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Lo que quiso saber de nuestra iglesia católica y no se atrevió a preguntar

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razon y fe

¿Ciencia y religión deben ir por caminos separados?

La gente tiende a mirar la ciencia y la religión como dos boxeadores que se encuentran en esquinas opuestas de un ring de boxeo, sosteniendo una pelea sin fin que comenzó siglos atrás.

Estas personas visualizan a la ciencia como un gigante musculoso en muy buena forma, amparado por un desarrollo científico sin precedentes que acapara diariamente titulares; por otro lado a la religión, como un escuálido contrincante que con solo una historia vieja que contar, pretende derrotar a su adversario.

Al preguntarles a esas mismas personas por quien creen ellos que va ganando la pelea, la respuesta que escucharemos unánimemente será la ciencia.

Esa respuesta nos produce temor a nosotros los creyentes, ya que pensamos que día a día se desvela más y más los misterios de la vida y del mundo que nos rodea, y dejamos que se nos desvié la mirada del que creó las leyes que gobiernan esa naturaleza que nos envuelve y que la ciencia no puede alcanzar. Como dijera un sabio en una oportunidad, “No es un problema lo que no sabes, sino lo que no sabes que no sabes“.

Sí bien es cierto que ciencia y religión tienen dominios diferentes, no contradictorios, su objetivo no es así. La ciencia busca responder el cómo y la religión el por qué, pero ambas se complementan en su búsqueda de la verdad.

La religión nunca podrá explicar cómo se formó el sol y la ciencia nunca podrá explicar por qué existimos, o ¿Por qué hay algo en lugar de nada?[1].

 

En palabras del papa Juan Pablo II “Al mismo tiempo, la ciencia puede liberar a la religión del error y la superstición; y la religión puede purificar la ciencia de idolatría y falsos absolutos”.

La verdad religiosa se encuentra dentro de una clase diferente de la verdad científica. El propósito de la verdad religiosa no es comunicar información científica sino transformar lo que hay dentro de nuestros corazones.

Científicos y religiosos

El 9 de mayo de 1931 apareció publicado en la revista Nature, una de las publicaciones científicas más antiguas y respetadas del mundo, un artículo titulado “El comienzo del mundo desde el punto de vista de la teoría cuántica” firmado por Georges Lemaître; en el que contradice la teoría de un universo estático y sin origen como había planteado Albert Einstein y otros científicos de la época[2], y propone un universo en expansión. Dice en su artículo que si se devolviera el tiempo, tendríamos un universo más y más pequeño hasta concentrarse en lo que él llamo una especie de átomo primitivo. Este “átomo” contendría en forma de energía[3] toda la materia del universo actual y que a partir de un momento dado empezó a dividirse en átomos más y más pequeños, dando origen al tiempo y al espacio. A “Un día sin un ayer”.

Esta postulación fue el comienzo de una serie de hipótesis que con el paso de los años, desembocarían en la teoría conocida como la Gran Explosión (Big-Bang).

Georges Lemaître, nacido en Bélgica en 1894, era un sacerdote católico de la orden de los jesuitas. Científico y religioso que en declaraciones al New York Times explicó esta aparente dualidad: “Yo me interesaba por la verdad desde el punto de vista de la salvación y desde el punto de vista de la certeza científica. Me parecía que los dos caminos conducen a la verdad, y decidí seguir ambos. Nada en mi vida profesional, ni en lo que he encontrado en la ciencia y en la religión, me ha inducido jamás a cambiar de opinión.

El 12 de marzo del 2008 el sacerdote católico Michael Heller se hizo merecedor del premio Templeton[4], por su aportación de modelos físico-matemáticos sorprendentes y agudos sobre el origen y la causa del universo. En su discurso de agradecimiento por el premio que le había sido concedido dijo:

“Entre mis numerosas fascinaciones, dos se han impuesto a sí mismas sobre las otras: ciencia y religión… Yo siempre quise hacer las cosas más importantes, y ¿qué puede ser más importante que ciencia y religión? La ciencia nos da conocimiento y la religión nos da sentido. Ambos son requisitos para una existencia digna. La paradoja es que estos dos grandes valores muchas veces aparentan entrar en conflicto. Yo me pregunto frecuentemente cómo las puedo reconciliar. Cuando ésta pregunta la hace un científico o un filósofo, yo invariablemente me pregunto, ¿cómo la gente educada es tan ciega de no ver que la ciencia no hace otra cosa que explorar la creación de Dios? “

El gran científico francés Luis Pasteur[5], célebre por su descubrimiento de la pasteurización dijo una vez “Un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha ciencia devuelve a Él.” Esta frase resume la triste tendencia de nuestra sociedad de no profundizar en los conceptos, sino que se limita al facilismo de aceptar toda propuesta que le proporcione un elemento que alivie su existencia.

Pero para aquel gremio de personas que dedican su vida entera al estudio serio de la ciencia, la gran mayoría no tardan en aceptar un creador que dependiendo del momento y lugar, le darán un nombre diferente.

Grandes científicos de todos los tiempos, como Leonardo da Vinci, Isaac Newton, Galileo Galilei, Nicolás Copérnico, Blaise Pascal, Leonhard Euler, James Watt, Alessandro Volta, Michael Faraday, Samuel Morse, Gregor Mendel, Max Planck, Guglielmo Marconi, Alexander Fleming, Niels Bohr, Albert Einstein, etc., no han encontrado razón alguna para rechazar el concepto de un Dios creador y ordenador de la naturaleza. Muchos de ellos pertenecientes a órdenes religiosas cristianas, judías, protestantes o musulmanas, han hecho grandes aportes al mundo científico al igual que innumerables discursos, entrevistas, documentos y libros donde atestiguan lo fascinante que les ha resultado su labor científica con su profunda convicción religiosa de un ser supremo.

Contrario a lo que muchos piensan, la Iglesia ha sido el patrocinador número uno de la ciencia. Los aportes de la Iglesia al desarrollo de la ciencia han sido de una importancia para nada despreciables.

Veamos algunos de los más importantes.

El sistema numérico decimal

En la Europa del año 999 se utilizaba el sistema numérico romano, que se componía de los caracteres: I = 1, V = 5, X = 10, L = 50, C = 100, D = 500 y M = 1000 para representar los números. Qué operación resulta más fácil hacer: ¿MMMCMXCVIII cabezas de ganado por MMCCCLXXXIV dólares cada una? o ¿3,998 cabezas de ganado por 2,384 dólares cada una?

El sistema numérico romano por ser un sistema aditivo y no posicional, hacia extremadamente largo el proceso de sumar o restar dos números. Se requiere juntar los números, ordenarlos, sustituir los que puedan ser agrupados, y volver a repetir la operación tantas veces como sea necesario hasta obtener una respuesta que no viole sus reglas de notación. No se conocía el cero y no tiene una forma de representar números negativos ni decimales.

El 2 de abril del año 999 es nombrado el primer papa francés de la historia: Gerberto de Aurillac quien adoptaría el nombre de Silvestre II. Gran teólogo y filósofo que escribió varias obras sobre estos temas, sin embargo fue en el ámbito matemático donde más se destacó.

Introdujo en Francia el sistema numérico arábigo decimal y de ahí se extendió al resto del continente a través de los clérigos.

La ciencia pudo desarrollar sus necesarios cálculos matemáticos con un sistema preciso y fácil de usar, como lo es el numérico decimal.

Escuelas y universidades

Cuando el imperio romano occidental cae en el siglo IV ante los barbaros, tras un largo período de decadencia social y política, las únicas instituciones que sobrevivieron sólidamente fueron la Iglesia y el papado.

El papa, los obispos romanos y el clero romano en general, tuvieron que asumir muchas funciones políticas y gubernamentales. La educación fue una de ellas.

Sus viviendas, sus abadías, conventos y monasterios se convirtieron en escuelas, y sus monjes y sacerdotes; en maestros.

La educación dejó de ser exclusiva de los nobles y prontamente se impuso el modelo de educación cristiano. Este modelo dividía la formación en dos etapas: Trívium que comprendía la enseñanza de la retórica[6], gramática y dialéctica[7]; y Quadrivium que comprendía la aritmética, música, geometría y astronomía. Es decir, se impartía formación en lenguaje, filosofía y ciencias.

A finales del siglo VI la Iglesia comenzó a crear centros de estudios en los monasterios con la intención de formar a los jóvenes aspirantes a ser monjes y así dieron origen a lo que se llamó Escuelas Monásticas. En ellas se enseñaba lo necesario para poder llevar una vida dentro y fuera del claustro eclesial.

Con el paso de los años, estos centros de estudio fueron recopilando una gran cantidad de manuscritos sobre diversas ramas del conocimiento y pronto sus grandes bibliotecas alcanzaron gran reputación. Poco a poco, estas escuelas monásticas abrieron sus puertas a estudiantes que no deseaban seguir una vida religiosa y con ello se ampliaron los temas de estudio a otras ramas tales como leyes, medicina, cálculo, lenguas extranjeras, etc.

En 1079 el papa Gregorio VII ordenó la creación de centros de estudios bajo la jurisdicción de los obispos dando lugar a lo que se llamó Escuelas Episcopales. Estas fueron creadas en el corazón de las principales ciudades europeas, descentralizando la educación de los monjes en sus monasterios.

Los programas de educación se expandieron para satisfacer las necesidades de las ciudades y paulatinamente empezaron a atraer más estudiantes laicos.

Poco menos de un siglo después estos centros adquieren el nombre de universidades y con el apoyo de los gobernantes locales, comienzan a nacer las primeras que son desligadas de la Iglesia. Como dice A. Bride en su libro “Diccionario de Teología Católica”:

Hay pocas universidades en cuya partida de nacimiento no se encuentre un documento pontificio o por lo menos la intervención de un delegado de la Santa Sede

Calendario gregoriano

Para el año 1582 el mundo occidental utilizaba el calendario juliano que existía desde el año 46 a.C. y que había sido adoptado por la Iglesia en el año 325 d.C., este calendario usaba el movimiento de la tierra con respecto al sol y no el de la luna, como ocurría en muchas culturas orientales. El calendario consistía en un año de 365.25 días, cuando lo correcto es de 365.242189.

Astrónomos como el padre Christopher Clavius y matemáticos como el padre Pedro Chacón del vaticano fueron los encargados de determinar con precisión el año terrestre.

Así, mediante la bula INTER GRAVISSIMAS del 24 de febrero de 1582 el papa Gregorio XIII promulgó un nuevo calendario más exacto y ajustó los casi diez[8] días de desfase que se habían acumulado para ese entonces.

Debido a éste calendario gregoriano, vigente y usado en casi todo el mundo hasta nuestros días, la ciencia se vio altamente beneficiada al conocer con mayor exactitud el tiempo en el que estamos.

El método científico

En los albores del año 1200 los hombres de ciencia se regían por el llamado modelo escolástico como metodología para el desarrollo de sus investigaciones. Este modelo estaba soportado en dos pilares: toda nueva teoría debería ser aprobada por una autoridad superior y debía estar en concordancia con los textos antiguos, incluyendo las Sagradas Escrituras.

El franciscano Roger Bacon, ingles nacido en 1214, propuso un nuevo método que se basara exclusivamente en la experimentación. La formulación de toda nueva teoría debería ser soportada por experimentos que pudieran ser reproducidos por otra persona y en otro lugar. Esto implicaba una clara documentación que detallara la forma en que había sido llevada la investigación para poder ser refutada o confirmada por una tercera persona.

Este modelo maduró con el tiempo y llegó a conocerse como el método científico que es el usado hasta nuestros días.

Frases elocuentes

Algunas veces, los grandes genios de la humanidad, logran en pocas palabras transmitir un poderoso mensaje que resume todo un pensamiento. Veamos algunas frases de famosos hombres de ciencias que además fueron creyentes.

  • Razón y religión deben ir siempre unidas“, San Agustín.
  • Las matemáticas son el lenguaje con el que Dios ha escrito el universo“, Galileo Galilei.
  • El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir“, Albert Einstein.
  • Para mí, personalmente, me resulta inconcebible la idea de una creación sin Dios. No podemos contemplar las leyes y el orden que rige el universo sin arribar a la conclusión de que hay una intención divina tras todo ello“, Wernher Von Braun[9].
  • Puedo de mi parte aseverar con toda decisión que la negación de la fe carece de toda base científica. A mi juicio jamás se encontrará una verdadera contradicción entre la fe y la ciencia“, Robert Millikan[10].
  • La religión sin la ciencia está ciega y la ciencia sin la religión está coja”, Albert Einstein.
  • Solo la gente boba dice que el estudio de la ciencia lleva al ateísmo“, Max Born[11].
  • No hay incompatibilidad alguna entre la ciencia y la religión. La ciencia demuestra la existencia de Dios“, Derek Barton[12].
  • Soy Científico y creyente. No encuentro conflicto entre estas dos visiones del mundo“, Francis Collins[13].

En un congreso científico efectuado pocos años después de la publicación de su artículo en la revista Nature, el padre Georges Lemaître dijo:

“El científico cristiano debe dominar y aplicar con sagacidad la técnica especial adecuada a su problema. Tiene los mismos medios que su colega no creyente… Sabe que todo ha sido hecho por Dios, pero sabe también que Dios no sustituye a sus creaturas… Por tanto, el científico cristiano va hacia adelante libremente, con la seguridad de que su investigación no puede entrar en conflicto con su fe. Incluso quizá tiene una cierta ventaja sobre su colega no creyente; en efecto, ambos se esfuerzan por descifrar la múltiple complejidad de la naturaleza en la que se encuentran sobrepuestas y confundidas las diversas etapas de la larga evolución del mundo, pero el creyente tiene la ventaja de saber que el enigma tiene solución, que la escritura subyacente es al fin y al cabo la obra de un Ser inteligente, y que por tanto el problema que plantea la naturaleza puede ser resuelto y su dificultad está sin duda proporcionada a la capacidad presente y futura de la humanidad.”

El proyecto STOQ

El 10 de enero de 2012 el entonces Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Tarcisio Bertone, hizo público el contenido de la audiencia en el curso de la cual el Santo Padre había constituido la “Fundación Ciencia y Fe–STOQ (Science, Theology and the Ontological Quest)[14].”, con sede en el Estado de la Ciudad del Vaticano, dotada de personalidad jurídica pública canónica y civil.

El objetivo de este comité es el de asegurar una relación constante entre la Iglesia y el mundo científico, entre la fe y la razón. Éste deberá, además, sostener los programas de enseñanza y de docencia en las Pontificias Universidades romanas; pero sobre todo, deberá ayudar al Consejo Pontificio de la Cultura a llevar adelante una reflexión en algunos sectores que representan un desafío teológico y pastoral para la Iglesia.

En primer lugar el campo de acción es ante todo el de la neurociencia, un terreno todavía en fase de ajustes, donde aún están en juego cuestiones que tocan directamente el corazón de la moral y del actuar humano. Hace preguntas sobre conciencia, mente, libertad, responsabilidad, la acción libre, el pecado, etc.

En segundo lugar, la teología de la creación y de la naturaleza, con una especial atención a la ecología. Un campo que en el ámbito teológico protestante ha sido objeto de reflexiones y de profundizaciones, pero que en la teología católica está todavía en estado incipiente.

En tercer lugar, desarrollar una correcta enseñanza de la relación entre la ciencia y la fe.

La Fundación espera convertirse en un sólido centro de referencia ante la Santa Sede para una “nueva evangelización” de los ambientes científicos, basada en la firme convicción de que entre ciencia y fe no sólo no existe una oposición, sino que puede haber un diálogo sereno y fecundo, y que la fe cristiana, correctamente entendida, es creadora de cultura y fuente de inspiración para las ciencias.

 

 


[1] Frase del filósofo y matemático Gottfried Leibniz (1646-1716).

[2] Einstein terminaría al final de sus días, por aceptar su equivoco al que llamo “El mayor error de mi vida”.

[3] La famosa formula de Einstein e=mc2 demuestra la relación que existe entre masa y energía.

[4] El premio Templeton se otorga cada año a una personalidad que haya hecho una contribución excepcional a la afirmación de la dimensión espiritual de la vida, ya sea a través de una idea, descubrimiento, o la práctica de determinadas obras. El premio consiste en la cantidad de un millón de libras esterlinas y siempre se ajusta para que sea superior al del premio nobel, convirtiéndolo en el mayor premio que se otorga a una persona por su mérito intelectual.

[5] Nació en 1822 y falleció en 1895.

[6] Disciplina que viene de la Grecia clásica que enseñaba técnicas para expresarse de manera adecuada para lograr la persuasión del destinatario.

[7] Área de la filosofía que viene de la Grecia clásica que enseñaba el arte de disputar y discurrir en forma dialogada.

[8] 365.25 – 365.242189 = 0.007811 de día por año o 11 minutos y 14 segundos por año. Entre el año 325 y el 1582 hay 1257 años. 1257 x 0.007811 = 9.818427 días.

[9] Inventor del cohete a propulsión.

[10] Ganador del premio nobel de física en 1923.

[11] Ganador del premio nobel de física en 1954.

[12] Ganador del premio nobel de química en 1969.

[13] Director del proyecto Genoma Humano.

[14] Ciencia, Teología e Investigación Ontológica. La ontología es una rama de la metafísica que estudia lo que hay, busca responder a preguntas tales como ¿Existe Dios? ¿Existen los pensamientos? ¿Existen los números?

 

riquezas de la iglesia

¿Por qué la Iglesia no reparte sus riquezas a los pobres?

Corría el año 257 de nuestra era cuando el entonces recién nombrado papa Sixto II ordenó diácono a Lorenzo de Huesca y lo dejó a cargo de la administración de los bienes de la Iglesia y del cuidado de los pobres. Simultáneamente el emperador Valeriano I decretó la ejecución de muchos miembros del clero a la vez que prohibió el culto cristiano en todo su imperio. Una de las víctimas de ese decreto fue su santidad Sixto II, decapitado el 6 de agosto del 258.

Aprovechando el reciente asesinato del papa, el prefecto romano ordenó a Lorenzo que entregara las riquezas de la Iglesia para ayudar a costear las guerras del emperador. El diácono solicitó tres días para recolectarlas. Diligentemente, Lorenzo invitó a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba a que lo acompañaran a donde el prefecto.

Vencido el plazo de los tres días, Lorenzo compareció ante el prefecto y le presentó los pobres y enfermos con estas palabras: “Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador”. Esta acción le costó la vida. Lorenzo fue martirizado en una parrilla caliente el 10 de agosto de ese mismo año[1].

 

De este acontecimiento hasta nuestros días han pasado muchos siglos y a pesar de todo ese tiempo transcurrido, el hombre de hoy sigue con una idea distorsionada de las finanzas de la Iglesia e ignorantemente y con cálculos sacados de la manga, dan por cierto que la Iglesia posee el dinero suficiente como para acabar con el hambre de África, pero que prefiere invertir su dinero en lujosos atuendos, joyas y edificios. La Iglesia con su historia de más de 2000 años, 266 papas, presencia en todos los países del mundo y más de 1200 millones de feligreses, es una institución que como cualquier otra, ha tenido sus equivocaciones en la administración de sus dineros, pero no por ello debemos persistir en la idea de que está siempre ha sido la norma ni que ha olvidado su misión caritativa de ayudar a los menos favorecidos por el afán de lucrarse.

Las personas que proponen que la Iglesia venda sus riquezas y repartan ese dinero a los pobres, ponen a Jesús y sus apóstoles como el modelo económico que debe seguir la Iglesia en el presente. Ellos ignoran que las necesidades económicas de la Iglesia en nuestro tiempo son muy diferentes a las necesidades económicas de la Iglesia en la época de Jesús. El mundo de ellos se reducía a poco menos que un país, mientras que la Iglesia actual abarca el globo entero. Sus trabajadores no sobrepasaban la docena, mientras que los de hoy superan los cientos de miles. La población a la que ellos llegaron fue muy baja comparada con los más de mil doscientos millones de hoy. Jesús comparó la Iglesia primitiva con un grano de mostaza que algún día sería como un gran árbol (Mateo 13:31-32).

Jesús, por su ministerio itinerante y el reducido número de discípulos, no necesitaba casas ni posesiones. Sin embargo necesitaba de la generosa colaboración de algunas personas las cuáles lo seguían y lo ayudaban con su dinero (Lucas 8:1-3).

¿Ves tú en la parroquia de tu barrio lujos y riquezas? ¿Estás seguro que ese sagrario, cruz, cáliz o relicario que parece de oro, es realmente oro? ¿De cuáles riquezas estamos hablando? ¿De las obras de arte que hay en los museos vaticanos? ¿De los cálices de oro con incrustaciones de piedras preciosas que vemos en algunos museos de las iglesias? ¿De las majestuosas catedrales europeas? ¿De sus edificios, terrenos y otras propiedades alrededor del mundo? ¿De los zapatos del sumo pontífice o de las elegantes casullas y estolas que usan algunos prelados de la Iglesia?

Dios nos ha pedido que no escatimemos nada al momento de adorarlo. Él mismo dio las instrucciones de cómo se deberían construir los objetos que se emplearían en su templo. A partir del capítulo 25 del libro del Éxodo, encontramos las especificaciones que Dios estableció para la construcción de su primer templo y sus utensilios sagrados. Su construcción debería ser “financiada” por todo el pueblo:

“Di a los israelitas que recojan una ofrenda para mí. Deben recogerla entre todos los que quieran darla voluntariamente y de corazón; y lo que deben recoger es lo siguiente: oro, plata, cobre, tela morada, tela de púrpura, tela roja, lino fino, pelo de cabra, pieles de carnero teñidas de rojo, pieles finas, madera de acacia, aceite para lámparas, perfumes para el aceite de consagrar y para el incienso aromático, y piedras de cornalina y otras piedras finas para montarlas en el efod y el pectoral del sumo sacerdote.” Éxodo 25:2-7

Él pidió que se emplearan los mejores materiales conocidos por ellos: oro, plata, bronce, madera de acacia, piedras preciosas, etc.

“Haz un arca de madera de acacia,… Recúbrela de oro puro por dentro y por fuera, y ponle un ribete de oro alrededor. Hazle también cuatro argollas de oro, y pónselas en las cuatro patas, dos de un lado y dos del otro… Haz una tapa de oro puro, que mida un metro y diez centímetros de largo por sesenta y cinco centímetros de ancho, con dos seres alados de oro labrado a martillo en los dos extremos. … Haz una mesa de madera de acacia, que mida noventa centímetros de largo, cuarenta y cinco centímetros de ancho, y sesenta y cinco centímetros de alto. Recúbrela de oro puro, y ponle un ribete de oro alrededor. … haz también cuatro argollas de oro,… Haz de madera de acacia los travesaños con los que se ha de llevar la mesa, y recúbrelos de oro, y haz de oro puro sus platos, cucharones, jarras y copas para las ofrendas de líquidos. … Haz también un candelabro de oro puro labrado a martillo. … Hazle también siete lámparas, y colócalas de tal modo que alumbren hacia el frente, y que sus tenazas y platillos sean también de oro puro. Usa treinta y tres kilos de oro puro para hacer el candelabro y todos sus utensilios,… “Éxodo 25:10-40

Jesús confirmó ese deseo de su Padre de dar lo mejor para su alabanza:

“Jesús había ido a Betania, a casa de Simón, al que llamaban el leproso. Mientras estaba sentado a la mesa, llegó una mujer que llevaba un frasco de alabastro lleno de perfume de nardo puro, de mucho valor. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Algunos de los presentes se enojaron, y se dijeron unos a otros: — ¿Por qué se ha desperdiciado este perfume? Podía haberse vendido por el equivalente al salario de trescientos días, para ayudar a los pobres. Y criticaban a aquella mujer. Pero Jesús dijo: —Déjenla; ¿por qué la molestan? Ha hecho una obra buena conmigo. Pues a los pobres siempre los tendrán entre ustedes, y pueden hacerles bien cuando quieran; pero a mí no siempre me van a tener.” Marcos 14:3-7

Así que desde los tiempos de Moisés, los judíos de la época y los cristianos de hoy, han tenido por buena costumbre emplear los mejores materiales y el más alto sentido artístico a la hora de construir o fabricar algo para el Señor. A pesar de todas las guerras que se han librado en el mundo en los últimos veinte siglos, a pesar de todas las diferencias que ha tenido la Iglesia con monarcas y gobiernos, a pesar de los regímenes comunistas que se han apoderado de importantes países otrora cristianos, a pesar de las conquistas musulmanas de territorios que fueron bastiones del cristianismo, hoy nos sobreviven muchas de esas grandes obras que ha realizado el hombre para rendirle culto a Dios, y que más que pertenecer a la Iglesia, son ciertamente patrimonio de la humanidad y como tal son tenidos en cuenta.

Un poco de matemáticas

De acuerdo a cifras publicadas por el Banco Mundial[2] en el 2010, el 20.63% de la población mundial vive en condiciones de extrema pobreza. Esta estadística la componen personas que viven con menos de US$1,25 al día. Según la misma fuente, el 19.45% de la población mundial vive en condiciones de pobreza. Personas que viven con más de US$1,25 y menos de US$2,00 al día. Combinadas las dos cifras nos da que el 40.08% del planeta viven en condiciones de pobreza.

Asumo que estos son los pobres a los que se refieren las personas que hacen esta sugerencia.

¿De cuántos pobres estamos hablando?

Para el 25 de octubre del 2013 había 7’120.063,670 habitantes en el mundo[3]. O sea que estamos hablando de aproximadamente 2’853.721,519 de personas que se beneficiarían del reparto de las riquezas de la Iglesia. Para poner un poco en perspectiva este número, imagine tres veces el total de la población de norte, centro y sur américa.

Veamos cuánto recibiría cada uno de esos pobres.

Los museos vaticanos

Los “palacios” a los que la mayoría de personas se refieren cuando se mencionan las grandes riquezas de la Iglesia son los museos vaticanos.

Estos museos nacieron con una pequeña colección privada de esculturas perteneciente al papa Julio II[4]. Los papas fueron los primeros soberanos que pusieron sus colecciones de arte y sus palacios a disposición de la cultura y del público. Lo conforman la Biblioteca Vaticana, el Museo Pio-Clementino, el Museo Chiaramonti, el Museo Gregoriano Etrusco, el Museo Gregoriano Egipcio, el Museo Gregoriano Profano, el Museo Misionero Etnológico, la Pinacoteca Vaticana, la Capilla Nicolina, las Estancias de Rafael, los Aposentos Borgia, la Capilla Sixtina; las Galerías de Tapices, Mapas y Carruajes, la Colección de Arte Religioso Moderno y el Museo Filatélico y Numismático.

El 23 de marzo del 2013, el editorialista Peter Watson publicó un artículo en el diario londinense “The Times” titulado “El papa debería hacer la mayor venta de arte de su historia”. Según el editorial y de acuerdo a expertos en el tema, el Vaticano podría recoger 17 mil millones de dólares si vendiera todas sus obras de arte. Cifra equivalente al presupuesto de funcionamiento de la NASA para el 2011.

Suponiendo que la Iglesia hiciera lo que tanta gente propone y se deshiciera de todas sus obras de arte, y recaudara lo que el diario londinense sugiere, le correspondería la suma de US$5.95 a cada uno de los 2’853.721,519 de pobres, es decir el sustento de tres días. Esto es sin descontar la cantidad de millones de dólares que se gastarían en la infraestructura necesaria para llevar a cabo la distribución del dinero a lo largo y ancho de todo el mundo.

¿Qué pasaría al cuarto día? Tendríamos los mismos pobres y obras como La Piedad de Miguel Ángel, La Coronación de la Virgen de Rafael, San Jerónimo de Leonardo da Vinci, Entierro de Cristo de Bellini y muchas otras obras de este nivel, se irían a colecciones privadas y desaparecerían de los ojos del público para siempre.

¿Existiría alguien que pidiera que se vendan todas las obras de arte del gran museo del Louvre, que exceden de lejos las del Vaticano, y se ayudara a equilibrar el deteriorado presupuesto francés? ¿O las del museo Del Prado para ayudar a salir a España de su crítica situación económica?

Desde hace muchos años la Iglesia ha tenido que aclarar que esta iniciativa no se puede llevar a cabo porque independiente de lo absurda que esta pueda resultar, sería ir en contra del derecho internacional, ya que siendo el Vaticano un estado soberano, está sometido a las leyes que protegen el patrimonio de la humanidad.

En declaraciones a la prensa el 13 de marzo del 2009, el presidente del COR UNUM[5], cardenal Paul Josef Cordes, aclaró que: “[la Iglesia] tiene la tarea de conservar las obras de arte en nombre del Estado italiano. No las puede vender… En todas las naciones hay muchas medidas para la defensa de las obras de arte, porque el Estado debe mantenerlas.“; recordando que los bienes de la santa sede forman también parte de la historia cultural de Italia.

Durante su primera visita oficial al Brasil en 1980, el papa Juan Pablo II visitó el 2 de julio la favela Vidigal en el corazón de Rio de Janeiro. En ella viven hacinados más de 20,000 personas en condiciones de pobreza extrema. Al término de la visita el papa regaló su anillo de oro a Italo Coelho, párroco de la favela. ¿Qué hicieron los pobres de esta favela con ese anillo? ¿Lo vendieron para comprar comida con él?

¡No! Lo consideran un patrimonio invaluable y lo tienen expuesto en la humilde parroquia de su comunidad.

Las grandes catedrales

El reverendo padre Pedro Herrasti cuenta en su folleto La Verdad Católica No. 635 la siguiente anécdota:

En una ocasión, el P. Amancio Albillos, de la Sociedad de María, español fidelísimo a la Iglesia, ingresó a la Catedral de Notre Dame, en París, acompañado de un anticlerical. Al ver la suntuosa construcción, el acompañante exclamó indignado: “¡Ah, el poder aplastante de la Iglesia!” El Padre Albillos respondió ciertamente indignado muy a la española: “¡Imbécil! Es el resultado de la fe de un pueblo que sabe adorar a Dios””

La gran mayoría de las grandes obras de la antigüedad que el hombre ha construido, han tenido un carácter religioso. El hombre siempre ha querido agradar a su dios con lo mejor de su ingeniería, arquitectura y arte. Las pirámides de Gizeh[6], el templo de Artemisa en Turquía[7], la gran estatua de Zeus[8], la catedral episcopaliana de San Juan el Divino en New York[9], la pagoda Shwedagon en Birmania[10], el templo dorado de Kashi Vishwanath en India[11], etc., son solo algunos ejemplos de las colosales obras emprendidas por el hombre en su deseo de dar lo mejor a su respectiva deidad.

La Iglesia católica, al igual que el resto de las religiones, ha construido a lo largo de su historia grandes catedrales que no le pertenecen a ella, sino a sus fieles que durante siglos han ingresado para rendirle culto a Dios (el desgaste de sus peldaños da prueba de ello). Pero a diferencia de muchas de las obras mencionadas anteriormente, que se construyeron con mano de obra esclava, la Iglesia lo ha hecho con mano de obra paga.

¿Cuánto cuesta la catedral de San Pedro en Roma? ¿La Sixtina? ¿La Sainte-Chapelle en París? ¿La Catedral de Colonia? ¿Las Pirámides de Egipto? ¿El templo Dorado de Kashi Vishwanath? ¿Existiría alguien que tuviera algún interés de pagar una fortuna por cualquiera de estos edificios? ¿Qué harían con ellos sabiendo que, en primer lugar son sitios santos destinados a la oración y el culto, y en segundo lugar no se pueden tocar ya que son Patrimonio arquitectónico sujetos a la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural[12]?

El costo de mantener abiertas las puertas de estas catedrales al público es altísimo. La última restauración de la Capilla Sixtina comenzada en 1980 y con una duración de catorce años, tuvo un costo de cuatro y medio millones de dólares americanos[13] financiados por la empresa privada.

El presupuesto anual de la catedral de Colonia en Alemania, es de casi diez millones de euros y ha resultado insuficiente para lavar sus paredes externas llenas de polución y otros contaminantes.

Por tratarse de instituciones religiosas, estos elevados costos de mantenimiento son muchas veces subsidiados por los gobiernos locales o empresas privadas. Pero llegado el caso en que alguno de estos edificios pasara a manos privadas, estos subsidios desaparecerían de inmediato.

He participado en varios eventos que buscan recaudar dinero para alguna causa de la Iglesia. Algunas veces se trata de recaudar fondos para cambiar las bancas de una parroquia, o para repararla, o ampliarla, o instalar un sistema de altavoces, etc. Pero otras se tratan de recaudar fondos para su construcción desde los cimientos. Algunas veces hay feligreses acaudalados que donan el terreno, o los materiales, o grandes sumas de dinero para su construcción. Dependiendo de la arquidiócesis y del tamaño del proyecto, la Iglesia puede apoyar financieramente en su realización, pero no en un ciento por ciento. Siempre la comunidad se involucra y a través de eventos y donaciones, se terminan de financiar las obras.

Así que desde el punto de vista netamente monetario, la comunidad es socia de todas y cada una de esas iglesias construidas para el servicio de ella misma.

Los zapatos Prada del Santo Padre

El 4 de noviembre del 2005, el diario londinense The Independent publicó un artículo en el que decía que el recién electo papa Benedicto XVI había tomado distancia de los sastres y zapateros del Vaticano, para irse a diseñadores famosos de la moda. Específicamente cita que los zapatos rojos que usaba su santidad, eran de la famosa casa de modas Prada.

Esta mentira se propagó y muchos otros medios repitieron la falsa noticia. El mensaje fue claro: el papa viste de Prada, es decir, vive en el lujo mientras la gente se muere de hambre en África.

La verdad es que esos zapatos fueron confeccionados y donados por un zapatero italiano de nombre Adriano Stefanelli que posee su taller en Novara, Lombardía. Cuando los zapatos necesitan reparación, es el peruano Antonio Arellano quien hace el trabajo desde su zapatería en Roma, y cobra lo mismo que a cualquier otro cliente.

Hace unos años en mi parroquia quisimos ordenar la confección de un alba y de una estola[14] con los símbolos de nuestro ministerio de Emaús bordados en ellos, para obsequiárselos al sacerdote y que los usará en las celebraciones de las misas que tuvieran que ver con el ministerio. La tarea se encargó a un grupo de monjas peruanas que las confeccionaron por el equivalente de US$200. Después de recaudar algunas donaciones, vendimos empanadas y emparedados durante varios fines de semana, hasta recaudar el dinero faltante. Gracias a la generosidad y esfuerzo de muchos miembros del ministerio logramos ese regalo para el sacerdote de nuestra parroquia.

Iniciativas como esta han abundado desde siempre a lo largo de todas las iglesias del mundo. Muchos miembros del clero reciben donaciones por parte de los miembros de sus parroquias, como expresión de cariño y gratitud a una persona que se niega a sí mismo y se entrega de lleno al servicio de su comunidad.

Los edificios de la Iglesia

El evangelista Marcos nos cuenta que antes de Jesús ascender a los cielos, le encomendó a sus apósteles una tarea:

“Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia…” Marcos 16:15

En obediencia de este mandato y al igual que cualquier institución que busca ser exitosa en el cumplimiento de su misión, la Iglesia tuvo que organizarse. Y como organización al servicio del hombre, construyó altares para que el hombre pudiera dar culto a Dios y participar de la liturgia.

Para educar al hombre, en especial a los pobres, tuvo que construir escuelas.

Para formarlo, construyó universidades e institutos técnicos.

Para curarlo, construyó laboratorios, hospitales, sidatorios, dispensarios, leprosorios y asilos.

Para albergarlo, construyó ancianatos, orfanatos, casas cuna y hospicios.

Para enterrarlo, construyó cementerios.

Para apreciar las maravillas del firmamento, construyó observatorios.

Hasta hace pocos siglos, solo las instituciones y órdenes religiosas educaban, curaban y velaban por el bienestar de los pobres. Hoy algunos gobiernos luchan por brindar salud, educación y bienestar a los más necesitados. Aun así, la Iglesia no se ha hecho de lado. Sola o con la ayuda de los gobiernos, la Iglesia está presente para socorrer con lo básico a los menos favorecidos.

Para canalizar toda esta ayuda se requiere de una administración, de una infraestructura, de dinero y de bienes materiales.

La revista The Economist en su edición del 18 de agosto del 2012 en un artículo titulado “La Iglesia católica en América: Preocupaciones terrenas” en uno de sus apartes dice lo siguiente:

“La Iglesia (católica) es la organización caritativa más grande del país (USA). Caridades Católicas USA y sus subsidiarias emplean cerca de 65,000 personas y atiende a más de 10 millones de personas. Este organismo distribuyó a los pobres en el 2010 más de 4,700 millones de dólares, de los cuales 62% provenía de agencias locales, estatales y federales del gobierno.”

Esta misma revista inglesa pidió en agosto del 2007 a la Iglesia católica que: “renuncie a su estatus diplomático especial y se defina como lo que realmente es: la Organización No Gubernamental (ONG) más grande del mundo”. Aunque la Iglesia católica no puede ser mirada como una ONG, si se ahorra mucho cálculo matemático cuando la revista económica de mayor respeto y que nunca ha ocultado su postura anti católica, declara a la Iglesia católica como la mayor entidad caritativa del mundo.

Financiación de la Iglesia

Cuando se trata del tema financiero, la Iglesia se comporta de forma descentralizada, ya que cada una de las entidades jurídicas de la Iglesia, como las provincias eclesiásticas, las conferencias episcopales, las diócesis, parroquias, ministerios laicos, etc., son titulares de su patrimonio y lo gestionan de manera autónoma.

En general, la Iglesia católica y sus instituciones se financian de muchas formas, entre las más importantes:

  • Rendimientos financieros de empresas e instituciones donde tienen capital invertido[15].
  • Aportaciones y recolectas directas o indirectas, tanto de carácter público como privado.
  • Aportaciones de dinero de las arcas del estado en ciertos países donde la Iglesia está presente.

El Vaticano cuenta en la actualidad con unas 700 propiedades en el mundo que le generan aproximadamente el 25% de sus ingresos, otro 25% proviene de esos rendimientos financieros y el otro 50% proviene de las donaciones.

Las contribuciones de los gobiernos que sí aportan a la Iglesia varían en cada caso. En Argentina, Bélgica o Luxemburgo, el gobierno se hace cargo de las compensaciones y pensiones de toda o de una parte del cuerpo religioso. En Francia el gobierno se hace cargo del mantenimiento de los templos que fueron construidos antes de 1905 y también paga a los capellanes de las fuerzas armadas, hospitales públicos y prisiones. En España, Italia, Portugal y Hungría, los ciudadanos pueden escoger que se destine un porcentaje de sus impuestos para ayuda financiera a la Iglesia. En Alemania y Austria, todo ciudadano que se declare católico, debe pagar un impuesto destinado a la Iglesia. En otros países la ayuda del gobierno se expresa en términos de exenciones tributarias o como subvenciones para restaurar o mantener el patrimonio artístico, o para financiar instituciones de carácter benéfico, de enseñanza o asistencia social entre otros.

Los dineros de la Iglesia

El Instituto para las Obras Religiosas o IOR (www.ior.va), conocido popularmente como el Banco Vaticano, es la institución de la Iglesia encargada de conservar y administrar los bienes depositados por personas naturales o jurídicas que tengan como propósito la ejecución de actividades religiosas, y mantiene cuentas de salarios y pensiones de empleados del Vaticano. A pesar de ser conocido como un banco, en realidad no lo es ya que no persigue ningún lucro ni presta dinero, ni realiza inversiones directas, pero si tiene la obligación de mantener la capitalización del instituto y el dinero de sus clientes, por lo que los dineros que custodia los invierte en bonos de Estado, en obligaciones y en el mercado interbancario. En el 2014 el IOR administraba fondos por 5,962 millones de euros descompuestos así: 2,065 millones provenientes de depósitos de sus clientes, 3,244 millones de activos que administra y 673 millones de activos que custodia. Para este mismo año, la rentabilidad neta de sus inversiones generaron un beneficio neto de 69.3 millones de euros[16].

La Iglesia católica destina parte de sus recursos económicos principalmente a cuatro áreas:

  • Al sostenimiento del clero y sus ministros.
  • Al ejercicio de su apostolado orientado a la comunidad.
  • A mantener el culto y las actividades religiosas (se incluye la conservación de los templos y obras que la Iglesia administra, así como el sueldo de los laicos contratados para ayudar en ello).
  • A acciones pastorales, caritativas, formativas y de promoción social.

Además de ser la representante de los pobres del mundo ante los gobiernos más poderosos, la Iglesia a lo largo de sus más de dos mil años de existencia ha desarrollado una labor efectiva en brindar ayuda a los más necesitados a través de entidades descentralizadas como Cáritas Internationalis, Manos Unidas, Caballeros de Colón, la Asociación Ayuda a la Iglesia Necesitada, Misioneras de la Caridad, Sociedad de San Vicente de Paúl, Salesianos de Don Bosco, Fe y Alegría, Legión de María, Siervas del plan de Dios y miles más.

La Agencia Fides[17] es el organismo de la Iglesia católica encargada de mostrar al mundo su labor misionera. Desde sus inicios la agencia se convirtió en un gran centro para la recopilación y producción de material informativo sobre el mundo misionero, a través de noticias y fotografías de actualidad, estudios sobre las condiciones de las Misiones y sobre la labor de los misioneros.

Cada año y con motivo de la celebración de la Jornada Misionera Mundial presenta unas estadísticas que nos pueden ayudar a ilustrar la labor caritativa de la Iglesia y el tamaño del clero y sus ministros a sostener. En su último informe presentado el 21 de octubre del 2013 se pueden apreciar las siguientes estadísticas:

ESCUELAS Y ALUMNOS

Infantil

Institutos

Infantil

Alumnos

Primaria

Institutos

Primaria

Alumnos

África 13,600 1,277,500 34,238 15,821,318
América 17,502 1,409,609 23,624 6,765,994
Asia 13,935 1,761,085 15,877 5,023,844
Europa 23,963 1,923,441 15,812 2,845,993
Oceanía 1,544 106,992 3,296 694,021
Total 70,544 6,478,627 92,847 31,151,170
Secundaria

Institutos

Secundaria

Alumnos

Superior

Alumnos

Universidad

Alumnos

África 11,477 4,540,937 88,359 106,170
América 11,665 3,868,129 795,114 2,183,646
Asia 10,015 5,291,981 1,135,721 490,730
Europa 9,750 3,666,414 270,471 541,714
Oceanía 684 426,098 14,506 16,195
Total 43,591 17,793,559 2,304,171 3,338,455

INSTITUTOS SANITARIOS, DE ASISTENCIA Y

BENEFICENCIA

Hospitales Dispensarios Leproserías Casas para ancianos, enfermos crónicos, minusválidos
África 1,150 5,312 198 655
América 1,694 5,762 56 5,650
Asia 1,126 3,884 285 2,346
Europa 1,145 2,643 5 8,021
Oceanía 190 578 3 551
Total 5,305 18,179 547 17,223
Orfanatos Jardines

de infancia

Consultorios

Matrimoniales

Centros de

Educación o reeducación.

Otras

Instituciones

África 1,345 1,918 1,812 2,508 1,250
América 2,770 3,727 6,472 14,661 3,564
Asia 3,606 3,175 987 4,867 1,252
Europa 2,078 2,458 5,787 11,720 3,159
Oceanía 83 101 269 575 166
Total 9,882 11,379 15,327 34,331 9,391

EL CLERO Y SUS MINISTROS

Obispos Sacerdotes Diáconos Permanentes Monjas
África 697 37,527 401 66,375
América 1,914 122,607 25,441 195,198
Asia 758 57,136 224 165,308
Europa 1,606 190,150 13,151 286,042
Oceanía 129 4,816 347 9,012
Total 5,104 412,236 39,564 721,935

Catholic Relief Services es una institución de la Iglesia que se enfoca en brindar ayuda a los más necesitados en casos de grandes desastres naturales, como el ocurrido en Haití el 12 de enero del 2010. En solo este caso, esta institución repartió más de 10 millones de comidas, removió más de 1.5 millones de pies cúbicos de escombros, construyó cerca de 10,500 refugios temporales y atendió más de 71,000 pacientes.

Durante la epidemia de cólera que se desató después del terremoto, brindó pastillas purificadoras para el agua a más de 450,000 familias y desinfectaron poco menos de 250,000 casas. Asumió la educación de cerca del 20% de todos los estudiantes del país y muchos servicios más, para alcanzar los US$150 millones[18] en ayudas para los más afectados por esta tragedia.

Para el tsunami que afectó las costas del océano Indico el 26 de diciembre del 2004, alimentó y cuidó más de 920,000 personas, construyó cerca de 10,400 refugios temporales, donó 13,520 casas para igual número de familias, proveyó botes y redes a más de 41,600 pesqueros, construyó o reparó acueductos para brindar agua potable a más de 170,572 personas, construyó o reparó poco más de 180 instituciones educativas. Entre otros servicios adicionales alcanzó US$170 millones[19] en ayudas.

Podría seguir enumerando la participación de ésta y de otras instituciones de la Iglesia católica en diferentes tragedias que han golpeado varios rincones de la tierra, pero las cifras simplemente se repetirían en proporción al número de afectados.

¿Dineros provenientes exclusivamente de las arcas de la Iglesia? No exclusivamente. Sus miembros, que son los que constituyen la Iglesia, han colaborado con donaciones de alimentos, vestidos, herramientas, medicinas, agua, albergue, dinero y millones de horas de voluntariado.

El salario de un sacerdote

Es importante recordar que el Nuevo Testamento reconoce que el sacerdote debe recibir una compensación económica por su trabajo.

Cuando Jesús envió a setenta y dos de sus discípulos a predicar el evangelio les dijo: “…el trabajador tiene derecho a su paga” (Lucas 10:7). San Pablo hace eco de esas palabras de Jesús:

“Ustedes saben que quienes trabajan al servicio del templo, viven del templo. Es decir, que quienes atienden el altar donde se ofrecen los sacrificios, comen de la carne de los animales que allí se sacrifican. De igual manera, el Señor ha dispuesto que quienes anuncian el evangelio vivan de ello mismo.” 1 Corintios 13-14

Sin embargo el propio san Pablo nos dice que él renunció a este derecho para no generar problemas ni controversias[20] y por eso no abandonó su oficio de hacer tiendas de campaña (Hechos 18:3). El hecho que san Pablo mencionara tantas veces este asunto, es una clara indicación que fue un tema muy importante para él. Y éste fue el modelo que se implementó durante los primeros siglos de la Iglesia primitiva. La mayoría de los clérigos vivían de sus trabajos particulares.

En el Concilio de Clermont en el año 1130, en el Concilio de Reims en el año 1131 y en el Segundo Concilio de Letrán en el año 1139 se estimula a que el sacerdote viva del fruto de su trabajo.

No sería sino hasta el tercer Concilio de Letrán realizado en el 1179, que se pide al obispo que si ordena a un sacerdote sin un oficio remunerado, debe proveerle el dinero para su sustento. Con ésta legislación la Iglesia le quitó a la comunidad el soporte económico de sus sacerdotes, para ella asumirlo enteramente.

En la actualidad una gran parte del cuerpo clerical es remunerado directamente por sus comunidades, con asignaciones sumamente variadas ya que depende del país, de la ciudad e inclusive en algunos casos, hasta de la zona dentro de la ciudad donde este asignado el sacerdote. Igualmente hay variaciones dependiendo si es un sacerdote diocesano o si pertenece a una determinada comunidad.

Por lo general las parroquias tienen fijados unos límites para estas asignaciones así que en comunidades con más recursos, las colectas que excedan el límite, se envían a un fondo de ayuda para sostener a otras parroquias ubicadas en lugares con menos recursos económicos. Algunos sacerdotes reciben la totalidad de su asignación en especies (techo, comida, servicios, etc.), otros tan solo una parte y otros, todo lo reciben en dinero.

En Perú por ejemplo en el 2013, un Arzobispo recibía una asignación equivalente a US$625, un Obispo US$480 y un sacerdote US$160 al mes[21].

En Argentina en el 2008 un obispo era pagado por el estado y recibía una asignación equivalente a US$1,200 mensuales, mientras que el sacerdote era pagado por la Iglesia y recibía una asignación equivalente a US$84 mensuales[22].

En España en el 2012 un sacerdote recibía una asignación equivalente a US$1,150 al mes[23]. En México en el 2007 una asignación equivalente a US$604 al mes[24]. En Colombia en el 2013 una asignación equivalente a US$420 al mes.

Se habla de asignación y no de salario ya que el sacerdote no es un empleado de la comunidad sino un servidor de la misma. Estas asignaciones están destinadas a cubrir los gastos personales del sacerdote y no los propios de su función sacerdotal.

En algunos países el sacerdote puede hacer aportes como trabajador independiente a la seguridad social con el dinero de su asignación y acceder al momento de su retiro a una pensión proporcional a la cantidad aportada. Por lo general estas pensiones son tan bajas que la comunidad o sus familias de sangre, deben hacerse cargo de ellos. En otros casos y sí se trata de un sacerdote no diocesano, su comunidad se encarga de proveerle esa pensión. En palabras del sacerdote César Balbín, Coordinador de mutuo auxilio sacerdotal de la conferencia Episcopal Colombiana:

“Lamentablemente muchos sacerdotes terminan su ministerio sin una seguridad social, sin contar con una pensión. El apoyo en estos casos le corresponde a las diócesis o a sus familias”

A veces olvidamos que los sacerdotes, al igual que cualquier persona, también tienen familia de sangre. Esta familia puede ser adinerada y ayuda económicamente a su pariente. Pero también se puede dar lo contrario, que en la familia haya miembros que dependen económicamente de su pariente sacerdote.

 

 


[1] La fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir, se celebra el 10 de agosto.

[2] http://www.worldbank.org/

[3] Cifra tomada del reloj actualizado de la población mundial http://www.census.gov/popclock/

[4] Su pontificado fue de 1503 hasta 1513.

[5] El Pontificio Consejo COR UNUM para la promoción humana y cristiana fue creado por el papa Pablo VI con la Carta autógrafa Amoris officio del 15 de julio de 1971.

[6] Conjunto de tres pirámides ―Keops, Kefrén y Micerino―. Keops tiene una altura de 146 metros. Construida en el año 2570 a.C.

[7] Construida en la ciudad de Éfeso en el 550 a.C. Tomó más de 120 años su construcción. Hoy solo quedan sus rastros.

[8] Se esculpió en el año 436 a.C. en lo que actualmente se conoce como Olimpia, Grecia. Media más de 12 metros de altura y fue construida enteramente en oro y marfil. Actualmente no hay nada de ella.

[9] Su construcción empezó en 1892 y aún continúa. Considerada la cuarta iglesia cristiana más grande del mundo. Mide 183 metros de longitud y 70 metros de altura.

[10] Tiene 2,500 años de antigüedad. Su casco de 100 metros de altura está totalmente cubierto de oro y forrado con 5,448 diamantes y 2,317 rubíes. Posee en su interior una campana de 23 toneladas de bronce.

[11] Ubicada en la ciudad religiosa de Varanasi y se empleó más de una tonelada de oro en su construcción.

[12] Organismo creado por la UNESCO el 16 de noviembre de 1972.

[13] Este dinero fue enteramente financiado por La Nippon Televisión a cambio de los derechos para filmar el trabajo.

[14] Partes de la vestidura sacerdotal.

[15] El 11 de febrero de 1929 se firmó un convenio entre Benito Mussolini y la Santa Sede, en donde el Gobierno italiano concede pagar a la Iglesia, a manera de compensación por la anexión de los estados pontificios, el equivalente a 92 millones de dólares de ese entonces. Estos dineros se han invertido en participaciones en compañías privadas, bonos y acciones en el mercado de valores; entre otros.

[16] Se puede ver el informe completo del año 2014 en su portal de internet www.ior.va o descargado el informe en http://www.ior.va/content/dam/ior/documenti/rapporto-annuale/IOR_AnnualReport_EN_2014.pdf.

[17] Fundada el 5 de junio de 1927 por voluntad del Consejo Superior General de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe. www.fides.org

[18] http://crs.org/haiti/achievements-in-haiti/

[19] http://crs.org/emergency/tsunami/index.cfm

[20] 1 Corintios 4:12; 9:4-18; 1 Tesalonicenses 2:9; 4:11-12; 2 Tesalonicenses 3:6-12; 2 Corintios 11:7-9

[21] Nota de prensa NP014-2002 de la Conferencia Episcopal Peruana

[22] La Gaceta, nota publicada el 15 de junio del 2008.

[23] Religión en Libertad, nota publicada el 5 de marzo del 2012.

[24] El Universal, nota publicada el 7 de octubre del 2007.

 

misa

¿Solo en la misa se adora a Dios?

Con frecuencia escuchamos a católicos decir: “Yo no necesito ir a la misa para adorar a Dios” o “Yo puedo tener una buena relación con Dios sin ir a la misa”. Estas frases son un reflejo de la práctica que se está imponiendo de instituir nuestras propias normas de vida cristiana, aparte de las enseñanzas y costumbres de Jesús.

Alguien podría decir “Yo no necesito consumir vegetales para llevar una vida sana” o “Yo puedo tener una vida sana sin hacer ejercicio”. Frases contradictorias. Al corto plazo los efectos en la salud pueden no notarse. ¿Pero en el mediano y largo plazo?

Otros llegan a decir que ir a la misa no es importante, que lo importante es tener una buena comunicación con Dios y ayudar al prójimo. Que lo externo no es importante sino lo interno.

En primer lugar, si fuera cierto que no es importante asistir a la misa, Dios no lo hubiera incluido dentro de sus diez mandamientos (Éxodo 20:8-11). No sugerencia, ni recomendación, ni consejo. ¡Mandamiento! Así que lo único que ha hecho la Iglesia al recordarnos la obligación de asistir a la misa del domingo, es repetir la orden de Dios.

En segundo lugar, Jesús nos recuerda que tanto lo interno como lo externo importan.

“¡Ay de ustedes, fariseos!, que separan para Dios la décima parte de la menta, de la ruda y de toda clase de legumbres, pero no hacen caso de la justicia y el amor a Dios. Esto es lo que deben hacer, sin dejar de hacer lo otro.” Lucas 11: 42

En tercer lugar, si el templo como edificio no tuviera ninguna relevancia como sitio de encuentro con Dios, Jesús no hubiera purificado el templo como lo llegó hacer al expulsar a los mercaderes (Marcos 11:15-18).

En cuarto lugar, tampoco le hubiera dado la importancia que le dio al reprender fuertemente a los que pensaban que se podía prometer por el templo, sin que ello creara compromiso (Mateo 23:16-17).

En quinto lugar, no hubiera ordenado a Moisés que se construyera ese primer tabernáculo en el desierto (Éxodo 25:8), ni su gran templo al rey Salomón (1 Crónicas 22:10).

Algunos sostienen que no tiene efecto alguno el ir obligado o de mala gana. ¡Se equivocan! Al igual que la comida alimenta aunque sea ingérida obligada o de mala gana.

Pero apartémonos por un momento del carácter obligatorio de la asistencia a la misa.

Los evangelios nos cuentan que Jesús cumplía con su deber de asistir a la sinagoga como estaba prescrito por la ley.

“Jesús fue a Nazaret, el pueblo donde se había criado. El sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se puso de pie para leer las Escrituras.” Lucas 4:16.

Sus discípulos y los primeros cristianos imitaron su ejemplo de asistir al templo:

“Todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón.” Hechos 2:46

“…, Pedro y Juan fueron al templo para la oración de las tres de la tarde.” Hechos 3:1

En nuestra búsqueda de imitar a Jesús debemos volver costumbre nuestra asistencia a la misa. Tomás de Kempis[1] comienza su magistral obra “La Imitación de Cristo” con estas palabras:

“El que me sigue no anda en tinieblas, mas tendrá lumbre de vida. Estas palabras son de Cristo, con las cuales somos amonestados, que imitemos su vida y costumbres, si queremos ser librados de la ceguedad del corazón, y alumbrados verdaderamente.”

Imitar a Cristo es el gran reto para todo cristiano. Pero para imitarlo debemos conocerlo primero y esto requiere tiempo.

Leonardo Da Vinci dijo una vez: “Es imposible amar algo ni odiar algo, sin empezar por conocerlo“. Es tal vez en el ejercicio de nuestra religión, donde veo con mayor frecuencia que las personas emiten juicios radicales con poco o nada de conocimiento.

Así que si queremos conocer a Jesús, la misa es el lugar por excelencia para comenzar. Veamos algunas razones:

  • Toda la labor apostólica de Jesús fue orientada a que el hombre viviera correctamente en comunidad. La misa nos ofrece ese espacio de vivencia comunitaria. “Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros.” Juan 13:34.
  • En la misa escuchamos la Palabra de Dios. “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna…” Juan 5:24. Podemos ver los evangelios como biografías de Jesús. Así que en la misa profundizaremos en el conocimiento de la vida del Maestro, cuyas palabras siempre estarán vigentes aunque hayan sido escritas miles de años atrás.
  • Un día Giovanni di Pietro Bernardone[2], hijo de un acaudalado mercader de telas en Asís, entró a la iglesia en momentos en que no le encontraba sentido a su vida. El evangelio que escuchó fue: “Cuando Jesús iba a seguir su viaje, llegó un hombre corriendo, se puso de rodillas delante de él y le preguntó: —Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: — ¿Por qué me llamas bueno? Bueno solamente hay uno: Dios. Ya sabes los mandamientos: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas mentiras en perjuicio de nadie ni engañes; honra a tu padre y a tu madre.” El hombre le dijo: —Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven. Jesús lo miró con cariño, y le contestó: —Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme.” (Marcos 10:17-21). Giovanni supo que esas palabras no eran solamente para la gente que había vivido 1,200 años antes. Eran también para él, ahí en ese mismo momento. Así que salió de la iglesia e hizo exactamente lo que escuchó de la Palabra, dando comienzo a una revolución espiritual que ha perdurado hasta hoy.
  • El sacerdote en la homilía nos explica las escrituras como lo hizo Jesús con sus discípulos. “Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él…” Lucas 24:27.
  • Jesús nos extiende una invitación para participar de su banquete, donde Él mismo se ofrece con su cuerpo y sangre para ser ingerida por nosotros. “Jesús les dijo: —Les aseguro que si ustedes no comen la carne del Hijo del hombre y beben su sangre, no tendrán vida.” Juan 6:53.
  • Es una excelente oportunidad de unir nuestras plegarias con las del resto de los fieles que asisten a la misa y mostrarnos como un solo cuerpo. “Pues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno de ustedes es un miembro con su función particular.” 1 Corintios 12:27. Recuerde que tan pronto traspasamos las puertas de la iglesia, dejamos de ser individuos para pasar a ser miembros del cuerpo de Cristo.

La asistencia a la misa

En el 2008 el CONICET, organismo dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología en Argentina, llevó a cabo la primera encuesta sobre asuntos religiosos en su país. La encuesta mostró que solo el 23.8% de los católicos asistían con frecuencia a la misa. El 49.1% con poca frecuencia y el 26.8% nunca o casi nunca.

En octubre del 2010, el Centro de Investigaciones Sociológicas de España publicó su informe número 2847. En él se observan las siguientes estadísticas con respecto a la asistencia a la misa: solo el 15% lo hace semanalmente, el 9.8% lo hace alguna vez al mes, el 17.9% lo hace varias veces al año y el 56.5% nunca o casi nunca.

En el año 2012 la Pontificia Universidad Católica de Chile junto con Andimark GFK condujeron una encuesta en la que revelan que solo el 15% de los católicos chilenos asisten semanalmente a la misa, el 20% algunas veces al mes, el 28% solo lo hace en fiestas especiales religiosas y el 37% nunca o casi nunca lo hace.

En el 2012 el CARA, organización sin ánimo de lucro afiliada a la Universidad Georgetown de Washington, publicó una encuesta realizada entre los estadounidenses que revela las siguientes cifras: solo el 24% asiste semanalmente a la misa, el 43% lo hace al menos una vez al mes y el otro 33% nunca o casi nunca.

Actualmente en Francia hay más musulmanes asistiendo a una mezquita un viernes, que católicos asistiendo a misa en domingo.

La misa: la oración por excelencia

Cuando el Gran príncipe Vladimiro I de Kiev, decidió abandonar su paganismo y unirse a una de las tres religiones monoteístas que profesaban sus países vecinos en el 987 d.C., envió representantes a esos países para estudiar sus respectivas religiones. De los musulmanes le informaron que solo encontraron tristezas y que poseían un gran tabú por las bebidas alcohólicas y el cerdo. Rechazó el judaísmo por el hecho de que los judíos perdieran Jerusalén ante los musulmanes —para Vladimiro esto era evidencia que ese pueblo había sido abandonado por Dios—. Cuando sus emisarios regresaron de Constantinopla después de haber presenciado una misa en la catedral de Santa Sofía, le dijeron al príncipe: “No sabíamos si estábamos en el cielo o en la tierra. Tanta belleza, que no sabríamos como describirla”. Vladimiro I de Kiev se convirtió al cristianismo en 988 d.C.

El hombre desde sus orígenes ha expresado una necesidad de tener comunicación con su Creador. Sacrificios de animales o de personas, quemas de sus cosechas, construcción de grandes complejos, etc., son muestras de ello. Ya fuese para buscar su perdón o en señal de agradecimiento, ha querido establecer una línea de comunicación con Él. Jesús, que todo lo hace nuevo[3], cambió los sacrificios y las quemas como instrumentos de comunicación con Dios por la eucaristía. Por la misa.

El Génesis nos relata la creación del universo. Nos dice que después que Dios terminó su trabajo en seis días, descansó el séptimo. Pero este descanso no hace referencia a una inactividad o a un dejar de actuar, sino más bien a la contemplación de un trabajo “bien hecho” (Génesis 1:31) y en especial del hombre, vértice de la creación.

Shabbath o Sabbat es una palabra que tiene un sentido muy bello: descanso, reposo, contemplación, adoración, fiesta y disfrute. Este es el propósito del día Domingo o “día del Señor”. Es la celebración en comunidad de la fiesta en honor al que nos lo ha dado todo.

Es la celebración del último sacrificio humano que fue necesario para ganar la eterna comunicación con Dios. El sacrificio de su hijo único por la salvación de nosotros. Decía San Leonardo de Port Maurice: “Una misa antes de la muerte puede ser más provechosa que muchas después de ella”.

“La misa es aburrida”, “no me enseña nada”, “siempre se hace lo mismo”, “no voy porque no siento la necesidad, y para hacer una cosa que no siento mejor no hacerla”, etc., son frases que escuchamos con frecuencia. Preguntémosle al enamorado si encuentra aburrido ver a su amada, si no disfruta las mismas conversaciones repetidas con ella, si no hacer nada con ella le molesta. No hay rutina si hay amor.

La primera vez que fui a la catedral de Notre Dame en la ciudad de París, sus mosaicos en vidrio me parecieron hermosos. Los contemplé por bastante tiempo desde afuera y me encantaron. Pero su real belleza apareció cuando los observé desde adentro. Cuando la luz los atravesaba, esos cristales tomaban vida y llenaban de colores todo el recinto. Ver esos rosetones de luz multicolor estrellados contra el suelo fue todo un espectáculo. La misa es como esas vidrieras, que adquiere su real belleza a la luz del amor de Dios.

La Iglesia, es la familia de los hijos de Dios extendida por todo el mundo, y ésta familia tiene un hogar en el que se congregan todos, y como en todo hogar, hay una mesa donde se festeja la comida preparada y servida con amor. Faltar a esta comida es separarse de la vida familiar, pues esa comida es el acto familiar por excelencia, donde padres e hijos, hermanos entre ellos, reviven su mutuo afecto y tratan los asuntos de familia. Es buen momento para consejos y exhortaciones. Cuando falta un hijo por cualquier motivo, es en la mesa donde se nota su ausencia.

Se cuenta que en un pueblo había una pareja de enamorados. Un día el novio fue llamado a prestar el servicio militar. Con gran disciplina, el novio le escribía cartas todos los días a su amada y el cartero se las entregaba. Pero cuando le daban permiso de salida, el muchacho no corría a visitar a su novia, sino que se iba de fiesta con sus amigos. Cuando finalizó su tiempo en el servicio, fue a visitar a su novia y se llevó la gran sorpresa de encontrarla casada con el cartero. Cuando las personas dejan de verse, el amor se va apagando, y como a quien ella veía era al cartero, termino enamorándose de él. Cuando dejamos de ir a la misa, el amor por Dios se va apagando y terminamos casados con otros dioses.

Exhortemos a esos fieles que por una u otra razón han dejado se asistir a la misa, como lo hiciera san Pablo con esos primeros cristianos que habían empezado a desanimarse:

“No dejemos de asistir a nuestras reuniones, como hacen algunos, sino animémonos unos a otros; y tanto más cuanto que vemos que el día del Señor se acerca.” Hebreos 10:25

 

 


[1] Fraile católico del siglo XV.

[2] Más conocido como Francisco de Asís.

[3] “He aquí que todo lo hago Nuevo” Apocalipsis 21:5.

 

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