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SEGUNDA TESIS: MÚLTIPLES TESTIGOS

l sargento retirado William Jordan del departamento de policía de la ciudad de Los Ángeles, California, fue uno de los asignados a la investigación del asesinato de Robert Francis Kennedy, mejor conocido como Bobby Kennedy, en la madrugada del 5 de junio de 1968 cuando terminó de dar su discurso de victoria al haber ganado las primarias por su partido en el estado de California. En entrevista al canal de televisión History Channel, decía el sargento Jordan que una de las cosas que complicó mucho la resolución de esta investigación fue la gran cantidad de testigos, cientos en este caso, ya que cada uno dio una versión distinta de lo que ocurrió. Todos oyeron los disparos que dieron por terminada la vida del senador por el estado de Nueva York, incluso muchos vieron al asesino, pero cada uno aportó su propia cantidad de pormenores que resultaban irrelevantes pero que, por la jerarquía del personaje en cuestión, había que darle la importancia que merecía y tocaba investigarlos. Diferentes versiones de un hecho no quieren decir que los testigos estén mintiendo, todo lo contrario, es lo que se espera. Un juez entraría en sospecha si todos los testigos declararan exactamente lo mismo, incluso los detalles, ya que cada ser humano registra diferente un evento y en especial si es de alto impacto emocional. Así que, si todos los testigos dicen lo mismo, sería una clara indicación de que se pusieron de acuerdo. Estarían básicamente mintiendo y engañando al juez. La resurrección de Jesús es narrada por los cuatro evangelistas, dando cada uno de ellos ciertos detalles que no ofrecen los otros, permitiéndonos enriquecer la imagen de tan magno evento. No se espera que los cuatro Evangelios sean idénticos en su narración, por las razones dadas anteriormente, pero los hechos más predominantes e importantes, coinciden en todos ellos. Esto nos da la confianza de saber que sus testimonios son legítimos. Los escritores de los Evangelios comienzan sus relatos de la resurrección cuando se hace rodar la piedra que cubría el sepulcro. Varias mujeres llegan temprano a la tumba el primer día de la semana para continuar con los rituales de la unción y la encuentran vacía. Cuando los ángeles, que están en la tumba, les dicen que Jesús ha resucitado de entre los muertos, las mujeres sienten temor y alegría al mismo tiempo. La cronología de los eventos que se suceden después, son algo confusos, pero al parecer María Magdalena corre más deprisa que las otras para buscar a Pedro y a Juan, y cuando los encuentra les informa de la desaparición del cuerpo del Maestro, a lo que ellos salen corriendo, junto con María, para confirmar con sus propios ojos la noticia que acaban de recibir. Los dos apóstoles le sacan bastante ventaja a María y comprueban, atónitos, que efectivamente la tumba se hallaba vacía y emprenden camino de regreso. Estando María nuevamente en el sepulcro, Jesús se le aparece y luego lo hace con el resto de las mujeres que se estaban devolviendo de la tumba para dar la noticia de la resurrección a los discípulos, los cuales no les creen ni una palabra. No hay un registro detallado en la Biblia de como fue el encuentro personal de Jesús con Pedro ese mismo día, ya que la única mención bíblica, que es la de Pablo, «y que se apareció a Cefas, y luego a los doce.» nos deja todo a nuestra imaginación. También los discípulos mencionan esa aparición, cuando están reunidos con Cleofás escuchando de su encuentro con el Maestro mientras iba de camino con otro discípulo a Emaús. Finalmente, en el día de la resurrección, Jesús se aparece a todos los demás apóstoles, excepto a Tomas, que no se encontraba presente en esos momentos. Combinando los cuatro relatos, se puede listar cronológicamente la secuencia de eventos de la resurrección del Señor como sigue: • La piedra es removida del sepulcro: Mateo 28,2-4. • Las mujeres llegan a la tumba: Marcos 16,1-4, Mateo 28,1, Lucas 24,1-3 y Juan 20,1. • Los ángeles les anuncian la resurrección: Marcos 16,5-7 y Mateo 28,5-7. • Ellos les recuerdan la profecía de la resurrección: Lucas 24,4-8. • Las mujeres se devuelven temerosas: Marcos 16,8. • Pedro y Juan son informados del suceso: Juan 20,2. • Pedro y Juan corren y entran al sepulcro: Juan 20,3-10 y Lucas 24,12. • Jesús tiene un encuentro con María Magdalena: Mateo 16,9 y Juan 20,11-17. • Jesús se aparece a las mujeres: Mateo 28,8-10. • Los sumos sacerdotes se enteran y ocultan lo ocurrido: Mateo 28,11-15. • Las mujeres cuentan su encuentro con el resucitado: Lucas 24,9-11, Marcos 16,10-11 y Juan 20,18. • Jesús se le aparece a Pedro: Lucas 24,34 • Jesús se le aparece a Cleofás, uno de los caminantes a Emaús: Lucas 24,13-27 y Marcos 16,12. • Se revela la identidad de Jesús al partir el pan: Lucas 24,28-32. • Cleofás cuenta a sus compañeros la aparición: Lucas 24,33-35, Juan 20,19 y Marcos 16,13. • Jesús se aparece por primera vez a sus discípulos: Lucas 24,36-44, Marcos 16,14 y Juan 20,20. Si bien es cierto que es de esperarse ciertas discrepancias en las narrativas que acabo de mencionar, un lector desprevenido podría pensar a priori que alguien está mintiendo. Se hace entonces necesario aclarar que dichas diferencias las podamos resolver satisfactoriamente usando la lógica. Una de las citadas discrepancias, por dar un ejemplo, es el del número de ángeles que anuncian la resurrección del Señor. En la narración de Mateo 28,2-7 hace referencia a un solo ángel, mientras que en Lucas 24,4-7 se mencionan a dos, pero el hecho que Mateo solo hable de uno no quiere decir que no hubiera habido el otro mencionado por Lucas. Tal vez Mateo decidió referirse solamente a uno porque quiso resaltarlo. Quizás solo ese ángel fue el que habló, como pareciera sugerirlo la narrativa de Lucas y por eso solo se refiere a éste y no al otro. Otra de las «supuestas» discrepancias es el que solo Mateo menciona el terremoto que se produjo cuando los ángeles remueven la piedra que tapaba el sepulcro. ¿Es esto una clara indicación de que está mintiendo? ¡Para nada! Nuevamente la supuesta discrepancia se puede resolver usando la lógica. El hecho que solo uno de los evangelistas mencione este evento, no quiere decir que se lo esté inventando, o que los otros estén mintiendo. Simplemente Mateo le dio tal importancia a ese hecho que quiso registrarlo en su narración, mientras que los otros no se la dieron. El periodista español Pepe Rodríguez, enemigo acérrimo de la iglesia Católica, publicó un libro en el 2012 titulado Mentiras fundamentales de la iglesia Católica, de gran éxito en ventas. En dicha obra el autor destroza la resurrección de Jesús describiendo todas y cada una de las «supuestas» contracciones en los evangelios, para concluir que todo fue una farsa. Muchos de sus lectores le creyeron. Pero siguiendo el mismo principio lógico con el que resolví dos de esas «supuestas» discrepancias, no se estaría hablando de mentiras, sino de una narración que se complementa con los detalles que aportaron cada uno de los evangelios. Otra de las razones que nos aumenta la confianza en la fidelidad de las narraciones que realizaron los evangelistas, es la misteriosa «transformación» del cuerpo del Señor resucitado. Me explico. Antes de su pasión y muerte, las Escrituras nos relatan tres resurrecciones hechas por Jesús estando en compañía de sus discípulos: • La de su amigo Lázaro: Juan 11,1-44 • La del hijo único de la viuda de Naín: Lucas 7,11-17 • La de la hija de Jairo, líder de una sinagoga local: Mateo 9,18-23 y Marcos 5,21-43 En todos esos casos, una vez volvía a la vida el muerto, seguía siendo la misma persona, como habría de esperarse. Las narraciones de lo que acontece después de las resurrecciones nos dejan ver que sus familiares y seres queridos reconocieron al que había fallecido. Es decir que la persona estaba viva, moría, Jesús la resucitaba y volvía a ser la misma persona que era antes de experimentar la muerte. ¿Por qué habría de cambiar de rostro o de cuerpo? Esto fue lo que los discípulos presenciaron. En sus mentes estaba que la resurrección consistía en eso, en que el dueño de la vida, Jesús, le daba la orden al muerto que se levantara y ese cuerpo recobraba milagrosamente la vida y volvía a sus actividades. ¿Si los evangelistas se hubieran «inventado» la resurrección del Señor, no era de esperarse que se la «inventaran» de la manera en que la conocían? Sin embargo, cuando nos narraron la resurrección de Jesús, ellos dicen que ¡no lo reconocían! Por alguna razón su rostro había cambiado. Claramente era su cuerpo, ya que no estaba en la tumba y seguía teniendo las heridas de su crucifixión, pero algo le había pasado a su rostro que no lo reconocen. En el encuentro que tuvo con María Magdalena al frente de su tumba ella no lo reconoce «Apenas dijo esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, pero no sabía que era él.» . En el encuentro que tuvo el Maestro con los dos caminantes a Emaús tampoco lo reconocen «Pero, aunque lo veían, algo les impedía darse cuenta de quién era.» . Cuando se le apareció a siete de sus discípulos a orillas del Lago de Tiberias, hablaron con el Maestro sin reconocerlo «Jesús les preguntó: —Muchachos, ¿no tienen pescado? Ellos le contestaron: —No. Jesús les dijo: —Echen la red a la derecha de la barca, y pescarán. Así lo hicieron, y después no podían sacar la red por los muchos pescados que tenía. Entonces el discípulo a quien Jesús quería mucho le dijo a Pedro: —¡Es el Señor!» . El profeta Daniel en una de sus visiones que tiene con el Arcángel San Miguel en referencia al final de los tiempos escribió: «Muchos de los que duermen en la tumba, despertarán: unos para vivir eternamente, y otros para la vergüenza y el horror eternos. Los hombres sabios, los que guiaron a muchos por el camino recto, brillarán como la bóveda celeste; ¡brillarán por siempre, como las estrellas!» . Jesús conocía muy bien este pasaje ya que hace referencia a él cuándo les está explicando a sus discípulos su parábola de la cizaña: Así como la cizaña se recoge y se echa al fuego para quemarla, así sucederá también al fin del mundo. El Hijo del hombre mandará a sus ángeles a recoger de su reino a todos los que hacen pecar a otros, y a los que practican el mal. Los echarán en el horno encendido, y vendrán el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. Los que tienen oídos, oigan. (Mateo 13,40-43) Los discípulos habían visto con sus propios ojos a varios muertos resucitar. Ya sabían en que consistía el milagro, conocían el antes y el después. También estaban al tanto de cómo sería esa resurrección del final de los tiempos, pero por ningún lado tenían algo que les sugiriera una «transformación» de la carne tal y como le ocurrió a Jesús. Aun sin entender el porqué de dicho cambio , así lo registraron en los evangelios. Otro elemento que nos debe reforzar más aun la evidencia de la fidelidad de las narraciones bíblicas es el tema de las mujeres como las testigos de la resurrección del Mesías. A la mujer judía se le prohibía hablarles a los hombres en público, y debía cubrir su rostro con un velo cada vez que salía de la casa. Encontrar a una mujer sin velo en público era una causal de divorcio. Ellas cuidaban la casa y los niños; y servían según la voluntad de su esposo. Si un invitado de sexo masculino venía a casa para cenar, las mujeres debían hacerlo en otra habitación. Sus padres arreglaban la mayoría de sus matrimonios, así que raramente se cazaban con el hombre de sus sueños. Su mayor aspiración era que el marido las tratara mejor de lo que habían hecho sus padres. Eran relegadas a la parte externa de la sinagoga y no podían leer las Escrituras. Un rabino del siglo I llamado Eliezer dijo: «Mejor sería que las palabras de la Torá fuesen quemadas que confiadas a una mujer». No se les permitía recitar la Shemá , o la Plegaria Matutina, ni orar en las comidas. ¡Una mujer no podía ni siquiera ser testigo en un caso en los tribunales! . Creo que me quedaría corto si digo que era una sociedad machista. Si las narraciones que escribieron los evangelistas respecto a la resurrección del Mesías hubieran sido el fruto de su imaginación, o el deseo de dar por cumplida la profecía de que el Señor se levantaría de entre los muertos, escogieron a la peor testigo posible. Si toda la narración hubiera sido «inventada» no habrían escogido a María Magdalena como la testigo de la resurrección, ya que en primer lugar en su calidad de mujer no era válido su testimonio, como se indicó anteriormente, y en segundo lugar no era una persona que gozara de respeto dentro de su comunidad por su dudoso pasado. Recordemos que esta era la mujer a la cual Jesús le había sacado siete demonios y aunque generalmente en los evangelios la referencia a demonio se puede asociar a enfermedad, una detallada lectura de los evangelios nos hace ver que no necesariamente este sea el caso que aplica plenamente a María Magdalena: «Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios,». En este caso el evangelista Lucas está haciendo la distinción entre enfermedad y demonio, y en el caso de la Magdalena, dice que fue lo segundo. De todos los posibles candidatos a ser testigo de la resurrección del Señor, ciertamente María Magdalena era la menos indicada, sin embargo, así quedó consignado en los evangelios. Si los evangelistas se hubieran «inventado» la historia de la resurrección, seguramente habrían escogido a José de Arimatea o Nicodemo en lugar de la Magdalena. Ellos eran hombres, tenían dinero y eran miembros del sanedrín, ¡que mejores testigos! Pero no lo hicieron, ellos escribieron tal y como sucedieron las cosas, así a primera vista se pudiera pensar que no convenia. Como expliqué en la cuarta evidencia del segundo capítulo, los evangelistas cuando escribieron los evangelios, al hacer mención de algún suceso que era el cumplimiento de alguna profecía, ellos escribían cosas como: «Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice […]», «Pero esto sucedió para cumplir la palabra que está escrita en la ley […]», «Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta […], cuando dijo: […]», «[…] todo esto ha ocurrido para que se cumplan las Escrituras de los profetas», «[…] porque está escrito […]», etc. Nuevamente, si las narraciones bíblicas respecto a la resurrección del Señor hubieran sido un «invento» cuya intensión fuera la de convencer a los incrédulos, en el tema de la resurrección omitieron mención alguna a la correspondiente profecía. ¿Por qué lo hicieron? Difícil decirlo, pero lo qué si podemos sacar de dicha omisión, es que las narraciones demuestran franqueza, honestidad y transparencia. Contamos con cuatro puntos de vista de un mismo evento, sin una agenda en particular, sin acuerdos previos de lo que se debería escribir, sin pulir los detalles para transmitir un determinado mensaje. No hay héroes, ni valientes, ni sabios. No hay una lectura que favorezca una idea o que la perjudique, ni siquiera podemos hablar de esos términos. No les importó contar que fueron unos cobardes, que traicionaron a su maestro, que no entendieron lo de la pasión y muerte, y mucho menos lo de la resurrección. Destacan el papel tan importante de las mujeres en todos los acontecimientos de aquel fin de semana, y el tan vergonzoso de los hombres. Estas no son las narraciones que se hubieran inventado escritores que dieron sus vidas defendiendo la veracidad de sus palabras. Ellos escribieron lo que vieron, lo que sucedió. Sin alteraciones a la verdad como lo comprueba toda la evidencia presentada.

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