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CUARTA TESIS: LAS PROFECÍAS QUE SE CUMPLIERON EN JESÚS

En el 2000, un amigo me dijo que iba a hacer una predicción para el futuro, y que yo la podría comprobar. Asumí que era un juego y con extremo pesimismo le pedí que la escribiera. Me entregó un sobre cerrado, con una frase en el frente que decía: «Abrir el 1 de enero del 2020». Siempre tuve muy presente esa fecha, así que llegada la hora abrí presuroso el sobre y leí su contenido. Decía: «En esta fecha, 1 de enero del 2020, en el hospital Monte Sinaí de la ciudad de Nueva York va a nacer un niño». Me pareció que esa profecía no tenía ningún mérito, porque en realidad cualquiera hubiera podido hacerla y ella se habría cumplido. Llamé al hospital y pude comprobar que efectivamente ese día había nacido un varón. ¿Merece mi amigo llamarse «profeta» por haber predicho, veinte años atrás, un hecho que efectivamente se dio? Ciertamente que no. Como dije, cualquiera hubiera podido hacer esa profecía. Pero supongamos que, en vez de haber escrito lo que escribió, mi amigo hubiera dicho: «En esta fecha, 1 de enero del 2020, en el hospital Monte Sinaí de la ciudad de Nueva York va a nacer un niño, y su madre se llama Rosalba». ¿Qué habría pasado si el hospital me hubiera confirmado que efectivamente una de las madres que había dado a luz a un niño se llamaba Rosalba? Habría tenido una buena impresión de mi amigo, pero, dadas las probabilidades de que algunas mujeres con ese nombre hubieran dado a luz en ese lugar, no lo habría reconocido como un profeta. Ahora supongamos que hubiera escrito: «En esta fecha, 1 de enero del 2020, en el hospital Monte Sinaí de la ciudad de Nueva York va a nacer un niño. Su madre se llama Rosalba Pérez y su padre, Carlos Martínez. Ella es ecuatoriana y él es venezolano. Es el primer hijo de esta pareja. Ella tiene veinticuatro años y él, treinta. El niño será bautizado Felipe». ¿Qué habría pasado si el hospital me hubiera confirmado que efectivamente ese día nació un niño al que le pusieron por nombre Felipe, que su madre ecuatoriana se llamaba Rosalba Pérez y su padre venezolano, Carlos Martínez, que era el primer hijo de la pareja y que efectivamente tenían las edades que decía la carta? Habría dos posibilidades para explicar esto. La primera: aceptar que efectivamente mi amigo podía ver el futuro. La segunda: que se aventuró a decir nombres, fechas, lugares y adivinó. ¡Adivinó! Pero ¿qué tan probable es que él hubiera inventado todos esos datos y hubiera adivinado? En el Apéndice B hago una pequeña introducción al fascinante mundo de las probabilidades. Pero no hace falta ser un gran matemático para entender lo extremadamente difícil que es adivinar todos esos datos. Mucha gente está familiarizada con las loterías. Supongamos que yo hago una rifa y únicamente imprimo nueve boletas. ¿Cree usted que es fácil o difícil ganarse esa rifa? Sería fácil, ¿cierto? Ahora supongamos que, en vez de imprimir nueve, imprimo noventa y nueve. ¿Seguiría pensando que es fácil ganarse la rifa? Si, en vez de noventa y nueve, fueran novecientas noventa y nueve mil novecientas noventa y nueve boletas, sería bastante difícil ganársela ¿verdad? De todas las ciudades del mundo, mi amigo escogió una; de todas las posibles fechas, él se aventuró a elegir una; de todos los nombres de mujeres y hombres, él se arriesgó a escoger uno para cada uno de los padres; hizo lo mismo con su nacionalidad, y de todas las posibles edades, él dijo unas. Matemáticamente, es casi imposible adivinar todos esos datos. Así que, de haber acertado, solo restaría pensar que efectivamente mi amigo era un profeta, que fue capaz de ver el futuro con veinte años de anticipación y poner por escrito ese acontecimiento particular. Esto fue lo que ocurrió con Jesús de Nazaret. Durante cientos de años, muchos profetas suministraron información que apuntaba a un solo hombre: el Mesías. Personas que nunca se conocieron entre ellas, que no vivieron en los mismos continentes, que ni siquiera hablaban el mismo idioma; todas ellas aportaron la información del lugar de nacimiento, del momento en que ocurriría, de sus padres, de varios eventos que viviría, de sus amigos y enemigos, de lo que haría, de sus milagros, de cómo ocurriría su muerte, de la traición de Judas, del abandono de sus apóstoles, de su resurrección y de muchos otros detalles de su vida. ¿Coincidencia? ¿Suerte? ¿O esto comprueba la verdadera autoría de la Biblia? Ser profeta en los tiempos del Antiguo Testamento era un asunto demasiado peligroso. El pueblo judío era consciente de la sentencia de muerte para todo profeta falso, pues así lo había advertido Dios. Los que profetizaban estaban advertidos: Les levantaré un profeta como tú, de entre sus hermanos. Yo pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mande. Y al hombre que no escuche mis palabras que él hablará en mi nombre, yo le pediré cuentas. Pero el profeta que se atreva a hablar en mi nombre una palabra que yo no le haya mandado hablar, o que hable en nombre de otros dioses, ese profeta morirá. Puedes decir en tu corazón: «¿Cómo discerniremos la palabra que el Señor no ha hablado?». Cuando un profeta hable en el nombre del Señor y no se cumpla ni acontezca lo que dijo, esa es la palabra que el Señor no ha hablado. Con soberbia la habló aquel profeta; no tengas temor de él. (Deuteronomio 18,15-22) Al comienzo de este capítulo suministré suficientes pruebas de que la Biblia actual puede ser cotejada con papiros, o fragmentos de ellos, tan antiguos como del siglo VIII a. C. Así que, por lo menos, tenemos la certeza de que el Antiguo Testamento de nuestra Biblia es el mismo que existía ochocientos años antes del nacimiento de Jesús. ¿Por qué es importante esta aclaración? Porque voy a citar muchas de las profecías del Antiguo Testamento y describiré su cumplimiento. En el proceso, quiero evitar que por su mente pase la posibilidad de que se trata de un fraude , que lo que el profeta dijo fue escrito después de los acontecimientos para darle así a lo escrito el título de profecía y ratificar que Jesús era el Mesías. Ese no es el caso. Los escritos proféticos datan de cientos de años antes del nacimiento de Jesús, y usted mismo lo puede comprobar visitando los sitios de Internet que mencioné cuando traté el tema del soporte histórico de la Biblia. No hay ninguna indicación bíblica de que los apóstoles de Jesús fueran expertos conocedores de todas las escrituras (lo que nosotros llamamos Antiguo Testamento). Sin embargo, conocían sus primeros cinco libros (el Pentateuco o la Torá). Ellos se referían a estos como la Ley. De los doce apóstoles, solo dos escribieron evangelios: Juan y Mateo. Otros tres redactaron cartas: Pedro, Santiago y, nuevamente, Juan. En todos estos escritos se encargaron de reseñar la importancia de la Ley. El día de la resurrección del Señor, dos de los discípulos tuvieron un encuentro con el resucitado. Al final del encuentro, ellos se preguntaron: «¿No es verdad que el corazón nos ardía en el pecho cuando nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lucas 24,32). ¿Qué fue lo que Jesús les explicó para que, a ellos, al entender, les ardiera el corazón? ¿Qué fue eso tan maravilloso que les contó? Jesús tuvo que explicarles muchas de las profecías (¿tal vez todas?) que habían sido escritas antes de su nacimiento y que hablaban de Él, del Mesías. Por esta razón, cuando los evangelistas escribieron los Evangelios, se encargaron de transmitirnos ese conocimiento que Jesús mismo les compartió. De este modo, quien no fuera versado en la interpretación de las Escrituras podría confirmar que Jesús sí era el Mesías que los profetas habían anunciado. A continuación, voy a citar algunos pasajes bíblicos para sustentar el cumplimiento de las profecías. En la gran mayoría de ellos usted encontrará frases como «esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice […]», «pero esto sucedió para cumplir la palabra que está escrita en la Ley […]», «entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta […], cuando dijo: […]», «todo esto ha ocurrido para que se cumplan las Escrituras de los profetas», «porque está escrito […]», etc. Los evangelistas usaron estas frases para ayudarnos a comprender lo que significaba el cumplimiento de los eventos preanunciados por los profetas. Profecía uno: el Mesías sería el hijo de Dios. Con esta profecía, el judaísmo sería la única religión que proclamaría a Dios hecho hombre. Profecía Cumplimiento Yo declararé el decreto. El Señor me ha dicho: «Tú eres mi hijo; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por heredad las naciones, y por posesión tuya los confines de la Tierra. Tú los quebrantarás con vara de hierro; como a vasija de alfarero los desmenuzarás» (Salmos 2,7-9). Sucederá que cuando se cumplan tus días para que vayas a estar con tus padres, yo levantaré después de ti a un descendiente tuyo, que será uno de tus hijos, y afirmaré su reino. Él me edificará una casa, y yo estableceré su trono para siempre. Yo seré para él, padre; y él será para mí, hijo. Y no quitaré de él mi misericordia, como la quité de aquel que te antecedió. Lo estableceré en mi casa y en mi reino para siempre, y su trono será estable para siempre (1 Crónicas 17,11-14). Y cuando Jesús fue bautizado, enseguida subió del agua, y he aquí que los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y venía sobre él. Y he aquí, una voz de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3,17). Profecía dos: nacería de una mujer; es decir que no iba simplemente a aparecer «por ahí», sin saberse nada de su procedencia. Sería tan humano en la carne como cualquiera de nosotros. La mujer de la profecía sería María y su descendiente, Jesús. Profecía Cumplimiento Entonces Dios el Señor dijo a la serpiente: —Por esto que has hecho, maldita serás entre todos los demás animales. De hoy en adelante caminarás arrastrándote y comerás tierra. Haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón (Génesis 3,14-15). El origen de Jesucristo fue este: María, su madre, estaba comprometida para casarse con José; pero antes que vivieran juntos, se encontró encinta por el poder del Espíritu Santo (Mateo 1,18). Profecía tres: nacería de una virgen; es decir que su embarazo no sería fruto de una relación con un hombre, ya que ella concebiría sin perder su virginidad. En mi primer libro, Lo que quiso saber de nuestra Iglesia católica y no se atrevió a preguntar, desarrollé todo un capítulo sobre este misterio. Profecía Cumplimiento Por tanto, el Señor mismo os dará señal: he aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (Isaías 7,14). El nacimiento de Jesucristo fue así: estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo (Mateo 1,18).   Profecía cuatro: sería un descendiente de Abraham. Profecía Cumplimiento Un día el Señor le dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar. Con tus descendientes voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo» (Génesis 12,1-3). Esta es una lista de los antepasados de Jesucristo, que fue descendiente de David y de Abraham (Mateo 1,1). Profecía cinco: de los hijos de Abraham se destacaron dos: Ismael e Isaac. Este último tuvo dos hijos mellizos: Esaú y Jacob. Jacob fue el padre de doce hijos; de allí provienen las doce tribus de Israel (Dios cambió el nombre de Jacob por Israel —Génesis 32,28—). El Mesías sería descendiente del cuarto de esos doce hijos, Judá. Profecía Cumplimiento Nadie le quitará el poder a Judá ni el cetro que tiene en las manos, hasta que venga el dueño del cetro, a quien los pueblos obedecerán (Génesis 49,10). Esta es una lista de los antepasados de Jesucristo, que fue descendiente de David y de Abraham: Abraham fue padre de Isaac, este lo fue de Jacob y este de Judá y sus hermanos. Judá fue padre de Fares y de Zérah, y su madre fue Tamar (Mateo 1,1-3). Profecía seis: sería descendiente de Jesé, el padre del rey David. Profecía Cumplimiento De ese tronco que es Jesé, sale un retoño; un retoño brota de sus raíces. El espíritu del Señor estará continuamente sobre él, y le dará sabiduría, inteligencia, prudencia, fuerza, conocimiento y temor del Señor (Isaías 11,1-2). Esta es una lista de los antepasados de Jesucristo, que fue descendiente de David y de Abraham: […] Obed fue padre de Jesé, y Jesé fue padre del rey David (Mateo 1,1-6). Profecía siete: sería descendiente del rey David. Estaba profetizado que el Mesías sería descendiente de David, el menor de los ocho hijos de Jesé. Profecía Cumplimiento El Señor afirma: «Vendrá un día en que haré que David tenga un descendiente legítimo, un rey que reine con sabiduría y que actúe con justicia y rectitud en el país» (Jeremías 23,5). Esta es una lista de los antepasados de Jesucristo, que fue descendiente de David y de Abraham (Mateo 1,1). Profecía ocho: nacería en la ciudad de Belén. Profecía Cumplimiento Pero tú, oh Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será el gobernante de Israel, cuyo origen es antiguo desde los días de la eternidad (Miqueas 5,2). Jesús nació en Belén de Judea, en días del rey Herodes (Mateo 2,1). Profecía nueve: reyes de tierras lejanas viajarían a llevarle regalos al Mesías. Profecía Cumplimiento Los reyes de Tarsis y de las costas del mar le traerán presentes; los reyes de Saba y de Seba le presentarán tributo (Salmo 72,10). Una multitud de camellos te cubrirá, dromedarios de Madián y de Efa; todos ellos vendrán de Seba. Traerán oro e incienso, y proclamarán las alabanzas del Señor (Isaías 60,6). Jesús nació en Belén de Judea, en días del rey Herodes. Y he aquí unos magos vinieron del oriente a Jerusalén […] Y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo sobre donde estaba el niño […] Entonces abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra (Mateo 2,1-11). Profecía diez: se daría una matanza de niños menores de dos años, cuando fuertes rumores sobre el nacimiento de quién sería rey de Israel, el Mesías, llegaran a oídos del rey Herodes. Profecía Cumplimiento Así ha dicho el Señor: «Voz fue oída en Ramá; lamento y llanto amargo. Raquel lloraba por sus hijos, y no quería ser consolada por sus hijos, porque perecieron» (Jeremías 31,15). Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enojó sobremanera y mandó matar a todos los niños varones en Belén y en todos sus alrededores, de dos años para abajo, conforme al tiempo que había averiguado de los magos (Mateo 2,16). Profecía once: sería llamado el Señor. Profecía Cumplimiento El Señor dijo a mi señor: «Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies» (Salmo 110,1). Pero el ángel les dijo: —No teman, porque he aquí les doy buenas noticias de gran gozo que serán para todo el pueblo: que hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor (Lucas 2,10). Profecía doce: sería llamado Emanuel, que quiere decir «Dios con nosotros»; es decir que sería de carne y hueso como nosotros. Profecía Cumplimiento Por tanto, el mismo Señor les dará la señal: he aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (Isaías 7,14). El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios diciendo: —¡Un gran profeta se ha levantado entre nosotros! ¡Dios ha visitado a su pueblo! (Lucas 7,16). Profecía trece: sería reconocido como profeta. Profecía Cumplimiento […] el Señor me dijo: «Está bien lo que han dicho. Les levantaré un profeta como tú, de entre sus hermanos. Yo pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mande» (Deuteronomio 18,17-18). Cuando él entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió diciendo: —¿Quién es este? Y las multitudes decían: —Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea (Mateo 21,10-11). Profecía catorce: sería reconocido como sumo sacerdote. Profecía Cumplimiento El Señor juró y no se retractará: «Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec» (Salmo 110,4). Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, consideren a Jesús, el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión (Hebreos 3,1). Profecía quince: sería reconocido como rey. Profecía Cumplimiento ¡Yo he instalado a mi rey en Sion, mi monte santo! (Salmo 2,6). Pusieron sobre su cabeza su acusación escrita: «Este es Jesús, el rey de los judíos» (Mateo 27,37). Profecía dieciséis: un mensajero se encargaría de anunciar la llegada del Mesías. Este sería Juan el Bautista. Profecía Cumplimiento He aquí yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí. Y luego, repentinamente, vendrá a su templo el Señor a quien buscan, el ángel del pacto a quien ustedes desean. ¡He aquí que viene!, ha dicho el Señor de los Ejércitos (Malaquías 3,1). Una voz proclama: «¡En el desierto preparen el camino del Señor; enderecen calzada en la soledad para nuestro Dios!» (Isaías 40,4). En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo: «¡Arrepiéntanse, porque el Reino de los Cielos se ha acercado!» (Mateo 3,1). Profecía diecisiete: su ministerio comenzaría en la región de Galilea. Profecía Cumplimiento Sin embargo, no tendrá oscuridad la que estaba en angustia. En tiempos anteriores él humilló la tierra de Zabulón y la tierra de Neftalí; pero en tiempos posteriores traerá gloria a Galilea de los gentiles, camino del mar y el otro lado del Jordán (Isaías 9,1). Y cuando Jesús oyó que Juan había sido encarcelado, regresó a Galilea. Y, habiendo dejado Nazaret, fue y habitó en Capernaúm, ciudad junto al mar en la región de Zabulón y Neftalí […] Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir: «¡Arrepiéntanse, porque el Reino de los Cielos se ha acercado!» (Mateo 4,12-17). Profecía dieciocho: haría muchos milagros, sanaría un sinnúmero de enfermedades. Profecía Cumplimiento Entonces serán abiertos los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se destaparán. Entonces el cojo saltará como un venado, y cantará la lengua del mudo (Isaías 35,5-6). Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia (Mateo 9,35). Profecía diecinueve: su prédica sería a modo de parábolas. Profecía Cumplimiento Abriré mi boca en parábolas; evocaré las cosas escondidas del pasado, las cuales hemos oído y entendido, porque nos las contaron nuestros padres (Salmo 78,2-3). Todo esto habló Jesús en parábolas a las multitudes y sin parábolas no les hablaba (Mateo 13,34). Profecía veinte: entraría a Jerusalén montado en un asno y sería proclamado rey. Profecía Cumplimiento ¡Alégrate mucho, oh hija de Sion! ¡Da voces de júbilo, oh hija de Jerusalén! He aquí tu Rey, viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado sobre un asno, sobre un borriquillo, hijo de asna (Zacarías 9,9). Trajeron el borriquillo a Jesús y, echando sobre él sus mantos, hicieron que Jesús montara encima. Y mientras él avanzaba, tendían sus mantos por el camino. Cuando ya llegaba él cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto (Lucas 19,35-37). Profecía veintiuno: no se quedaría muerto, sino que resucitaría. En mi primer libro, Lo que quiso saber de nuestra Iglesia católica y no se atrevió a preguntar, desarrollé todo un capítulo sobre este misterio. Más adelante, todo el tercer capítulo de la presente obra girará en torno a este tema tan crucial, pilar de nuestra religión. Profecía Cumplimiento Pues no dejarás mi alma en el Seol ni permitirás que tu santo vea corrupción (Salmo 16,10). Y respondiendo, el ángel dijo a las mujeres: —No teman, porque sé que buscan a Jesús, quien fue crucificado. No está aquí, porque ha resucitado, así como dijo. Vengan, vean el lugar donde estaba puesto (Mateo 28,5-6). Profecía veintidós: uno de sus más cercanos amigos, el apóstol Judas, sería quien lo traicionaría. Profecía Cumplimiento Aun mi amigo íntimo, en quien yo confiaba y quien comía de mi pan, ha levantado contra mí el talón (Salmo 41,9). Le preguntarán: «¿Qué heridas son estas en tus manos?». Y él responderá: «Con ellas fui herido en la casa de mis amigos» (Zacarías 13,6). Mientras él aún hablaba, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. El que le entregaba les había dado señal diciendo: «Al que yo bese, ese es. Préndanle». De inmediato se acercó a Jesús y dijo: —¡Te saludo, Rabí! Y lo besó (Mateo 26,47-49).   Profecía veintitrés: el traidor recibiría a cambio treinta monedas de plata. Profecía Cumplimiento En aquel día fue anulado; y los que comerciaban con ovejas y que me observaban, reconocieron que era Palabra del Señor. Y les dije: «Si les parece bien, denme mi salario; y si no, déjenlo». Y pesaron por salario mío treinta piezas de plata (Zacarías 11,11-12). […] y les dijo: —¿Qué me quieren dar? Y yo se los entregaré. Ellos le asignaron treinta piezas de plata; y desde entonces él buscaba la oportunidad para entregarlo (Mateo 26,15-16). Profecía veinticuatro: esa paga terminaría arrojada en el templo. Profecía Cumplimiento Entonces el Señor me dijo: «Échalo al tesoro. ¡Magnífico precio con que me han apreciado!». Yo tomé las treinta piezas de plata y las eché en el tesoro, en la casa del Señor (Zacarías 11,13). Entonces él, arrojando las piezas de plata dentro del santuario, se apartó, se fue y se ahorcó (Mateo 27,5). Profecía veinticinco: sus discípulos lo abandonarían durante su falso juicio, sentencia y ejecución. Profecía Cumplimiento Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas (Zacarías 13,7). En aquel día sucederá que todos los profetas se avergonzarán de su visión cuando profeticen. Nunca más se vestirán con manto de pelo para engañar. Y dirá uno de ellos: «Yo no soy profeta; soy labrador de la tierra, pues la tierra es mi ocupación desde mi juventud». Le preguntarán: «¿Qué heridas son estas en tus manos?». Y él responderá: «Con ellas fui herido en la casa de mis amigos» (Zacarías 13,4-6). Entonces todos los suyos lo abandonaron y huyeron (Marcos 14,50). Profecía veintiséis: sería acusado por falsos testigos en el aparente juicio. Profecía Cumplimiento Se han levantado testigos falsos, y me interrogan de lo que no sé (Salmo 35,11). Los principales sacerdotes, los ancianos y todo el Sanedrín buscaban falso testimonio contra Jesús, para que le entregaran a muerte (Mateo 26,59). Profecía veintisiete: durante el falso juicio, no se defendería, sino que permanecería en silencio. Profecía Cumplimiento Él fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca. Como un cordero, fue llevado al matadero; y como una oveja que enmudece delante de sus esquiladores, tampoco él abrió su boca (Isaías 53,7). Él no le respondió ni una palabra, de manera que el procurador se maravillaba mucho (Mateo 27,14). Profecía veintiocho: sería escupido, fuertemente torturado y molido a golpes. Profecía Cumplimiento Entregué mis espaldas a los que me golpeaban, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba. No escondí mi cara de las afrentas ni de los escupitajos (Isaías 50,6). Pero él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados (Isaías 53,5). Mis rodillas están debilitadas a causa del ayuno, y mi carne está desfallecida por falta de alimento (Salmo 109,24). Entonces le escupieron en la cara y le dieron puñetazos, y otros le dieron bofetadas (Mateo 26,67). Y escupiendo en él, tomaron la caña y le golpeaban la cabeza (Mateo 27,30). Entonces les soltó a Barrabás y, después de haber azotado a Jesús, lo entregó para que fuera crucificado (Mateo 27,26).   Profecía veintinueve: muchos se burlarían de Él durante su pasión. Profecía Cumplimiento Todos los que me ven se burlan de mí. Estiran los labios y mueven la cabeza diciendo: «En el Señor confió; que él lo rescate. Que lo libre, ya que de él se agradó» (Salmo 22,7-8). Habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha pusieron una caña. Se arrodillaron delante de él y se burlaron de él, diciendo: —¡Viva, rey de los judíos! (Mateo 27,29). Los que pasaban lo insultaban, meneando sus cabezas y diciendo: —Tú que derribas el templo y en tres días lo edificas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y desciende de la cruz! (Mateo 27,39-40). Profecía treinta: sería crucificado, por lo que sus pies y manos serían atravesados. Profecía Cumplimiento Los perros me han rodeado; me ha cercado una pandilla de malhechores, y horadaron mis manos y mis pies (Salmo 22,16). Entonces los otros discípulos le decían: —¡Hemos visto al Señor! —. Pero él les dijo: —Si yo no veo en sus manos la marca de los clavos, y si no meto mi dedo en la marca de los clavos, y si no meto mi mano en su costado, no creeré jamás— (Juan 20,25). Profecía treinta y uno: sería crucificado acompañado de ladrones. Profecía Cumplimiento Porque derramó su vida hasta la muerte y fue contado entre los transgresores (Isaías 53,12). Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda (Mateo 27,38). Profecía treinta y dos: intercedería por sus transgresores durante su pasión. Profecía Cumplimiento Porque derramó su vida hasta la muerte y fue contado entre los transgresores, habiendo él llevado el pecado de muchos e intercedido por los transgresores (Isaías 53,12). Y Jesús decía: —Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lucas 23,34). Profecía treinta y tres: sería rechazado por su propio pueblo. Profecía Cumplimiento Fue despreciado y desechado por los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento. Y como escondimos de él el rostro, lo menospreciamos y no lo estimamos (Isaías 53,3). Pues ni aún sus hermanos creían en él (Juan 7,5).   Profecía treinta y cuatro: sería aborrecido sin ninguna razón. Profecía Cumplimiento Los que me aborrecen sin causa se han aumentado; son más que los cabellos de mi cabeza (Salmo 69,4). Si el mundo los aborrece, sepan que a mí me ha aborrecido antes que a ustedes […] El que me aborrece, también aborrece a mi Padre. Si yo no hubiera hecho entre ellos obras como ningún otro ha hecho, no tendrían pecado. Y ahora las han visto, y también han aborrecido tanto a mí como a mi Padre (Juan 15,18-24). Profecía treinta y cinco: sus amigos y conocidos se apartarían de Él y tomarían distancia. Profecía Cumplimiento Mis amigos y compañeros se han apartado de mi plaga; mis parientes se han mantenido alejados (Salmo 38,11). Pero todos sus conocidos, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron lejos mirando estas cosas (Lucas 23,49). Profecía treinta y seis: le quitarían su vestido y se lo jugarían a suertes. Profecía Cumplimiento Reparten entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echan suertes (Salmo 22,18). Cuando los soldados crucificaron a Jesús tomaron los vestidos de él e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Además, tomaron la túnica, pero la túnica no tenía costura; era tejida entera de arriba abajo. Por esto se dijeron uno al otro: —No la partamos; más bien echemos suertes sobre ella para ver de quién será (Juan 19,23-24). Profecía treinta y siete: durante su martirio sentiría mucha sed y en vez de darle agua le darían hiel con vinagre. Profecía Cumplimiento Además, me dieron hiel en lugar de alimento, y para mi sed me dieron de beber vinagre (Salmo 69,21). Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo se había consumado, para que se cumpliera la Escritura dijo: —Tengo sed—. Había allí una vasija llena de vinagre. Entonces pusieron en un hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca (Juan 19,28-29). Profecía treinta y ocho: una vez muerto, no le quebrarían los huesos (como se acostumbraba a hacer para garantizar la muerte en caso de que la víctima hubiera soportado el largo periodo de la crucifixión). Profecía Cumplimiento Él guardará todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado (Salmo 34,20). Pero cuando llegaron a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas (Juan 19,33). Profecía treinta y nueve: le atravesarían el costado. Profecía Cumplimiento Mirarán al que traspasaron y harán duelo por él con duelo como por hijo único, afligiéndose por él como quien se aflige por un primogénito. (Zacarías 12,10). Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza y salió al instante sangre y agua (Juan 19,34). Profecía cuarenta: una gran oscuridad cubriría la tierra durante el martirio de Jesús. Profecía Cumplimiento Sucederá en aquel día, dice el Señor Dios, que haré que el sol se oculte al mediodía, y en pleno día haré que la tierra sea cubierta de tinieblas (Amos 8,9). Desde el mediodía descendió oscuridad sobre toda la tierra hasta las tres de la tarde (Mateo 27,45). Profecía cuarenta y uno: sería sepultado en una tumba de una persona adinerada. Profecía Cumplimiento Se dispuso con los impíos su sepultura, y con los ricos estuvo en su muerte (Isaías 53,9). Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea llamado José, quien también había sido discípulo de Jesús […] José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en su sepulcro nuevo que había labrado en la peña (Mateo 27,57-60). He mencionado el cumplimiento de tan solo cuarenta y una profecías (entre más de trescientas) de ocho profetas diferentes: Moisés, Isaías, Zacarías, el rey David, el rey Salomón, Jeremías, Amos y Miqueas. Estos profetas vivieron entre los siglos XIV a. C. y V a. C., hablaron en idiomas distintos, vivieron en territorios geográficos diferentes y cada uno dio detalles de la venida del Mesías. ¿Coincidencia? ¿Suerte? ¿O esto comprueba la verdadera autoría de la Biblia?

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