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SEGUNDA TESIS: EN EL PRINCIPIO, DIOS CREÓ EL CIELO Y LA TIERRA

El Apolo 8 fue la segunda misión tripulada del Programa Espacial Apolo del Gobierno de los Estados Unidos. Su despegue fue el 21 de diciembre de 1968. Esta era la primera vez que una nave espacial estadounidense tripulada salía de la órbita terrestre con el propósito de orbitar nuestro satélite natural y regresar a casa. El viaje de ida tomó tres días. La misión circunvaló la luna por veinte horas, durante las cuales los astronautas realizaron una transmisión televisada la Nochebuena de aquel año. En un momento dado, desde el pequeño módulo lunar transmitieron las siguientes palabras: «En el principio, Dios creó el cielo y la tierra…», y continuaron leyendo hasta el décimo versículo del libro más traducido, publicado y leído de toda la historia. Los astronautas decidieron celebrar uno de los mayores logros científicos de la humanidad para la fecha recordándonos el origen de esa enorme bola azul, con manchas blancas, verdes y cafés que flotaba frente a sus ojos y a la que el papa Francisco denomina actualmente «nuestra casa común». En el colegio aprendimos que el espacio y el tiempo son dos magnitudes constantes, que no cambian de un lugar a otro. Un metro siempre va a medir un metro, acá o en los confines del universo, y un segundo tarda un segundo en cualquier instante y en cualquier lugar. Pero, en plena Primera Guerra Mundial, en 1915, Albert Einstein presentó su teoría general de la relatividad. La teoría explicaba que ni el tiempo ni el espacio (el autor se refiere a estas dos entidades como espacio-tiempo) eran constantes, como se asumía en ese momento, sino que se veían afectados por la velocidad y la gravedad. Es decir que, dependiendo de estos dos factores, un metro podía ya no medir un metro y un segundo podía ya no tardar un segundo. Esto quedó expresado en una fórmula que Einstein denominó ecuación de campo. Dos años después de haber propuesto su fórmula, Einstein descubrió que había definido un espacio-tiempo que podía estirarse o contraerse como un caucho, pero que no permanecía estático. Esto indicaba, ni más ni menos, que el universo no era fijo, ni eterno, ni invariable, contradiciendo el consenso científico de aquella época. Así que, en 1917, Einstein retocó su «ecuación de campo» e introdujo una constante. Su nueva fórmula expresaba un universo estático (sin principio ni fin), lo que complació a toda la comunidad científica de la época. A esta variable, Einstein la llamó «constante cosmológica». El 9 de mayo de 1931 apareció en la revista Nature, una de las publicaciones científicas más antiguas y respetadas del mundo, un artículo titulado «El comienzo del mundo desde el punto de vista de la teoría cuántica», firmado por el sacerdote católico y astrofísico Georges Lemaître . En ese artículo, Lemaître contradecía la teoría de un universo estático y sin origen, como el que habían planteado Albert Einstein y otros científicos, y proponía un universo en expansión. Según su artículo, si se devolviera el tiempo, tendríamos un universo más y más pequeño que se concentraría en lo que él llamó «una especie de átomo primitivo». Este «átomo» contendría, en forma de energía , toda la materia del universo actual. A partir de un momento dado, ese «átomo primitivo» se dividiría en partículas más y más pequeñas y daría origen al tiempo y al espacio. Esta postulación fue el comienzo de una serie de hipótesis que, con el paso de los años, desembocaron en la teoría conocida como Gran Explosión (Big Bang). En 1922, Aleksandr Fridman presentó un modelo matemático de un universo en expansión, basado en la teoría general de la relatividad. Considerando algunas observaciones propias, Edwin Hubble aseguró en 1929 que el universo se estaba expandiendo. Ante el peso de la evidencia que aportaron Friedman, Hubble, Lemaître y muchos otros científicos de la época, Albert Einstein tuvo que remover su «constante cosmológica», que explicaba un universo estático, y aceptar que había tenido un principio. Años más tarde, Einstein declaró que esa constante «había sido el mayor error de su carrera». La tradición judeocristiana atribuye a Moisés la autoría de los primeros cinco libros de la Biblia (el Pentateuco), de los cuales el Génesis es el primero. Moisés nació en el siglo XIV a. C. Sus padres, Amram, de la tribu de Levi, y su esposa Jocabed (Éxodo 6,20), eran israelitas. Ellos, desobedeciendo la orden del faraón de matar a todo niño varón hebreo, metieron al pequeño Moisés en una cesta y lo arrojaron al río Nilo, donde la hija del faraón (la princesa Termutis ) acostumbraba a bañarse. Ella encontró la canasta y adoptó a aquel bebé de escasos tres meses de nacido. Moisés (que significa ‘salvado de las aguas’) fue criado como si fuese hijo de la princesa y hermano menor del futuro faraón de Egipto, por lo que tuvo la mejor educación disponible en aquellos tiempos. ¿Cómo pudo Moisés, con el conocimiento de hace 3500 años, haber escrito lo que escribió en los dos primeros capítulos del Génesis, en los que narró la forma en que ocurrió la creación de todo el mundo material? ¿Cómo pudo saber que el universo tuvo un comienzo? ¿Cómo pudo haber tenido la osadía de decir que todo comenzó de la nada? ¿Cómo pudo haber hablado de una fuente de luz en el primer día (en la teoría de la Gran Explosión, se describe que la explosión generó una inmensa cantidad de luz ) diferente a la de los astros luminosos que se crearon en el cuarto día, las únicas fuentes de luz en el firmamento que Moisés conoció? ¿Cómo pudo saber que toda la materia orgánica de los seres vivientes provenía de la tierra, en total concordancia con la ley de la conservación de la energía ? ¿Cómo pudo saber que la vida se originó en los mares y no en la tierra, que es lo que hubiera supuesto cualquier observador de la naturaleza? ¿Cómo pudo saber que solo la vida puede producir vida, como lo afirma la ley biológica de la biogénesis? Gracias a la teoría general de la relatividad y al desarrollo de la mecánica cuántica (por las que se ha galardonado a diversos científicos con el premio Nobel), quedó establecido que todo el universo estaba regido únicamente por cinco elementos: espacio, tiempo, materia, energía y movimiento. ¿Cómo pudo Moisés «coincidir» en el primer versículo del Génesis con estos cinco elementos: «En el principio [tiempo], Dios creó [energía] el cielo [espacio] y la tierra [materia] […] y el espíritu de Dios se movía [movimiento] sobre el agua»? Es necesario aclarar que «creador» es aquel que es capaz de sacar algo de la nada. El hombre ha logrado transformar un árbol en un mueble, una piedra en una escultura, etc. Nuestro planeta no salió de la nada, como tampoco el sol ni el universo. La Gran Explosión fue el estallido de una energía primaria que tenía que existir. ¿Quién la creó? Solo un Creador era capaz de hacerlo. Otras religiones también tienen en sus libros sagrados narrativas sobre el origen del universo. Pero, a diferencia de nuestra Biblia, que habla de una creación a partir de la nada, ellas hablan de una creación a partir de elementos conocidos por el hombre. Veamos algunos ejemplos de las religiones que considero más importantes debido a la inmensa cantidad de seguidores que tienen. El Corán es el libro sagrado del islam que, según los musulmanes, es la Palabra de Dios revelada a Mahoma por medio del arcángel Gabriel. Las manifestaciones comenzaron el 22 de diciembre del 609 d. C., cuando el profeta tenía cuarenta años, y se prolongaron por veintitrés años más, hasta su fallecimiento. Mahoma transmitía a sus seguidores lo que el ángel le decía. Después de la muerte del profeta, en 632 d. C., sus discípulos comenzaron a reunir estas revelaciones. Durante el califato de Utman ibn Affan, estas tomaron la forma que hoy conocemos: 114 capítulos (azoras), cada uno dividido en versículos (aleyas). En el Corán, los temas no están agrupados ni organizados secuencialmente, sino que las azoras están ordenadas por su extensión. Cada una trata una gran cantidad de asuntos, así que la narración de la Creación no se encuentra en una sola de ellas, sino que se menciona en varias: Diles: ¿Cómo es que no creéis en Quien creó la Tierra en dos días y Le atribuís copartícipes? Este es el Señor del Universo. Dispuso en ella [la Tierra] firmes montañas y la bendijo [con abundantes cultivos y ríos] y determinó el sustento para sus habitantes en cuatro días; [esto en respuesta clara] para quienes pregunten [acerca de la Creación]. Luego estableció crear el cielo, el cual era humo [en un principio], y le dijo al cielo y a la Tierra: «¿Me obedeceréis de buen grado, o por la fuerza?». Respondieron: «Te obedecemos con sumisión». Creó siete cielos en dos días, y decretó para cada cielo sus órdenes, y embelleció el cielo de este mundo con estrellas luminosas que son una protección [para que los demonios no asciendan y escuchen las órdenes divinas]. Éste es el decreto del Poderoso, Omnisciente. (Sura 41,9-12) Allah creó [al hombre y a] todos los animales a partir de un líquido. Algunos de ellos se arrastran sobre sus vientres, otros caminan sobre dos patas, y otros sobre cuatro. Allah crea lo que quiere; ciertamente Él tiene poder sobre todas las cosas. (Sura 24,45) Como se puede observar, todo comenzó con un humo, elemento conocido por el hombre, y la creación de la vida se dio a partir de un líquido. Las cuatro Vedas son los libros sagrados más importantes del hinduismo: • RigVeda. Rig significa ‘ritual’, y este compendio trata principalmente de rezos, oraciones y mantras destinados a los dioses y semidioses que encarnan las fuerzas universales. • YajurVeda. Yajur quiere decir ‘ceremonia’, y en este caso se trata de una recopilación de rituales religiosos. • SamaVeda. Sama viene de ‘cantar’, en sánscrito, y este texto también recopila (como en el caso del RigVeda) himnos, además de las instrucciones para cantarlos adecuadamente. • AtharvaVeda. Atharva significa ‘sacerdote’, y en este libro se compilan los diferentes tipos de ritual de adoración y las formas correctas de realizar las invocaciones. Estos libros fueron transmitidos oralmente durante generaciones y escritos entre los siglos XIV a. C. y V a. C. por diez castas de poetas religiosos. Al igual que en el Corán, los temas de las Vedas no están en ninguna secuencia en particular. Cada Veda consiste en una colección de himnos a los distintos dioses védicos que se suceden sin un orden definido. Se presentan numerosas repeticiones y contradicciones entre los libros. Respecto a la Creación, los Vedas tienen una versión según la deidad que se adore. Presento acá un resumen, ya que cada una de las versiones es sumamente extensa : • Brahama el creador. Brahama surgió de la flor de loto. Se dice que al principio él era el universo y creó a los dioses, instalándolos en los diferentes mundos: Agni en el nuestro, Vayu en la atmósfera y Surya en el cielo. En los mundos más altos colocó a los dioses que son aún más elevados. Brahma partió hacia la esfera más alta, llamada Satyaloka, el más excelente y lejano de todos los mundos. • Vishnu el creador. Luego de haber pasado por el fuego destructor y el diluvio responsable de la regeneración, se puede ver a Vishnu recostado sobre una serpiente de mil cabezas, bajo la forma del llamado Narayana, junto a su esposa, la diosa Lakshmi. Del ombligo de Vishnu sale una flor de loto de la cual emerge Brahma, quien da comienzo a la creación del Universo. • Shiva el creador. Shiva, el supremo creador del cosmos, posee una jarra especial, la cual ha sido elaborada con barro y contiene el néctar de la inmortalidad . Él la hizo con el propósito de introducir las vedas, es decir, el conocimiento y las semillas de la creación de todas las criaturas que habitan el mundo. Una vez hecha esta jarra, Brahma la adornaría y la colocaría en las aguas que cubrirían el planeta después del diluvio regenerador (cada eón , Vishnu, en su apariencia de destructor, incendia todo lo existente y da paso a un diluvio regenerador que lo cubre todo y lo prepara para el próximo renacer). Después de vagar, Shiva se aparece en su aspecto de cazador y le dispara una flecha a la jarra, liberando de este modo todas las semillas de la creación y creando todo de nuevo. La historia que se narra en el RigVeda con respecto a la creación del hombre es que los dioses sacrificaron al hombre primordial, llamado Manú, y de ahí salieron todas las criaturas. De la boca surgió la casta divina, que son los Brahmanes; de los brazos, el príncipe guerrero; de las piernas, el mortal común, y de sus pies, el siervo. Se dice, a su vez, que la luna proviene de la mente de Manú, el sol es un ojo y el viento es el aliento del hombre primordial. Como se puede observar, además de tener diferentes versiones, en todas ellas la Creación se da a partir de elementos conocidos por el hombre, como la flor de loto y la vasija de barro. El Tripitaka, o el Tipitaka, corresponde a las escrituras budistas que fueron redactadas alrededor del siglo I a. C., casi 500 años después de la muerte de Buda , durante el reinado del rey Walagambahu de Sri Lanka. El Tripitaka se compone de tres categorías principales de textos que constituyen colectivamente el canon budista: el Sutta Piṭaka, el Vinaya Piṭaka y el Abhidhamma Piṭaka. En ninguno de ellos se menciona el acto de la creación del universo o de nosotros, ya que todo lo que existe se mueve en un eterno ciclo de nacer, vivir y morir. Esto incluye la materia, que ha existido en este ciclo desde siempre. Buda se refirió al origen del universo y la vida con estas palabras: Estos cuatro impensables, ¡oh monjes!, no deberían ser pensados; pensando en estos, uno experimentaría aflicción y locura. ¿Cuáles son estos cuatro? (1) La esfera [del conocimiento] de los Buddhas, ¡oh monjes!, es un impensable que no debería ser pensado; pensando en esto, uno experimentaría aflicción y locura. (2) La esfera de las absorciones meditativas, ¡oh monjes!, es un impensable que no debería ser pensado; pensando en esto, uno experimentaría aflicción y locura. (3) El resultado de las acciones (kamma), ¡oh monjes!, es un impensable que no debería ser pensado; pensando en esto, uno experimentaría aflicción y locura. (4) Pensar acerca del [origen] del mundo, ¡oh monjes!, es un impensable que no debería ser pensado; pensando en esto, uno experimentaría aflicción y locura. Estos cuatro impensables, ¡oh monjes!, no deberían ser pensados; pensando en estos, uno experimentaría aflicción y locura. (Acinteyya Sutta 392, Sexto Concilio Budista; el énfasis es mío) Ahora veamos lo que nos revela nuestra Biblia. A pesar de estar llena de metáforas y simbologías, y haber sido escrita en el lenguaje usado hace 3500 años, no deja de sorprender por su elegancia, consistencia, claridad y precisión. ¿Qué dice la Biblia, y qué dice la ciencia, con respecto a la creación de nuestro universo material? Veamos: La ciencia nos dice que el universo tuvo un comienzo, y a este evento lo ha denominado Big Bang o Gran Explosión. La Biblia nos dice que todo tuvo un principio: «En el principio, Dios creó el cielo y la tierra» (Génesis 1,1). La ciencia nos dice que esa explosión generó una enorme cantidad de luz que sigue llenando todo el universo en forma de radiación electromagnética . La Biblia nos dice que, inmediatamente después de la Creación, Dios creó la luz: «Entonces Dios dijo: “¡Que haya luz!” Y hubo luz» (Génesis 1,3). La ciencia nos dice que los cuerpos celestes se empezaron a formar cuando, después de 380 000 años de la explosión y gracias al enfriamiento del universo, se crearon los primeros átomos de hidrogeno y helio, los cuales se aglomeraron y constituyeron gigantescas «nubes» sin ninguna estructura. Luego, nos dice la ciencia, la fuerza de gravedad comenzó a unir los átomos existentes en esas nubes y creó una gran cantidad de objetos celestes. La Biblia nos dice que surgieron los planetas: «A la parte seca Dios la llamó “tierra”» (Génesis 1,10). La ciencia nos dice que las estrellas se formaron cuando algunas de esas gigantescas «nubes» adquirieron unos tamaños millones de veces mayores al de los planetas. Esto causó una enorme presión en el centro de sus masas, tan enorme que sus átomos se empezaron a fusionar y desprendieron una cantidad enorme de luz y de calor. La Biblia nos dice que se crearon las estrellas: «Entonces Dios dijo: “Que haya luces en la bóveda celeste, que alumbren la tierra y separen el día de la noche, y que sirvan también para señalar los días, los años y las fechas especiales”» (Génesis 1,14-15). La ciencia nos dice que cuando la tierra comenzó a enfriarse, hace más o menos 4000 millones de años, después de una larga actividad volcánica, surgió la atmosfera. Esta permitió la retención de gases que, al enfriarse, se convirtieron en nubes de vapor de agua. Estas nubes arrojaron enormes cantidades de agua por millones de años, lo que formó los mares. La Biblia nos dice que surgieron las lluvias y los mares: «[…] aún no había plantas ni había brotado la hierba, porque Dios el Señor todavía no había hecho llover sobre la tierra» (Génesis 2,5). La ciencia nos dice que la primera forma de vida que comenzó a poblar la tierra fue la de los organismos unicelulares. Estos se agruparon y crearon algas (vegetales), las cuales fueron las primeras colonizadoras de la superficie de la tierra. La Biblia relata que nació el reino vegetal: «[…] dijo: “Que produzca la tierra toda clase de plantas: hierbas que den semilla y árboles que den fruto”» (Génesis 1,11). La ciencia nos dice que aparecieron los animales, primero los marinos. Estos empezaron a salir del agua para poblar la tierra (ver el argumento de la Explosión Cámbrica, sobre la primera pregunta). La Biblia nos dice que apareció el reino animal: «Dios creó los grandes monstruos del mar, y todos los animales que el agua produce y que viven en ella […]. Entonces Dios dijo: “Que produzca la tierra toda clase de animales: domésticos y salvajes, y los que se arrastran por el suelo”» (Génesis 1,21.24). La ciencia nos dice que apareció el animal más complejo de todos, el hombre, y que su material orgánico proviene de la tierra misma, como sucede con el resto de los seres vivientes. La Biblia dice que Dios nos dejó para el final de su Creación y nos creó a su imagen y semejanza, a partir de la tierra. Nos dio algo que la ciencia no puede mencionar, pero que nos da el carácter humano: un alma. «Entonces Dios el Señor formó al hombre de la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente» (Génesis 2,7). He presentado la versión de la Creación según las cuatro religiones más importantes y reconocidas del mundo (islamismo, hinduismo, budismo y cristianismo); casi tres cuartas partes de la población mundial pertenece a una de ellas. Es innegable que hay una clara diferencia entre lo que dicen y lo que sabemos actualmente desde el punto de vista científico. La Biblia exhibe una versión tan elegante, precisa, acertada y hasta arriesgada con los detalles que, por más creatividad que hubiera tenido Moisés, es impensable que dicha narración haya sido fruto de su imaginación, que la fuente haya sido humana. ¿Coincidencia? ¿Suerte?

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