

San Juan XXIII[1], el llamado “papa bueno”, comentó en cierta ocasión: “Siempre que tengo que afrontar una entrevista difícil, le digo a mi ángel de la guarda: Ve tú primero, ponte de acuerdo con el ángel de la guarda de mi interlocutor y prepara el terreno. Es un medio extraordinario, aún en aquellos encuentros más temidos o inciertos.”.

La palabra “ángel” se deriva de la palabra griega aggelos, la cual significa “mensajero”. La palabra correspondiente en hebreo ma’lak también tiene el mismo significado.

San Agustín dice respecto a ellos: “El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel”.

El credo niceno comienza diciendo: “Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.”.

A este mundo invisible pertenecen estos seres espirituales que han sido creados por Dios (Colosenses 1:16-17) —antes de la creación del hombre (Job 38:4-7) —, inmortales, dotados de inteligencia y de voluntad, en el que Cristo es el centro de su mundo.

Los ángeles, al igual que el hombre, no siempre han obedecido la voluntad de Dios: “Porque si Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al infierno y los entregó a fosos de tinieblas,…” 2 Pedro 2:4.

Santo Tomás de Aquino sostenía que era válido pensar que de la misma forma en que la creación visible de Dios había sido tan prolífica y variada, igual debería serlo para ese mundo invisible.

Porque todos los ángeles son espíritus al servicio de Dios, enviados en ayuda de quienes han de recibir en herencia la salvación” Hebreos 1:14. Es decir que los ángeles son espíritus ministradores que no tienen cuerpo. El Señor Jesús afirmó “… un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que tengo yo” (Lucas 24:39). Sin embargo, en ciertos casos los ángeles pueden adquirir forma humana[2] “No se olviden de ser amables con los que lleguen a su casa, pues de esa manera, sin saberlo, algunos hospedaron ángeles.” Hebreos 13:2.

A lo largo de todas las Escrituras, los ángeles han desempeñado diferentes roles, como por ejemplo: cierran el paraíso terrenal (Génesis 3:24), protegen a Lot (Génesis 19), salvan a Agar y a su hijo (Génesis 21:17), detienen la mano de Abraham (Génesis 11), la ley es comunicada por su ministerio (Hechos 7:53), conducen el pueblo de Dios (Éxodo 23:20-23), anuncian nacimientos (Jueces 13; Lucas1:5-26) y vocaciones (Jueces 6:11-24; Isaías 6:6), asisten a los profetas (1 Romanos 19:5), protegen al niño Jesús de las manos de Herodes que lo quiere matar al advertirle a José en sueños que debe huir a Egipto (Mateo 2:13-14), etc.

La inmensa mayoría de los pasajes bíblicos que nos hablan de los ángeles no se les menciona con alas, sin embargo en los pocos pasajes que se hablan de seres especiales, que bien podrían asimilarse a los ángeles, sí se les menciona con alas[3], tal es el caso de Isaías 6:2 “Unos seres como de fuego estaban por encima de él. Cada uno tenía seis alas. Con dos alas se cubrían la cara, con otras dos se cubrían la parte inferior del cuerpo y con las otras dos volaban.”.

Aunque Hollywood ha hecho un gran daño personificando siempre los ángeles como seres de blancos ropajes y esplendorosas alas, lo cierto es que nunca la Biblia nos muestra a estos seres espirituales como esos niños regordetes con alitas y apenas una corta tela que cubre sus partes íntimas, que aparecen en innumerables iconografías, libros y esculturas.

Tampoco ocurre lo que muchas personas piensan, que al morir –en especial si es un niño– se convierte en un ángel en el cielo. Ciertamente esta figura nos sirve para dar consuelo a los que le sobreviven al difunto, pero Mateo 22:30 nos explica que los ángeles son diferentes a los humanos, y Hebreos 12:22-23 nos avanza que seremos recibidos en el Cielo por “muchos miles de ángeles”. Dos grupos de criaturas de Dios pero de diferente naturaleza.

La Biblia habla con nombre propio de tres ángeles, por lo que al tener nombre propio se les considera de mayor jerarquía, dándoles el título de arcángeles:

Arcángel Gabriel cuyo nombre significa “Fortaleza de Dios”, “Poder de Dios” o “Fuerza de Dios”, aparece por primera vez en el Libro de Daniel en los capítulos 8 y 9. Es Gabriel quien le anuncia a Zacarías que será el padre del Precursor (Lucas 1:5-20) y a María que será la madre del Salvador (Lucas 1:26-38).

Arcángel Miguel que significa “Quien como Dios” y es mencionado en los Libros de Josué y Daniel. Fue el protector del pueblo de Israel durante su marcha por el desierto.

Arcángel Rafael que significa “Dios sana”, “Dios ha sanado” o “medicina de Dios” y es el inseparable compañero de Tobías, hijo de Tobit, en su largo y peligroso viaje para conseguir a su piadosa esposa. Solo aparece en este Libro de Tobías.

El Ángel de la guarda

Dios ama infinitamente a cada uno de los hombres. Tanto nos ama que ha dispuesto un ángel especialmente para cada uno, independiente de su creencia o religión. Este ángel se llama el Ángel Custodio o el Ángel de la Guarda.

Así como un padre siempre quiere que sus hijos pequeños vayan acompañados por un adulto cuando van a ir a un lugar que les puede ofrecer algún tipo de peligro, de igual manera nuestro Padre Celestial nos da este ángel para que nos acompañe en este peregrinar por la tierra que ofrece muchos peligros a nuestra alma.

Los ángeles de la guarda están constantemente a nuestro lado, no se separan de nosotros ni un momento, aun cuando estamos durmiendo; y no nos ayudan solo cuando los necesitamos sino que siempre están para protegernos.

Santo Tomás de Aquino expone, que incluso el alma que ha de pasar por el Purgatorio antes de llegar al Cielo, sigue asistida por su ángel custodio para consolarla y animarla hasta su destino final.

Dice el Catecismo Romano en su Cuarta Parte, capítulo VII en el Preámbulo de la Oración Dominical, numeral 4-6:

“… que la Providencia divina ha designado a cada hombre, desde su nacimiento, un ángel custodio (Génesis 48:16; Tobías 5:21; Salmo 90:11) para que lo cuide, lo socorra y proteja de todo peligro grave (Mateo 18:10; Hechos 12:15; Hebreos 1:14.), y sea nuestro compañero de viaje. Cuán grande sea la utilidad que resulta a los hombres de la guarda de los ángeles, se desprende fácilmente de las Sagradas Escrituras, especialmente de la historia de Tobías, donde se nos cuentan los muchos bienes que concedió a Tobías el ángel San Rafael, y de la liberación de San Pedro de la prisión en que estaba (Hechos 5:22-24).”

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 352 y 336 respectivamente:

“La Iglesia venera a los ángeles que la ayudan en su peregrinar terrestre y protegen a todo ser humano”

“Desde su comienzo (Mateo 18, 10) hasta la muerte (Lucas 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (Salmos 34:8; 91:10-13) y de su intercesión (Job 33:23-24; Zacarías 1:12; Tobit 12:12). “Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida” (San Basilio Magno, Adversus Eunomium, 3, 1: PG 29, 656B). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.”

Los ángeles y la Nueva Era

El movimiento de la Nueva Era[4] mezcla en todo su conjunto de creencias a los ángeles, introduciendo una serie de ideas erróneas contrarias a la doctrina que nos enseña la Iglesia.

La gran proliferación de las diversas corrientes de la Nueva Era, tales como la cábala, el reiki, el tantra, etc., han popularizado palabras muy comunes en el cristianismo —con el propósito de “venderse” inofensivas entre los cristianos— tales como dios, espíritu, luz, milagros y ángeles, por mencionar algunas, pero con significados e ideas distantes a las que nos revelan las Sagradas Escrituras. El dios de ellos no es el Dios de Abraham, Isaac e Israel, el espíritu de ellos no es el que descendió sobre los apóstoles en Pentecostés (Hechos 2:3-4), la luz de ellos no es la luz a la que se refiere Jesús cuando dice “Yo soy la luz” (Juan 8:12), los milagros de ellos no son los milagros que Jesús operó en la tierra, y los ángeles de ellos no son los ángeles que le cantan sin cesar al Rey de reyes en su trono celestial (Apocalipsis 4:1-11).

Los seguidores de los movimientos de Nueva Era se han encargado de hacer una explosión publicitaria de los ángeles y de su supuesto poder para ayudarnos en el amor, en los negocios, en la salud, en mejorar los malos hábitos y hasta en el juego. Han llegado a ponerles colores a los ángeles según su especialidad. Las Sagradas Escrituras para nada nos revelan que los ángeles se especialicen en una determinada área de las actividades de los hombres, ni mucho menos que tengan asociados algún color particular, excepto el blanco “como la nieve” (Mateo 28:3).

Como se ha expuesto, las Sagradas Escrituras nos revelan que existen los ángeles y que cada uno de nosotros tiene un solo custodio que nos protege siempre. La Nueva Era proclama que estamos rodeados de muchos ángeles a nuestro servicio, lo cual riñe con la enseñanza de la Iglesia con respecto al Ángel de la Guarda.

 Nos comunicamos con ellos a través de la oración y no a través de cristales o de velas como usa la Nueva Era.

Los ángeles son parte importante de la Iglesia, y deben serlo también para nosotros, pero no los podemos igualar a Dios o la Santísima Virgen o a los santos. Están para ayudarnos, pero no es la única ayuda disponible. No son seres de “energía” ni de “luz”, ellos son criaturas de Dios, por lo que no los podemos adorar como si fueran dioses, ni poseen la capacidad de efectuar milagros, ya que eso solo lo puede hacer Dios, aunque si poseen la capacidad de interceder por nosotros.

Los santos

Una técnica muy usada por los entrenadores deportivos, es que sus estudiantes vean videos de aquellos astros que sobresalieron en sus respectivas disciplinas, para que intenten imitar sus movimientos, posturas, actuaciones, etc. “Ese es el modelo a seguir”. Tal vez los estudiantes nunca logren llegar al nivel de aquellos astros deportivos, como su entrenador pretende, pero ahí está el modelo a seguir.

La Iglesia nos pone a todos los santos, como modelos para ser imitados.

En la historia de la Iglesia, ha habido toda clase de modelos de santidad. Jóvenes como Santo Domingo Savio (1842-1857) que murió tres semanas antes de cumplir los 15 años de edad o José Luis Sánchez del Río (1913-1928) mártir a los 14 años de edad. Poseedores de inmensas fortunas que destinaron a los más necesitados como San Nicolás de Mira (270-343) o Santa Catalina María Drexel (1858-1955). Pobres como San Francisco de Asís (1181-1226). Casadas y con hijos como Santa Mónica (331-387) o Santa Rita de Casia (1381-1457). Reinas como Santa Isabel de Portugal (1271-1336) o reyes como San Esteban I de Hungría (975-1038). Esclavas como Santa Josefina Bakhita (1869-1947).

Algunas iglesias protestantes dicen que no se necesita otro modelo de santidad diferente al de Jesús, sin embargo el mismo san Pablo nos dice: “Así yo vine a ser ejemplo de los que habían de creer en él para obtener la vida eterna” (1 Timoteo 1:16) o, “Hermanos, sigan mi ejemplo y fíjense también en los que viven según el ejemplo que nosotros les hemos dado a ustedes.”(Filipenses 3:17). Así que cada santo logró desarrollar una o más virtudes en medio de sus propias circunstancias debido al lugar donde nació, a la época en que vivió y al entorno en que creció. De esta forma podemos buscar identificarnos con fragmentos de sus vidas, sirviéndonos de inspiración para imitarlos.

Todos estamos llamados a la santidad. No solo algunos. ¡Todos!. Tanto el Antiguo Testamento — “Sean ustedes santos, pues yo, el Señor su Dios, soy santo.” (Levítico 19:2) —, como el Nuevo Testamento — “Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto” (Mateo 5:48) — nos hacen un llamado a la santidad.

No nos debería dar pena expresar que queremos ser santos, ya que todos queremos estar en el cielo cuando dejemos la tierra, y tan pronto entremos en el cielo, lo haremos con el título de San Fulano de Tal, ya que todos los que están en el cielo son santos, incluyendo al “buen ladrón”[5] (Dimas) que murió junto a Jesús “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).

La santidad es obra del Espíritu Santo. Pero Él no se impone ante el hombre. Es necesaria la respuesta libre de nosotros. Quien ama a Dios desea corresponderle con todo el corazón y se esfuerza y persevera en hacer su voluntad.

Antes que el cardenal Joseph Ratzinger fuera nombrado papa el 19 de abril del 2005, siendo en ese entonces el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, escribió un artículo en L’Osservatore Romano el 6 de octubre del 2002 en referencia a la canonización de san Josemaría Escrivá de Balaguer fundador del Opus Dei, en el que se puede leer:

“…En esta perspectiva se comprende mejor qué significa santidad y vocación universal a la santidad. Conociendo un poco la historia de los santos, sabiendo que en los procesos de canonización se busca la virtud “heroica” podemos tener, casi inevitablemente, un concepto equivocado de la santidad porque tendemos a pensar: “esto no es para mí”; “yo no me siento capaz de practicar virtudes heroicas”; “es un ideal demasiado alto para mí”. En ese caso la santidad estaría reservada para algunos “grandes” de quienes vemos sus imágenes en los altares y que son muy diferentes a nosotros, normales pecadores. Esa sería una idea totalmente equivocada de la santidad, una concepción errónea que ha sido corregida — y esto me parece un punto central— precisamente por Josemaría Escrivá.

Virtud heroica no quiere decir que el santo sea una especie de “gimnasta” de la santidad, que realiza unos ejercicios inasequibles para las personas normales. Quiere decir, por el contrario, que en la vida de un hombre se revela la presencia de Dios, y queda más patente todo lo que el hombre no es capaz de hacer por sí mismo. Quizá, en el fondo, se trate de una cuestión terminológica, porque el adjetivo “heroico” ha sido con frecuencia mal interpretado. Virtud heroica no significa exactamente que uno hace cosas grandes por sí mismo, sino que en su vida aparecen realidades que no ha hecho él, porque él sólo ha estado disponible para dejar que Dios actuara. Con otras palabras, ser santo no es otra cosa que hablar con Dios como un amigo habla con el amigo. Esto es la santidad.

Ser santo no comporta ser superior a los demás; por el contrario, el santo puede ser muy débil, y contar con numerosos errores en su vida. La santidad es el contacto profundo con Dios: es hacerse amigo de Dios, dejar obrar al Otro, el Único que puede hacer realmente que este mundo sea bueno y feliz. Cuando Josemaría Escrivá habla de que todos los hombres estamos llamados a ser santos, me parece que en el fondo está refiriéndose a su personal experiencia, porque nunca hizo por sí mismo cosas increíbles, sino que se limitó a dejar obrar a Dios. Y por eso ha nacido una gran renovación, una fuerza de bien en el mundo, aunque permanezcan presentes todas las debilidades humanas.

Verdaderamente todos somos capaces, todos estamos llamados a abrirnos a esa amistad con Dios, a no soltarnos de sus manos, a no cansarnos de volver y retornar al Señor hablando con Él como se habla con un amigo sabiendo, con certeza, que el Señor es el verdadero amigo de todos, también de todos los que no son capaces de hacer por sí mismos cosas grandes.”

Proceso de beatificación y canonización

El proceso formal de canonización tuvo una larga etapa de formación que comenzó en 993 y termino en 1588 con la creación de la Congregación de Ritos, que es la antecesora de la actual Congregación para las Causas de los Santos, creada por el papa Pablo VI en 1969.

La beatificación es el primer paso para la canonización. Es declarada por la Congregación para las Causas de los Santos y certifica que la persona vivió ejerciendo en grado heroico las virtudes cristianas y/o tuvo muerte de mártir y está ahora en el cielo.

El proceso de beatificación por un difunto comienza cuando la feligresía le dice al obispo que esa persona “fue un(a) verdadero santo(a)”. Sí el obispo encuentra fundada la petición, nombra una comisión que por largo tiempo investiga a fondo la vida de la persona, para verificar su fama de santidad. La información recaudada es enviada al Vaticano, específicamente a la Congregación para las Causas de los Santos.

Cuando la Congregación recibe toda la documentación, historiadores y teólogos continúan documentando la vida de la persona poniendo especial interés en la parte espiritual, obediencia a las enseñanzas de la Iglesia y signos de heroísmo.

Al encontrarse en la persona estas “virtudes heroicas” se declara a la persona como “Venerable siervo de Dios”, certificándose de esta manera que la persona entra oficialmente en el proceso de una eventual beatificación.

Durante este trabajo o después de haberlo concluido, se espera por la ocurrencia de un milagro atribuible a la intercesión de la persona en cuestión —si se trata de un mártir, no es necesaria la prueba del milagro[6]. Cuando la feligresía que inició el proceso reporta el milagro, se convoca un comité médico formado por más de 60 expertos especialistas en diversos campos de la medicina. Ellos harán todo lo posible por explicar científicamente el supuesto milagro.

Cuando el comité médico no encuentra explicación científica, la Congregación para las Causas de los Santos emitirá el veredicto de milagro si la curación fue inmediata, completa y duradera. El milagro ocurrido por la intercesión de la persona, constituye una prueba que confirma que esa persona está en el cielo en comunión con Dios, permitiendo a la Congregación declarar a la persona Beato. Como tal, la persona puede ser venerada en su diócesis y se queda a la espera de un segundo milagro para su canonización.

Una vez canonizada la persona por su santidad el papa, se le cambia el nombre de Beato por el de Santo y puede ser venerado en todo el mundo.

La comunión de los santos

Cuando rezamos el credo de los apóstoles, en su último párrafo decimos “Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna”. San Nicetas de Remesiana[7] decía: “¿Qué es la Iglesia, sino la asamblea de todos los santos?”.

Entre los muchos documentos emanados por el Concilio Vaticano II, está la “Constitución Dogmática Sobre La Iglesia Lumen Gentium” del 21 de noviembre de 1964, en el que se puede leer:

“Así, pues, hasta que el Señor venga revestido de majestad y acompañado de sus ángeles (cf. Mt 25, 31) y, destruida la muerte, le sean sometidas todas las cosas (cf. 1 Co 15, 26-27), de sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; otros, finalmente, gozan de la gloria, contemplando «claramente a Dios mismo, Uno y Trino, tal como es»[8] Articulo 49.

Entonces podemos decir que la “comunión de los santos” es la unión común que tenemos con Jesucristo –cabeza de la Iglesia– los que estamos vivos en la tierra, con todos los santos en el cielo y con todas las almas del purgatorio, formando un solo cuerpo.

“Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los miembros sirven para lo mismo, así también nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo y estamos unidos unos a otros como miembros de un mismo cuerpo.” Romanos 12:4-5

La intercesión de los santos

Desde tiempos muy remotos, más allá del siglo II, ha existido la tradición de hacer nueve días de oración por un difunto. Este es un ejemplo de intercesión. Desde la tierra le pedimos a Dios que tenga misericordia del alma del difunto, que perdone sus pecados y que le permita gozar eternamente de su presencia en el cielo lo antes posible.

Cuando le pedimos a otra persona que por favor ore por la pronta recuperación de un ser querido que se encuentra enfermo, o por una necesidad específica, esa persona está mediando o intercediendo por nosotros ante Dios.

El ejemplo más antiguo de intercesión que tenemos en las Sagradas Escrituras se remonta a los tiempos de Abraham, cuando intercede por el pueblo de Sodoma y Gomorra.

“Dos de los visitantes se fueron de allí a Sodoma, pero Abraham se quedó todavía ante el Señor. Se acercó un poco más a él, y le preguntó:

— ¿Vas a destruir a los inocentes junto con los culpables? Tal vez haya cincuenta personas inocentes en la ciudad. A pesar de eso, ¿destruirás la ciudad y no la perdonarás por esos cincuenta? ¡No es posible que hagas eso de matar al inocente junto con el culpable, como si los dos hubieran cometido los mismos pecados! ¡No hagas eso! Tú, que eres el Juez supremo de todo el mundo, ¿no harás justicia?” Génesis 18:22-25

Esta famosa “negociación” entre Dios y Abraham, es la misma que podría hacer por nosotros algún santo que ya se encuentra en el cielo, al cual le pedimos que medie por nosotros ante nuestro Señor para que nos conceda alguna gracia en particular.

Los santos no pueden hacer milagros ni conceder estas gracias, ya que eso es solo potestad de nuestro Padre celestial, pero pueden ayudarnos a que se hagan realidad.

El problema de los protestantes con la Santa Virgen María, nuestra mediadora por excelencia, surge de su papel de intercesora con Dios por nosotros. En las bodas de Caná de Galilea (Juan 2:1-11), María intercede para que Jesús realice algo que aparentemente no quería hacer. La intervención de la Virgen María en el primer milagro de su Hijo no es accidental. El pasaje de las bodas de Caná pone de relieve el papel cooperador de María en la misión de Jesús.

La segunda parte del Ave María[9] (Santa María, madre de Dios ruega por nosotros…), fue adicionada en el siglo XV por san Pio V en 1568 y rechazada por los reformistas protestantes de la época, por su negación a la doctrina de la intercesión de los santos.

 

 


[1] Su pontificado empezó el 4 de noviembre de 1958 y terminó con su muerte el 3 de junio de 1963. Convocó el XXI Concilio Ecuménico, posteriormente llamado Concilio Vaticano II.

[2] En Génesis 18 y 19 vemos dos ángeles que adquieren forma de simples viajeros.

[3] En todo el capítulo 10 del profeta Ezequiel, se hace referencia repetidas veces a unos seres alados, que seguramente se refieren a ángeles.

[4] Para un mayor discernimiento sobre la pedagogía de la Iglesia con respecto a este movimiento, se puede leer el documento titulado JESUCRISTO PORTADOR DEL AGUA DE LA VIDA, Una reflexión cristiana sobre la “Nueva Era” en http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/interelg/documents/rc_pc_interelg_doc_20030203_new-age_sp.html

[5] La fiesta de San Dimas se celebra el 25 de marzo.

[6] Es prerrogativa del Sumo Pontífice, omitir este requisito, como ocurrió con la canonización del Beato Juan XXIII por parte del papa Francisco el 5 de julio del 2013, o como hiciere el su momento el papa Juan XXIII con la canonización de San Gregorio Barbarigo (cardenal italiano del siglo XV).

[7] Obispo de Remesiana (actual Serbia) que nació en Grecia en el 335 y falleció en el 414 d.C.

[8] Concilio Florentino, Decretum pro Graecis: Denz. 693 (1305).

[9] La segunda parte de la oración ya era empleada en la Letanía de los Santos. En documentos del siglo XIII, pertenecientes a las Siervas de María del Convento de la Beata María Virgen Saludada por el Ángel, en Florencia, se lee esta oración: “Ave dulcísima e inmaculada Virgen María, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, madre de la gracia y de la misericordia, ruega por nosotros ahora y en la hora de la muerte. Amén”.

 

Aborto

¿El aborto es aceptable en caso de una violación?

En agosto del 2008, la encuestadora CONICET[1] y cuatro universidades más, realizaron una gran encuesta a nivel nacional en Argentina sobre los aspectos religiosos de sus habitantes. El 68.6% se declararon católicos. El 43.8%[2] de los católicos consultados considera que el aborto “debe estar permitido solo en algunas circunstancias”. Aunque no lo dice, se infiere que entre esas circunstancias debe contarse por ejemplo, cuando el embarazo es producto de una violación. La aceptación sube en la capital federal y los grandes centros urbanos.

Este es otro de esos grandes temas en donde se demuestra esa incoherencia entre nuestra vida como católicos y el aceptar prácticas que le son contrarias a ella.

La Congregación para la Doctrina de la Fe, en su “Declaración Sobre el Aborto” del 18 de noviembre de 1974, dice en su capítulo III, numeral 12 y 13:

“[…] Desde el momento de la fecundación del óvulo, queda inaugurada una vida que no es ni la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. No llegará a ser nunca humano si no lo es ya entonces.

A esta evidencia de siempre, la ciencia genética moderna aporta preciosas confirmaciones. Ella ha demostrado que desde el primer instante queda fijado el programa de lo que será este ser viviente: un hombre, individual, con sus notas características ya bien determinadas. Con la fecundación ha comenzado la aventura de una vida humana, cada una de cuyas grandes capacidades exige tiempo, un largo tiempo, para ponerse a punto y estar en condiciones de actuar.”

Este pensamiento de la Iglesia ha estado presente desde el siglo I, afirmando que todo aborto provocado es contrario al quinto mandamiento de la Ley de Dios: “No mataras” (Éxodo 20:13). En el segundo capítulo de la Didajé[3] se lee: “No matarás el embrión mediante el aborto, no darás muerte al recién nacido”.

Medicamente se sabe que en el mismo instante que se une el esperma del hombre con el ovulo de la mujer, toda la información genética necesaria para desarrollar un ser humano está completa y que ese nuevo ser es totalmente independiente del de la madre.

El cuerpo de una mujer nunca va a rechazar a su nariz y expulsarla, ni a su oreja, ni a una pierna, porque esos miembros son parte de su cuerpo. Pero sí se dan casos en que el cuerpo de una mujer rechace al bebé que está gestando y se produzca un aborto natural o espontáneo. El cuerpo de la madre reconoce que ese bebé es otro ser y no siempre se aceptan mutuamente.

Falsas creencias

Según estadísticas de la Oficina de Drogas y Crímenes de las Naciones Unidas (UNODC por sus siglas en ingles), anualmente se reportan[4] unos 250.000 casos de asalto sexual a mujeres en los Estados Unidos, de los cuales terminan en embarazo entre el 7 y el 10%.

Se asume comúnmente que las víctimas de estas agresiones sexuales que han quedado en estado de embarazo, querrían naturalmente efectuarse un aborto. Pero en un estudio realizado por la Dra. Sandra Kathleen Mahkorn y el Dr. William V. Dolan mostró que más del 70% de estas mujeres, optó por dar a luz a sus bebés[5].

De las que abortaron, muchas lo hicieron por presiones familiares o por recomendación de los trabajadores de la salud que las atendieron después del incidente.

Muchas personas que aprueban el aborto en estas circunstancias, consideran que el procedimiento al menos le ayudará a la víctima a dejar atrás la agresión y continuar con su vida en forma normal. El estudio mostró evidencia que el aborto en estas mujeres, no actuó como una “mágica” cirugía que devolvía el tiempo y las retornaba a su estado anterior de no embarazadas.

No más violencia

En agosto del 2004 el Dr. David Reardon, Ph.D en ética biomédica, presentó a la comunidad médica un estudio titulado “Violación, incesto y aborto: Buscando más allá de los mitos”. Dicho estudio encontró varias razones por las cuales las mujeres embarazadas producto de un abuso sexual, se habían negado a realizar un aborto.

Muchas de ellas reportaron que un aborto solo les agregaría más recuerdos traumáticos a una experiencia de por si altamente traumática y dolorosa.

Mujeres que se han practicado un aborto, lo han llegado a llamar una “violación médica” por sus similitudes con la violación. El aborto generalmente es realizado con aparatos que son introducidos en la mujer por vía vaginal por un médico que tiene la cara cubierta. Una vez la paciente está en la mesa de operaciones, pierde control sobre su cuerpo y concentra su atención en sentir cómo le es violentamente extraído su hijo del vientre. Al igual que ellas fueron violentadas en estado de total indefensión, su hijo se encuentra en el mismo estado de indefensión cuando es brutalmente asesinado. De victimas pasarían a ser victimarias. Al igual que nadie la ayudó a ella a escapar de la agresión, ella tampoco está ayudando a su hijo a escapar de su trágico destino. En la violación le roban su pureza, en el aborto le roban su maternidad.

Es duro ser madre “a la fuerza”. Pero es más duro ser criminal por propia voluntad. La mujer que aborta al propio hijo, aunque haya sido concebido en un acto abusivo por parte de un hombre sin escrúpulos, entra a formar parte del mundo despiadado del individuo que la violentó. Entra en la lógica de la injusticia que quiere eliminar. En palabras del filósofo Sócrates[6]: “Es mejor sufrir la injusticia que cometerla”.

Mujeres que se han practicado un aborto y otras que han sido víctima de una agresión sexual, comparten muchos de los sentimientos post traumáticos. Ambas han reportado sentirse vacías, culpables, depresivas, se sienten “sucias”, bajas de autoestima y guardan resentimientos contra los hombres.

Varias mujeres que abortaron a sus bebés fruto de una agresión, han reportado que el recuerdo del aborto las ha perseguido toda la vida, mientras que el de la agresión lo logran superar con el tiempo.

En el estudio del Dr. Reardon se determinaron otras razones que llevaron a las madres a continuar con los embarazos.

  • Consideran el aborto una afrenta contra sus principios morales y religiosos.
  • Sus hijos pueden tener un significado intrínseco o un propósito que ellas en ese momento no entienden, pero que Dios o el destino puede “usar” a ese niño para un propósito más grande. Es una elección que saca algo bueno de lo que es malo.
  • Muchas de las mujeres que fueron agredidas, aumentaron el sentido del valor de la vida y el respeto por el prójimo. Al ellas haber sido victimizadas no toleran la idea de ellas volverse el verdugo de su propio hijo.
  • De forma inconsciente, ellas piensan que si superan el embarazo, ellas habrán conquistado la violación. Al dar a luz reclamarán algo de la autoestima perdida. Dar a luz, especialmente cuando la concepción no fue deseada, es un acto totalmente desinteresado y generoso, un despliegue de coraje, fuerza y honor. Es la prueba de que la abusada es mejor que el violador. Mientras él fue egoísta, ella puede ser generosa. Mientras él destruyó, ella puede dar cuidados.

Accidente

Entre los varios significados de la palabra “accidente”, el diccionario de la Real Academia Española tiene: “Suceso eventual que altera el orden regular de las cosas”.

Sin lugar a dudas, podemos decir que una violación es un accidente. Si produce un embarazo, es un efecto colateral de este accidente.

Imaginemos por un momento que una madre acompañada por su pequeño hijo de cuatro años va al banco a realizar una transacción. Estando dentro del banco, unos asaltantes entran a robar el banco. Inmediatamente se desarrolla una balacera entre los ladrones y el vigilante. Desafortunadamente el pequeño niño recibe una bala que le destroza una parte de la columna vertebral. El pequeño sobrevive, pero ha quedado cuadripléjico por el resto de su vida.

Tanto lo que le pasó a la madre del niño, como lo que le pasa a la mujer asaltada sexualmente constituyen un accidente. Un terrible accidente.

La mujer no quiere un hijo producto de una violación. La madre no quiere un hijo cuadripléjico. La mujer quiere retomar su vida tal y como estaba antes del ataque. La madre quiere volver a ser la madre de un hijo que se mueve por sí mismo. De la misma forma en que es impensable que la madre mate a su hijo porque ella no lo desea cuadripléjico, debería ser impensable que la mujer mate a su hijo por ser fruto de una relación que ella no deseaba.

Un testimonio

La señora Kay Zibolsky además de ser la fundadora de la liga “Life After Assault League” (Vida Después de un Asalto), es la autora de varios libros, entre ellos “Sanando Heridas Ocultas” donde narra la historia de su vida. Durante una conferencia televisada narró apartes de este libro:

“Fui violada a punta de cuchillo a menos de una cuadra de casa, cuando tenía solo 16 años.

Mi asaltante desconocido se perdió en la noche, dejándome herida después de haberme amenazado para que no lo dijera a nadie.

Por 27 años no lo conté nunca, excepto a mi esposo muchos años después.

Concebí y di a luz una niña después de la violación, ella era preciosa, y es lo único bueno que resultó de ésta experiencia.

Cuando Robín tenía 18 meses la di en adopción, pero Dios tenía un plan especial.

Después de mi propio proceso de sanación, me había preparado y nos conocimos cuando ella tenía 27 años.

Sus primeras palabras para mí fueron: «Caramba, me alegro muchísimo de que no te hayas hecho el aborto».

Robín resultó ser una parte importante del proceso de sanación y le doy gracias a Dios hoy en día, porque no hice nada en mi juventud por lo cual hubiera tenido que sufrir el resto de mi vida, ya que no le hubiera dado la oportunidad a mi niña de decirme aquellas conmovedoras palabras.

El mal llamado aborto «legal y seguro» la hubiera silenciado para siempre.

Hoy en día Robín tiene 33 años y está muy contenta de estar viva.

Ahora yo estoy trabajando para ayudar a otras víctimas, llevándoles la verdad y el poder de sanación que sólo Jesús da. Dios conoció a Robín cuando era formada en mi vientre y conoce a todos los demás que han sido concebidos a través de la violencia, de la violación y el incesto.

Aún en estas circunstancias son todos preciosos para Él y tienen un destino tan importante como el tuyo y el mío, si sólo les das la oportunidad de probarlo.

También tengo una hija concebida de mi matrimonio y nadie que no lo sepa, puede decirme cuál de mis hijas fue concebida en el acto de la violación.

El aborto es la segunda violación, pero más traumática aún porque es un pecado y la violación no lo es (para la víctima) y más tarde o más temprano tenemos que dar cuenta de nuestros pecados”

 

 


[1] Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. El CONICET es el principal organismo del gobierno dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología en Argentina.

[2] Aunque esta estadística es de un solo país latinoamericano, coincide con estadísticas similares de otros países dentro del mismo continente y de Europa, no incluidas en esta obra por no haber podido corroborarse las fuentes.

[3] Obra de la literatura cristiana primitiva que lleva como título Enseñanza de los doce apóstoles escrita antes de destrucción del Templo de Jerusalén en el 70 d.C. Encontrada en 1873 y publicada en 1883.

[4] El asalto sexual es uno de los delitos que mayormente no se reportan a las autoridades, estimándose entre el 70 y 80% de los casos que no se reportan.

[5] Sandra Mahkorn, “Pregnancy and Sexual Assault,” The Psychological Aspects of Abortion, eds. Mall & Watts, (Washington, D.C., University Publications of America, 1979) 55-69.

[6] Filósofo griego del siglo V a.C.

 

virgen María

¿Son reales todas las apariciones de la Virgen?

El 17 de noviembre del 2004, BBC News reportó que un sándwich de queso derretido y mordido en una punta, preparado hacía más de diez años, había sido subastado y adquirido por la empresa GoldenPalace.com por la suma de US$28,000.oo. ¿Qué tenía de especial este sándwich para haberse pagado tan alto precio?

Según la vendedora, la señora Diane Duyser del estado de la Florida, USA, la imagen de la Santísima Virgen María estaba imprenta en él y desde entonces había sentido su santa presencia.

El 28 de enero de 1977, la Santísima Virgen se apareció en Little Rock, Arkansas, USA, al Padre Thomas Mac Smith. Durante 30 días consecutivos la Virgen María le habló acerca de una misión en Luisiana, USA, conectada con el páramo Los Torres, en Venezuela. Ella se apareció bajo la advocación de Nuestra Señora de la Preciosísima Sangre.

A partir del 30 de abril de 1985, comenzaron las manifestaciones extraordinarias de la Virgen María a Julia Kim en Naju, Corea del Sur, las cuales se han mantenido hasta el presente.

El 21 de enero de 1988, la señora Christina Gallagher de la isla de Achill, Irlanda, experimentó la aparición de Nuestra Señora y pocas semanas después principió a recibir mensajes de la “Hermosa Señora”, quien se identificó como la Virgen María, Reina de la Paz. Christina fundó las casas de oración de Nuestra Señora de la Paz, que se encuentran en Achill, Irlanda, y en Texas, Kansas, Minnesota y Florida, USA.

Cientos y cientos de videntes y apariciones abundan diariamente a nuestro alrededor. Algunas de estas apariciones alcanzan los titulares de los diarios y otros medios, pero la gran mayoría quedan a nivel de grupos de oración y círculo de amigos, en los que alguien asegura conocer o saber de alguien que recibe mensajes de la Santísima Virgen.

Las apariciones en la antigüedad

Este fenómeno de las apariciones no es para nada reciente. Una de las primeras noticias de este estilo data del siglo III, cuando el obispo de Neocesarea, en el Asia Menor, reverendo Gregorio Taumaturgo aseguró que la Virgen se le había presentado para instruirlo en unos asuntos religiosos.

Tres siglos después, el papa San Gregorio Magno cuenta que la Virgen María se le apareció a una niña para anunciarle su próxima muerte. San Martin de Tours en el año 397 y San Ildefonso de Toledo en el 597, aseguraron haber tenido visitas de la Santísima Virgen.

Sobre San Juan Damasceno[1] existe una leyenda que cuenta que la Santísima Virgen le restituyo su mano derecha que le había sido cortada por el gobernador de Damasco.

Sería en la edad media cuando se produjo una avalancha de apariciones y profecías. Se multiplicaron los que decían haber hablado con la Santísima Virgen y/o con Jesucristo y los que habían recibido profecías. Se aumentaron las leyendas de apariciones, las historias de milagros e historias sorprendentes y maravillosas relacionadas con la Virgen María. Trascendieron las profecías de Santa Juana de Arco (1412-1431), Santa Gertrudis (1256-1302), Santa Ángela de Foligno (1248-1309), Santa Catalina de Siena (1347-1380) y en especial las de Santa Brígida de Suecia (1302-1373) que tuvieron tal importancia que llegaron a ponerlas casi al mismo nivel que las Sagradas Escrituras.

Para el siglo XVI abundaban más y más estas historias. En muchas partes de Europa se creaban movimientos religiosos basados en creencias fantásticas que rayaban en lo maravilloso, lo extraordinario e incluso en lo esotérico[2]. Muchos de los altos prelados del momento empezaron a manifestarse en contra, como San Juan de la Cruz (1542-1591) quien escribió en su libro “Subida al Monte Carmelo”:

“Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer alguna otra cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: “Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas. … Oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar.” Libro II, capítulo 22:5.

Debido a la diversidad de opiniones a este respecto y a otros asuntos de importancia que se tenían pendientes por discutir, la Iglesia convocó el que fuera el V Concilio de Letrán que se desarrolló en 12 sesiones entre el 3 de mayo de 1512 y el 16 de marzo de 1517. En la decimo primera sesión se decidió que sería el papa o un obispo delegado por su santidad, quien decidiría cuando una aparición se podía considerar autentica, así como autorizar su culto.

En 1738, el que llegaría a ser el papa Benedicto XIV cardenal Prospero Lambertini, publicó una extensa obra llamada “Beatificación de los Siervos de Dios y Canonización de los Beatos”, en la que diferenciaba en dos las revelaciones: la pública y la privada.

La pública está reunida y sellada en las Sagradas Escrituras y contiene todo lo que necesita saber un cristiano para su salvación, y la privada, que siguen ocurriendo, es un mensaje que solo puede contribuir a la salvación de la persona que recibe el mensaje y a través de su ejemplo de vida, inspirar a los demás a buscar la salvación. El cardenal Lambertini escribió en su obra con respecto a estas revelaciones privadas:

“…aunque hayan sido aprobadas por la Iglesia, no se les debe atribuir un asentimiento obligatorio. Por lo tanto, uno puede rechazarlas y negarse a aceptarlas.” Tomo II, capítulo 32.

Apariciones y visiones

Se hace necesario hacer una distinción entre estos dos términos que muchos de forma equivocada usan indistintamente.

Ni la Santísima Virgen, ni Jesucristo, ni ningún santo, se pueden aparecer a ningún ser humano en este mundo, y cuando Jesucristo lo haga, será el fin de los tiempos como lo esperamos todos los cristianos (2 Pedro 3:1-18). Una “aparición” es un hecho objetivo de naturaleza física y corporal independiente de nosotros y de nuestras creencias. En un estadio de futbol se puede “aparecer” una persona para cantar el himno nacional. Ese cantante va a ser visto por todos, por las cámaras, físicamente está ahí y ocupa un espacio. Independiente que me guste o no el cantante, que piense que es bueno o malo, ahí está y va a interactuar con todos los presentes y desde sus hogares otros lo verán y lo escucharan por la televisión.

Una “visión” se da cuando en ese mismo estadio, todos observan la grama vacía, desde sus casas los televidentes ven la grama vacía, pero uno o algunos ven y oyen al cantante en medio del estadio. Físicamente el cantante no está ahí pero alguien lo está viendo u oyendo. Si más de uno lo ve, se trataría de una visión colectiva.

Así que todos los fenómenos marianos han sido “visiones” y no “apariciones”. En el caso de Lourdes, acompañada por cientos de personas en las últimas “apariciones”, Bernadette era la única que la veía. En el de Guadalupe, solo el indio Juan Diego la vio. En el de Fátima y La Salette, a pesar de encontrarse rodeados de miles de testigos, solo los pastorcitos vieron a nuestra Señora. La danza del sol en la última aparición de Fátima, miles lo vieron[3] danzar pero en realidad el sol nunca se movió, ya que de haberse movido como estos miles lo vieron, muy seguramente ya no estaríamos vivos, por las repercusiones cósmicas que implicaría un fenómeno de esta naturaleza.

Por eso el papa Benedicto XIV en su obra referida anteriormente, nos pide que no hablemos más de “apariciones” sino de “visiones”.

Qué hacer ante un mensaje de María

Es nuestro deber aprender a discernir con criterio cristiano los mensajes que supuestamente vienen de la Virgen María.

En solo unos pocos casos, será la Iglesia quien se pronuncie sobre las visiones y sus respectivos mensajes, así que en la gran mayoría nos corresponderá a nosotros hacerlo.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 67:

“A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de “mejorar” o “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia.”

Con esto el catecismo nos está indicando dos cosas: la primera es que no todo el que dice recibir revelaciones o mensajes, las recibe realmente de Jesús o de la Virgen, sino que pueden ser el fruto bien o mal intencionado, de su imaginación y segunda, que nos corresponde a nosotros los fieles discernir sobre ellos.

Cuando el Santo Padre o un obispo aprueban una determinada manifestación de la Virgen María o de Jesucristo, lo que aprueban es su devoción, o sea el culto a la Virgen en esa “presentación” en particular, no la autenticidad de la manifestación. Al aprobar una devoción, la Iglesia está diciendo que no hace mal, ni contiene ninguna desviación del Evangelio rezarle a María en ese lugar, bajo ese nombre, ni repitiendo las palabras y oraciones contenidas en el mensaje.

Por ejemplo, de los cientos y cientos de mensajes y revelaciones recibidos por Santa Brígida de Suecia desde su nacimiento en 1303 hasta su muerte en 1373, la Santa Sede solo se pronunció sobre las quince oraciones reveladas por Jesucristo. El papa Benedicto XV (1914-1922) se expresó de la siguiente manera:

“La aprobación de estas revelaciones implica nada más que esto: Después de un examen lento y detenido, se permite publicar estas revelaciones para el bien espiritual de todos los fieles. Y, aunque no se les atribuye el mismo grado de fe, igual al que se les rinde a las verdades de la religión bajo pena; sin embargo, se les permite creer con fe humana. Es decir, conforme a las reglas de prudencia, por las cuales son probables. Por tanto, estando ya adecuadamente afirmadas y apoyadas por suficientes motivos, pueden ser piadosamente creídas.” Les Petits Bollandistes, Tome XII.

El 14 de noviembre del 2013, el papa Francisco en una homilía pronunciada en la Casa Santa Marta en Ciudad del Vaticano, explicó que ese deseo nuestro de estar buscando mensajes, cosas extrañas y novedades, nos alejaba del verdadero espíritu del Evangelio. Con respecto a este fenómeno de las visiones y de los mensajes de la Virgen, dijo el Santo Padre: “La curiosidad nos impulsa a querer sentir que el Señor está acá o allá; o nos hace decir: ‘Pero yo conozco a un vidente, a una vidente, que recibe cartas de la Virgen, mensajes de la Virgen’. Pero, mire, ¡la Virgen es Madre! Y nos ama a todos nosotros. Pero no es un jefe de la oficina de Correos, para enviar mensajes todos los días.“.

¿Cómo podemos distinguir entre un mensaje de Dios dado a través de la Virgen de uno que no lo es?

La regla de oro es que una revelación privada nunca puede contradecir a la revelación pública que es la Biblia, que es la Palabra de Dios. Dios no se puede contradecir a sí mismo. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 73:

“Dios se ha revelado plenamente enviando a su propio Hijo, en quien ha establecido su alianza para siempre. El Hijo es la Palabra definitiva del Padre, de manera que no habrá ya otra Revelación después de Él.”

Además que sus mensajes no pueden contradecir las Sagradas Escrituras que son la Palabra de Dios, tampoco nos pueden traer ninguna novedad que aporte a nuestro camino hacia la salvación.

La Virgen María de las Sagradas Escrituras, es una mujer que aparece siempre en un segundo plano con respecto a Jesús, es siempre obediente a Él y se muestra mesurada, discreta y prudente. Es una mujer de pocas palabras, su sobriedad es tal, que en todo el Nuevo Testamento solo registra seis expresiones[4], una menos que las siete que Jesús pronunció en la cruz. La María de la Biblia transmite esperanza, optimismo y alegría que en sus momentos difíciles canta de gozo, medita serenamente y mira con confianza el futuro.

Sin embargo en varias de sus supuestas apariciones, se muestra muy diferente a ese perfil bíblico. En algunos, ella promete la salvación de la persona si hace o dice tal cosa[5]. En otras es ella y no su hijo quien quiere actuar a través del vidente[6]. En otras el mismo Jesús pide que si no escuchamos a María pereceremos[7], en contravía de lo dicho por María en las bodas de Caná (Juan 2:1-23). Hay otros mensajes tétricos, sombríos y lúgubres donde no hay esperanza alguna para nadie, ya que el castigo será para todo el mundo, buscando que sea el miedo al castigo lo que nos lleve a la conversión[8], cuando la Biblia nos pide 365 veces que no tengamos miedo y nos solicita que el amor sea el motor de nuestra conversión.

Jesús nunca quiso anunciar la fecha del fin del mundo, sin embargo en varias visiones la Virgen advierte que está cerca[9]. Jesús nos dijo que el juicio final sería sobre la base de la misericordia mostrada por nuestro prójimo, en especial por el más necesitado (Mateo 25:31-46), pero en algunos de sus mensajes ella nos dice que solo se salvaran los que la aman y creen en Dios[10].

La hermana Julie Marie Jahenny, una estigmatizada francesa perteneciente a la Tercera Orden de San Francisco que falleció en 1941 a la edad de 91 años, y quien dijo haber sostenido múltiples conversaciones con la Virgen María y con Jesús, vaticinó la famosa profecía de los tres días de oscuridad y a la que otras videntes se han sumado, incluyendo al Padre Pio de Pietrelcina, conocido como Padre Pio.

Dijo la hermana Julie Marie:

“Vendrán tres días de grandes tinieblas. Sólo los que tengan velas benditas podrán iluminarse durante esos días horrorosos. Pero en la casa de los pecadores las velas no se prenderán. Los demonios aparecerán en formas horribles y abominables, y harán resonar el aire con espantosas blasfemias. Los rayos entrarán en las casas, pero no se apagarán las velas benditas. La tierra temblará, el mar lanzará sus olas, y las tres cuartas partes de la raza humana perecerán. El castigo será mundial.”[11]

 El 16 de febrero de 1997, el papa Juan Pablo II dijo en una homilía pronunciada en la parroquia romana de San Andrés:

“A lo largo de la historia los hombres han seguido cometiendo pecados, tal vez mayores que los descritos antes del diluvio. Sin embargo, la alianza que Dios estableció con Noé nos permite comprender que ya ningún pecado podrá llevar a Dios a aniquilar el mundo que él mismo creo.”[12]

Lágrimas de sangre de la Virgen

Junto a este explosivo fenómeno de las visiones y mensajes, también ha habido una explosión de bustos y estatuas de la Virgen que lloran y/o derraman lágrimas de sangre o aceite, en diferentes países.

El 30 de junio de 1985 una estatua de la Virgen María, propiedad de Julia Kim comenzó a llorar lágrimas de sangre humana, y así lo hizo por otras 700 veces más.

A los dos años de haber comenzado este fenómeno, en junio de 1987, la vidente Julia dijo que la misma Virgen María le había revelado el motivo de sus lágrimas de sangre: “Mi estimada hija, mis lágrimas son por el constante fracaso de la humanidad en no conseguir amar a Dios como Él merece y amar mutuamente las personas como Él mismo nos enseñó.”.

Este tipo de mensaje coincide con los de María Julia Jahenny (1850-1941) en Francia, Anna Catherina Emmerick (1774-1824) en Alemania, Isabel Canori-mora (1774-1825) en Italia, padre Bernardo María Clausi (1789-1849) en Italia, y otros más contemporáneos como los del padre italiano Stefano Gobbi o como los revelados a la hermana Elena Patriarca Leonardi:

“Hija Mía, estoy muy triste y mi Corazón está lleno de dolor. La violencia y las drogas han destruido a tanta juventud; Satanás ha tomado posesión de muchos corazones y les sugiere que Dios no existe…Caerán llamas del Cielo, y los impíos lo sufrirán; derrumbamientos y terremotos sobre la humanidad que no se arrepiente…Naciones sin Dios serán el azote escogido por Dios mismo, para castigar a la humanidad sin respeto y sin escrúpulos. Después un gran castigo caerá sobre el género humano, fuego y humo caerán del cielo, las aguas de los océanos se volverán vapores, y la espuma se levantará arrollando a la humanidad, por todas partes a donde se mire habrá angustia, miseria y ruina; quedaréis en completa oscuridad. Mares que se alzarán provocando muerte y desolación… ¡Arrepentíos! ¿Cómo puedo salvaros si no me escucháis?”

No es novedad que el sentimiento humano de frustración por las transgresiones del mundo, lo queramos traducir en castigos horribles para los transgresores:

“Envió por delante mensajeros, que fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque se daban cuenta de que se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron:

—Señor, ¿quieres que ordenemos que baje fuego del cielo, y que acabe con ellos?

Pero Jesús se volvió y los reprendió.” Lucas 9:52-55

De los cientos de casos como el de la hermana Leonardi, el sentimiento general es que la Virgen aparenta estar sumamente triste, al punto de derramar lágrimas de sangre por el dolor que le causa ver como los humanos nos alejamos cada vez mas de Dios por nuestros pecados, por nuestro ateísmo y por la falta de conversión y oración.

Si bien esta es una realidad que ha existido desde antes de la venida de Jesús, llama la atención pensar que la Virgen se concentre en resaltar únicamente este aspecto de la humanidad, como si no hubiera nada de que alegrarse.

En el Evangelio de Lucas 15:7 leemos: “Les digo que así también hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.”.

Personalmente he sido testigo de miles de personas que con la ayuda de sus respectivas parroquias, han abandonado sus viejos hábitos y se han convertido a una vida de servicio, amor y oración. No dudo que el cielo se ha unido a la fiesta que se celebra en cada uno de estos hogares que hoy viven una vida diferente a la que tenían antes de la conversión de alguno de sus miembros.

¿No sonreirá la Santísima Virgen al ver a tanta gente que se convierte y se consagra a ella y a su Hijo? ¿No habrá ningún gozo en el cielo por los millones de personas que hacen de sus vidas una constante oración a Dios con su trabajo, con su servicio a su familia y al prójimo, con su oración y evangelización, con su enorme esfuerzo por mantenerse fiel a la voluntad de Dios? ¿Ha sido totalmente infértil la labor de la Iglesia en sus más de veinte siglos de evangelización? ¿No merecen lágrimas de alegría estas conversiones?

El busto de Elvis Presley que lloró

El 8 de agosto del 2002, apareció publicado en varios medios de comunicación una noticia reportada por la agencia Reuters, en la que se contaba que en la pequeña ciudad holandesa de Deurce, un admirador de Elvis Presley llamado Toon Nieuwenhuisen, tenía en su cuarto un busto del artista que llevaba derramando lágrimas por más de cinco años.

Desde entonces, cientos de curiosos visitan su casa para rendirle homenaje al cantante.

Al preguntársele por los motivos por los cuales él creía que la estatua derramaba las lágrimas, contestó: “Son lágrimas de alegría, por la gratitud que siente de ver a tantos admiradores suyos alrededor del mundo”.

Algunos católicos insisten en tener a la Virgen María como la portadora de las peores amenazas para la humanidad, la mensajera de castigos espantosos, la profetiza de un apocalipsis que ni Sodoma y Gomorra conocieron, la portavoz de grandes cataclismos que azotarán por igual a los buenos y a los malos. Con este rostro, la están degradando de su real papel de intercesora nuestra y gestora de gracias para perseverar constantes al servicio de Jesucristo.

Deberíamos considerar la posibilidad que la Virgen María también experimente alegría al ver a millones de seguidores suyos y de su Hijo que diariamente luchan por vivir con todo su corazón de la forma en que Jesús nos pide que lo hagamos.

La Iglesia, consecuente con este pensamiento, ha acogido para sí y para sus fieles no sus mensajes proféticos, sino sus exhortaciones a la conversión y a la oración, al rezo del Santo Rosario, algunas de sus oraciones y sus palabras de amor y esperanza.

En la alocución del 15 de agosto de 1964 en Castengaldolfo, el papa Pablo VI nos recordó que Dios es Amor y que nos ama, e hizo un llamado de atención a la comunidad católica por la imagen tan distorsionada que proyectamos al dejar que nuestras emociones y sentimientos le ganen a ese discernimiento que nos pide el Catecismo. Dijo su Santidad:

“Algunos piensan, con ingenua mentalidad, que la Virgen es más misericordiosa que Dios. Con juicio infantil sostienen que Dios es más severo que la Ley, y que necesitamos recurrir a la Virgen ya que, de otro modo, Dios nos castigaría. Es cierto que la Virgen es intercesora, pero la fuente de toda bondad es Dios.”[13]

Aprobación del culto

La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó el 25 de febrero de 1978 un documento titulado “Normas sobre el Modo de Proceder en el Discernimiento de Presuntas Apariciones y Revelaciones”, donde crea el procedimiento que deben seguir las autoridades eclesiásticas ante el evento de conocer de una visión o una revelación.

Según esta guía los pasos generales a seguir son:

“a) En primer lugar juzgar sobre el hecho según los criterios positivos y negativos.

  1. b) Después, en caso de que este examen haya resultado favorable, permitir algunas manifestaciones públicas de culto o devoción y seguir vigilándolas con toda prudencia (lo cual equivale a la formula “por el momento nada obsta”)
  2. c) Finalmente, a la luz del tiempo transcurrido y de la experiencia adquirida, si fuera el caso, emitir un juicio sobre la verdad y sobre el carácter sobrenatural del hecho (especialmente en consideración de la abundancia de los frutos espirituales provenientes de la nueva devoción).”

Basado en estos tres criterios y cuando a través de testimonios plenamente probados, la visión aparenta ser verdadera, la Iglesia entra a determinar si la visión se puede atribuir a la fuerza de la naturaleza, a la de satanás o a Dios. Pasados estos filtros, se entran a considerar los siguientes puntos: aspectos morales y psicofísicos del vidente, el contenido de la visión, la naturaleza o forma de la visión y la finalidad de la misma y por supuesto el milagro que acompaña la visión, si lo hay.

La mesura y la calma son las actitudes típicas del magisterio en todo este proceso y puede llegar a pasar muchos años, y hasta siglos, antes que exista un pronunciamiento en cualquiera de los dos sentidos.

En algunos casos la Iglesia autoriza el culto de una manera implícita, es decir cuando una autoridad eclesiástica participa de algún modo de su culto; como en los casos de Nuestra Señora de Vailankanni en India o el caso de Nuestra Señora de las Victorias en Francia.

En otros casos la Iglesia incluye en su calendario litúrgico la celebración de los hechos, como en el caso de la Virgen del Pilar en España o la de Nuestra Señora del Monte Carmelo (La Virgen del Carmen) en Israel.

Y en otros pocos, se hace a través de algún documento papal como en el caso de Nuestra Señora de Siluva en Lituania o Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa en Francia.

Las apariciones pueden caer bajo las siguientes categorías:

  • Dudosas: apariciones no reconocidas aún o en estudio por parte de los obispos, o apariciones que no han sido posible clasificar, como el caso de Nuestra Señora de Medjugorje en Croacia[14].
  • Falsas: apariciones cuestionadas por el Vaticano como en el caso de Nuestra Señora de Garabandal en España[15].
  • Fraudulentas: rechazadas totalmente por la Iglesia y la ciencia, como el de Nuestra Señora de Peña Blanca en Chile.
  • Aprobadas por la Iglesia: apariciones reconocidas por el Vaticano o por los obispos locales, como la de Lourdes en Francia, Fátima en Portugal o Guadalupe en México.

Varias apariciones auténticas no llegan a ser aprobadas hasta después de muchos años, como en el caso de las apariciones de Nuestra Señora de Laus en Francia, que ocurrieron entre 1664 y 1718 y no fueron totalmente aprobadas por la Santa Sede sino hasta el 4 de mayo del 2008.

 

 


[1] Doctor de la Iglesia nacido en Siria en el año 675 y falleció a la edad de 74 años.

[2] Que está oculto, reservado o solamente es perceptible o asequible para unos pocos iniciados.

[3] La revista portuguesa “Ilustracao Portugueza” del 28 de octubre de 1917 presenta en su primera página un reportaje completo del fenómeno, acompañado por una serie de fotografías donde se aprecian los miles de testigos.

[4] Lucas 1:34, Lucas 1:38, Lucas 1:46-55, Lucas 2:48, Juan 2:3 y Juan 2:5.

[5] Revelación de la Virgen María al padre Esteban Gobbi en Barcelona, España, el 29 de septiembre de 1982.

[6] Revelación de la Virgen María al padre Esteban Gobbi el 9 de julio de 1973.

[7] Revelación de Jesucristo a Gladys Quiroga de Motta en San Nicolás de los Arroyos, Argentina, el 12 de marzo de 1986.

[8] Mensajes de La Salette a dos niños el 19 de septiembre de 1846.

[9] Mensajes de la Virgen de Garabandal entre 1961 y 1965 a cuatro niños en San Sebastián de Garabandal, España.

[10] Mensajes a Amparo Cuevas en El Escorial, España, entre el 14 de junio de 1981 y el 31 de mayo de 1984.

[11] Del libro: Profecías: ¿3 días de oscuridad?, Buenos Aires, 1987.

[12] L’Osservatore Romano del 21 de febrero de 1997.

[13] L’Osservatore Romano del 18 de agosto de 1964.

[14] Expresado en carta del Nuncio Apostólico Mons. Carlo María Vigano del 21 de octubre del 2013.

[15] Expresado en carta del Obispo de Santander, Mons. José Vilaplana del 23 de agosto del 2001.

 

reencarnación

¿Podemos creer en la reencarnación?

A fínales de los años 80s salió a la venta un libro titulado Muchas vidas, muchos maestros[1] del psiquiatra estadounidense Brian Weiss, ocupando por varios meses la lista de los libros más vendidos en diferentes países del mundo.

El doctor Weiss narra su experiencia médica tratando a una paciente llamada Catherine quien sufría de ansiedades, depresiones, fobias y ataques de pánico al parecer sin razón alguna. Bajo el estado de hipnosis la paciente empezó a describir escenas muy realistas, tan remotas como el Egipto de 1863 a.C., y en las que ella aparecía haciendo las veces de una joven egipcia de 18 años con una pequeña hija, que aseguraba ser su actual sobrina. De pronto, ella se encuentra luchando contra una gran masa de agua salada que no logra vencer y muere ahogada. El doctor Weiss observa a su paciente revolcarse en el sofá y después de un momento, relajarse hasta despertar de su transe.

A las pocas semanas la paciente le informa a su psiquiatra que por haber revivido esa experiencia, su eterno miedo a ahogarse había desaparecido. Durante tres meses continuaron las terapias con hipnosis, en las que se revivía un patrón común: ella describía algún lugar remoto en el que encarnaba a una persona diferente, hombre o mujer, rica o pobre, joven o vieja, y en la que moría de una forma generalmente trágica, fácilmente asociable a uno de sus actuales padecimientos, fobias o angustias. En más de una ocasión, Catherine cambiaba significativamente de voz y hablaba en nombre de otros seres autodenominados maestros, supuestamente almas más evolucionadas, que le hablaban de cómo acercarse a Dios, de cómo buscarlo y cómo alcanzar el conocimiento que les permitía ayudar a otras almas a evolucionar.

A través de sus terapias con hipnotismo, el doctor Weiss dice haber sanado no sólo males mentales, sino físicos, como el de uno de sus pacientes al que curó de un terrible dolor de espalda cuando el paciente bajo hipnosis, revivió su muerte durante una batalla en la época medieval al ser atravesado por una lanza que entró por la espalda, justo en el lugar que sufría el dolor. El revivir esa experiencia le ayudó a entender que la causa de su dolor no era física, por lo que desapareció con el tiempo.

El doctor Weiss, director emérito del departamento de psiquiatría del centro médico Mount Sinai en la ciudad de Miami, es actualmente uno de los grandes defensores de la reencarnación, que gracias a sus libros, conferencias y apariciones en importantes programas de televisión, ha cautivado a una gran masa de personas prestas a creer en toda clase de teorías espirituales y del más allá.

La ciencia y la reencarnación

A los cuestionamientos más simples de esta teoría se han dado respuestas que requieren la aceptación de teorías más complejas y hasta truculentas, difíciles de sustentar y aceptar desde un punto de vista religioso, filosófico y científico.

Claramente la población de humanos ha aumentado dramáticamente en los últimos 10,000 años. Pasamos de unos millones a más de siete mil millones. ¿De dónde salen esas “nuevas” almas necesarias para cubrir el crecimiento de la población? La respuesta que dan los expertos en la reencarnación es que vienen de otros mundos.

¿Cómo explicar la gran cantidad de personas que bajo hipnosis dicen haber sido Napoleón, Cleopatra, Beethoven o cualquier otro personaje famoso en una vida anterior? La respuesta que ellos dan es que en un cuerpo pueden habitar muchas almas al mismo tiempo.

¿Cuándo dejamos de reencarnar? Ellos responden que el alma reconoce cuando ha alcanzado un estado de perfección y no reencarna más, ahí puede decidir quedarse en la tierra ayudando a otras almas o buscar a Dios.

¿Por qué algunas personas han manifestado haber sido animales en vidas anteriores? Responden que los animales tienen alma.

Los creyentes en esta teoría, heredada de culturas orientales que buscaban una respuesta al dolor y al sufrimiento[2], basan su creencia en los estudios realizados por varios psicólogos y siquiatras modernos que han estudiado muchos casos de personas que describen lugares reales con gran detalle en los que nunca han estado, o que hablan en idiomas que jamás han estudiado, o demuestran gran noción en una determinada área de conocimiento que nunca han aprendido como la aviación o la mecánica.

El bioquímico y profesor de psiquiatría Ian Stevenson[3], dedicó gran parte de su vida al estudio científico de la reencarnación; durante más de 40 años Stevenson estudió más de 3,000 casos de niños que parecían recordar experiencias de otras vidas, documentando lo que decían y cotejando datos con las vidas de las personas que decían haber sido. El doctor Stevenson pudo corroborar algunos de estos casos. Encontró lugares en los que los niños nunca habían estado a partir de las descripciones dadas por ellos. En otros casos y con ayuda de traductores pudo comprobar que algunos niños hablaban realmente en otros idiomas.

Cabe entonces hacernos las preguntas: ¿Cómo puede un niño hablar un idioma que no ha aprendido? ¿Cómo se puede describir un lugar en el que jamás se ha estado? ¿Cómo puede un niño describir las partes de un avión como lo haría un mecánico de aviación? ¿Están estos niños recordando “otras vidas”, o están recordando las vidas de otros? ¿Es la reencarnación la única respuesta a estas preguntas?

Hoy sabemos que el área del cerebro encargada del sentido de la audición está completamente formada y funcionando al tercer mes de gestación, y a partir del sexto se termina el desarrollo completo de la audición desde un punto de vista funcional. A partir de ese momento y por el resto de su vida, el ser humano empieza a registrar ondas de sonido en su cerebro.

Los conocimientos se adquieren por medio de los procesos cognitivos, que comienzan con un estímulo del medio ambiente a través de cualquiera de nuestros cinco sentidos. Un estímulo es la energía que produce una excitación en un órgano sensorial. Nuestro cerebro es bombardeado por cientos de estímulos por minuto, aun dentro del vientre materno.

Muchos experimentos han demostrado que los bebés al nacer y durante varios años después, reconocen obras musicales que escucharon cuando estaban en el vientre, al igual que la voz de sus padres y demás personas que hablaban frecuentemente a la madre durante el período de gestación del bebé.

Lo que pasa después del estímulo, es un complejo proceso de percibir, entender, memorizar, recordar y pensar. Así que no es lo mismo un proceso sensorial que un proceso perceptual (lo que pasa después del estímulo). Nuestro cerebro desecha más del 99% de los estímulos sensoriales que le llegan, es decir que poco menos del 1% prosigue el proceso perceptual que implica entender, analizar y memorizar para recordar.

La publicidad subliminal utiliza esta característica de nuestro cerebro para presentarnos material audiovisual que no somos capaces de percibir de manera consiente pero que el cerebro sí las percibe, obligando incluso a algunos países a emitir leyes que la prohíben.

Es decir que el niño desde el vientre materno comienza a registrar sonidos y más adelante imágenes, que a pesar de que no los entienda si están pasando por su cerebro. Años después, el niño puede bajo hipnosis o sin ella, describir con gran detalle esa imagen que vio cuando tenía apenas semanas de nacido, o repetir esos sonidos que escuchó desde el vientre materno, o repetir frases en otro idioma, o hablar de la mecánica de un avión.

En los casos en el que los pacientes hablan en otros idiomas, no es que ellos sostengan una conversación en otro lenguaje, sino que como grabadoras “reproducen” conversaciones en otro idioma que han podido haber escuchado anteriormente, incluso cuando se encontraban en el vientre materno.

Usted puede estar sosteniendo una agradable conversación en un restaurante con un grupo de amigos, y a pocas mesas de distancia una pareja de rusos sostienen un diálogo. Usted no le está prestando ninguna atención, ni tampoco entiende lo que ellos están hablando, pero aunque no lo quiera, esas ondas de sonido están entrando por sus oídos y llegan hasta su cerebro. Bajo un estado hipnótico usted podría repetir esa conversación.

Stephen Wiltshire es un artista inglés nacido en 1974 y diagnosticado con autismo. Los medios lo han bautizado la “cámara humana” ya que le basta observar una panorámica por unos segundos, para dibujarla con un nivel de detalle sorprendente. La BBC lo incluyó en su programa The Foolish Wise Ones[4] (los sabios tontos) y hace su demostración volando en helicóptero durante veinte minutos sobre la ciudad de Roma. Era la primera vez que visitaba esa ciudad; en los siguientes cinco días pintó a lápiz sobre un lienzo de diez metros y de memoria, la ciudad con una precisión extraordinaria, incluyendo el número exacto de ventanas de los edificios, las calles y avenidas, las columnas del Panteón y de la plaza de San Pedro, los cientos de arcos del coliseo romano, los parques y sus árboles, etc.

El déjà vu se refiere a una sensación distintiva de que uno ha estado en un lugar o ha realizado algo antes, mientras está ocupado en algo que ocurre en el presente. Los proponentes de la reencarnación atribuyen esto a una vida anterior, sin embargo, los investigadores dan explicaciones o alternativas.

En nuestro subconsciente, a menudo relacionamos un suceso presente con uno pasado que la mente consciente no recuerda. Dado que los dos sucesos son similares, a menudo los fusionamos en nuestra mente, con lo cual creamos la impresión de que hemos experimentado esto antes. Otros investigadores han demostrado que los datos que ingresan al ojo a veces se demoran un microsegundo en su camino hacia el cerebro. Esto nos lleva a pensar que se han visto los datos con anterioridad.

Lo que enseña el magisterio de la Iglesia

Desafortunadamente día a día son más los católicos que se adhieren a esta creencia, con fuertes arraigos culturales como lo demuestran las encuestas. Según la encuestadora Gallup, 33% de los argentinos católicos creen en ella, en Europa el 40% y en Brasil el 70%. En promedio el 34% de los católicos creen en la reencarnación.

El domingo de resurrección o de pascua es la fiesta más importante de todo el calendario litúrgico para todos los cristianos, ya que es en la resurrección del Señor donde toda la religión cristiana adquiere sentido, ya que como lo dijera San Pablo en su primera carta a los Corintios “y si Cristo no resucitó, el mensaje que predicamos no vale para nada, ni tampoco vale para nada la fe que ustedes tienen.” 15:14, y esta resurrección nos da la esperanza del cumplimiento de la promesa de Jesús de resucitarnos en el último día.

“No se admiren de esto, porque va a llegar la hora en que todos los muertos oirán su voz y saldrán de las tumbas. Los que hicieron el bien, resucitarán para tener vida; pero los que hicieron el mal, resucitarán para ser condenados.” Juan 5:28-29.

Esta promesa había sido profetizada por el Profeta Daniel:

“Muchos de los que duermen en la tumba, despertarán: unos para vivir eternamente, y otros para la vergüenza y el horror eternos.” 12:2

Tanto el credo niceno como el credo de los apóstoles[5] incluyen una referencia a la resurrección de los muertos por ser uno de los pilares del cristianismo: “Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro” y “la resurrección de la carne y la vida eterna” respectivamente. La reencarnación, por su misma naturaleza de un alma en muchos cuerpos, se contrapone totalmente a toda la doctrina cristiana de la resurrección de la carne expresada por Jesús, los profetas y los apóstoles.

Ya desde el Antiguo Testamento, el pueblo judío manifestó su rechazo a esta doctrina muy expandida inicialmente en oriente y más tarde en Grecia y Roma, a pesar de no conocer para ese momento la promesa de la resurrección de la carne. Podemos leer en los salmos:

 “Señor, escucha mi oración, ¡presta oído a mis lamentos!, ¡no te quedes callado ante mis lágrimas! Yo soy para ti un extranjero, un ave de paso, como mis antepasados. Deja ya de mirarme, dame un momento de respiro, antes que me vaya y deje de existir.” Salmo 39:13-14.

“Pero Dios tenía compasión, perdonaba su maldad y no los destruía; muchas veces hizo a un lado el enojo y no se dejó llevar por la furia. Dios se acordó de que eran simples hombres; de que eran como el viento, que se va y no vuelve.” Salmo 78:38-39

Job, quien culpaba a Dios por su sufrimiento, y en medio de su dolor, le dice a Dios:

“Ya que mi vida es corta, ¡déjame en paz! Déjame tener un poco de alegría antes de irme al viaje sin regreso, al país de la oscuridad y las tinieblas, al país de las sombras y la confusión, donde la luz misma es igual a las tinieblas.” Job 10:20-22.

El rey David también nos deja saber que él no creía en la reencarnación, a pesar de haber estado en contacto con tribus de otras religiones que si la creían. En más de una ocasión nos deja saber su posición a este respecto:

“David respondió: —Cuando el niño vivía, yo ayunaba y lloraba pensando que quizá el Señor tendría compasión de mí y lo dejaría vivir. Pero ahora que ha muerto, ¿qué objeto tiene que yo ayune, si no puedo hacer que vuelva a la vida? ¡Yo iré a reunirme con él, pero él no volverá a reunirse conmigo!” 2 Samuel 12:22-23

Más adelante, en un libro más moderno del Antiguo Testamento como es el de la Sabiduría, nos enseña:

“En cambio el hombre, en su maldad, puede quitar la vida, es cierto, pero no puede devolverla ni hacer regresar el alma que ha sido arrebatada por la muerte.” Sabiduría 16:14

Cuando el pueblo judío se encontraba bajo la esclavitud por parte del pueblo babilónico entre el 587 a 538 a.C., un ángel se apareció al profeta Daniel y le reveló cómo sería el final de los tiempos, registrándose por primera vez en el Antiguo Testamento la promesa de la resurrección de la carne:

“Muchos de los que duermen en la tumba, despertarán: unos para vivir eternamente, y otros para la vergüenza y el horror eternos.” Daniel 12:2

Tres siglos después, en el libro de los Macabeos (Antiguo Testamento) encontramos por escrito nuevamente el regalo de la resurrección de la carne:

“Pero él, exhalando el último suspiro, dijo: —Tú, criminal, nos quitas la vida presente. Pero el Rey del mundo nos resucitará a una vida eterna a nosotros que morimos por sus leyes.” 2 Macabeos 7:9

En el Nuevo Testamento encontramos de boca de Jesús la negación de esta doctrina, al contarnos la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro (Lucas 16:19-31). Contó Jesús cómo al morir Lazaron fue llevado inmediatamente al cielo y cuando murió Epulón fue llevado al infierno.

Para los creyentes en la reencarnación, el caso de este rico sería el perfecto ejemplo de cuándo un alma necesita reencarnarse. Para sus creyentes, él necesitaría volver a la tierra para rectificar, en otro cuerpo, sus errores cuando fue un hombre rico y carente de toda misericordia. De hecho, él desde el infierno clama por que lo dejen volver a la tierra, pero le contestan que no es posible, porque entre este mundo y el otro hay un abismo que nadie puede atravesar.

Cuando Jesús moría en la cruz, cuenta el Evangelio de Lucas que uno de los ladrones (Dimas[6]) crucificado a su lado le pidió: “Jesús, acuérdate de mí cuando vayas a tu reino”. Si Jesús hubiera admitido la posibilidad de la reencarnación, tendría que haberle dicho: Ten paciencia, tus crímenes son muchos; debes pasar por varias reencarnaciones hasta purificarte completamente. Pero su respuesta fue: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23:39-43).

Y explicando a los corintios lo que sucede el día de nuestra muerte, san Pablo les dice:

“Lo mismo pasa con la resurrección de los muertos. Lo que se entierra es corruptible; lo que resucita es incorruptible. Lo que se entierra es despreciable; lo que resucita es glorioso. Lo que se entierra es débil; lo que resucita es fuerte. Lo que se entierra es un cuerpo material; lo que resucita es un cuerpo espiritual. Si hay cuerpo material, también hay cuerpo espiritual.” 1 Corintios 15:42-44

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 1013:

“La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin “el único curso de nuestra vida terrena”, ya no volveremos a otras vidas terrenas. “Está establecido que los hombres mueran una sola vez” (Hebreos 9, 27). No hay “reencarnación” después de la muerte.”.

Igualmente el Catecismo nos enseña que resucitaremos, al igual que lo hizo nuestro Señor Jesucristo, en el último día:

“Por la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado reuniéndolo con nuestra alma. Así como Cristo ha resucitado y vive para siempre, todos nosotros resucitaremos en el último día.” Núm. 1016.

Así que en el último día, cada cuerpo resucitado será unido con su alma y todos experimentaremos la identidad, la integridad y la inmortalidad. La resurrección del cuerpo niega cualquier idea de reencarnación porque la resurrección de Cristo no lo trajo de vuelta a una vida terrena como la que Él tenía antes de su crucifixión. La resurrección del cuerpo es el cumplimiento de las promesas de Dios en el Antiguo y el Nuevo Testamento. La resurrección del cuerpo del Señor es la primicia de la resurrección.

“Así como por causa de un hombre vino la muerte, también por causa de un hombre viene la resurrección de los muertos. Y así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos tendrán vida. Pero cada uno en el orden que le corresponda: Cristo en primer lugar; después, cuando Cristo vuelva, los que son suyos.” 1 Corintios 15:21–23.

En su “carta apostólica Tertio Millennio Adveniente” del 10 de noviembre de 1995, el papa Juan Pablo II trató este tema y dijo:

“Alguien ha pensado en ciertos ciclos cósmicos arcanos, en los que la historia del universo, y en particular del hombre, se repetiría constantemente. El hombre surge de la tierra y a la tierra retorna (cf. Génesis 3, 19): este es el dato de evidencia inmediata. Pero en el hombre hay una irrenunciable aspiración a vivir para siempre. ¿Cómo pensar en su supervivencia más allá de la muerte? Algunos han imaginado varias formas de reencarnación: según cómo se haya vivido en el curso de la existencia precedente, se llegaría a experimentar una nueva existencia más noble o más humilde, hasta alcanzar la plena purificación. Esta creencia, muy arraigada en algunas religiones orientales, manifiesta entre otras cosas que el hombre no quiere resignarse a una muerte irrevocable. Está convencido de su propia naturaleza esencialmente espiritual e inmortal. La revelación cristiana excluye la reencarnación, y habla de un cumplimiento que el hombre está llamado a realizar en el curso de una única existencia sobre la tierra.”

 

 


[1] En algunos países se conoció cómo Muchas vidas, muchos sabios.

[2] La explicación al sufrimiento humano es que cada reencarnación está diseñada para resarcir un defecto presente en una vida anterior. Por ejemplo, si en una vida fui un rico tirano con los pobres, en otra vida seré un pobre que vivirá en carne propio lo nocivo del alma tirana que fue en una vida anterior.

[3] Nació en Canadá en 1918. Trabajó por 50 años en el departamento de psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia. Falleció en el 2007. Su obra más extensa fue el libro Casos de reencarnación tipo, en cuatro volúmenes.

[4] http://www.youtube.com/watch?v=a8YXZTlwTAU

[5] En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos una detallada y profunda explicación sobre la resurrección de la carne en los numerales 988 al 1014.

[6] La fiesta de San Dimas se celebra el 25 de marzo.

 

evolución

¿La Iglesia está en contra de la teoría de la evolución?

La primera vez que visité el Museo Americano de Historia Natural en la ciudad de New York, quedé muy impresionado por la cantidad de fósiles que pude apreciar. El visitante es recibido por el esqueleto fósil reconstruido de un tiranosaurio rex de 4 metros de altura por 12 de largo que habitó en nuestra tierra hace aproximadamente 65 millones de años atrás.

En otra sala tienen exhibidos cinco fósiles que muestran la evolución del caballo, desde su ancestro más remoto que vivió hace 55 millones de años y que medía aproximadamente 40 centímetros de alto, hasta la osamenta de un caballo actual con una altura de 160 centímetros. Fósiles de pescados que nadaron en los mares hace millones de años y que no son iguales a los pescados de hoy en día. Fósiles de creaturas que hoy se encuentran extintas.

Es evidente que los animales han cambiado con el pasar del tiempo.

¿Cómo mantenerme fiel a lo que yo pensaba que era la enseñanza de la Iglesia, después de haber visto con mis propios ojos esos fósiles que aparentemente probarían la teoría de la evolución? ¿Cómo defender ese creacionismo que había aprendido cuando tenía 6 años de edad?

Empecemos por decir que esos fósiles y los miles más que se han encontrado, no prueban la teoría de la evolución tal y como se enseña en los colegios, todo lo contrario ¡la contradicen!, y en segundo lugar que las dos teorías –creacionismo y evolución–, tal y como las conocen el común de la gente, no se contradicen ¡se complementan!

Aceptar la evolución como tal, no tiene por qué negar lo que nos cuenta la Biblia sobre la creación ni mucho menos a Dios como lo ha querido “vender” la propaganda evolucionista. Desafortunadamente esa es la forma en que el común de la gente ha percibido la teoría de la evolución.

Apegados a una interpretación literal del Génesis piensan que Dios ha quedado desmentido, ya que la evolución les ha mostrado que las especies no fueron el resultado de Dios actuando como mago en una función donde hace aparecer conejos y palomas de la nada. Piensan que para obtener un ser humano no se necesita de Él, sino del accionar del tiempo, del medio ambiente y de la suerte. De mucha suerte.

Lo que nos dice la Biblia es que Dios creó todo. Creó el tiempo, el medio ambiente y las leyes de la naturaleza que gobiernan esa evolución que desarrolla seres vivos.

La teoría de la evolución

Se considera a Charles Darwin como el padre de esta teoría que apareció publicada en su libro El Origen de las Especies en 1859. Su teoría se basa en tres postulados básicos:

  1. Existen variaciones en los organismos vivientes que se transmiten a la descendencia.
  2. Los organismos compiten por la supervivencia.
  3. La selección natural determinará que aquél que este mejor adaptado sobrevivirá.

Es decir que las formas de vida complejas que observamos hoy en día, provienen de formas menos complejas tras un proceso evolutivo de millones de años.

Cuando Darwin observaba la gran diversidad de organismos vivientes, incluido el mundo vegetal, constataba que esos organismos compartían una serie de estructuras comunes, e imaginó que estaba viendo las ramas de un gran árbol de vida.

Basado en sus observaciones, dedujo que si pudiera retroceder el tiempo, vería como esas ramas se juntaban unas con las otras hasta unirse en un tronco que habría nacido de una sola semilla.

¿De dónde salió esa semilla inicial?

Las corrientes del neodarwinismo[1] proponen una teoría: al comienzo, los ingredientes de una combinación química primordial (sopa primordial) se combinaron y recombinaron al azar hasta que la vida primitiva llegó a formarse.

La teoría creacionista

Creacionista viene de crear y en el sentido estricto; la palabra crear significa sacar algo de la nada. Dios es el único que puede sacar algo de la nada. Por tanto, la creación solo puede venir de Dios. El hombre solo es capaz de transformar, más no de crear.

El que es considerado como el padre de la química moderna, el francés Antoine Lavoisier (1743-1794) postuló un principio vigente hasta la fecha “La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”.

Antes que la ciencia se desarrollara en la forma en que lo ha hecho en los últimos siglos, la única fuente de conocimiento que poseía el hombre para temas tan fundamentales como el de nuestro origen era la Santa Biblia. Así que su interpretación literal por los letrados fue usual durante mucho tiempo.

Hasta antes de la teoría propuesta por Darwin, el mundo se sentía cómodo con lo que el primer concilio de Nicea había declarado en el año 325 “Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador de todas las cosas visibles e invisibles”.

En síntesis y en palabras de hoy, las Sagradas Escrituras nos dicen que el universo tuvo un principio (Génesis 1:1); que ese principio creó luz (Génesis 1:3); después empezaron a aparecer los planetas (Génesis 1:10) y luego las estrellas (Génesis 1:14-15); surgieron las lluvias y los mares (Génesis 2:5); luego apareció el reino vegetal (Génesis 1:11), a continuación surgió el reino animal (Génesis 1:20-24) y por último el hombre (Génesis 1:26-29). El cuerpo del hombre se formó de la tierra misma y el alma fue infundida por Dios (Génesis 2:7).

Los científicos nos cuentan que el universo tuvo su principio en esa gran explosión (big-bang), que generó una inmensa fuente de luz, y que con el tiempo la materia se empezó a agrupar formando diversos cuerpos celestes. Los más grandes desencadenaron un proceso de fusión nuclear y nacieron las estrellas. Algunos de esos cuerpos comenzaron a gravitar alrededor de esas estrellas y nacieron los planetas, unos desarrollaron vida –reino vegetal y animal– cuya parte material surgió de los mismos compuestos de la tierra, siendo el hombre el más avanzado de ellos.

Notemos que las dos versiones son iguales, excepto que los términos que emplea la Biblia son términos que las personas de hace 3,500 años atrás, cuando fue escrito el Génesis, podían entender y comprender. No creo que en esa época hubieran entendido aquello de la fusión nuclear, o la gravitación, o la genética.

Evolución vs. Creación

Cuando empezó a tomar fuerza la teoría de la evolución, muchos cristianos, especialmente del ala protestante, radicalizaron la defensa del primer capítulo del Génesis. Los evolucionistas revivieron, casi que a manera de burla, el viejo calendario Ussher-Lightfoot del siglo XVII elaborado por el arzobispo anglicano James Ussher, quien apegándose a una interpretación literal de la Biblia, ubicó la creación del universo el 23 de octubre del 4004 a.C., es decir que el universo tendría poco más de 6,000 años de antigüedad. Actualmente sigo escuchando ecos de esta burla.

Con el pasar de los años y en la medida en que la teoría de la evolución ganaba más adeptos, la radicalización se hizo más grande al punto que la gente tenía que escoger entre dos teorías que se vendieron como si fueran totalmente excluyentes.

Creer en la evolución implicaba negar a Dios y creer en la creación implicaba cerrar los ojos ante unas pruebas científicas que aparentaban ser irrefutables.

Y así, como en una época la ley de los Estados Unidos y de otros países, prohibía la enseñanza de la teoría de la evolución en los colegios, hoy sucede lo contrario. La mayoría de estados de los Estados Unidos, prohíbe la enseñanza de cualquier teoría contraria a la evolución.

En Estados Unidos, país cuyos científicos han recibido 74 veces el Pre­mio Nobel en la especialidad de medicina, 55 en la de química y 41 en la de física, el 42% de la población cree que la versión evangélica del Génesis sobre la creación del universo es consistente con los hechos históricos realmente acaecidos y debe aceptarse literalmente.

La tesis que las especies vivas han evolucionado de forma aleatoria sólo es aceptada por el 26% del censo, según datos procedentes de una encuesta elaborada en agosto del 2006 por el Centro de Investigaciones PEW[2].

En una encuesta realizada en los Estados Unidos por la empresa Gallup en noviembre de 2004, se les ofreció a los encuestados, dos opciones para responder a la pregunta “¿Qué es la teoría de Darwin?”, el 35% respondió que es una teoría científica lo suficientemente respaldada por la evidencia, pero otro 35% afirmó que es otra teoría entre tantas e insuficientemente respaldada por la evidencia, mientras que un 30% no respondió.

Cuando se propuso a los encuestados elegir entre tres alternativas para explicar el origen de la vida y del ser humano, el 45% prefirió una explicación creacionista y el 38% optó por una explicación evolutiva de la mano de Dios, mientras que sólo el 13% eligió una explicación que no involucraba a Dios.

Nosotros los creyentes no debemos dejarnos arrastrar por las corrientes materialistas, porque en lo que respecta al origen del hombre nos hemos centrado únicamente en el hombre material. Aun en el creacionismo, la gente tiende a pensar que Dios creó al hombre hace millones de años y nunca más intervino en la raza humana. Dios continúa su labor creadora hasta el presente, creándole un alma a cada ser humano que se concibe en el mundo.

Cuando Darwin propuso en 1859 por primera vez la evolución, solo era una teoría basada en premisas sin soporte. Sus observaciones lograron mostrar que una misma especie se había modificado de varias maneras para adaptarse mejor a su ambiente (micro evolución), extrapoló estas conclusiones devolviendo el reloj del tiempo, y concluyó que han debido de haber modificaciones mayores (macroevolución) que dieron origen a todas las especies hasta hoy conocidas.

Para desgracia de Darwin, la evidencia esencial que transformaría su teoría en un hecho real y comprobable, no se materializó durante su vida. Ni ha ocurrido hasta el día de hoy. Esencialmente, no tenemos dos tipos de evidencia necesarias.

La primera evidencia faltante es la de la semilla inicial de ese árbol de la vida.

El Neo-Darwinismo postula que esa semilla inicial se originó a partir de una mezcla prebiótica[3] rica, con todos los ingredientes necesarios para la vida, que se formó cuando la tierra empezaba a enfriarse. Hasta la fecha los paleontólogos no han podido confirmar que alguna vez tal mezcla haya existido. Los más antiguos sedimentos descubiertos, “no muestran señal de ningún compuesto orgánico abiótico[4].

El astrónomo y químico ganador del premio nobel, Dr. Fred Hoyle y su coautora británica la doctora en química Chandra Wickramasimghe, escribieron en su libro Life Cloud:

“Aceptando la teoría de la “sopa primordial” como origen de la vida, vemos que los científicos han reemplazado los misterios religiosos que velaban esta cuestión con dogmas científicos igualmente misteriosos”.

Este mismo Dr. Fred Hoyle es el autor del libro The Big Bang in Astronomy y en él dice: “Imagine a un trillón de trillón de trillón de trillón de personas ciegas con un cubo de rubik desordenado. Trate de imaginarse cuál es la probabilidad de que todas ellas y al mismo tiempo armen correctamente el cubo. Esa es la probabilidad de obtener solo uno, de los muchos biopolímeros de los que la vida depende”.

La segunda evidencia faltante es la de los fósiles de las transiciones entre las diferentes especies.

Según la teoría de la evolución cada especie está precedida por una casi idéntica. Darwin reconoció en su libro El Origen de las Especies que tal serie evolutiva de especies no había sido hallada en el registro fósil de su época. Él tenía la esperanza que algún día los paleontólogos descubrirían tales eslabones faltantes, sin embargo hasta la fecha no ha sido hallado uno solo.

El profesor N. Heribert-Nilsson de la universidad de Lund, Suecia, dijo en 1954: “El material fósil actual es tan completo que la carencia de series transitorias no puede ser explicada por la falta de material”.

Décadas después, el curador del Museo Natural de Historia de Chicago, el señor David M. Raup dijo: “en lugar de encontrar el desarrollo gradual de la vida, lo que realmente encontraron los geólogos contemporáneos de Darwin y los actuales es un registro bastante irregular; las especies aparecen en secuencia muy abruptamente, muestran poco cambio, si es que alguno durante su existencia en los registros y repentinamente desaparecen de él”.

El registro fósil encontrado hasta el momento solo ha avalado las conclusiones iniciales de Darwin, la de una micro evolución debido a la adaptación de la especie, pero hasta el momento ha sido totalmente nulo el soporte fósil que fundamente una macro evolución. Solo se han encontrado fósiles que muestran las hojas de ese árbol que Darwin imaginó, pero nada de sus ramas, tronco ni semilla.

Variedad (por ejemplo muchas razas de perros), ni adaptación, ni extinción es lo mismo que evolución.

Uno de los argumentos más grandes en contra de ese supuesto árbol de la vida esbozado por Darwin, es lo que se conoce como la gran explosión cámbrica.

El cámbrico es un período en la vida de la tierra que comenzó hace 540 millones de años y terminó hace 485 millones de años.

Existe un consenso generalizado en que las primeras formas de vida sobre el planeta comenzaron hace más o menos 4,000 millones de años atrás. Si condensamos esos 4,000 millones de años en un día de 24 horas, tendríamos que a la 1 am solo existen simples organismos unicelulares; y desde esta hora hasta las 6 pm tendríamos lo mismo; tres cuartas partes del día han pasado y solo sigue habiendo simples organismos unicelulares en la tierra. De pronto a las 9 pm –que corresponde al períodocámbrico– y por un lapso de dos minutos, aparecen la mayoría de las principales formas de animales en la forma que actualmente existen.

De simples organismos unicelulares pasan a organismos con complejos cerebros, sistema nervioso, espina dorsal, estructura ósea, ojos, oídos, sistema digestivo, etc.

Gracias a las explotaciones petroleras en el mar, el hombre ha examinado sustratos de tierra provenientes de grandes profundidades que corresponden a la época en que la tierra se estaba formando. No se ha encontrado un solo fósil que muestre esa transición gradual de esos simples organismos unicelulares, a los sistemas complejos multicelulares de las especies encontradas en eseperíodo cámbrico y que existen hasta nuestros días con micro variaciones.

La mayoría de las personas piensan que el único “eslabón perdido” que la ciencia busca con interés es el de la transición entre el simio y el hombre, pero la realidad es que busca el de todas las transiciones, entre el árbol de manzana y la ballena, entre la pulga y el elefante, entre la lombriz y el águila. Según Darwin, toda la vida comparte un mismo ancestro.

La publicidad y el desarrollo mediático en favor de la teoría de la evolución y la caricatura que se ha hecho del creacionismo, han hecho que el común de las personas vea este tema como un enfrentamiento entre ciencia y religión, cuando en realidad se trata de un debate entre ciencia y ciencia.

Diseño Inteligente

Esta teoría surge alrededor de 1987 en Estados Unidos y propone que el origen y evolución del universo, la vida y el hombre, son el resultado de una inteligencia o diseñador que creó las leyes de la naturaleza de una forma deliberada para lograr el universo, la vida y el hombre que hoy conocemos. Esta teoría no menciona al diseñador ni a su naturaleza, solo concluye su existencia.

La evidencia científica recogida por los campos de la astronomía, antropología, biología y genética entre otras, contradicen la explicación de una evolución del universo y de las especies vivas por puro azar.

El fundamento de esta teoría se basa principalmente en la creación del universo y de la formación de la vida en la tierra.

Respecto a la formación del universo, los científicos han logrado escudriñar y entender los principios físicos que estuvieron presentes en la formación del universo hace 15.000 millones de años atrás, desde las primeras fracciones de segundo de su nacimiento. Constantes físicas como la fuerza de gravedad, electromagnetismo, fuerza nuclear fuerte, fuerza nuclear débil, velocidad de la luz, constante de Planck, masa de los electrones, masa de los protones, masa de los neutrones, la densidad de la materia, etc., se definieron con una precisión extremadamente perfecta para que se creara un universo y se desarrollara la vida.

Por ejemplo, si la velocidad a la que se expande la materia en un espacio vacío, fuera mayor al resultado de dividir uno entre un uno seguido por 120 ceros, el universo se expandiría más rápido y no se podrían formar estrellas ni planetas, o si fuera esa misma fracción más lenta el universo volvería a juntarse y nada se formaría.

Otro ejemplo, si la distribución masa-energía que se dio al comienzo de la formación del universo hubiera tenido una variación del orden de la fracción uno dividido por un uno seguido por 123 millones de ceros, no se hubiera formado el universo.

Otro ejemplo, imaginemos una regla métrica que se extiende a todo lo ancho del universo y ubicamos la actual fuerza de gravedad en un punto cualquiera de esa regla, un centímetro para la derecha o un centímetro para la izquierda y el resultado es que no podría existir ninguna masa más grande que el del tamaño de una lenteja.

El científico Stephen Hawking[5] escribió en su libro Historia Breve del Tiempo lo siguiente:

“Las leyes de la ciencia, tal como las conocemos en la actualidad, contienen muchos números fundamentales, como el tamaño de la carga eléctrica del electrón y la relación de las masas del protón y el electrón […]. El hecho notable es que los valores de estos números parecen haber sido ajustados finamente para hacer posible el desarrollo de la vida.”

Respecto a la formación de la vida en la tierra, los argumentos del diseño inteligente se basan en lo que ellos llaman la complejidad irreductible y la complejidad específica.

Complejidad irreductible, es la conclusión a la que llegan los postuladores de esta teoría, que gracias al desarrollo de los microscopios electrónicos, han podido encontrar sistemas biológicos demasiado complejos, como para haber evolucionado de sistemas menos complejos. Tal es el caso del flagelo bacteriano, que posee un mecanismo de impulsión extremadamente parecido al del motor de un bote, posee un rotor con piñones que gira a 7,000 rpm, posee un diferencial, un eje, anillos con engranajes, etc. Si a este mecanismo se le suprime un solo componente de sus más de 16 partes, la bacteria simplemente no se puede mover. Así que no es posible que haya sido producto de un desarrollo gradual.

Cosa similar pasa con el mecanismo de un reloj, se necesitan todas las piezas vitales a la vez para que funcione, sus componentes no se pueden ir formando gradualmente.

Darwin escribió en El Origen de las Especies: “si puede ser demostrado que algún órgano complejo existió sin haber pasado por una serie de numerosas, sucesivas y sutiles modificaciones, mi teoría se quebraría por completo”.

El concepto de complejidad específica fue desarrollado por el matemático, filósofo y teólogo William A. Dembski[6]. Él afirma que cuando algo tiene complejidad específica se puede asumir que fue producido por una causa inteligente (es decir, fue diseñado) en lugar de ser el producto de un proceso natural.

Para entender el concepto propone los siguientes ejemplos: “Una sola letra de un alfabeto es específica sin ser compleja. Una larga frase de letras escogidas de forma aleatoria es compleja pero no específica. Un soneto deShakespeare es complejo y específico.”.

Dembski afirma que los detalles de los seres vivientes tienen esa misma característica, especialmente los patrones de secuencias moleculares en las moléculas biológicas funcionales como el ADN.

Si vaciáramos en un libro toda la información contenida en el ADN humano, alcanzaría una altura equivalente a la distancia de la tierra a la luna.

Lo que enseña el magisterio de la Iglesia

Desde el nacimiento de nuestra religión, el hombre creyente ha tenido claro que la revelación del Evangelio es en realidad una segunda revelación, porque Dios ya había hablado a través de su creación. Existe una vieja tradición del pensamiento cristiano que habla de los “dos libros” de Dios: el de la naturaleza y el de la revelación. San Agustín lo puso en estos términos:

“Es libro para ti la Sagrada Escritura, para que la oigas. Y es libro para ti el orbe de la tierra, para que lo veas”

El padre Rafael Pascual es el director del master Ciencia y Fe del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum[7] de Roma quien concedió en el 2005 una entrevista al portal de noticias Zenit[8] dejando muy claro la posición de la Iglesia a este respecto:

“El Magisterio de la Iglesia, en sí, no se opone a la evolución como teoría científica. Por una parte, deja y pide a los científicos que hagan investigación en lo que constituye su ámbito específico. Pero, por otra, ante las ideologías que están detrás de algunas versiones del evolucionismo, deja claros algunos puntos fundamentales que hay que respetar:

– No se puede excluir, «a priori», la causalidad divina. La ciencia no puede ni afirmarla, ni negarla.

– El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. De este hecho deriva su dignidad y su destino eterno.

– Hay una discontinuidad entre el ser humano y otros seres vivientes, en virtud de su alma espiritual, que no puede ser generada por simple reproducción natural, sino que es creada inmediatamente por Dios.”

Y a la pregunta ¿Cuáles son las verdades fundamentales sobre el origen del mundo y el ser humano que la Iglesia indica como puntos básicos?”, el padre Pascual responde:

“Está claro que el Magisterio no entra en cuestiones propiamente científicas, que deja a la investigación de los especialistas, pero siente el deber de intervenir para explicar las consecuencias de tipo ético y religioso que tales cuestiones comportan.

El primer principio que se subraya es que la verdad no puede contradecir a la verdad, es decir, no puede haber un verdadero contraste o conflicto entre una verdad de fe (o revelada), y una verdad de razón (es decir, natural), porque las dos tienen como origen a Dios.

En segundo lugar, se subraya que la Biblia no tiene una finalidad científica, sino más bien religiosa, por lo que no sería correcto sacar consecuencias que puedan implicar a la ciencia, ni respecto a la doctrina del origen del universo, ni en cuanto al origen biológico del hombre. Hay que hacer, por tanto, una correcta exégesis de los textos bíblicos, como indica claramente la Pontificia Comisión Bíblica, en «La interpretación de la Biblia en la Iglesia» (1993).

En tercer lugar, para la Iglesia no hay, en principio, incompatibilidad entre la verdad de la creación y la teoría científica de la evolución. Dios podría haber creado un mundo en evolución, lo cual en sí no quita nada a la causalidad divina, al contrario puede enfocarla mejor en cuanto a su riqueza y virtualidad.

En cuarto lugar, sobre la cuestión del origen del ser humano, se podría admitir un proceso evolutivo respecto a su corporeidad pero, en el caso del alma, por el hecho de ser espiritual, se requiere una acción creadora directa por parte de Dios, ya que lo que es espiritual no puede ser originado por algo que no es espiritual. Entre materia y espíritu, hay discontinuidad. El espíritu no puede fluir o emerger de la materia, como ha afirmado algún pensador. Por tanto, en el hombre, hay discontinuidad respecto a los otros seres vivos, un «salto ontológico».

Por último, y aquí nos encontramos ante el punto central: el hecho de ser creado y querido inmediatamente por Dios es lo único que puede justificar, en última instancia, la dignidad del ser humano. En efecto, el hombre no es el resultado de la simple casualidad o de una fatalidad ciega, sino más bien es el fruto de un designio divino. El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, más todavía, está llamado a una relación de comunión con Dios. Su destino es eterno, y por ello no está simplemente sujeto a las leyes de este mundo que pasa. El ser humano es la única criatura que Dios ha querido para sí mismo, es fin en sí, y no puede ser tratado como medio para alcanzar ningún otro fin, por muy noble que pueda ser o parecer.”

El 12 de agosto de 1950, el entonces papa Pio XII promulgó “la carta encíclica Humani Generis” en los que aborda el tema de la evolución del hombre, dejando por escrito el pensamiento católico al respecto. En él podemos leer:

“Ninguna verdad, que la mente humana hubiese descubierto mediante una sincera investigación, puede estar en contradicción con otra verdad ya alcanzada, porque Dios la suma Verdad, creó y rige la humana inteligencia no para que cada día oponga nuevas verdades a las ya realmente adquiridas, sino para que, apartados los errores que tal vez se hayan introducido, vaya añadiendo verdades a verdades de un modo tan ordenado y orgánico como el que aparece en la constitución misma de la naturaleza de las cosas, de donde se extrae la verdad. Por ello, el cristiano, tanto filósofo como teólogo, no abraza apresurada y ligeramente las novedades que se ofrecen todos los días, sino que ha de examinarlas con la máxima diligencia y ha de someterlas a justo examen, no sea que pierda la verdad ya adquirida o la corrompa, ciertamente con grave peligro y daño aun para la fe misma.”

“…el Magisterio de la Iglesia no prohíbe el que —según el estado actual de las ciencias y la teología— en las investigaciones y disputas, entre los hombres más competentes de entrambos campos, sea objeto de estudio la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente —pero la fe católica manda defender que las almas son creadas inmediatamente por Dios—. Mas todo ello ha de hacerse de manera que las razones de una y otra opinión —es decir la defensora y la contraria al evolucionismo— sean examinadas y juzgadas seria, moderada y templadamente; y con tal que todos se muestren dispuestos a someterse al juicio de la Iglesia, a quien Cristo confirió el encargo de interpretar auténticamente las Sagradas Escrituras y defender los dogmas de la fe. Pero algunos traspasan esta libertad de discusión, obrando como si el origen del cuerpo humano de una materia viva preexistente fuese ya absolutamente cierto y demostrado por los datos e indicios hasta el presente hallados y por los raciocinios en ellos fundados; y ello, como si nada hubiese en las fuentes de la revelación que exija la máxima moderación y cautela en esta materia.”

En un artículo publicado el 7 de julio del 2005 por el The New York Times titulado “Encontrando diseño en la naturaleza” y escrito por el entonces arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schönborn encontramos lo siguiente:

“…cualquier modo de pensamiento que niegue o busque desestimar la abrumadora evidencia en favor del diseño en biología es ideología, no ciencia.”

Vemos entonces que la Iglesia ha dado su respaldo a algunos aspectos de la teoría de la evolución y del diseño inteligente, partiendo siempre de un creador, que es quien crea la materia prima del universo y las leyes físico-químicas de la naturaleza que gobiernan esa materia, incluida la evolución.

El universo se desarrolla según sus propias dinámicas y eso no destruye al Dios que creó las leyes que las gobiernan, es decir que se excluye el azar de ese proceso creativo de la naturaleza, “Creemos que Dios creó el mundo según su sabiduría. Este no es producto de una necesidad cualquiera, de un destino ciego o del azar[9]. Igualmente la Iglesia le recuerda a la ciencia su limitación al no poder responder al gran interrogante filosófico ¿de dónde viene todo esto y cómo todo toma un camino que desemboca finalmente en el hombre?

 

 


[1] Nombre acuñado por George John Romanes en su libro Darwin and After Darwin publicado en 1892. Hoy el término neodarwinismo se asocia a la teoría de la Síntesis Evolutiva Moderna; que sostiene que la variación genética de las especies surge al azar mediante la mutación (errores en la replicación del ADN) y la recombinación (la mezcla de los cromosomas durante la meiosis).

[2] Institución sin ánimo de lucro fundada en 1948 con sede en Washington DC, USA.

[3] Según el diccionario de la Real Academia Española se define como un adjetivo: Anterior a la existencia de la vida en la Tierra.

[4] Los Doctores J. Brooks y G. Shaw de la Escuela de Química de la Universidad de Bradford (Inglaterra) en el año 1978 concluyeron en su reporte evaluación crítica al origen de las especies: “No hay evidencia que alguna combinación química primordial haya existido alguna vez en este planeta por un tiempo apreciable”.

[5] Stephen William Hawking es un físico teórico, cosmólogo y divulgador científico británico, célebre por sus estudios sobre el origen del universo y por sus demostraciones científicas sobre la negación de Dios.

[6] William Albert es un matemático, filósofo y teólogo estadunidense, académico de Baylor University.

[7] El Ateneo Pontificio Regina Apostolorum es una institución universitaria católica con sede en Roma. Está dirigido por los Legionarios de Cristo y el Movimiento eclesial Regnum Christi.

[8] Ver entrevista completa en la página http://www.zenit.org/es/articles/creacion-evolucion-y-magisterio-de-la-iglesia-catolica.

[9] Catecismo de la Iglesia Católica, 295.

 

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