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ARGUMENTO: EL ESPÍRITU SANTO ES EL AUTOR DE LA BIBLIA

Ahora bien, si ustedes se preguntan cómo saber si una persona trae o no un mensaje de parte de Dios, sigan este consejo: Si el profeta anuncia algo y no sucede lo que dijo, será señal de que Dios no lo envió. Ese profeta no es más que un orgulloso que habla por su propia cuenta, y ustedes no deberán tenerle miedo.

Deuteronomio 18,21-22

Existe una gran cantidad de posturas filosóficas del hombre con respecto a Dios: ateísmo, gnosticismo, agnosticismo, anticlericalismo, panteísmo, panenteísmo, pandeísmo, deísmo, teísmo, etc. Cada una de estas corrientes filosóficas se distingue de las otras por el grado de aceptación de la existencia de Dios y de su interacción con nosotros. No es necesario detenerse en las definiciones de cada una de ellas. Quiero, sin embargo, profundizar un poco en las posturas de los extremos y en una que está en el medio: ateísmo, deísmo y teísmo. Del ateísmo hablamos bastante en la pregunta anterior. Basta por ahora con decir, de nuevo, que el ateo es la persona que no cree en la existencia de Dios y cree poder explicar todo lo que percibe con sus sentidos hablando de procesos naturales que se pueden probar en el laboratorio. En el otro extremo estamos los teístas, quienes creemos que Dios existe y podemos establecer una comunicación con Él. En algún lugar hacia el centro del espectro se encuentran los deístas. Ellos creen que Dios creó todo y después se fue a hacer otras cosas. Para este grupo de personas no ha existido una comunicación con el Creador ni es posible que exista. Él nos creó y nos abandonó a nuestra suerte, y algún día nos volveremos a encontrar. En consecuencia, los deístas no aceptan ningún credo religioso. La naturaleza es la única «palabra» de Dios, de modo que, según ellos, no está escrita en ningún libro en especial. Así pues, los deístas rechazan cualquier evento sobrenatural, como los milagros y las profecías; se consideran espirituales antes que religiosos, entre otras características.

¿Qué hace que una persona sea deísta y no teísta? En general, se puede decir que las razones son tres: la primera es que la persona no logra reconciliar la idea de que Dios permita el mal y el sufrimiento[1] con la idea de su infinita benevolencia; la segunda es que existe una gran oferta de religiones, y cada una proclama ser la verdadera, y la tercera es que la ciencia encuentra explicaciones alternativas a las sobrenaturales para explicar ciertos fenómenos de la naturaleza, así que terminan aceptando a un Creador que nos dejó solos para que nosotros nos las «arreglemos» como podamos. Es cierto que no siempre resulta fácil sobreponerse a estas tres razones. Pero, mirando en retrospectiva nuestras vidas, con humildad y justicia, distinguiremos claramente el amor de Dios y su permanente compañía. Resulta triste que una persona, reconociendo que la Creación es grandiosa, crea en Dios como creador y no como Padre. Esta persona se está privando de la mejor parte de la vida: saberse hijo de Dios.

¿No son el universo y toda la naturaleza pruebas suficientes de la sabiduría y el poder de Dios? ¿Podría un ser tan sabio y poderoso haber olvidado tender unos puentes de comunicación con su obra máxima que somos nosotros, sus hijos? ¿Podría ser excelente creador, pero pésimo padre? ¡Claro que no!

Dios se ha comunicado con el hombre de cuatro formas, básicamente:

  • A través de su Creación. Dice el salmista: «Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Un día transmite al otro la noticia, una noche a la otra comparte su saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible, por toda la tierra resuena su eco, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo!» (Salmos 19,1-4). Desde la época en la que el hombre habitaba las cavernas, tuvo conciencia de la existencia de un ser superior, autor de toda la Creación. Al observar detenidamente su Creación, las personas reconocieron su perfección, su generosidad, su creatividad, su paciencia, su ternura, su sentido del humor.
  • A través de nuestros sentimientos y experiencias. Una vez san Ignacio de Loyola estaba paseando por el jardín y se detuvo a contemplar largamente una flor hasta que la golpeó delicadamente con su bastón y le dijo: «Deja de gritarme que Dios me ama». Las parejas que han cultivado el amor se comunican sin palabras. Saben lo que el otro quiere, qué necesita, cómo se siente, qué la alegra y qué le molesta; se vuelven una sola entidad. La comunicación con Dios es igual. Usando el lenguaje del amor, Él nos habla permanentemente. El sentimiento de una madre al sostener en sus brazos al hijo que cargó en su vientre; el sentimiento de una pareja de enamorados que lucha contra el tiempo para que este se detenga y poder vivir así el momento eternamente; la alegría, la esperanza, la satisfacción, la solidaridad, la serenidad, la empatía, la caridad, la comprensión, la fidelidad, el altruismo, la amistad, el respeto, la paciencia, la bondad, la curiosidad, el fervor, la humildad, la justicia, la libertad, la motivación, la pasión, la paz, la admiración, la dignidad, la fortaleza, etc., todos ellos son puentes de comunicación con nuestro Padre.
  • A través de los profetas. En muchos pasajes bíblicos encontramos referencias a frases como «todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta […]» (Mateo 1,22); «pero de este modo Dios cumplió lo que de antemano había anunciado por medio de todos los profetas […]» (Hechos 3,18); «esto es lo que había prometido en el pasado por medio de sus santos profetas […]» (Lucas 1,70); «[…] que ordenaste por medio de los profetas, tus servidores» (Esdras 9,11). Los profetas han sido personas elegidas por Dios para transmitirnos su palabra. Cuando Dios le estaba comisionando a Moisés la labor de sacar al pueblo de Israel de la esclavitud, Moisés le pidió que buscara otro emisario en vez de él, que era tartamudo. Enojado con Moisés, Dios le respondió de la siguiente manera: «¡Pues ahí está tu hermano Aarón, el levita! Yo sé que él habla muy bien. Además, él viene a tu encuentro, y se va a alegrar mucho de verte. Habla con él, y explícale todo lo que tiene que decir; yo, por mi parte, estaré con él y contigo cuando hablen, y les daré instrucciones de lo que deben hacer. Tú le hablarás a Aarón como si fuera yo mismo, y Aarón a su vez le comunicará al pueblo lo que le digas tú» (Éxodo 4,14-16). Esto nos muestra la clase de relación que mantenía Dios con sus elegidos.
  • A través de Jesús de Nazaret. «En tiempos antiguos, Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo, mediante el cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las cosas» (Hebreos 1,1-2). Habiendo hecho visible al invisible, Dios habitó entre nosotros para contarnos toda la verdad con plena autoridad, usando para ello el lenguaje del pueblo escogido. De este modo disipó cualquier duda o desviación que hubiese existido del mensaje comunicado a través de los profetas.

De estas cuatro formas de comunicación, las dos últimas se han recopilado en la Biblia. Por eso podemos afirmar que esta es la Palabra de Dios, escrita por hombres elegidos, quienes usaron su propia voz, idioma, y forma de expresarse, para dárnosla a conocer y conservarla perpetuamente.

La constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano ii, sobre la Revelación Divina, nos dice:

En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y solo lo que Dios quería. (Dei Verbum, 11)

Es claro que la Biblia no nos cayó del cielo. Tampoco fue escrita y empastada en el Cielo para ser entregada por un ángel a un desprevenido, pastor o al gobierno de la nación más poderosa de la época para que avalara su origen. Con la guía de Dios, la Biblia fue escrita por seres humanos muy especiales, pero tan humanos como usted y yo.

La constitución del Concilio Vaticano ii, en referencia a esos libros sagrados, agrega:

Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra. (Dei Verbum, 11)

Hago énfasis en las expresiones «sin error» y «para salvación nuestra». Desde la perspectiva del conocimiento del siglo xxi, podemos encontrar errores de naturaleza geográfica, histórica, temporal o científica; pero no hay error en lo que respecta a la salvación de nuestras almas. Por eso san Pablo afirma:

Toda Escritura ha sido inspirada por Dios, y es útil para enseñar, para persuadir, para corregir, para educar en la rectitud, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer el bien. (Timoteo 3,16-17)

La palabra «biblia» no aparece en la Biblia. Se refieren a ella como «Palabra de Dios» o «Escritura». «Biblia» es el plural de la palabra griega biblion, que significa ‘rollo para escribir’ o ‘libro’. Así que el significado de «biblia» es ‘los libros’. Del griego, la palabra pasó al latín, ya no como plural sino como singular femenino, para denotar a la Biblia como «el libro por excelencia».

Cuando decimos con certeza que la Biblia es la Palabra de Dios, no estamos limitando el sentido de «palabra» a una unidad fonética que corresponde además a una entrada en un diccionario. ¡No!, esta Palabra, aunque naturalmente es humana (escrita por y para seres humanos) también es divina (por su proveniencia).

Nosotros le hablamos a Dios a través de nuestra oración y Él nos responde con su Palabra.

 

Argumento: el Espíritu Santo es el autor de la Biblia

Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra «profecía» significa ‘don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras’. Por otra parte, el significado de la palabra «predicción» es ‘anunciar por revelación, ciencia o conjetura algo que ha de suceder’. Así que, al parecer, la diferencia entre las dos palabras es el carácter sobrenatural; es decir, que la profecía implica una revelación divina, a diferencia de la predicción. De otra parte, según este mismo diccionario, la palabra «profeta» significa ‘persona que posee el don de profecía’ y la palabra «adivino» significa ‘persona que adivina o predice lo futuro’. Al igual que en el primer caso, la primera palabra implica una revelación divina, mientras que la segunda no.

En el transcurso de la historia, han existido profetas y adivinos que han sido muy conocidos por haber hecho, supuestamente, grandes predicciones. Se puede decir que estas predicciones han resultado ciertas o no, dependiendo de cómo se las interprete. Los autores de estas predicciones son acreditados o desacreditados dependiendo de si ellas se cumplen. El problema es que, en muchos casos, dichas profecías se han escrito en un lenguaje tan críptico, confuso, oscuro y ambivalente que podrían referirse a casi cualquier evento. Es decir que casi cualquier suceso se podría hacer coincidir con el supuesto hecho profetizado.

A comienzos del 2012 se empezaron a difundir por las redes sociales, y más tarde por otros medios de comunicación masiva, las denominadas «profecías mayas». En especial, había una que profetizaba el fin del mundo en el solsticio de diciembre de ese mismo año. Incluso se realizó una película llamada 2012, del director Ronald Emmerich, que fue vista por más de 140 millones de norteamericanos. Esta película recreaba todos los eventos que ocurrirían según la profecía. Dichas predicciones provenían del Chilam Balam de Chumayel, una serie de libros escritos en la península de Yucatán, en lengua nativa, durante los siglos xvi y xvii. Estos libros relatan hechos y acontecimientos, tanto pasados como por ocurrir, de la civilización maya. Los libros fueron escritos en Chumayel[2], de ahí su nombre. En la traducción al español, realizada por el abogado Antonio Mediz Bolio en 1930, se puede leer la profecía que dio origen a la versión del 2012:

En el trece Ahau al final del último katún, el itzá será arrollado y rodará Tanka, habrá un tiempo en el que estarán sumidos en la oscuridad y luego vendrán trayendo la señal futura los hombres del sol; despertará la tierra por el norte, y por el poniente, el itzá despertará.

Desconozco cómo se interpretó, partiendo de esas palabras, que el fin del mundo sería en la fecha que se especuló.

Michel de Notre-Dame, mejor conocido como Michel de Nostradamus, fue un médico francés que publicó en 1555 su más famosa obra, Les Propheties (en español, Las profecías). La obra es una colección de novecientas cuarenta y dos cuartetas poéticas que supuestamente predicen eventos futuros. Su técnica adivinatoria consistía en sentarse delante de un trípode frente al cual había un recipiente de cristal con agua. Él se sentaba allí hasta que llegara, en forma de llama luminosa, la inspiración profética. Pese a su escasa inteligibilidad, la obra alcanzó una popularidad instantánea que llegó hasta la Corte. Esto explica que Catalina de Médicis[3] haya invitado al astrólogo a París para cubrirlo de honores y distinciones, y alojarlo en su residencia. Su profecía de la muerte de Enrique ii a causa de las heridas recibidas en un torneo causó una extraordinaria impresión. Eso lo convirtió en uno de los hombres más apreciados y solicitados de la Corte.

Debido a su éxito, muchas personas provenientes de lejanas regiones francesas buscaban a Nostradamus para que les dijera lo que les deparaba su vida futura, según sus horóscopos. Por el creciente número de clientes, Nostradamus decidió iniciar un proyecto: escribir un libro de mil redondillas (conocidas como «centurias»). Estas redondillas eran versos proféticos con los que extendía la información de sus anteriores almanaques (primeras publicaciones). Sin embargo, con la intención de evitar una polémica que condujera a posibles enfrentamientos con la Inquisición, inventó un método para oscurecer sus profecías. Nostradamus utilizó entonces juegos de palabras y mezcló idiomas como provenzal, griego, latín, italiano, hebreo y árabe.

Precisamente por la forma tan críptica de escribir, sus supuestas profecías han sido tan acertadas, según sus seguidores. Claro está, ellos las han interpretado después de ocurridos los eventos, no antes que estos sucedan.

Después que se diera a conocer la noticia de la muerte de la princesa Diana de Gales, el 31 de agosto de 1997, como consecuencia de un accidente automovilístico en el que también falleció su pareja (Dodi Al-Fayed) y el conductor del automóvil, los seguidores de Nostradamus sacaron a relucir la cuarteta xxviii de sus profecías. Esta dice:

El penúltimo con el apellido del profeta
Tomará a Diana por su día y descanso:
Lejos vagará por frenética testa,
Y librando un gran pueblo de impuestos.

Según sus intérpretes, también profetizó los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001:

Cinco y cuarenta grados cielos arderá,
Fuego acercándose a gran ciudad nueva,
Al instante gran llama esparcida saltará,
Cuando se quiera de Normandos hacer prueba.

De las bombas nucleares lanzadas por los Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, sus intérpretes citaron:

Cerca de las puertas y dentro de dos ciudades
Habrá dos azotes como nunca vio nada igual,
Hambre, dentro la peste, por el hierro fuera arrojados,
Pedir socorro al gran Dios inmortal.

Nuevamente, desconozco cómo se interpretan esas palabras para que se ajusten a los acontecimientos que, supuestamente, estaban profetizados.

Juzgue usted mismo. Lea nuevamente esas supuestas profecías y piense por un momento si esas palabras encajan en lo que se podría llamar realmente una profecía. Veamos, en contraste, una profecía bíblica, esta vez de la boca de Jesús:

Jesús salió del templo, y ya se iba, cuando sus discípulos se acercaron y comenzaron a atraer su atención a los edificios del templo. Jesús les dijo: — ¿Ven ustedes todo esto? Pues les aseguro que aquí no va a quedar ni una piedra sobre otra. Todo será destruido. (Mateo 24,1-2)

Esta profecía se cumplió en el año 70, durante lo que se denominó la primera guerra judeo-romana, cuando el Ejército romano, dirigido por el futuro emperador Tito[4] y con Tiberio Julio Alejandro como segundo al mando, sitió y conquistó la ciudad de Jerusalén. El famoso historiador de la época, Josefo Flavio, fue testigo del asedio y escribió:

Ahora, como el ejército no tenía más personas para matar ni nada que saquear, y su furia carecía de cualquier aliciente (ya que, si hubieran tenido algo que hacer, no habrían tenido ningún miramiento con nada), César dio órdenes de que demolieran toda la ciudad y el templo, y dejar en pie las torres de Fasael, Hípico y Mariamme, ya que eran las más altas, y la parte de la muralla que rodeaba la ciudad en el lado oeste. Este muro se salvó con el fin de garantizar un campamento para la guarnición que quedara allí, y las torres se conservarían para mostrar a la posteridad qué tipo de ciudad y qué bien fortificada era aquella a la que los romanos habían sometido con su valor. Los encargados de la demolición allanaron el resto del recinto de la ciudad de tal forma que los que llegaran a este sitio no creerían que hubiera sido alguna vez habitado. Este fue el final de Jerusalén, una ciudad de gran magnificencia y fama entre toda la humanidad, provocado por la locura de los sediciosos.

Ain-Karim, una pequeña ciudad situada siete kilómetros al oeste de Jerusalén, en la montaña de Judea, fue el escenario de una profecía en los albores mismos de la era cristiana. Allí vivía Isabel con su esposo Zacarías, cuando María, en estado de embarazo, esperando el nacimiento de Jesús, fue a visitarla. Luego del saludo inicial, la Virgen realizó un cántico de alabanza a Dios, que se conoce como el Magníficat. En el momento culminante, ella profetizó: «Todas las generaciones me llamarán bienaventurada» (Lucas 1,48).

¿Cabría imaginar profecía más inverosímil que esta? Una muchacha de escasos quince años, desprovista de bienes y de fortuna, sin ninguna posición social privilegiada, desconocida entre sus compatriotas y habitante de una aldea sin mayor importancia proclamaba con confianza que todas las generaciones la llamarían bienaventurada. Ya han pasado más de veinte siglos y podemos ver que la profecía se ha cumplido, sin lugar a equívocos.

Sabemos que la Biblia es una colección de libros escritos durante un largo periodo de mil setecientos años, por una gran cantidad de autores que la gran mayoría no se conocieron entre ellos, ni vivieron en la misma región ni época, sin embargo, no hay contradicciones en las Sagradas Escrituras. Si esto no lo sorprende, permítame darle un ejemplo mucho más contemporáneo para demostrarle lo imposible que esto resulta.

En los últimos cien años, hemos pasado de combatir las enfermedades causadas por la desnutrición a combatir las causadas por la obesidad. El desarrollo industrial ha afectado todas las áreas de producción del hombre, incluyendo la producción de alimentos. La industria alimentaria se ha visto forzada a cambiar sus esquemas de producción por unos más eficientes para satisfacer el crecimiento de la demanda. Hace nueve mil años, los granjeros criaban una variedad de gallinas conocida como la Gallus Bankiva, que ponía un huevo al mes. Ahora, los granjeros crían variedades como la New Hampshire y la Leghom, que ponen hasta trescientos huevos al año. El voraz afán de producir a gran escala y a bajo costo llevó a los supermercados a surtir sus anaqueles de alimentos procesados, con alto contenido calórico, lo que en pocas generaciones disparó el aumento de peso.

La gente empezó a lucir obesa y las dietas aparecieron. Esta nueva industria floreció rápidamente y ofreció toda clase de alternativas y métodos para perder peso. Hay dietas agresivas, que prometen una pérdida de hasta el diez por ciento del peso en dos semanas, y también las que no exigen ningún tipo de actividad para lograr la meta propuesta. Unas basan su éxito en el aumento del consumo de grasas saludables, mientras que otras reducen las grasas casi que por completo. Algunas dietas ordenan suspender las verduras durante las primeras fases del método, mientras que otras las recomiendan desde el primer día. Unas suspenden los lácteos por completo, mientras que otras los permiten. Las hay de las que prohíben el consumo de frutas durante la primera fase, y otras las suspenden durante toda la dieta. Las hay de las que prohíben el alcohol, y otras que lo permiten con moderación. Incluso, no falta la voz que advierte que una determinada dieta puede poner en riesgo la vida de quien la siga.

Hace cien años no existía una sola publicación impresa sobre el tema. Hoy existen secciones completas en las librerías dedicadas a las dietas. La mayoría de ellas son escritas por médicos, nutricionistas, endocrinólogos y otros científicos. Frente a tal oferta de literatura, es casi imposible conseguir dos libros que no se contradigan entre sí.

Invito al amable lector a que, usando todo el poder de la búsqueda en Internet, seleccione cualquier biblioteca del mundo y reúna setenta y tres libros que hayan sido escritos durante un periodo de mil setecientos años, de por lo menos cincuenta autores que hayan vivido en continentes diferentes, que contengan como mínimo dos mil quinientas profecías, de las cuales el noventa y cinco por ciento ya se hayan cumplido, y cuya temática gire en torno a tres temas diferentes sin que exista una sola contradicción entre ellos.

 

La Santa Biblia, cuya temática completa gira en torno a tres temas (la salvación, la Iglesia y el Reino de los Cielos), consta de setenta y tres libros escritos en un periodo de mil setecientos años, por al menos cincuenta autores que vivieron en tres continentes diferentes. Contiene más de dos mil quinientas profecías, de las cuales más de dos mil trescientas ochenta se han cumplido (y se puede corroborar su cumplimiento), y no presenta ninguna contradicción entre sus tres temas principales. La coherencia y la consistencia se dan desde la primera hasta la última palabra. La única manera de lograr esto es que los libros tengan un solo autor: el Espíritu Santo que le reveló a personas especiales lo que Dios quiso decirnos. La revelación es su forma especial de comunicarse con nosotros.

 

 

 

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