La termodinámica es la ciencia que estudia la energía. Sus orígenes se encuentran a mediados del siglo XIX (en aquella época, a la energía se le decía «fuerza»). Sus dos primeras leyes, que en su formulación hacen referencia a «sistemas cerrados», son las columnas de la ciencia moderna. ¿Qué es un sistema cerrado? Si estoy estudiando las propiedades de un líquido contenido en un recipiente herméticamente sellado, sin que lo afecten en lo absoluto las condiciones externas —tales como luz, aire y temperatura—, entonces diremos que ese recipiente constituye un sistema cerrado para el estudio del líquido. Si amplío el espacio donde se lleva a cabo el estudio, es decir, sello herméticamente las puertas y ventanas del laboratorio, y bloqueo cualquier entrada de luz, aire o sonido, etc., el laboratorio se convierte ahora en el sistema cerrado. La primera ley de la termodinámica —o ley de conservación de la energía— dice que en un «sistema cerrado» la energía no se crea, sino que se transforma. La energía permanece constante y solo cambia de una forma a otra. Este principio puede ser demostrado quemando un pedazo de madera. Cuando la madera se quema, pasa a un estado diferente (ceniza en este caso) y durante el proceso libera calor. La energía necesaria para la producción de calor es tomada del mismo sistema, no proviene de otra fuente. La cantidad de energía presente en ese «sistema cerrado» antes de la quema sigue siendo la misma después de ella (demostrar esta afirmación escapa al alcance y propósito de esta obra, pero en cualquier texto de física se puede encontrar su demostración). La segunda ley de la termodinámica —o ley de la entropía — a la cual Albert Einstein se refirió como la «máxima ley de todas las ciencias», afirma que la tendencia de la materia en un «sistema cerrado» es pasar del orden al desorden. ¿Ha notado qué les pasa a las cosas con el tiempo? Dejan de funcionar, se gastan, se deterioran, se dañan, se envejecen, se oxidan, se decoloran, se pudren, se desintegran, se dispersan, se disuelven, se desordenan, se mezclan, se ensucian, se acaban, se enferman, se mueren, etc. Eso es lo que predice esta ley, que la materia pasa de lo complejo a lo simple, de lo ordenado a lo desordenado. Piense en el cuerpo de un ser humano: es complejo y ordenado, ¿cierto? ¿Qué pasa con ese cuerpo después de doscientos años? Se convierte en cenizas, un elemento simple pero desordenado. ¿Puede este paso del orden al desorden detenerse o incluso revertirse? La respuesta es no, ya que, al tratarse de un «sistema cerrado», no tenemos cómo intervenir. Si ampliáramos el sistema, la respuesta sería diferente, pues podríamos «inyectarle» al sistema la energía necesaria para detener o invertir el proceso. Supongamos que usted cierra la puerta de su casa con llave y solo vuelve a entrar a ella muchos años después. ¿Cómo la encontrará? Derruida, llena de polvo. A lo mejor algunas paredes se habrán venido al piso, los electrodomésticos estarán totalmente oxidados, etc. ¿Podemos devolver la casa al estado en el que estaba cuando usted la cerró? La respuesta es no, porque la casa es un «sistema cerrado» y no puede arreglarse por sí misma. Pero si ampliamos ese sistema, sí podemos devolverla a su estado original. Para eso, tendríamos que «inyectarle» una gran cantidad de «energía», representada en mano de obra. Otra forma de expresar esta segunda ley es mediante la primera. Decíamos que la primera ley establece que en un «sistema cerrado» la energía permanece igual a pesar de las múltiples transformaciones que puede experimentar a lo largo del tiempo. Ahora, según la segunda ley, esa energía se va volviendo menos «utilizable». Volvamos al pedazo de madera que incendiamos anteriormente. Los resultados después de la quema (ceniza, calor y luz) se vuelven menos «reusables». Recuperar ese calor y esas cenizas para generar otra transformación es más difícil. Si juntáramos el material y lo incendiáramos, podría arder por poco tiempo y generar algo de calor, pero nunca podría producir una hoguera tan grande como la primera. Una siguiente «utilización» sería aún más difícil, y así sucesivamente hasta agotar la energía «usable». La propiedad de la entropía es una realidad en la naturaleza. Se puede minimizar la entropía, la pérdida de «usabilidad» de la materia, pero no erradicarla: no se puede hacer que la materia sea reutilizada indefinidamente. La ingeniería nos ayuda a buscar maneras de minimizar la pérdida de energía «utilizable» y maximizar su uso antes que se pierda para siempre. Cientos de miles de ingenieros trabajan en todo el mundo tratando de minimizar los efectos de esta ley. ¿Ha escuchado el término «eficiencia» o cosas como «este motor es más eficiente que aquel otro»? Lo que le están diciendo es que el primer motor desperdicia menos energía que el segundo. La meta, en este ejemplo, es llegar a un diseño en el que el 100 % de la energía se emplee exclusivamente en mover el motor con 0 % de desperdicio. Por la ley de la entropía, sin embargo, sabemos que eso es imposible: siempre se transformará un porcentaje de energía en calor, ruido, etc., (energía no «usable»). ¿Qué implicaciones tienen estas dos leyes en el debate de la existencia de Dios? Si no hay un Dios Creador, la presencia del universo debe poder explicarse sin Él. Como se expone en la narración de «la gran historia» (Apéndice C), el universo tiene su origen en una pequeñísima «bola» de energía que explotó. ¿Cuál es el origen de esa «bola»? Solo tenemos tres hipótesis posibles: surgió por generación espontánea, siempre ha existido o fue creada. La hipótesis de la generación espontánea viola abiertamente la primera ley de la termodinámica, que establece que, en un «sistema cerrado», la energía no se crea, sino que se transforma. Si no hay nada para ser transformado, no es posible obtener algo que dé comienzo a todo. Sería necesaria entonces una intervención por fuera del «sistema cerrado» para dar origen a algo. Para nosotros los creyentes, esa fuerza que interviene para crear la materia prima inicial no es otra que el Dios de la Biblia. La hipótesis de la eternidad del universo viola la segunda ley de la termodinámica. Si asumimos que el universo siempre ha existido, y esta ley nos dice que la cantidad de energía utilizable es limitada, entonces la Gran Explosión debió haber consumido toda esa energía utilizable, pero sigue existiendo energía aprovechable (el proceso de formación de estrellas, planetas, vida, etc. aún continua). Por lo tanto, la materia no puede haber existido eternamente. Habiendo descartado las dos primeras hipótesis, que son a las que acuden los ateos para explicar toda la existencia del universo y de la vida, queda la última opción, la de la creación por un Creador. En palabras del famoso astrónomo naturalista Robert Jastrow : Ahora vemos cómo la evidencia astronómica conduce a un punto de vista bíblico acerca del origen del mundo. Los detalles difieren, pero los elementos esenciales del relato astronómico y el relato bíblico del Génesis son iguales: la cadena de sucesos que culminaron en el hombre comenzó súbita y abruptamente en cierto momento definitivo en el tiempo, con un estallido de luz y energía […] Los teólogos están encantados con el hecho de que la evidencia astronómica conduce a una visión bíblica del Génesis […] Pero un hecho curioso es que los astrónomos están molestos […] Ante tal evidencia, la idea de que hay un Dios que ha creado el universo es, desde el punto de vista científico, tan plausible como muchas otras ideas. Considere la magnitud del problema. La ciencia ha demostrado que el universo nació por una explosión que tuvo lugar en un momento determinado. Pregunta: ¿Qué causa produjo este efecto? ¿Quién o qué puso materia y energía en el universo? Hay un cierto tipo de religión en la ciencia. Esta fe religiosa del científico es profanada por el descubrimiento de que el mundo tuvo un comienzo. La esencia de estos extraños descubrimientos es que el universo tenía, en cierto sentido, un principio […] que comenzó en un momento determinado. (El énfasis es mío) «La gran historia» (Apéndice C) ha despertado gran interés, no solo por lo atrayente que resulta conocer nuestra propia historia desde el origen más remoto, sino por la gran cantidad de preguntas que pretende resolver. Entre esas preguntas están las siguientes: si, como lo indica la segunda ley de la termodinámica, la tendencia del universo es pasar del orden y la estructura a la falta de ellas, ¿cómo es posible que se haya generado el universo que conocemos? ¿Cómo puede la vida haber invertido los efectos ineludibles de la tendencia al desorden que impone la materia? ¿Cómo puede la vida haberse organizado para abrir paso entre el desorden a todo su esplendor? ¿Cómo puede una enorme explosión haber desencadenado una secuencia ordenada de eventos que tienen como resultado final el que conocemos? Recordemos que la «bola» de energía inicial debió haber contenido toda la materia prima necesaria para formar el universo y todo lo que hay en él. Claramente se pasa del desorden (que es lo que produce una explosión) al orden (que es lo que se necesita para formar vida), lo cual contradice la segunda ley de la termodinámica. Para hacer una analogía, es como si alguien metiera tornillos, piñones, cristales, piezas de metal y un taco de dinamita encendido en un tarro, y el resultado de la explosión fuera un reloj funcionando. ¿Qué piensan los naturalistas? Ellos sostienen que la naturaleza es el único principio de la realidad y, por lo tanto, nada existe fuera de los límites naturales. Es decir que lo único que existe son fuerzas y causas medibles, cuantificables y susceptibles de ser analizadas en un laboratorio. En contraposición, el pensamiento teísta sostiene que, además de las realidades naturales, hay también realidades sobrenaturales, y el Creador es la fuente de esos dos tipos de realidades. ¿Qué respuesta trataría de dar un naturalista, con una alta formación académica en las ciencias, si se le pregunta sobre la incoherencia entre esta segunda ley y los hechos de la naturaleza que puede observar, medir, cuantificar y estudiar? Diría que la ciencia no ha encontrado una respuesta… ¡aún! Esta es la misma respuesta que dio el científico Michael Shermer , fundador de The Skeptics Society y editor en jefe de la revista Skeptic, en el programa de televisión Faith Under Fire, dirigido por Lee Strobel . Pero si la persona no posee ese alto nivel académico, repetiría lo que seguramente le enseñaron en el colegio: que la materia se fue organizando lenta y gradualmente por sí misma, sin seguir ningún libreto, hasta haber formado organismos simples; que luego, en el transcurso de millones de años, se fue volviendo más organizada y estructurada, y logró así la complejidad que tiene hoy, todo ello sin la intervención de ningún ente sobrenatural. Solo la guía y dirección de un Gran Diseñador que planeó su obra desde el principio, y que sabía exactamente cómo quería que luciera, pudo haber puesto en la materia las leyes que la gobiernan. Él ha guiado el proceso en cada uno de esos momentos cruciales, en cada uno de esos «puntos de inflexión» de «la gran historia» en los que la materia se comportó de manera especial para escalar un nuevo peldaño de la importante escalera de acontecimientos que nos condujeron al presente. Como dijo el evolucionista Jeremy Rifkin : «La ley de la entropía (o la segunda ley de la termodinámica) será el tema más paradójico del que se va a hablar en el siguiente periodo de nuestra historia».