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¿Por qué la Iglesia no nos enseña más de la Biblia?

Esta pregunta que está en la mente de muchos católicos, nace básicamente del sentimiento generalizado de ver que personas de otras religiones cristianas citan de memoria pasajes enteros de la Biblia cuando estamos argumentando sobre un determinado tema. Nuestro hermano cristiano apoya su argumento en la Biblia, dice: “En Mateo capítulo 4, versículos del 6 al 10 dice tal y tal cosa, y en el libro del Éxodo, capítulo 12, versículos del 11 al 17 dice tal y tal otra cosa” y recitan de memoria los mencionados pasajes bíblicos, pero nuestros argumentos tienden a ser débiles, poco profundos y dejan al descubierto nuestra ignorancia. Sentimos que a ellos su Iglesia si les enseña de la Biblia y a nosotros no.

Pregunto: ¿Alguien está impidiendo a estos católicos que lean la Biblia y se memoricen algunos pasajes de ella?

Los testigos de Jehová tienen por obligación asistir como mínimo dos veces por semana a lo que ellos llaman El Salón del Reino. Una vez durante el fin de semana que dura entre dos y tres horas y la otra entre semana, que dura poco más de dos horas. En ambas reuniones emplean más de la mitad del tiempo en la lectura y estudio de la Biblia.

Por mi parte, conozco muchos católicos que escasamente asisten a la misa los domingos y se molestan si el sacerdote se extiende por más de una hora en ella. Imagino la deserción tan grande que habría donde el sacerdote decida emplear una hora o más, solo a la profundización de la Biblia durante la misa en vez de los cinco minutos que emplean actualmente.

Según el departamento de estadísticas laborales de los Estados Unidos, un americano entre los 25 y 54 años de edad con hijos gasta en promedio: 54 horas a la semana durmiendo, 44 trabajando, 34 practicando alguna actividad recreativa (deportes, ver televisión, etc.) o al descanso, 11 interactuando con la familia y amigos, 10 transportándose, 9 alimentándose y 7 haciendo tareas domésticas.

En una misa dominical se emplean 45 minutos en los ritos, 10 minutos en la homilía y cinco minutos a la lectura de la Biblia. ¿Ósea que con tan solo esos cinco minutos semanales queremos aprender mucho de las Sagradas Escrituras? ¿Pretendemos adquirir el mismo o mayor nivel de conocimiento, empleando tan solo cinco minutos semanales frente al que emplea tres horas o más?

Algunas personas tienen la falsa idea de pensar que porque una persona diga de memoria un pasaje bíblico, es porque sabe mucho de la Biblia. Alguien que recita pasajes de la Biblia, solo indica que tiene buena memoria; otras personas dicen haber leído la Biblia desde la primera página hasta la última, eso indica que son muy buenos lectores.

Acá estoy hablando de conocer en profundidad la Palabra de Dios, de meditarla, de grabarla en el corazón, de entender su propósito y significado y finalmente de hacer viva esa palabra en todas nuestras actividades del día.

El Leccionario

El Leccionario es el libro que contiene las lecturas bíblicas que han de ser leídas durante la misa de cada día del año según el calendario litúrgico. A diferencia de las iglesias cristianas en que es el pastor quien decide autónomamente las lecturas para cada servicio religioso, en la Iglesia católica es la jerarquía romana quien lo determina y se consigna en este libro.

Esta podría ser una de las razones por las cuales hay personas que encuentran tan atractivas estas iglesias, porque obviamente el pastor selecciona aquellas lecturas que nos muestran el lado amoroso y misericordioso de nuestro Señor Jesucristo, pero no escogen aquellas que nos hablan de una cruz que hay que cargar para poder seguir a Jesús[1].

No tenemos una fecha exacta de cuándo se escribió por primera vez un leccionario.

San Juan Crisóstomo, doctor de la Iglesia nacido en Antioquía en el año 347 d.C. en una homilía[2] pronunciada en su ciudad natal, exhortó a sus oyentes a que lean con anterioridad los pasajes de la Escritura que van a ser leídos y comentados en la misa del día siguiente. Es decir que ya para esa época existía una referencia escrita y de conocimiento público de lo que sería un leccionario primitivo.

El Leccionario solo contiene lecturas bíblicas pero ordenadas de una forma diferente a las de la Biblia. Al principio de ella nos encontramos con el Génesis y al final con el Apocalipsis. El Leccionario comienza con las lecturas: una del Antiguo Testamento, un salmo, una Epístola del Nuevo Testamento y un Evangelio para el primer día del año litúrgico del primer ciclo y termina con las del último día del año litúrgico del último ciclo.

Estos ciclos que son tres y que duran un año cada uno: A, B y C, son la forma en que el Concilio Vaticano II escogió para dividir la lectura de la Biblia en la misa dominical durante tres años. En el ciclo A, la mayoría de las lecturas son del evangelio de Mateo, en el B son de las de Marcos y en el C son las de Lucas. El de Juan se utiliza a lo largo del año en las fechas y fiestas especiales de la Iglesia tales como la cuaresma, pascua, navidad, etc.

Para la misa entre semana solo hay dos ciclos: I (uno en números romanos) para los años impares y II (dos en números romanos) para los años pares, cubriendo los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas).

Es decir que si una persona asiste a misa todos los domingos, en tres años habrá escuchado aproximadamente toda la Biblia. Y si una persona asiste a misa entre semana la habrá escuchado casi toda en dos años. Así que contrario a la falsa creencia que la Iglesia no nos enseña la Biblia, lo hace leyéndonosla en su totalidad en la Santa misa y nos la explica a través de las homilías del sacerdote.

Cursos bíblicos

Uno de los recursos que tiene un católico para conocer y aprender más de la Biblia, son los cursos bíblicos. Hoy en día prácticamente en todas las parroquias se ofrecen cursos y talleres de Biblia; algunas ofrecen clases bíblicas para niños, adolescentes, mujeres, para toda la familia y para diversos grupos con perfiles diferentes.

En internet las posibilidades se multiplican por cientos. Se pueden encontrar una variedad de cursos para todas las audiencias, en diversos niveles y en diferentes idiomas. Puede en algunos casos inscribirse en las clases y recibir en su correo electrónico las lecciones que debe estudiar y los cuestionarios que debe llenar.

En las librerías católicas también se pueden encontrar una gran variedad de estos cursos.

Audiolibros y videos son otra fuente grande de posibilidades para aquellos que quieren aprender y dominar la Biblia como lo hacen otras personas de otras religiones. Haciendo énfasis en el dominio más que en la memoria, porque para memorizar solo se necesita tener el pasaje Bíblico y repetirlo hasta aprendérselo.

Según una encuesta realizada en junio del 2010 por el CARA[3] –organización sin ánimo de lucro afiliada a la Universidad Georgetown de Washington– entre los católicos nacidos después de 1981 solamente el 1% había leído un libro de carácter religioso durante el último año.

El problema no es que la Iglesia no nos enseñe sobre la Biblia –que sí lo hace–, sino que no queremos hacer un esfuerzo adicional por aprender más de ella.

Espero en este punto del libro haber despertado un poco más su interés y que empiece lo más pronto posible a buscar la mejor alternativa para conocer y meditar más sobre la Palabra de Dios.

 


[1]Luego Jesús dijo a sus discípulos: —Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame” Mateo 16:24

[2] Esta homilía se conoce como la Homilía de Lázaro.

[3] Center for applied research in the apostolate.

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