En el Apéndice B doy una simple explicación de la forma en que se calcula una probabilidad y hablo un poco de las probabilidades en general. Por ahora, basta con decir que, si la probabilidad de que una cosa pase es de uno entre M (o sea, «1/m»), y la de que otro evento independiente del primero ocurra es de uno entre N (o sea, «1/n»), entonces la probabilidad de que ocurran las dos a la vez es de uno entre M multiplicado por N —es decir, «1/(m x n)»—. Permítame ilustrar esto. Si uno de cada diez hombres mide más de 6 pies de altura, y uno de cada cien hombres pesa más de 300 libras, entonces uno de cada mil (diez multiplicado por cien) mide más de 6 pies y pesa más de 300 libras. Esta aseveración se puede demostrar haciendo el siguiente ejercicio. Imagine que cogemos al azar mil hombres y los ordenamos por estatura. Dado que uno de cada diez sobrepasa los 6 pies de altura, veremos que los primeros cien miden más de 6 pies. Los otros 900 estarán por debajo de esta altura. Por consiguiente, no pueden tener las dos características que buscamos (que excedan 6 pies de altura y que pesen más de 300 libras). Ahora, como dijimos que uno de cada cien pesa más de 300 libras, observaremos a los cien hombres que escogimos por medir más de 6 pies: solo uno de ellos tendrá el peso buscado. Es decir que, de los mil que seleccionamos al azar, solo uno medirá más de 6 pies y pesará más de 300 libras, como lo habíamos determinado con la fórmula. InterVarsity Christian Fellowship es una organización que por más de 75 años ha formado grupos de jóvenes universitarios en cientos de universidades de todo el mundo que se dedican al estudio bíblico. En la década de 1960, la organización patrocinó un ejercicio que duró cinco años en Pasadena City College, en el estado de California, Estados Unidos. En el ejercicio, se les pedía a los estudiantes que determinaran, de la forma más conservadora posible, la probabilidad de que se cumplieran en forma independiente una serie de profecías que hablaban de la llegada del Mesías (profecías como las presentadas en el argumento anterior) . Por ejemplo, ¿cuál es la probabilidad de que un hombre cualquiera entre a la ciudad de Jerusalén, pretendiendo tener autoridad, y lo haga montado sobre un asno? Semestre tras semestre, los jóvenes universitarios (más de seiscientos en total) discutieron entre ellos sus estimaciones, documentaron algunas de ellas y presentaron sus cálculos. ¿Cuántas personas que pretendieran tener cierta autoridad podrían haber entrado a Jerusalén montando un asno? ¿Qué tan comunes eran estos animales en ese entonces? Si solo las personas con dinero tenían asnos, ¿cuántos podrían tener uno? Una persona sin dinero que, pretendiendo cierta autoridad, requiriera un asno, tendría que ser amiga de alguien adinerado que simpatizara con ella para que le prestara el animal. ¿Cuántas podrían ser estas? Mediante preguntas de este estilo, los estudiantes fueron alcanzando consensos sobre las probabilidades de que este evento fuera realizado por una persona cualquiera. Las estimaciones que voy a utilizar son las que resultaron de dicho estudio. Usted puede estar de acuerdo con ellas o no; puede modificarlas a su criterio si así lo estima conveniente (si no está totalmente convencido por las estimaciones del estudio). El resultado al que pretendo llegar no se verá seriamente impactado por esos cambios. Para sustentar mi punto, voy a detallar el ejercicio con tan solo ocho de las cuarenta y una profecías que presenté en el argumento anterior. Profecía uno: el Mesías nacería en la ciudad de Belén, sería hijo de una virgen y descendiente del Rey David (profecías dos, seis y siete del argumento anterior). Los evangelios de Mateo y Lucas nos presentan las genealogías de los padres de Jesús. Mateo (1,1-17) presenta la genealogía de su padre y Lucas (3,23-38), la de su madre. La profecía solo indicaba que Jesús sería descendiente del rey David, así que debemos tener en cuenta el número de generaciones (25) entre los dos. Si en cada una de ellas había un promedio de ocho descendientes, y teniendo en cuenta que la proporción de hombres y mujeres era más o menos mitad y mitad, entonces desde el Rey David hasta la época en que nació Jesús hubo un número astronómico de potenciales padres. ¿Cómo se hace el cálculo? Tomemos los cuatro hombres de cada generación y los multiplicamos por las veinticinco generaciones. Es decir, 4 x 4 x 4 x 4 x 4 x … x 4, 25 veces. Eso es lo mismo que 425 = 1 125 899 906 842 624 (potenciales padres). Como el Mesías habría de ser el primer hijo de la pareja , entonces el número se reduciría a 281 474 976 710 656. Él debería nacer en Belén, que en esa época era una villa de unos trescientos habitantes , mientras que la población mundial era de unos trescientos millones . Es decir que una persona de cada cien millones habitaba en Belén. Dado que los posibles padres eran 281 474 976 710 656, podemos estimar que la probabilidad de que hubiera un descendiente del rey David, primogénito y nacido en Belén era de 1 en 281 474 (2.8×105). Profecía dos: un mensajero se encargaría de anunciar la llegada del Mesías. Este sería Juan el Bautista (profecía dieciséis del argumento anterior). De esos varones nacidos en Belén, descendientes del rey David y primogénitos, ¿uno de cada cuántos podría haber sido precedido por un profeta que anunciara su llegada? Los estudiantes consideraron que este mensajero debía ser una persona sumamente especial, que tuviera todas las características de los profetas de la Antigüedad. Hicieron un estimado conservador de 1 en 1 000 (103) personas. Profecía tres: entraría a Jerusalén montado en un asno y sería proclamado como rey (profecía veinte del argumento anterior). De esos varones nacidos en Belén, descendientes del rey David, primogénitos y cuya llegada hubiera sido anunciada por un mensajero, ¿uno de cada cuántos podría haber entrado a la ciudad montando un asno y ser proclamado rey? Es cierto que una persona podría conseguir un animal de estos y entrar a la ciudad por cualquiera de sus puertas para «forzar» el cumplimiento de esta profecía. Pero no estaría bajo su control que la multitud lo proclamara rey. Los estudiantes hicieron un estimado de 1 en 10 000 (104). Profecía cuatro: uno de sus más cercanos amigos, el apóstol Judas, sería el que lo traicionaría (profecía veintidós del argumento anterior), lo que le acarrearía las heridas en las manos que fueron profetizadas. Esta profecía no parece tener una relación directa con las consideradas anteriormente. Entonces, la pregunta es: ¿un hombre de cada cuántos podría haber sido traicionado por un amigo muy cercano, de modo que esa traición le representara graves heridas en sus manos? Los estudiantes no pensaron que fuera muy frecuente que un amigo cercano traicionara a su gran compañero; mucho menos frecuente habría sido que eso le representara ese tipo de heridas. Ofrecieron entonces un estimado de 1 en 1 000 (103). Profecía cinco: el traidor recibiría a cambio treinta monedas de plata (profecía veintitrés del argumento anterior). La pregunta en este caso es muy simple y directa: de las personas que hubieran sido traicionadas, ¿cuántas de ellas podrían haberlo sido por exactamente treinta monedas de plata? Los estudiantes estimaron que este evento habría sido muy raro, por lo que estimaron una probabilidad de 1 en 10 000 (104). Profecía seis: esa paga sería arrojada en el templo y se depositaría en su tesoro (profecía veinticuatro del argumento anterior). Esta profecía es muy específica, ya que no está hablando de devolver el valor de la traición, sino de que el dinero sería arrojado en el templo e iría a dar al tesoro de este. Recordemos que Judas trató de devolver las monedas (Mateo 27,3) y, como no se las recibieron, él las tiró en el templo y se fue. Luego, los jefes de los sacerdotes tomaron ese dinero y lo usaron para comprar el campo del alfarero, que habría de ser usado como cementerio para enterrar a los extranjeros que murieran en Jerusalén. Se les pidió a los estudiantes que estimaran de cuántos hombres uno podría haber recibido treinta monedas de plata por traicionar a un amigo cercano para luego tratar de devolver ese dinero (sin que este fuera recibido), arrojarlo al piso del templo, y que este fuera usado para comprar un cementerio. Los estudiantes dudaron que ese evento pudiera haber sucedido incluso más de una vez. Su estimado, bastante conservador, fue de 1 en 100 000 (105). Profecía siete: durante el falso juicio, Jesús no se defendería, sino que permanecería en silencio (profecía veintisiete del argumento anterior). ¿Uno de cuántos hombres, que hubiera cumplido las anteriores profecías, se habría encontrado en un juicio que le podría costar la vida y, a pesar de ser inocente, no se habría defendido? El estimado fue de 1 en 10 000 (104). Profecía ocho: sería crucificado (profecía treinta del argumento anterior). ¿Cuántos hombres, desde el rey David, autor de esta profecía, han muerto crucificados? Aunque ese método de castigo fue abolido hace muchos siglos, los estudiantes ofrecieron un estimado de 1 en 10 000 (104). Incluso si usted está en desacuerdo con algunos de los estimados que hicieron los seiscientos estudiantes, el cálculo total de la probabilidad de cumplimiento de estas ocho profecías no cambiaría notablemente. Como expliqué al comienzo de esta evidencia, para calcular la probabilidad que se den a la vez dos o más eventos independientes, se multiplican sus probabilidades individuales, así que multipliquemos las ocho probabilidades que propusieron los estudiantes: 2,8 x 105 x 103 x 104 x 103 x 104 x 105 x 104 x 104 = 2,8 x 1032. Esto quiere decir que una de cada 1032 personas podría haber cumplido esas ocho profecías. Recuerde que hay más de trescientas y que solo enumeré cuarenta y una en la evidencia anterior. Este número sería muchísimo más grande si continuara el ejercicio y agregara cada una de las otras treinta y tres restantes. Para que se haga una idea de la minúscula probabilidad de la que estamos hablando, 1 entre 1032 equivale a 1 en 100 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000. Igualmente, para poner este número en perspectiva, imagine que tenemos ese mismo número (1032) de monedas de un dólar. Ahora, imagine que marcamos una sola de ellas. Vamos a tratar de cubrir la superficie de nuestro planeta con esas monedas. Nos van a alcanzar para cubrir la totalidad de la superficie y podremos agregar más capas, que alcanzarán un grosor de treinta y seis metros. ¿Qué tan probable sería que una persona con los ojos vendados caminara por donde quisiera, se detuviera en algún lugar, excavara monedas y tomara una al azar, y que esa resultara ser la moneda marcada? Sería igual de probable a que varios profetas hubieran escrito esas ocho profecías y que un solo hombre, de todos los que han existido desde el momento en que las escribieron hasta el presente, las hubiera cumplido. Ya demostré que las profecías fueron escritas cientos de años antes del nacimiento de Jesús. En el cálculo de las estimaciones, tuve en cuenta que algunas de ellas hubieran podido estar bajo el control de la persona que pretendía ser el Mesías, como la profecía de la entrada a Jerusalén en un asno. Pero la inmensa mayoría no estaba bajo su control. Me explico: si alguien se hubiera querido hacer pasar por el Mesías, le habría resultado relativamente fácil conseguir un asno y entrar montado sobre él a la ciudad santa, pero ¿cómo hubiera conseguido nacer en Belén, ser descendiente del Rey David, ser traicionado por un amigo y haber muerto clavado en una cruz? ¿Cómo podemos explicar entonces que una sola persona haya cumplido todas las profecías? Solamente se me ocurren dos posibilidades. La primera, que fuera una gran coincidencia. Es decir que los profetas escribieron todas esas predicciones sin ningún fundamento, pretendiendo adivinar todos esos sucesos. La segunda, que una mente superior les hubiera comunicado todos esos eventos futuros para señalar al Mesías. El profesor Peter W. Stoner, director del Departamento de Matemáticas y Astronomía de Pasadena City College hasta 1953, adicionó ocho profecías a las ocho que expliqué anteriormente e hizo el cálculo de las probabilidades . La probabilidad de que una sola persona cumpliera las dieciséis profecías pasó a ser de 1 entre 1053 (mientras que con ocho profecías era de 1 entre 1032). Al hacer el cálculo con cuarenta y ocho, Stoner determinó que la probabilidad era de 1 entre 10181. Cuando ejemplifiqué el cálculo hecho con ocho profecías, dije que se podría cubrir todo el planeta con capas de monedas de un dólar hasta alcanzar un grosor de treinta y seis metros. Si hubiera ejemplificado el cálculo de las cuarenta y ocho, el espesor de las capas de monedas llegaría más allá del sol. Con una probabilidad tan ínfima, ¿es posible que los profetas se hubieran inventado esas profecías y todas se hubieran cumplido en Jesús? Si, como yo, no cree que esto sea posible, solo queda la segunda explicación: Dios comunicó esos eventos a sus profetas. Esto prueba la verdadera autoría de la Biblia. ¿Coincidencia? ¿Suerte?